El sonido rítmico de los monitores, que seguían el frágil pulso de Roberto, era lo único que se escuchaba en aquella habitación de hospital. El hombre descansaba con los ojos cerrados como si estuviera en un profundo sueño. Su rostro estaba lleno de moretones y golpes, una clara evidencia de la paliza de la que había sido víctima. —No hay actividad significativa en el cerebro —dijo el médico, observando atentamente los monitores—. Las lesiones son demasiado extensas. Es un milagro que siga respirando todavía. La enfermera, quien se encontraba a su lado a tan altas horas de la noche, visualizó al paciente con ojo crítico. De cierta forma sentía pena por el individuo, puesto que su esperanza de vida era cada vez más baja.«Pobre hombre», pensó, aunque no tenía ni la menor idea de que cada uno de esos golpes que había recibido se lo merecía. E incluso más. —Doctor, ¿cree que hay alguna posibilidad de que sobreviva? —preguntó movida por la compasión, aunque conocía la respuesta de pri
Natalia se enteró del arresto de su madre y lo pensó mucho antes de enfrentarse a una mujer que en toda su vida no había hecho otra cosa que hacerla sufrir. ¿Debería verla y hablar con ella una última vez? Su deseo de hacerlo era casi nulo, pero sabía que necesitaba de esto para cerrar este capítulo en su vida. —No tienes que hacerlo —la voz de su esposo le llegó desde el umbral de la habitación. Ya se encontraba de regreso en la mansión y todo se sentía tan diferente…Lo primero que hizo al llegar fue buscar a sus hijos y darles un fuerte abrazo. Los niños no se mostraban tan animados como siempre, sus ojitos marrones danzaban asustados.“¿Mamá, papá es malo?”, fueron algunas de sus insistentes preguntas. Natalia se vio obligada a hablar con la verdad, después de todo habían presenciado el momento en que Roberto la había golpeado.—Su padre hizo cosas muy malas —comenzó con voz baja, tratando que el impacto de sus palabras no fuera lo suficientemente devastador para sus pequeño
Los días continuaron su curso, haciendo que las semanas se convirtieran en meses y que las fechas importantes estuvieran cada vez más cerca.El llanto de un bebe resonó en la estancia.Natalia lo tomó en sus brazos con delicadeza, mientras veía cómo sus pequeñas manitos aleteaban en busca de sosiego.Era una criatura preciosa.Y era el hijo de Diana.No el suyo.—Felicidades —dijo con la voz cargada de felicidad, pero al mismo tiempo terriblemente triste.Los trillizos estaban a su lado, queriendo contemplar de cerca al recién nacido que cargaba su joven madre. Aparentemente, les hacía mucha ilusión la idea de tener un hermanito.Nuevamente, sintió el pinchazo del dolor invadirla.Ya aquello no podría hacerse realidad nunca.Sus ojos se humedecieron brevemente y luchó miserablemente contra las lágrimas que querían emanar de ellos.Pero no pudo hacer nada.Sus ojos se derramaron como cascadas y tuvo que contener un sollozo para no evidenciarse delante de todos.Pero había alguien que s
Ana Paula pensó que el asunto de la petición de matrimonio terminaría con su rechazo. Pero se equivocó miserablemente.Rápidamente, descubrió que Iván Meier era una persona decidida e insistente.Su determinación de cierta forma le sacudía el alma.¿Por qué tanto interés?La verdad era que en el fondo de su ser quería creerle.Quería creer en su sinceridad y afecto.Porque en esas semanas se había dedicado no solamente a demostrarle su interés con palabras, sino también con hechos.Casi todos los días recibía un ramo de flores en su oficina.Eran de todo tipo: Rosas, lirios, claveles.No podía hacer más que sonreír, mientras inhalaba el delicado aroma de las flores.Ana Paula acariciaba su vientre de embarazo de ocho meses y le susurraba palabras cariñosas a su hijo, mientras repetía en su cabeza la escena de la propuesta de matrimonio de su padre. Por alguna razón, se estaba dejando envolver ante la idea de formar una familia a su lado.—¿Te gustaría que le dijera que sí a tu padre?
Para Ana Paula, conseguir el vestido de novia perfecto había sido un tema complicado.Su embarazo estaba bastante avanzado, así que las modistas tenían mucho trabajo que hacer en un corto margen de tiempo.Porque sí, la fecha prevista para la boda era en una semana.En esa semana, Ana Paula hizo una serie de cosas que no se había atrevido a hacer antes, entre ellas estaba conocer a la hija adoptiva de Iván, deleitándose con el hecho de que era una niña brillante y encantadora.—Hola —ambas compartieron una breve mirada cargada de complicidad.La pequeña Gala tenía nueve años y, aunque asistía a la escuela como una niña normal, no solía tener muchos amigos. Esto se debía a su condición médica.En una oportunidad se le había presentado un ataque de epilepsia en la escuela y desde entonces los niños le huían y no dejaban de llamarla “la niña enferma”.Era por eso que la actitud de Gala era muy tímida y cohibida.Sus mejillas se enrojecían con facilidad y bajaba la mirada con temor cuando
Ana Paula fue trasladada de urgencia al hospital.Su esposo la cargó en sus brazos, mientras corría hacia el auto, siendo seguido de cerca por sus padres y una ansiosa Gala.—No la pierdan de vista —ordenó Iván a la niñera de su hija.El vehículo arrancó y la mujer no hacía otra cosa que sentir como los nervios se apoderaban de su cuerpo a medida que más transcurrían el tiempo.—Vaya, bebé. No se suponía que deberías nacer hoy —dijo en medio de un susurro cargado de tensión.Al parecer su hijo quería ser el protagonista del día.Sonrió.Sin duda la fecha de aniversario de su boda quedaría grabada para siempre como un día irrepetible y único.—¿Cómo te sientes? —le preguntó Iván sin apartar la vista de la carretera. Sus manos se movían ágilmente al volante, mientras una fina capa de sudor perlaba su frente.—Estoy bien. Sorprendentemente, no tengo dolor —contestó con desconcierto, ya que no se suponía que eso debería de ser así.En esos últimos meses se había dedicado a leer mucho sobr
Cuando llegó a la mansión Arison, Natalia se sorprendió de tener una pequeña celebración en su honor esperándola. No pudo evitar sonreír cuando divisó a su hermanita Annie en medio de la multitud. Para el momento tenía quince años y se había convertido en una jovencita hermosa. Su cabello era castaño con reflejos dorados y sus ojos eran de un impresionante color hazel. Superar una niñez difícil y llena de maltrato, le resultó a Annie todo un reto. Natalia no dejó de acompañarla en medio de este doloroso proceso, visualizándose a sí misma en su pequeña hermana. Con la diferencia de que ella, a su edad, no había contado con tanto apoyo. Pero le enorgullecía saber que Annie no tendría que pasar por esto sola y que la tenía a ella para que sostuviera su mano en medio de este camino tormentoso. A diferencia de lo que Luisa sentía por ella, no parecía odiar a Annie con la misma fuerza, ya que las últimas palabras de la mujer, antes de marcharse de la cárcel en aquella visita hacía ya tr
Natalia no podía dejar de observar cada rincón de su consultorio. Era tan bonito. Se sentó en su escritorio con una sonrisa ancha, mientras contemplaba el pequeño, pero acogedor espacio. Estaba diseñado con tonos suaves y detalles infantiles que buscaban tranquilizar a los pequeños visitantes. Incluso tenía algunos peluches, dibujos de sus hijos que había enmarcado en la pared, también había una alfombra colorida en el centro, la cual complementaba el ambiente. Su esposo había sido el patrocinador de todo esto. De hecho, aquel había sido su regalo de graduación. A la mañana siguiente, luego de que hicieran el amor, le puso una venda en los ojos y la subió al auto porque tenía una sorpresa preparada para ella. Al principio se sintió recelosa de su actitud misteriosa, pero luego confío plenamente en su esposo y en lo que sea que tenía para ofrecerle. En esos años de casados no se arrepentía de nada referente a Fabián, sabía que había elegido al hombre correcto. Un hombre que