Salió de la habitación de sus hijos y se dirigió a su recámara donde sabía perfectamente que la esperaba su esposo. Su corazón latía con fuerza ante lo que estaba a punto de hacer: le contaría todo. Pero primero comenzaría con la noticia más bonita. Estaba embarazada.Esperaba un hijo del hombre que amaba.Al entrar al dormitorio lo encontró junto a la ventana, llevaba ropa de dormir: un pantalón cómodo de algodón y una camiseta. Sin embargo, no parecía dispuesto a acostarse todavía, tenía una copa de licor en la mano. Fabián se giró al escucharla entrar, parecía tener muchas interrogantes danzando en esos ojos azules tan hermosos.Sabía que estaba preocupado e incómodo por la escena del comedor. Los niños nunca se habían comportado de esa forma con él. —Fabián, tengo algo importante que decirte. Su esposo no se sorprendió ante sus palabras, de hecho, se mostró muy interesado, parecía saber de antemano que guardaba un secreto. Aparentemente, la conocía muy bien o era pésima par
Natalia no había querido decirle a Fabián sobre las complicaciones de su embarazo para no empeorar el de por sí ya tenso ambiente. Sin embargo, a la mañana siguiente le enseñó todos sus exámenes médicos y le explicó que era un embarazo de alto riesgo.—Debo guardar mucho reposo —comenzó diciendo con una mirada apenada por haber ocultado algo tan relevante como eso—. La doctora me aseguró que no había nada de que preocuparme —se apresuró en agregar al ver la alarma encenderse en los ojos de su esposo.—Pero, Natalia, ¿cómo pudiste callarte algo tan importante? —la reprendió de inmediato. Para él aquello era lo primero que debió de decirle.—Lo siento. Es que anoche… no quería arruinar más las cosas —se excusó débilmente—. Quería que disfrutáramos de esta noticia como lo que es: una noticia feliz.—Y es una noticia feliz, desde luego. Pero eso no quita el hecho de que guardaste silencio con algo muy serio —se mostró molesto por su actitud—. No sé quién sea tu médico, Natalia, pero hoy m
Ana Paula se sentía muy ansiosa, mientras observaba a la doctora acercarse hacia la camilla donde esperaba con el vientre expuesto. Esa era su primera consulta con el obstetra. Había retrasado la cita durante semanas porque se le hacía demasiado difícil de afrontar, que, por un error tan tonto, había resultado embarazada de un extraño. Sabía que la pequeña criatura crecía dentro de sí, era demasiado evidente. Cada día pesaba un poco más, a veces se despertaba con náuseas y otras no deseaba comer absolutamente nada. Cualquier olor fuerte y repentino le producía una oleada de asco y no podía quedarse quieta hasta vomitar. Pero ahora estaba aquí, en el consultorio, dispuesta a conocer a su hijo. A ese pequeño ser que ya había empezado a amar y quién se estaba convirtiendo en su fuerza para seguir adelante.La obstetra comenzó con su trabajo, era una mujer madura, con unos ojos muy sabios y amables. —¿Es tu primera vez, cierto? —le preguntó al notar su nerviosismo.Ana Paula le conte
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco
Tres pares de ojitos marrones la miraban expectantes.Natalia supo que había llegado el momento de la verdad, debía de explicarle a sus pequeños los cambios que se avecinaban para sus vidas…Pero ¿cómo decirles que iba a casarse con un extraño cuando hacía un par de días veían a sus padres juntos y felices?Sin duda sería un shock tremendo para ellos, pero más allá de la impresión de la noticia, estaba segura de que les dolería más saber que su padre los había negado delante de una gran multitud de personas.Entonces, indiferentemente de la circunstancia, el sufrimiento estaba a la orden del día y era inevitable.—Sé que esto seguramente les sorprenderá mucho —comenzó, sopesando las palabras con cabeza fría. Debía ser muy cuidadosa con esto—. Ustedes están acostumbrados a ver a papá y a mamá juntos, pero muchas cosas han cambiado y...El trío de niños intercambiaron una mirada entre ellos, intrigados.—A mí también me duele que las cosas ya no puedan ser como antes, pero…Natalia trag