Los días transcurrieron rápidamente y Natalia seguía sin contarle a su esposo la noticia sobre su embarazo.Hasta la fecha tenía una excusa válida para no asistir a sus clases, ya que estaba atravesando un duro duelo.Aun así, sabía que debía contarle.Estaba pensando seriamente en hacerlo esa misma noche en medio de una cena exclusivamente para los dos.Pero entonces una inoportuna visita interrumpió su calma.—Señora Natalia —la voz de Susi se escuchó desde el otro lado de la puerta.—Adelante —concedió, acomodándose mejor en su silla para recibir a la empleada.—Disculpe que le moleste, pero surgió algo —dijo la joven con una mirada apenada.Natalia se encontraba sentada en su escritorio, en un escritorio improvisado que había armado en su habitación para poder estudiar cómodamente.—Tranquila, Susi —le sonrió—. ¿Qué sucede?—Es el señor Roberto —informó la niñera.Ante la mención de ese nombre, sintió que su cuerpo se tensaba con desagrado.«¿Y ahora qué quería ese hombre?», pensó
Natalia estaba harta. Tenía una pila de dibujos sobre la mesa de su escritorio. Normalmente, esas pequeñas obras de arte realizadas por sus hijos no le disgustaban, por el contrario, le enternecían demasiado y no perdía oportunidad de comprarle a sus pequeños nuevos crayones. Sin embargo, ahora…No pudo evitar dar un vistazo al último cuadro de papel. La palabra “papá” escrita chuecamente. Había sido su hijo Damián el artista en esta oportunidad y había acudido a su habitación personalmente para explicarle los detalles de su dibujo. “Este es papá fuera de casa”, le había dicho con una expresión triste. Natalia no pudo evitar cuestionarle sobre su idea para hacer el dibujo. Resultó ser que la inspiración de su hijo se basaba en la creencia de que a su padre no se le permitía formar parte del hogar, porque su madre así lo decidía. En resumidas cuentas, la mala de la historia era ella. La villana. La cruel. La que no permitía que “el bueno e inocente” Roberto formará parte de
Salió de la habitación de sus hijos y se dirigió a su recámara donde sabía perfectamente que la esperaba su esposo. Su corazón latía con fuerza ante lo que estaba a punto de hacer: le contaría todo. Pero primero comenzaría con la noticia más bonita. Estaba embarazada.Esperaba un hijo del hombre que amaba.Al entrar al dormitorio lo encontró junto a la ventana, llevaba ropa de dormir: un pantalón cómodo de algodón y una camiseta. Sin embargo, no parecía dispuesto a acostarse todavía, tenía una copa de licor en la mano. Fabián se giró al escucharla entrar, parecía tener muchas interrogantes danzando en esos ojos azules tan hermosos.Sabía que estaba preocupado e incómodo por la escena del comedor. Los niños nunca se habían comportado de esa forma con él. —Fabián, tengo algo importante que decirte. Su esposo no se sorprendió ante sus palabras, de hecho, se mostró muy interesado, parecía saber de antemano que guardaba un secreto. Aparentemente, la conocía muy bien o era pésima par
Natalia no había querido decirle a Fabián sobre las complicaciones de su embarazo para no empeorar el de por sí ya tenso ambiente. Sin embargo, a la mañana siguiente le enseñó todos sus exámenes médicos y le explicó que era un embarazo de alto riesgo.—Debo guardar mucho reposo —comenzó diciendo con una mirada apenada por haber ocultado algo tan relevante como eso—. La doctora me aseguró que no había nada de que preocuparme —se apresuró en agregar al ver la alarma encenderse en los ojos de su esposo.—Pero, Natalia, ¿cómo pudiste callarte algo tan importante? —la reprendió de inmediato. Para él aquello era lo primero que debió de decirle.—Lo siento. Es que anoche… no quería arruinar más las cosas —se excusó débilmente—. Quería que disfrutáramos de esta noticia como lo que es: una noticia feliz.—Y es una noticia feliz, desde luego. Pero eso no quita el hecho de que guardaste silencio con algo muy serio —se mostró molesto por su actitud—. No sé quién sea tu médico, Natalia, pero hoy m
Ana Paula se sentía muy ansiosa, mientras observaba a la doctora acercarse hacia la camilla donde esperaba con el vientre expuesto. Esa era su primera consulta con el obstetra. Había retrasado la cita durante semanas porque se le hacía demasiado difícil de afrontar, que, por un error tan tonto, había resultado embarazada de un extraño. Sabía que la pequeña criatura crecía dentro de sí, era demasiado evidente. Cada día pesaba un poco más, a veces se despertaba con náuseas y otras no deseaba comer absolutamente nada. Cualquier olor fuerte y repentino le producía una oleada de asco y no podía quedarse quieta hasta vomitar. Pero ahora estaba aquí, en el consultorio, dispuesta a conocer a su hijo. A ese pequeño ser que ya había empezado a amar y quién se estaba convirtiendo en su fuerza para seguir adelante.La obstetra comenzó con su trabajo, era una mujer madura, con unos ojos muy sabios y amables. —¿Es tu primera vez, cierto? —le preguntó al notar su nerviosismo.Ana Paula le conte
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant