Capítulo 114

—¿Qué es lo que ocurre contigo, Ana Paula?

Las cortinas de la habitación se abrieron de golpe y la luz solar se filtró, haciendo que una mueca de malestar se dibujara en el rostro adormecido de la mujer.

Acababa de despertar.

Sus ojos estaban muy hinchados y su deseo de seguir existiendo era cada vez menor.

¿Por qué la molestaban?

¿Por qué no podían dejarla en paz?

—Mamá, déjame en paz —respondió desviando la mirada de los ojos acusadores de su progenitora.

Siempre era la misma mirada, estaba harta.

La mujer mayor negó. Renuente a permitir que la vida de su única hija se fuera por el drenaje sin poder hacer nada para impedirlo.

—Basta ya de dar lástima —la regañó con dureza, aunque la preocupación era más fuerte que la reprimenda que tenía en la punta de la lengua. Se sentía desesperada, no sabía qué hacer para ayudarla a salir de ese estado en el que se había sumergido.

Ana Paula no quería comer, no quería levantarse de la cama. Estaba muerta en vida.

—De verdad, mamá, déjame sola
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