—¡Mami!Los niños se levantaron rápidamente y corrieron para abrazarla.Natalia los recibió en sus brazos y se agachó a su altura para poder acariciarlos y comprobar que estuvieran en perfecto estado. No confiaba en ninguno de esos dos dementes.—Querida, ¿trajiste mi dinero? —preguntó su madre en un tono casual, como si no estuviera hablando del botín que había solicitado para el secuestro de sus propios nietos.«¿Qué tan retorcida tenía que ser una persona para llegar a ese extremo?», no pudo evitar preguntarse.En ese momento, en el que la observaba fijamente a los ojos, descubrió aquello que tanto había estado ignorando: la maldad, la ambición, el desenfreno.Su progenitora no era una mujer anciana, pero parecía como si la vida le hubiera dado una paliza. Se veía consumida. Su piel tostada y con muchas arrugas y manchas, su cabello descolorido y despeinado la mayoría del tiempo.¿Qué tan cruel tuvo que ser su vida para convertirla en el monstruo que ahora era?Y no solo físicament
Los guardaespaldas regresaron a la entrada de la casa y se vieron las caras entre sí, mientras se mostraban tensos y sudorosos. Uno sostenía un vaso de agua en su mano y el otro una bolsa de papel donde se suponía se depositaría el vómito de su jefa embarazada.—¿Dónde está? —preguntaron al unísono, mirando hacia todos lados, sin poder hallar rastros de la mujer. El rugido de un auto llamó la atención de ambos y entonces corrieron al exterior, pero ya era demasiado tarde. La silueta del Mercedes Benz color negro acababa de desaparecer por el camino empedrado que daba a la carretera.—¡Demonios! —soltó uno viendo cómo su misión de mantener a salvo a la mujer fallaba miserablemente. —Esto no le va a gustar al jefe —reconoció el otro igual de preocupado. Ciertamente, la situación era muy complicada y no solamente estaba en juego su historial profesional, el cual se vería gravemente afectado por esta falla, estaba en juego la vida de una persona. Y eso era lo más apremiante.Se dirigier
—¡Suéltame! —exigió Natalia, cuando entraron en la habitación. Los niños se habían quedado en la pequeña sala junto a su madre y ahora estaba aquí, encerrada en una habitación con este monstruo que no dejaba de observarla como si quisiera devorarla. La sola idea le daba pavor. —¿Qué sucede, Natalia? Antes me suplicabas para que te tocara y ahora te atreves a poner esa expresión. No me está gustando nada tu actitud, así que será mejor que la cambies si no quieres que tome represalias al respecto —amenazó Roberto, ofendido por su mueca de asco, una que no pensaba cambiar, porque el hombre frente a ella no hacía otra cosa que repugnarla. —No me importa lo que quieras o dejes de querer, Roberto —respondió altivamente. No se dejaría amedrentar—. ¡Me das asco y eso no será algo que puedas cambiar ni en un millón de años! Dichas esas palabras, Natalia sintió que el mundo se desdibujaba bajo sus pies. Su cabeza dio vueltas, un fuerte sonido resonó en el aire y su rostro se llenó de un dolo
Decir que sentía miedo era quedarse corta. —Roberto —gimió Natalia, leyendo una intención macabra en sus ojos. —¡Respóndeme! —exigió el hombre, mostrándose cada vez más furioso.Natalia tragó saliva y entendió que debía de llevar esta situación a aguas más pacíficas. —Roberto, yo también he… he pensado mucho en ti —mintió dudosa. No sabía si el hombre se iba a creer semejante tontería, pero esperaba que fuera suficiente para llamar su atención de otra manera.Los ojos del hombre se entrecerraron con sospecha. Evidentemente, no le creía ni una palabra. Sería muy tonto que lo hiciera, aun así se mantuvo firme en su plan de desviar su interés.—Todo este tiempo he sufrido mucho —siguió diciendo, mientras pensaba, buscaba en su cabeza una manera de salir bien librada de todo esto. Necesitaba proteger a su pequeño bebé.—¿Estás embarazada, Natalia? —insistió con la pregunta, aunque la respuesta saltaba a la vista. Aun así, parecía necesitar que lo dijera en voz alta. Era como si la situ
En el exterior todo era un alboroto. El sonido de las patrullas se escuchaba a la distancia, a pesar de que todavía no lograban verse con claridad. Sentía mucho miedo. Pero a la vez la determinación de luchar corría velozmente por sus venas. Natalia divisó a sus hijos en un rincón, asustados y muy inquietos. Empujo a Roberto lejos de ella y corrió hacia ellos. —¿Qué haces? ¡No te separes de mí! —reclamó el hombre, mientras le hacía un gesto a Luisa para que se encargara de los pequeños. Natalia negó con convicción. Lo único que tenía que hacer era salir de esa casa y dirigirse a la carretera, así los policías los verían y entonces… Un golpe seco la trajo de regreso a la realidad. Los niños gritaron aterrorizados cuando vieron a su padre, a ese padre que tanto veneraban, agredir a su propia madre frente a ellos. La escena fue terrorífica de presenciar. A Natalia no le importaba tanto el dolor físico que estaba sintiendo, le importaba que sus hijos estuvieran observándolo tod
Natalia siguió gritando, mientras la sangre brotaba cada vez más de la cara de Roberto. Los nudillos de su esposo estaban rojos y magullados. Sus ojos se veían siniestros y no sabía qué hacer para detenerlo. Parecía completamente fuera de sí y eso le asustaba demasiado. Era la primera vez que lo veía así.—¡Fabián! —gritó desesperada—. ¡Por favor, no lo hagas! ¡Detente! ¡Detente! —siguió diciendo al borde del colapso, tratando vanamente de alcanzarlo. Su esposo no era esa persona agresiva que estaba viendo. Él no era así.La policía entró al lugar atraída por los fuertes gritos y entonces separó a Fabián de un moribundo Roberto. La visión de su expareja completamente ensangrentada y al borde de la muerte le dio un pinchazo en el pecho. Natalia negó con la cabeza y nuevas lágrimas salieron de sus ojos. Sin importar lo mal que se había portado Roberto, no lo quería muerto. Era el padre de sus hijos y ellos sufrirían muchísimo con su pérdida.Los paramédicos llegaron hasta ella y la s
Natalia perdió la noción del tiempo.Llevaba horas llorando, sin parar.Sin ver a nadie.Únicamente sabía que sus hijos estaban bien y que se encontraban de regreso en la mansión Arison en compañía de Susi.Del resto no tenía conocimiento de nada.Había preguntado innumerablemente por su esposo y solamente le habían dicho que se encontraba en la comisaría.Sobre Roberto no se había atrevido a preguntar.En este momento, lo último que quería era escuchar su infame nombre en voz alta. La sola mención del mismo le haría explotar, y no en el buen sentido.Las lágrimas corrieron de los ojos de la mujer ante el recuerdo de las palabras del médico.“Debido a las lesiones, es posible que no puedas volver a tener hijos.”¿Y ahora qué haría?¿Qué le diría Fabián?¿Él la querría igual después de enterarse de las noticias?Ahora era una mujer rota e incompleta.Ya no podría darle un hijo.Ya no podría darle el heredero que tanto deseaba para prolongar su legado y su apellido.A lo mejor, luego de
El sonido rítmico de los monitores, que seguían el frágil pulso de Roberto, era lo único que se escuchaba en aquella habitación de hospital. El hombre descansaba con los ojos cerrados como si estuviera en un profundo sueño. Su rostro estaba lleno de moretones y golpes, una clara evidencia de la paliza de la que había sido víctima. —No hay actividad significativa en el cerebro —dijo el médico, observando atentamente los monitores—. Las lesiones son demasiado extensas. Es un milagro que siga respirando todavía. La enfermera, quien se encontraba a su lado a tan altas horas de la noche, visualizó al paciente con ojo crítico. De cierta forma sentía pena por el individuo, puesto que su esperanza de vida era cada vez más baja.«Pobre hombre», pensó, aunque no tenía ni la menor idea de que cada uno de esos golpes que había recibido se lo merecía. E incluso más. —Doctor, ¿cree que hay alguna posibilidad de que sobreviva? —preguntó movida por la compasión, aunque conocía la respuesta de pri