En el exterior todo era un alboroto. El sonido de las patrullas se escuchaba a la distancia, a pesar de que todavía no lograban verse con claridad. Sentía mucho miedo. Pero a la vez la determinación de luchar corría velozmente por sus venas. Natalia divisó a sus hijos en un rincón, asustados y muy inquietos. Empujo a Roberto lejos de ella y corrió hacia ellos. —¿Qué haces? ¡No te separes de mí! —reclamó el hombre, mientras le hacía un gesto a Luisa para que se encargara de los pequeños. Natalia negó con convicción. Lo único que tenía que hacer era salir de esa casa y dirigirse a la carretera, así los policías los verían y entonces… Un golpe seco la trajo de regreso a la realidad. Los niños gritaron aterrorizados cuando vieron a su padre, a ese padre que tanto veneraban, agredir a su propia madre frente a ellos. La escena fue terrorífica de presenciar. A Natalia no le importaba tanto el dolor físico que estaba sintiendo, le importaba que sus hijos estuvieran observándolo tod
Natalia siguió gritando, mientras la sangre brotaba cada vez más de la cara de Roberto. Los nudillos de su esposo estaban rojos y magullados. Sus ojos se veían siniestros y no sabía qué hacer para detenerlo. Parecía completamente fuera de sí y eso le asustaba demasiado. Era la primera vez que lo veía así.—¡Fabián! —gritó desesperada—. ¡Por favor, no lo hagas! ¡Detente! ¡Detente! —siguió diciendo al borde del colapso, tratando vanamente de alcanzarlo. Su esposo no era esa persona agresiva que estaba viendo. Él no era así.La policía entró al lugar atraída por los fuertes gritos y entonces separó a Fabián de un moribundo Roberto. La visión de su expareja completamente ensangrentada y al borde de la muerte le dio un pinchazo en el pecho. Natalia negó con la cabeza y nuevas lágrimas salieron de sus ojos. Sin importar lo mal que se había portado Roberto, no lo quería muerto. Era el padre de sus hijos y ellos sufrirían muchísimo con su pérdida.Los paramédicos llegaron hasta ella y la s
Natalia perdió la noción del tiempo.Llevaba horas llorando, sin parar.Sin ver a nadie.Únicamente sabía que sus hijos estaban bien y que se encontraban de regreso en la mansión Arison en compañía de Susi.Del resto no tenía conocimiento de nada.Había preguntado innumerablemente por su esposo y solamente le habían dicho que se encontraba en la comisaría.Sobre Roberto no se había atrevido a preguntar.En este momento, lo último que quería era escuchar su infame nombre en voz alta. La sola mención del mismo le haría explotar, y no en el buen sentido.Las lágrimas corrieron de los ojos de la mujer ante el recuerdo de las palabras del médico.“Debido a las lesiones, es posible que no puedas volver a tener hijos.”¿Y ahora qué haría?¿Qué le diría Fabián?¿Él la querría igual después de enterarse de las noticias?Ahora era una mujer rota e incompleta.Ya no podría darle un hijo.Ya no podría darle el heredero que tanto deseaba para prolongar su legado y su apellido.A lo mejor, luego de
El sonido rítmico de los monitores, que seguían el frágil pulso de Roberto, era lo único que se escuchaba en aquella habitación de hospital. El hombre descansaba con los ojos cerrados como si estuviera en un profundo sueño. Su rostro estaba lleno de moretones y golpes, una clara evidencia de la paliza de la que había sido víctima. —No hay actividad significativa en el cerebro —dijo el médico, observando atentamente los monitores—. Las lesiones son demasiado extensas. Es un milagro que siga respirando todavía. La enfermera, quien se encontraba a su lado a tan altas horas de la noche, visualizó al paciente con ojo crítico. De cierta forma sentía pena por el individuo, puesto que su esperanza de vida era cada vez más baja.«Pobre hombre», pensó, aunque no tenía ni la menor idea de que cada uno de esos golpes que había recibido se lo merecía. E incluso más. —Doctor, ¿cree que hay alguna posibilidad de que sobreviva? —preguntó movida por la compasión, aunque conocía la respuesta de pri
Natalia se enteró del arresto de su madre y lo pensó mucho antes de enfrentarse a una mujer que en toda su vida no había hecho otra cosa que hacerla sufrir. ¿Debería verla y hablar con ella una última vez? Su deseo de hacerlo era casi nulo, pero sabía que necesitaba de esto para cerrar este capítulo en su vida. —No tienes que hacerlo —la voz de su esposo le llegó desde el umbral de la habitación. Ya se encontraba de regreso en la mansión y todo se sentía tan diferente…Lo primero que hizo al llegar fue buscar a sus hijos y darles un fuerte abrazo. Los niños no se mostraban tan animados como siempre, sus ojitos marrones danzaban asustados.“¿Mamá, papá es malo?”, fueron algunas de sus insistentes preguntas. Natalia se vio obligada a hablar con la verdad, después de todo habían presenciado el momento en que Roberto la había golpeado.—Su padre hizo cosas muy malas —comenzó con voz baja, tratando que el impacto de sus palabras no fuera lo suficientemente devastador para sus pequeño
Los días continuaron su curso, haciendo que las semanas se convirtieran en meses y que las fechas importantes estuvieran cada vez más cerca.El llanto de un bebe resonó en la estancia.Natalia lo tomó en sus brazos con delicadeza, mientras veía cómo sus pequeñas manitos aleteaban en busca de sosiego.Era una criatura preciosa.Y era el hijo de Diana.No el suyo.—Felicidades —dijo con la voz cargada de felicidad, pero al mismo tiempo terriblemente triste.Los trillizos estaban a su lado, queriendo contemplar de cerca al recién nacido que cargaba su joven madre. Aparentemente, les hacía mucha ilusión la idea de tener un hermanito.Nuevamente, sintió el pinchazo del dolor invadirla.Ya aquello no podría hacerse realidad nunca.Sus ojos se humedecieron brevemente y luchó miserablemente contra las lágrimas que querían emanar de ellos.Pero no pudo hacer nada.Sus ojos se derramaron como cascadas y tuvo que contener un sollozo para no evidenciarse delante de todos.Pero había alguien que s
Ana Paula pensó que el asunto de la petición de matrimonio terminaría con su rechazo. Pero se equivocó miserablemente.Rápidamente, descubrió que Iván Meier era una persona decidida e insistente.Su determinación de cierta forma le sacudía el alma.¿Por qué tanto interés?La verdad era que en el fondo de su ser quería creerle.Quería creer en su sinceridad y afecto.Porque en esas semanas se había dedicado no solamente a demostrarle su interés con palabras, sino también con hechos.Casi todos los días recibía un ramo de flores en su oficina.Eran de todo tipo: Rosas, lirios, claveles.No podía hacer más que sonreír, mientras inhalaba el delicado aroma de las flores.Ana Paula acariciaba su vientre de embarazo de ocho meses y le susurraba palabras cariñosas a su hijo, mientras repetía en su cabeza la escena de la propuesta de matrimonio de su padre. Por alguna razón, se estaba dejando envolver ante la idea de formar una familia a su lado.—¿Te gustaría que le dijera que sí a tu padre?
Para Ana Paula, conseguir el vestido de novia perfecto había sido un tema complicado.Su embarazo estaba bastante avanzado, así que las modistas tenían mucho trabajo que hacer en un corto margen de tiempo.Porque sí, la fecha prevista para la boda era en una semana.En esa semana, Ana Paula hizo una serie de cosas que no se había atrevido a hacer antes, entre ellas estaba conocer a la hija adoptiva de Iván, deleitándose con el hecho de que era una niña brillante y encantadora.—Hola —ambas compartieron una breve mirada cargada de complicidad.La pequeña Gala tenía nueve años y, aunque asistía a la escuela como una niña normal, no solía tener muchos amigos. Esto se debía a su condición médica.En una oportunidad se le había presentado un ataque de epilepsia en la escuela y desde entonces los niños le huían y no dejaban de llamarla “la niña enferma”.Era por eso que la actitud de Gala era muy tímida y cohibida.Sus mejillas se enrojecían con facilidad y bajaba la mirada con temor cuando