Realmente hasta la llegada de su bebe, iba a pasar toda la vida junto a él, en un matrimonio donde no habían sentimientos y lo mejor que se iban a dar entre ellos eran hijos que no querían tener. Richard sonrió ante su respuesta, alejándose en completo satisfecho y sin haberla tocado en lo más mínimo. Ellos tampoco pasaban tanto tiempo juntos y no pensaba que eso fuera a cambiar si se casaban. Le esperaba una vida de soledad, de engendrar hijos y ser la bonita esposa “líder” del alfa de la manada.
—Nos vemos en tu fiesta, querida florecilla —murmuró el hombre, haciendo una pequeña reverencia antes de caminar a la puerta.
—Si, nos vemos.
Elena se quedó sentada un momento, viendo la pequeña joya entre sus dedos, que sin dudar tenía que ser tan cara como lo parecía, sino es que más. Él había elegido un collar porque quería que todos supieran que él lo había comprado para ella en su fiesta de cumpleaños. Eso a pesar de que ella tendría que asistir con el vestido plateado que habían elegido para ella y su sortija de matrimonio. Pues Elena pensaba que no.
Rápidamente se levantó, empujando sus piernas hasta la ventana y luego abriéndola. Un poco más allá, podía ver su bolso, por lo que no se demoró mucho en salir de su casa, recogerlo y luego irse. Nadie dijo nada, porque con tal de que ella hiciera lo que los demás querían, no la molestaban. Se demoró más o menos una hora en el transporte público hasta llegar al terminal de buses donde podría tomar otro camino hacia su libertad. Como siempre, ahí tenía que estar Harry, esperando por ella para que pudieran ambos partir en búsqueda de lo que deseaban para su vida y su hijo.
Cuando por fin llegó y se subió al bus, todavía quedaban treinta minutos para que partieran y Harry todavía no había llegado. Él le advirtió que eso podía pasar, ya que, tenía que tener mucho más cuidado con sus padres y con la policía que había estado siguiendolos. De manera que ella le creyó, por supuesto que lo hizo, sin dudarlo.
Pero luego faltaban veinte minutos.
Luego diez.
Y al final, cinco minutos antes de partir, cuando ella ya había sentido el dolor y la tristeza de lo que eso significaba, recibió un mensaje.
“Digo, tampoco creo que sea mío” -Harry.
Elena lo leyó tantas veces que no notó cuando el bus partió.
Sin Harry.
Sin familia.
Y con un hijo sin apellido.
Elena pasó su cumpleaños número 18 llorando en una simple habitación, sin cama, sin muebles y sin nadie que la acompañara, solo su hijo dentro de su útero. Se dio cuenta demasiado tarde que no sabía vivir por sí sola, ni sin las comodidades que siempre había tenido. Es decir, con el dinero que tenía encima, tal vez podría haberse alojado en un hotel de cinco estrellas en el que le llevaran la comida a la cama, sin embargo, ella se había ido de casa por una razón, no se había bajado de ese bus porque tenía una misión, un objetivo y era ser libre con su hijo. Si se quedaba en un hotel, entonces, seguramente la descubrirían, irían a buscarla y todo se arruinaría. No bajarse del bus, significaba algo para ella y era que, con o sin Harry, tenía que sobrevivir a lo que se venía.
Con o sin Harry, ella iba a elegir a su hijo.
Así que, lo que hizo fue apagar su teléfono, porque sabía que para ese entonces todo el mundo tenía que haber notado que ella no estaba en su fiesta de cumpleaños, luego se acostó sobre el suelo duro, envuelta en la única sábana que decidió traer de casa y eventualmente se durmió. La única manera de apagar el dolor que atormentaba su corazón. Lo cual era muy poco productivo, porque los siguientes días no fueron especialmente suaves con ella, tuvo que empeñar por un valor muy reducido las joyas que tenía, joyas que habían sido importantes para su familia, pero que ahora iban a servir apenas para alimentarse por unos meses. Eso sin contar las visitas al médico, la soledad, la tristeza, el único mensaje del padre de su hijo que ella no había podido eliminar y la sensación de que todo estaba saliendo mal, porque lo estaba.
En su mente, estar con Harry era lo que haría toda esa tristeza válida, pero ahora no tenía a Harry, no tenia familia y no tenia apellido, así que, sus noches los compartio solo con sus lágrimas y un vientre que seguía creciendo, indicando que a pesar de su tristeza, tenía que ser fuerte por dos personas. Ella quería ser fuerte, de verdad, deseaba serlo para su hijo o hija, sin embargo, todos los días que se metía nuevamente a la cama, eran un recordatorio constante de que no quería salir de ella.
Meses pasaron luego de eso.
Y ella simplemente no podía conseguir trabajo.
—Es decir… estamos buscando a señoritas hermosas y jóvenes, pero usted no es… apta para el trabajo —Escucho Elena, por cuarta vez, en la cuarta entrevista de trabajo esta semana—. ¿No cree que es mejor encargarse de su embarazo?
Elena parpadeo.
—¿Cómo se supone que me encargue de este embarazo si no tengo dinero para ello? —le pregunto de vuelta, casi intentando de que sonara como un ruego, sin embargo, noto que el hombre tras el mostrador no se veía suavizado por eso—. Puedo limpiar o ordenar, no tengo que vender el maquillaje sino quieren que me vea.
—¿Qué tal el padre del niño? —siguió intentando él—. ¿No cree que él debería hacerse cargo de los sustentos de su familia? ¿Qué hay de su manada?
Elena alejó la vista, mostrando su frustración, mientras se levantaba del asiento con tal delicadeza, que todo el mundo podía adivinar que tan débil era su embarazo. El estrés se la comía viva. El hombre hizo una mueca de irritación ante su expresión de debilidad, por lo que, Elena frunció el ceño.
—No hay nada de eso —murmuró ella, apenas lo suficientemente fuerte para que el hombre lo escuchara.
No habían muchos tipos de ofertas laborales para una mujer ahora omega sin estudios, cargando un hijo y sin manada, por lo que, claro, no sería fácil que alguien la contratara. No era fácil porque ella no valía lo suficiente, no se veía hermosa, no olía bien, no comía lo suficiente para estar sana, todo el mundo la quería estafar, ya ni siquiera empeñaba las joyas porque todo el mundo pensaba que era tonta, sin un entendimiento del mundo, y honestamente, tenían toda la razón. Ella lo confirmó una vez llegó a la pieza que utilizaba por casa, en un edificio que era agradable a la vista, pero no muy seguro, y se dio cuenta solo ahi de que no había dejado la puerta bien cerrada, o alguien había notado que no tenía mucha protección una vez se iba de casa a buscar empleos.
Lo importante es que cuando entro a su pequeño hogar, ya no quedaba hogar.
Lo primero que sintió obviamente fue la desesperación, buscando en los escondites que había dejado las joyas, el dinero, todo eso se había ido, casi en su mayoría, lo único que le dejaron fue el dinero que escondió bajo la tabla suelta del piso bajo su cama. Todo lo demás, las únicas joyas que quedaron fueron las que ella traía en su bolso todo el tiempo. De manera que no le quedaba nada, todo lo había roto, la cama, los sillones, sus estantes, todo.
Así que hizo lo único que le quedaba, se tiró al suelo y lloró.
Hace mucho no lloraba fuera de su cama, pero es que ahora no tenía ninguna cama en la cual recostarse a llorar. No estaba segura cuanto tiempo lloro, pero si sabia que lo había hecho lo suficientemente fuerte para escuchar un golpe bien ligero en la puerta. Elena se giró a mirar en esa dirección, solo para verse cara a cara con un hombre desconocido. El tenía una expresión preocupada, por lo que, Elena se quedó un poco congelada ante su visión.
—ehh… mmm… —El hombre suspiro—. No quiero ser una molestia, ¿Pero está todo bien?
Ella se secó las lágrimas de la cara.
—Si, si, solo… —Elena se levantó con mucha dificultad, de manera que el hombre dio un paso dentro, como intentando indicarle que quería ayudar, pero no sabía si debía—. Está bien, solo… solo me robaron algunas cosas.
—Eso veo —el hombre apretó los labios—. Yo… Yo vivo aquí al lado, si necesitas ayuda puedes pedirla sin problemas.
El hombre no entró más, solo la observó.
—Gracias —respondió ella—. Lo tendré en consideración.
—Me llamo Fred.
No sabia como funcionaba luego de eso, pero Elena terminó cenando en su casa. Esa noche ella sintió como si no estuviera en un lugar seguro, así que se movió en búsqueda de compasión. Una que no recibía desde que había salido de su hogar. Fred le abrió la puerta amablemente y la alimentó tanto que ella no sabía cómo podría pagarlo, incluso la dejó ducharse en su baño, cambiarse de ropa y relajarse en el sillón. Ella sentía que jamás había estado tan en paz, como cuando estuvo en un departamento con calefacción. El invierno era crudo en la ciudad donde se encontraban.
Fred se sentó junto a ella,
—Entonces, ¿cuál es tu historia? —preguntó el hombre.
—¿Como?
Elena se giró para mirarlo.
—Es decir… ¿Qué te trae a este edificio? —Ella sonrió apenas—. No conozco a una mujer tan bonita como tú que haya caído así de bajo como para vivir aquí.
—Oh —murmuró ella, apartando la mirada—. Pues… es una historia demasiado simple para ser la que quieres escuchar.
—¿Enserio?
Ella apretó los labios.
—Estoy embarazada —murmuró mientras llevaba su mano a su abdomen. Fred siguió el movimiento con sus manos con sus ojos—. Se que casi no se nota todavía…
—No, no se nota —susurró Fred.
—Pero yo quería mantenerlo y mi en ese entonces novio, no pensaba que fuera suyo —explico rápidamente—. Mi familia es un poco conservadora, tenía grandes planes para mi, asi que… bueno, no podia quedarme.
—¿Qué clase de grandes planes? —Fred se movio lentamente mas cerca de ella, mirandola con intensos ojos—. Suena importante.
—Iba a casarme —murmuró Elena—. Entonces, me escapé antes de eso, porque mi futuro esposo no quería tener hijos.
Lo cual era mentira.
—Que neandertal —Terminó por decir Fred.
—¿Conoces estos tipos de familia que forman manadas muy grandes porque son parte de la política del lugar? —intentó explicar ella—. Se que en las ciudades no es común que las manadas están tan interesadas por el poder terrenal como antes, pero, todavia deberian quedar algunas de esas por aquí.
—Si, estoy casi seguro, mi familia jamás estuvo unida a uno, somos algunos de los pocos que no vemos las tradiciones sociales tan literales —respondió Fred—. Somos más bien como… como ese tipo de lobo que da algo y espera algo de vuelta, como el truque podrías decirlo, ayudamos a manadas en lo que necesitan y luego ya recibimos algo que necesitemos.
—Suena más liberador.
—He obtenido muchas cosas hermosas solo siendo amable —siguió diciendo Fred—. ¿Que tal tu?
—No lo se, nadie a sido amable conmigo desde que llegue aqui —explico ella, girando a verlo, solo para darse cuenta de lo cerca que estaba—. De cualquier manera, ¿Que rango tiene una persona fuera de una manada?
—Solo betas —explicó el hombre—. Es una categoría intermedia para un hombre, entiendo que tu te conviertes en omega, a no ser que siempre lo hayas sido.
—Era alfa —murmuró ella.
Él hombre alzó las cejas.
—¿Alfa?
—Luna, en realidad —explicó Elena—. Se suponía que me convertiría en la luna de mi manada, en el futuro de nuestros ancestros, en todo eso.
—Eso es tan caliente,
Luego se inclinó sobre ella para besarla.
Elena abrió los ojos como platos al sentir su cercanía, porque realmente la había tomado por sorpresa, de manera que se demoró un poco antes de alejarse, poner una mano entre ellos y mirarlo a los ojos como si recién la hubiera abofeteado en el rostro. Sin embargo, era Fred quien parecía más afectado, quitando toda la calidez de sus ojos, pero manteniendo una intensidad que ella no terminaba de comprender. Lo único que sabía, era que, esto era lo que se suponía que tenía que ocurrir, porque Fred le acababa decir que trabajaba con intercambio y él había intercambiado sus recursos por su cuerpo. Ella se dio cuenta de que eso iba a pasar, le gustara o no. —¿Qué haces? —le preguntó ella, frunciendo el ceño a pesar de que sentía que no debería hacerlo. Debería estar triste, no molesta. —Vamos, sabes que quieres un poco de amor —Fred intentó acercarse nuevamente a ella, solo para que Elena terminara alejándose, incluso levantándose más rápido de lo que debería, por lo que sintiendo un re
Lo que sí sabía era que ella haría todo por proteger a su hijo. No importaba que tan crudo fuera el invierno y que tan mal estuviera el mundo, Elena de alguna manera encontraba fuerza en la idea de utilizarse como escudo para que todas las balas que el universo quería enviarle a su hijo, le llegaran a ella, pero ella era solo una niña, que al parecer, jamás había logrado desarrollar esa pequeña habilidad que le decía cuando una decisión era buena o mala. De esa manera, todo lo bueno que le pasaba parecía como buena suerte y todo lo malo, seguía siendo su culpa. Ese día, luego de siete meses de embarazo, siete meses sin familia, sin alfa, sin manada y sin apellido, la buena suerte le volvió a dar un respiro.Lo siguiente para que siguiera adelante. Se le habían perdido las llaves de su departamento.—Jodeme —murmuró para sí misma, mientras se dejaba caer al suelo. Junto a su departamento, estaba la escalera para subir a los siguientes, de manera que con complejidad se sentó en el p
—¿Qué es esto? —Esto es tu nueva maquilladora profesional —respondió Noah, asintiendo como si hubiera dicho la única verdad absoluta en el mundo—. Esta lista para empezar enseguida. Peter entrecerró los ojos y le giró a ver. —Luces joven —mencionò. —Gracias —Elena tragó en seco—, Aunque tengo 25 años, seguro es la buena luz que tiene este lugar. Peter alzó la vista para ver a su alrededor, a la nula luz que los dejaba ver a sí mismos. Ella apretó los labios, sintiéndose un poco enferma por la mentira que le había salido tan fácil de los labios. —¿Tiene experiencia? —Noah asintió enseguida—. ¿Sabe qué clase de establecimiento somos? —Un prostíbulo —respondió ella. Peter giró a verla, como si estuviera indignado. —¿Disculpa? —preguntó. —No, no, ella no quiere decir eso —Noah se movió enseguida, llamando su atención—, Solo es una bromista, ella en realidad sabe que esto es Burlesque, no un prostíbulo. —Aquí no promovemos la prostitucion —aclaro Peter—. A no ser que e
Su siguiente turno Elena llegó usando el mismo abrigo y el mismo vestido, porque ninguna otra prenda ocultaba su embarazo y de todas maneras la iban a despedir, así que, prefirió estar cómoda. Al entrar al bar, inmediatamente arrugó la nariz por el olor a nicotina, mientras era guiada entre los cuerpos de alfas y betas, hasta tras bambalinas, donde las chicas se cambiaban sin ningún pudor de mostrar sus cuerpos. Era la mejor herramienta que tenían, sus bellos senos y sus piernas largas. Todo muy diferente a lo que ella era de por sí, siempre fue muy delgada y más o menos plana, así que, alejó sus ojos enseguida de cualquier cosa que le recordara que todavía era muy joven. Error, porque sus ojos se encontraron inmediatamente con Peter. —Elena, amor, ¿Piensas que esta base me combina? —Elena giró su rostro para ver a una de las chicas quien se apuraba para ponerse en su camino y llamar su atención—. Salgo en 10 minutos y no tengo a nadie que me arregle. Elena la analizo. —Te qued
Lo primero que hizo luego de que entraron, fue prender la luz y caminar disimuladamente por su pequeño departamento para sacar el biberón recién comprado de encima de la encimera de la cocina que tenía más allá, luego, mientras él se acomodaba en el sillón, por petición suya, empujo el pequeño mecedor que tenía hace meses. Luego, fue que tomó su teléfono y le envió un “Ayudaaaa” a su amigo Noah, que tenía que estar en su departamento. Tenía suerte de que todo estaba ordenado y no había muchas cosas de bebés por toda la casa. —Elena —murmuró Peter—. ¿Planeas irte de viaje? —¿Disculpa? Ella sabía que Noah había dejado cervezas en su refri, así que, eso estaba buscando cuando escuchó que Peter le hablaba. —Hay un bolso lleno de cosas aquí en el sillón —Elena abrió los ojos como platos y luego se giró para verlo. Dicho y hecho, ahí estaba su bolso de emergencia, en ese momento, su hijo podía llegar en cualquier momento—. Aún no autorizamos vacaciones. —Oh —Elena soltó una risa, l
Fue posiblemente lo más doloroso que tuvo que experimentar luego de conocer su compromiso con el idiota de Richard. Dar a luz, se refería. Lo cual era un poco jodido, porque apenas sintió el llanto de vida en su pequeño, fue como si todo se borrara de su mente y solo quedará amor. Tal cual si robaran un pedazo de su alma y lo llenarán de nada más que amor incondicional. Elena no podía sentir la mayor parte de su cuerpo, pero de todas maneras, estaba llorando de felicidad, mientras ponían a su hijo sobre su pecho y la ayudaban a sentirlo, solo para que el pequeño sintiera su corazón. Ella observó a su hijo, su propio hijo, con pequeñas muecas arrugadas y su piel opaca, y a pesar de que no debería serlo, jamás había visto algo más hermoso en su vida. Era algo suyo y era hermoso. —Es un niño —escuchó que alguien decía—. Hora de nacimiento; once y trece de la noche, en perfectas condiciones, un poco apresurado, pero bien. —Es un niño, Elena —le dijo Noah, a pesar de que recién lo
Pudo notar que Peter no estaba feliz de su decisión, como si él pudiera oler algo que ella no, lo cual era razonable, por eso Elena no dijo nada cuando al salir, el alfa dejó la puerta abierta, como indicando que estaria ahi, que él podría venir por ella cuando ella lo decidiera correcto. Elena sabía que Richards no era una persona violenta, no la iba a lastimar, y de alguna manera, ella sentía que le debía algo, al menos una explicación. Lo había dejado casi en el altar después de todo. —¿Está mi madre contigo? —Richard giró su rostro para mirarla, poniendo una mueca sombría en el rostro. —No. Elena no le creía. —¿Cómo nos encontramos? —Tu madre… —Elena hizo una mueca mientras asentía, porque por supuesto que esto tenía que ver con su progenitora—. Tu madre, Elena, está preocupada, todo este tiempo te ha estado buscando. —Claro y que yo haya sido la luna de la manada no tiene nada que ver con eso —La chica se movió un poco, para intentar sentarse mejor, a pesar de que l
Lo peor y lo mejor de todo es que no fue nada incómodo. Elena se movió a su cama, junto a su hijo y lo recostó sobre su corazón, porque de esa manera le habían enseñado en el hospital que tenía que hacerse. Ya había puesto muchas almohadas alrededor del colchón, de manera que el nido estaba perfectamente hecho, para que ella se acomodara. Luego, sin apresurarse, muy respetuosamente Peter se metió en la cama con ella, sin tocarla, solo permaneciendo ahí, a su lado, bajo las sábanas. Su cuerpo estaba emitiendo calor instantáneamente, de manera que ella se sintió cansada enseguida, cansada, pero segura también. Peter se acomodó en su costado, afirmando su cabeza en su palma y mirando a ambos, tanto a Elena como a Paul. —Aun no puedo creer que no me di cuenta que estabas embarazada —se encontró escuchando de parte de Peter, quien estaba mirando al niño recién nacido sobre su torso—. Bueno, supongo que… cierta parte de mi si lo sabía. —Claro, como tu nariz —le dijo ella, sonriendo—.