La luz del sol se colaba por aquellas elegantes cortinas en sus enormes aposentos, que ya casi había olvidado, había amanecido, era lunes, y todo empresario, o, mejor dicho, hijo de empresario, sabía que no había tiempo para tomar un descanso, levantándose de su lujosa cama, Leandro miraba el reloj, eran apenas las 7 am, hora adecuada para comenzar su día, bajando al gimnasio privado en su mansión, el apuesto estudiante de medicina, comenzaba su pesada rutina de ejercicios para tonificar su cuerpo, mirándose en el espero del lugar, lucia muy diferente de sus trajes baratos de siempre, aquella ropa deportiva dejaba ver mucho de su musculatura.Mostrándose molesto, Leandro no se sentía feliz de haber regresado a la mansión de su padre; odiaba la idea de ser su heredero y encargarse de todo lo que a sus negocios acontecía, pero si Aurora quería un millonario en su vida…entonces volvería a ser aquel millonario que una vez detesto ser.Mirándose de nuevo en el espejo, Leandro posó y se adm
El regreso a la mansión Bensiali, parecía estar cargado de mucho silencio. Tan pronto como habían regresado a la mansión, Massimo se había encerrado en su estudio privado para charlar con Giuseppe y Akira, imaginaba, sobre la madre del rubio. Aurora no podía evitar sentirse intranquila; Brunella había hecho muchos días de su tierna infancia un verdadero infierno, y ahora que regresaba de entre los muertos, estaba segura de que no estaría feliz de saberla casada con su único hijo.—Señora Bensiali, esta mañana recibió un paquete, lo dejé en la habitación de usted y el señor. — le dijo una de las sirvientas, logrando sacar a la pelirroja de sus pensamientos.—Te lo agradezco…creo que lo revisare más noche, por ahora debo ir a la universidad para poder retomar mis clases el día de mañana, por favor, si el señor pregunta por mí, por favor dile que llegaré al anochecer para poder atender todos mis asuntos. — pidió Aurora aun meditando sobre Brunella.—Por supuesto, se lo diré, señora. — re
—Un gusto conocerlo, señor Hancock. — Aurora respondió a secas, desconfiando por completo de aquella situación que estaba pasando.Julio sonrió, notando la desconfianza de Aurora Bianco; aquella no solo era una mujer hermosa, también era muy inteligente y podría incluso asegurar que perspicaz.—Le dejaré mi tarjeta, usted me dirá sus horarios y yo me ajustaré a ellos, le aseguro que la han dejado en buenas manos, señorita Bensiali. — aseguró Julio sintiendo la suavidad de la mano de aquella pelirroja, quien no dudo en soltarlo rápido.Aurora asintió. — Se lo agradezco. Señor rector, la razón por la cual he venido aquí, es para nuevamente integrarme al plan de estudios; a partir de mañana me gustaría presentarme en mis clases y actualizarme en los temas que pude haber perdido en mi corto viaje, le agradecería que me diera su aprobación. — pidió la joven, comenzando a ignorar intencionadamente al Hancock.Julio sonrió. Meterse en la cama de Aurora Bianco, tal y como su prima quería que
Aquel había sido un día demasiado largo, reflexionó Aurora que dentro del enorme y elegante baño para su uso personal en la mansión Bensiali, mientras se servía una copa de brandy. Bebiendo un sorbo de ella, sintió el calor del licor calentarle la garganta de manera reconfortante. Al final, había acordado junto con el rector el regresar a la universidad hasta dentro de tres días, prometiéndole enviarle todo lo que habían visto en su corta ausencia para que lo repasara.Acomodándose en aquella lujosa y espaciosa bañera que le habían preparado con sales aromáticas, Aurora bebió un poco más sintiéndose muy cómoda, mientras seguía reflexionando en los acontecimientos que habían tenido a lugar ese día. Estaba claro que los Hancock tenían una agenda oculta en su repentino interés por apoyar al programa de becas, y dejar a Julio Hancock para ser su tutor. Por supuesto, sus ocultas intenciones no podían ser buenas. Estaba segura, que esas personas buscaban la manera de perjudicarla, después d
Aquella noche, quizás, una como ninguna otra, Massimo deslizó sus dos manos por debajo de la holgada bata de Aurora, y acarició la que le pareció una perfecta redondez de sus endurecidos senos coronados con sus hermosos botones de rosa. Aurora apretó las piernas y él movió suavemente la de él sobre su ya humedecida intimidad, buscando llevarla al borde. —Massimo…— Aurora gimió su nombre al apretar sus ojos y contraer sus facciones por el placer que amenazaba con desbordarla, si él continuaba con aquello que le estaba haciendo. —Shh… — él la silenció y lamió su oreja, Aurora tembló sintiendo como si varios choques de electricidad recorrieran su cuerpo. — Solo disfrútalo…disfrútame, sabes que no te hare daño…jamás te lastimaría, mi dulce Aurora… — aseguró el magnate rubio provocando una oleada de placer en su esposa, cuando, al tiempo, apretó uno de sus endurecidos botones de rosa. La mirada de selva salvaje que ya desbordaba en pasión de Aurora, se encontró con el azul zafiro en igua
Durante aquella noche de luna llena, los calores sofocaban y las pasiones desbordantes, dejaban vulnerables a un par de corazones que, por primera vez, probaban las mieles de su ferviente amor. Los delgados dedos de Aurora se apretaron suavemente en la espalda de Massimo, quien le avisaba que se fundirían en uno mismo, y, entonces, asintió nerviosa, sintiendo como su corazón golpeaba de prisa, y su sangre calentaba su cuerpo obligándolo a cubrirse por una delgada capa de sudor. Aurora miró a su esposo, y se reconfortó al sentirlo igual…tal vez él estaba sintiendo tal cual sentía ella.Un gemido mutuo llenó la habitación.La hinchada masculinidad de Massimo, después de traspasar los femeninos pliegues, se abrió camino por la sedosa humedad de la intimidad de Aurora, y la parte más hinchada y sensible de la virilidad del magnate rubio, comenzó a traspasarla despacio.—D-Duele… — mencionó Aurora, y apretó sus ojos, luchando por tolerarlo.Por supuesto, ella sabía que aquello iba a doler,
Aquella era una mañana completamente diferente.El canto de las aves, se escuchaba entre los árboles fuera de la ventana. Aurora despertaba entre los brazos de Massimo que seguía durmiendo. Un sonrojo se dibujó en sus blancas mejillas, al verlo dormir tan plácidamente como si hubiera vuelto a ser un niño pequeño. Acariciando sus cabellos dorados, sintió su sedosidad entre sus dedos. Ellos lo habían hecho, por primera vez, se habían entregado en las artes del amor.Aurora sintió como su cuerpo le dolía un poco, y un sonrojo aún más pronunciado se asomaba en su rostro; habían hecho el amor casi durante la noche, pues su Massimo no se había sentido saciado con solo una ocasión, y habían repetido aquel acto tan maravilloso un par de veces más durante la noche que ya había culminado en el amanecer. Mirándolo nuevamente antes de salir de aquella enorme cama, Aurora sonrió sintiendo que Massimo no había perdido parte de esa belleza inocente que poseía cuando apenas era un niño, y no pudo evi
Londres, un paraíso casi permanentemente nublado, de agradable clima y edificios pintorescos. El Big Ben, que se hallaba a un costado del encantador y majestuoso palacio de Westminster, y también del rio Támesis. Las vistas desde aquel departamento tan costoso, eran maravillosas, teniendo como protagonista a la ya muy antigua torre de reloj, así como al propio Támesis.Un par de copas rebosantes de costoso champagne, chocaban en un nuevo brindis, los señores Bianco, disfrutaban plácidamente de las vistas que les ofrecía su nuevo hogar, del cual ya eran los orgullosos propietarios.—Por un día más en el paraíso. — dijo Giorgia Bianco, dando una mirada llena de picardía a su esposo Armani.Armani sonrió, y brindó con su esposa por otro esplendido día.—Por más días como este. — respondió el hombre chocando copas con su esposa.Ambos se encontraban disfrutando de las mieles que el dinero de Massimo Bensiali les había comprado, sin embargo, ambos sabían que el dinero no sería eterno. Abra