Habían pasado semanas desde la última vez que vio a Iván. El hombre le había estado llamando insistentemente para que volvieran a verse, cosa a la que se había negado rotundamente.No quería entablar ningún tipo de relación con él.Le caía muy bien, sí, pero no estaba dispuesta a abrirle su corazón a otra persona.Ana Paula sacudió la cabeza, ahuyentando esos pensamientos por enésima vez.No podía dejar de sentirse culpable.Los días pasaban y su hijo cada vez crecía más.Lo estaba privando del amor de un padre, pero sentía que era lo mejor. Aunque quizás ese era su egoísmo hablando por ella.Suspiró con cansancio.Entró entonces a una tienda de ropa de bebé, sintiendo mucha emoción. Le encantaba la idea de hacer un espacio en la casa para su hijo, de decorar, de esperarlo con añoranza. Sin embargo, algo le impedía disfrutar plenamente de esto, era esa sensación de que se estaba equivocando, de que no estaba haciendo lo correcto.Aun así, aquello no le impidió elegir las prendas más co
—¿Qué ocurre, Natalia? —le preguntó su esposo cuando colgó la llamada. La mujer estaba pálida, su frente sudaba y sus manos temblaban, cosa que llamó mucho la atención de Fabián. —Es… es…—¿Qué es? —presionó al ver que tartamudeaba y que no podía formar una oración coherente. —Es sobre Aleja —mintió. No podía decirle que acababan de llamarla unos secuestradores, aquello era lo primero que le habían advertido y no podría en riesgo la vida de sus hijos por nada en el mundo—. Encontraron más información sobre su caso. Descubrieron que estuvo siendo torturada por un tiempo… Yo solo quiero irme a casa. Su esposo, al escuchar la mención de su amiga, entendió entonces la razón de su malestar y no le hizo más preguntas al respecto. Sabía perfectamente que aquel tema le afectaba bastante.—Vamos —la guío suavemente, tomándola por la cintura y ayudándola a caminar. En este caso, si lo necesitaba, sentía que sus piernas estaban débiles y que en cualquier momento iba a desmayarse—. Estos últi
Natalia no era una experta en manejar, así que su andar en el auto estaba resultando bastante torpe. Aun así, se mantenía concentrada en la carretera, mientras su GPS se hallaba encendido, indicándole el camino que la dirigiría al sitio de encuentro pautado por los secuestradores.De repente, las calles transitadas comenzaron a desaparecer, siendo reemplazadas por terrenos baldíos y zonas boscosas.Su corazón latía cada vez más de prisa, mientras pensaba en las consecuencias que acarrearía hacer esto sola.Estaba embarazada, rumbo a encontrarse con personas peligrosas. Pero la verdad era que, si le daban a elegir, estaba dispuesta a sacrificarse con tal de que no lastimaran a sus tres angelitos.—Lo siento, mi amor —se acarició su vientre y le dijo a aquel pequeño que aún no nacía.No era este el destino que quería para ninguno de los dos, pero las cartas estaban echadas y sería el mismo destino quien decidiría si salían bien librados de esto o no.Minutos después, estacionó el auto e
—¡Mami!Los niños se levantaron rápidamente y corrieron para abrazarla.Natalia los recibió en sus brazos y se agachó a su altura para poder acariciarlos y comprobar que estuvieran en perfecto estado. No confiaba en ninguno de esos dos dementes.—Querida, ¿trajiste mi dinero? —preguntó su madre en un tono casual, como si no estuviera hablando del botín que había solicitado para el secuestro de sus propios nietos.«¿Qué tan retorcida tenía que ser una persona para llegar a ese extremo?», no pudo evitar preguntarse.En ese momento, en el que la observaba fijamente a los ojos, descubrió aquello que tanto había estado ignorando: la maldad, la ambición, el desenfreno.Su progenitora no era una mujer anciana, pero parecía como si la vida le hubiera dado una paliza. Se veía consumida. Su piel tostada y con muchas arrugas y manchas, su cabello descolorido y despeinado la mayoría del tiempo.¿Qué tan cruel tuvo que ser su vida para convertirla en el monstruo que ahora era?Y no solo físicament
Los guardaespaldas regresaron a la entrada de la casa y se vieron las caras entre sí, mientras se mostraban tensos y sudorosos. Uno sostenía un vaso de agua en su mano y el otro una bolsa de papel donde se suponía se depositaría el vómito de su jefa embarazada.—¿Dónde está? —preguntaron al unísono, mirando hacia todos lados, sin poder hallar rastros de la mujer. El rugido de un auto llamó la atención de ambos y entonces corrieron al exterior, pero ya era demasiado tarde. La silueta del Mercedes Benz color negro acababa de desaparecer por el camino empedrado que daba a la carretera.—¡Demonios! —soltó uno viendo cómo su misión de mantener a salvo a la mujer fallaba miserablemente. —Esto no le va a gustar al jefe —reconoció el otro igual de preocupado. Ciertamente, la situación era muy complicada y no solamente estaba en juego su historial profesional, el cual se vería gravemente afectado por esta falla, estaba en juego la vida de una persona. Y eso era lo más apremiante.Se dirigier
—¡Suéltame! —exigió Natalia, cuando entraron en la habitación. Los niños se habían quedado en la pequeña sala junto a su madre y ahora estaba aquí, encerrada en una habitación con este monstruo que no dejaba de observarla como si quisiera devorarla. La sola idea le daba pavor. —¿Qué sucede, Natalia? Antes me suplicabas para que te tocara y ahora te atreves a poner esa expresión. No me está gustando nada tu actitud, así que será mejor que la cambies si no quieres que tome represalias al respecto —amenazó Roberto, ofendido por su mueca de asco, una que no pensaba cambiar, porque el hombre frente a ella no hacía otra cosa que repugnarla. —No me importa lo que quieras o dejes de querer, Roberto —respondió altivamente. No se dejaría amedrentar—. ¡Me das asco y eso no será algo que puedas cambiar ni en un millón de años! Dichas esas palabras, Natalia sintió que el mundo se desdibujaba bajo sus pies. Su cabeza dio vueltas, un fuerte sonido resonó en el aire y su rostro se llenó de un dolo
Decir que sentía miedo era quedarse corta. —Roberto —gimió Natalia, leyendo una intención macabra en sus ojos. —¡Respóndeme! —exigió el hombre, mostrándose cada vez más furioso.Natalia tragó saliva y entendió que debía de llevar esta situación a aguas más pacíficas. —Roberto, yo también he… he pensado mucho en ti —mintió dudosa. No sabía si el hombre se iba a creer semejante tontería, pero esperaba que fuera suficiente para llamar su atención de otra manera.Los ojos del hombre se entrecerraron con sospecha. Evidentemente, no le creía ni una palabra. Sería muy tonto que lo hiciera, aun así se mantuvo firme en su plan de desviar su interés.—Todo este tiempo he sufrido mucho —siguió diciendo, mientras pensaba, buscaba en su cabeza una manera de salir bien librada de todo esto. Necesitaba proteger a su pequeño bebé.—¿Estás embarazada, Natalia? —insistió con la pregunta, aunque la respuesta saltaba a la vista. Aun así, parecía necesitar que lo dijera en voz alta. Era como si la situ
En el exterior todo era un alboroto. El sonido de las patrullas se escuchaba a la distancia, a pesar de que todavía no lograban verse con claridad. Sentía mucho miedo. Pero a la vez la determinación de luchar corría velozmente por sus venas. Natalia divisó a sus hijos en un rincón, asustados y muy inquietos. Empujo a Roberto lejos de ella y corrió hacia ellos. —¿Qué haces? ¡No te separes de mí! —reclamó el hombre, mientras le hacía un gesto a Luisa para que se encargara de los pequeños. Natalia negó con convicción. Lo único que tenía que hacer era salir de esa casa y dirigirse a la carretera, así los policías los verían y entonces… Un golpe seco la trajo de regreso a la realidad. Los niños gritaron aterrorizados cuando vieron a su padre, a ese padre que tanto veneraban, agredir a su propia madre frente a ellos. La escena fue terrorífica de presenciar. A Natalia no le importaba tanto el dolor físico que estaba sintiendo, le importaba que sus hijos estuvieran observándolo tod