En Hawái.Altas palmeras se dispersaban por los jardines, pequeños arbustos y flores de vistosos colores, ya para ese entonces la pelirroja tenía idea de cómo eran los chalet en los que se quedarían, pues había varios a lo lejos; un par de personas también caminaban por ahí y algunos niños corrían por los amplios jardines.—Este será el lugar donde pasaremos la noche. — informó el rubio y Aurora sintió un escalofrío recorrerle la piel por la idea que eso le traía.El camino de granito se hacía ancho, y subía por un par de escalones circulares, que eran enmarcados por varias plantas de hojas grandes y brillantes, sus maletas estaban a los pies de la puerta de madera, un pequeño candil colgaba del techo blanco, y el mismo color se extendía a las paredes con grandes ventanas por las cuales se podría fácilmente apreciar la hermosa y privilegiada vista que tendrían en ese lugar. El reservado era de dos pisos, el segundo menos extenso que el primero, pero Aurora casi podía adivinar que la p
Al día siguiente y pese a amanecer perfectamente acomodados, uno sobre el cuerpo desnudo del otro, Aurora y Massimo se levantaron temprano, desayunaron y recorrieron a pie la isla; durante el mediodía se adentrarían al mar en un recorrido de buceo, admirando tanto flora como fauna marina, tras buscar agotado más de lo que Aurora pretendía, la cena la tomarían en el chalet; al final, Massimo había decidido que era mejor pasar el resto de aquel corto viaje en ese lujoso resort, en lugar de la vieja mansión de los Bensiali en la isla.La pelirroja suspiró cansadamente mientras esperaba que Massimo saliese de la ducha, se levantó del camastro sobre el cual descansaba y se acercó a la baranda de cristal para observar la luna inmensa reflejarse en el mar, apreció el romper de las olas a lo lejos y como la espuma que emanaban, brillaba más por la noche, decir que era más de lo que esperó, era realmente poco. Las luces de las torres en ese lugar estaban encendidas, dando un espectáculo que co
—Hay algo que tengo que decirte…Aurora… — dijo Massimo mirando a su esposa a los ojos, luego de haber hecho el amor una vez más aquella noche.Aurora sonrió, y acariciando la mejilla de su esposo, negó.—Hablaremos mañana cariño…creo que, por esta noche, ya he consumido incluso mi energía de reserva… — respondió la pelirroja dejando un beso dulce sobre los labios de su esposa, y luego, cerró los ojos.Massimo sintió como aquellas palabras que quería decirle, se le habían quedado atoradas en la garganta, y mirándola, notó que Aurora se había quedado profundamente dormida quizás demasiado rápido. Levantándose sutilmente de la cama, el apuesto magnate negó para sí mismo…tenía que decirle ya sobre su origen…y sobre la mentira dicha por los Bianco…el tiempo, se estaba terminando, y sabía bien que la paciencia de Albern Calloway y su hijo no sería infinita, y querrían ver a Aurora una vez que estuviesen de regreso en Palermo.En la mansión Calloway de Estados Unidos, Martin alistaba las vie
En Hawái.El cuarto día avanzó de prisa, por segunda vez desde que estaban en ese nuevo país, Aurora y Massimo habían abandonado la isla para volver a cruzar el puente y esta vez, aun bajo protesta del rubio magnate, recorrieron los menos de quinientos metros de ese puente que sentía realzaba la hermosa vista de aquel paradisiaco lugar, Aurora disfrutaba de sentir el viento con la brisa suavemente salada golpearles los cuerpos mientras caminaban como lo hacían algunas otras personas más. Nunca antes había permanecido tomados de la mano tanto tiempo como en esos días, y aquello fue algo que ella no pasó por alto.—¿Qué quieres hacer? — preguntó el rubio al casi haber terminado de cruzar.Aurora sonrió. — Cuando llegamos vi algunas estatuas, ¿podemos ir? me encantaría tomar muchas fotos y también escuché de otros miradores. — le dijo animada la hermosa pelirroja.—Bien, entonces haremos eso. — aceptó con media sonrisa Massimo, mientras se dirigían al auto que ya los esperaba y que había
—Me siento como una niña en vacaciones. — confesó Aurora al comer de postre un pastel de queso y fresas, y helado de chocolate.Él sonrió de forma torcida mientras sólo la veía terminar de comer. —Dudo que una niña experimente lo que tú por las noches. — le dijo y le guiñó un ojo en lo que Aurora consideró un acto bajo y desleal.—¿Quieres callarte? — dijo Aurora viendo si alguien había alcanzado a escuchar.Y es que, si bien sabía que pocos podrían escucharlos, moriría de la pena de imaginar que alguien lograra entender y ver, que a lo que él se refería, era a esa pasional entrega de la que siempre caían presos; a lo que ella no quiso negarse la noche pasada. Su piel se le erizó de volver a recordarlo… pero Massimo tenía razón cuando le dijo que no había acto más íntimo que ese. El magnate de cabello rubio la miraba con una sonrisa satisfecha, mientras ella, ruborizada, le lanzaba una mirada fulminante.—Ya te dije que nadie nos entiende. — aseguraba Massimo divertido al ver la cara
—Cuanto tiempo sin verte, sobrino. Dime, ¿Cómo está mi hermana? — le cuestionó Brunella a Akira, mirándolo despectivamente.Akira sonrió de medio lado. — Ella está bien, aunque preocupada por usted, tía, después de todo, la gente normal cuando muere, no vuelve a levantarse del pozo en donde se quedan pudriéndose. — respondió suspicaz el rubio bronceado.Brunella frunció el entrecejo.—Por supuesto, no lo hacen, ahora dime, ¿Qué te trae por aquí?, dudo mucho que hayas venido a saludar a tu tía a la que siempre despreciaste. — respondió Brunella sin permitirle el paso a su departamento a su sobrino.—En eso, tienes razón, no estoy aquí por razones fraternales. — respondió Akira con indiferencia. — He venido aquí de parte de la Condesa de Capua…quiere que te alejes, Brunella, de Aurora y Massimo, así como que dejes de apoyar a la familia Hancock…de lo contrario, terminaras en un agujero peor del que saliste. — dijo tajante el rubio bronceado.Brunella se cruzó de brazos, y soltó una risa
—Massimo. — susurró Aurora apenas con voz, después de escuchar lo dicho por su amado esposo, y ver aquella fotografía de su supuesta madre junto a los resultados de ADN. Su respiración se aceleró suavemente. — Esto…es terrible… — sollozó la pelirroja, al finalmente comprender porque sus “padres”, siempre la habían tratado como poco menos que basura. — ¿Por qué lo hicieron?, si esto es real, ¿Por qué me separaron de mi padre?, Dios, esto es tan horrible, no logro asimilarlo, no puedo…no puedo… — dijo la pelirroja al finalmente soltar en llanto.Massimo tan solo apretó a su amada esposa contra sí mismo, en un intento por consolarla…aunque sabía que no había consuelo alguno que pudiese reparar el terrible daño que ese par de infelices le habían hecho. Luego de varios segundos en los que Aurora casi pierde la capacidad de respirar, ella se giró a verlo.Massimo se apartó un paso viendo también sus grandes y hermosos ojos verdes brillar debido a las lágrimas que seguían resbalando por sus
Aquella mañana, Aurora y Massimo recién despertaban bastante animados, y disfrutaban el uno del otro después de aquella nueva e inesperada propuesta de matrimonio, que el rubio magnate le había hecho a su esposa. Luego de haber salido del acuario, Massimo llevó a un yate a la hermosa pelirroja, y este les dio un recorrido por las islas cercanas que se extendió hasta la madrugada, todavía desayunado en ese lugar antes de tirarse a hacer el amor en su cama una y otra vez sin cansarse del otro. Aurora se había negado rotundamente a pensar en “su verdadero origen”, y había decidido guardar los problemas en una maleta y simplemente dedicarse a disfrutar el resto del viaje junto a su amado.—Buenos días, mi reina. — dijo Massimo dejando un beso sobre los labios de su esposa.Aurora sonrió. —Buenos días, cariño, en verdad me siento agotada, creo que dormimos muy poco anoche, ¿No lo crees? — respondió la pelirroja y luego bostezó.Massimo sonrió de medio lado. — Si descansar no fuera necesari