Elena abrió los ojos como platos al sentir su cercanía, porque realmente la había tomado por sorpresa, de manera que se demoró un poco antes de alejarse, poner una mano entre ellos y mirarlo a los ojos como si recién la hubiera abofeteado en el rostro. Sin embargo, era Fred quien parecía más afectado, quitando toda la calidez de sus ojos, pero manteniendo una intensidad que ella no terminaba de comprender. Lo único que sabía, era que, esto era lo que se suponía que tenía que ocurrir, porque Fred le acababa decir que trabajaba con intercambio y él había intercambiado sus recursos por su cuerpo. Ella se dio cuenta de que eso iba a pasar, le gustara o no.
—¿Qué haces? —le preguntó ella, frunciendo el ceño a pesar de que sentía que no debería hacerlo. Debería estar triste, no molesta.
—Vamos, sabes que quieres un poco de amor —Fred intentó acercarse nuevamente a ella, solo para que Elena terminara alejándose, incluso levantándose más rápido de lo que debería, por lo que sintiendo un repentino dolor en el estómago—. ¿Qué haces? ¡Ven aquí!
—No, creo que… —Elena lo miró, a él todavía sentado en el sillón y ella parada, en su ropa, en su casa, bajo su aroma—... ¿Acaso me ayudaré solo para esto?
Fred rodó los ojos.
—Obviamente, así son las cosas en lobos sin manada —le explico.
—No —Elena negó—. No tengo intenciones de acostarme contigo.
El beta apretó los labios.
—Ya te alimente y te bañe, seguramente incluso estás lubricada, no te cuesta nada pagarme lo que gaste por ti —Ella negó, dando un paso atrás—. Oh vamos, no luzcas tan sorprendida, no tienes ese lujo cuando te robaron todo lo que tenías.
Elena alzó las cejas, sorprendida.
Y no tenía ningún tipo de prueba, pero solamente sabía que él era quien había entrado a su casa, dejándole ninguna otra excusa para terminar metiendola a su casa. La dejó sin nada porque sin nada, entonces ella necesitaba algo más. Se preguntó, en esos segundos, si esta era la madre que le daría a su hijo, una mujer ingenua, débil y estúpida.
¿Había corrido de su hogar para darle este tipo de vida a su hijo?
Ella creía que no.
—No se robarón mi dignidad —le respondió.
Eso no.
Eso jamás.
No estaba segura como salió de esa casa, pero lo hizo. Lo hizo a pesar de que sentía como que debería quedarse. Era una mujer omega, por dios, él tenía razón. No tenía privilegios para gastar, estaba arruinada, sin embargo, mientras volvía a su misma m****a, se dio cuenta de algo que eventualmente la salvaría, algo en tu torso, que prende como fuego y la hacía enojar. Puede que no lo notara exactamente en ese momento, pero había una razón por la que apenas se paró entre la nada misma, entre muebles rotos, vidrios y nada de dinero, decidió que ese no sería su fin. Esa misma noche busco un departamento en otro lado, no importaba que fuera incluso menor a lo que ahora tenía.
No podía seguir pagando eso de todas maneras.
Tuvo que mudarse al lado sur de la ciudad, a la altura de donde no existían casas pintorescas y personas aparentemente buenas, pero no importaba porque ella ya se había dado cuenta de que no existían personas buenas. El último día que estuvo ahí, le indico al sistema de viajes donde tenían que llevar sus pequeñas cajas, lo poco que le quedaba, mientras Fred la miraba desde su puerta, con una sonrisa burlesca y los brazos cruzados sobre su pecho.
—Una pena que eso de ahí se vaya sin haberlo probado —murmurò con cuidado—. ¿Te asusté la otra noche, pequeño pajarito?
—Cállate —respondió ella, cerrando la puerta mala.
—Me sorprende mucho, teniendo en cuenta que ya sabes de dónde vienen los bebes —Ella rodó los ojos, ignorándolo mientras se iba—. Bueno, al menos sabes que si necesitas dinero, comida o refugio, aquí lo puedes encontrar por el precio adecuado.
Elena se negó a mirarlo sobre su hombro, se negó a darle ese placer.
Su nuevo departamento tenía dos habitaciones, pero la casa no era una bonita casa, las paredes estaban sucias, con hongos, no sólo no había calefacción, sino que tampoco había calor. El invierno era helado, tan helado, que ella sentía como se metia por sus huesos en esa casa. Sin embargo, sabía que estaba segura, porque había puesto siete cerraduras diferentes, incluso aunque había tenido que gastar las joyas que le quedaban. Ahora esa casa le pertenecía por unos buenos meses, más largos de lo que duraría su hijo en nacer.
Ella se acostó en solo un colchón, mirando el techo, mientras la lluvia golpeaba sus ventanas delgadas y la asustaba un poco.
—Cuando era niña, solía pensar en que era parte del cielo porque mi madre envió a que alguien pintara estrellas en mi techo —murmuró para ella misma y su hijo—. Cuando nazcas, haré que pinten flores o algo mas realista… —siguió diciendo, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas—. Jamás dejaré que pienses que perteneces ahí arriba, porque entonces, no podré detener tu caída. No podré… no podré protegerte.
Justo en ese momento, ella sintió un pequeño movimiento en su vientre.
Como si su hijo le hubiera respondido.
Elena sonrio ante eso, un poco de alivio antes de domir.
Ella realmente no tuvo un respiro hasta meses después, cuando todo se veía blanco como la nieve y ella se había olvidado un poco de sentir pena por sí misma. En cambio, bueno, todo había cambiado y ya no se entristecía tanto como antes. Esa noche, había vuelto de una última entrevista a la que ni siquiera la atendieron, en cambio, miraron su vientre de meses, miraron lo cansada que estaba y le dijeron que no. A ese punto, ella ya casi no tenía dinero, ni fuerzas, de forma que cuando sus dedos temblaron tanto por el pánico que sintió como si no pudiera sostener las llaves, lo que hizo fue apretar la mano y golpear con fuerza en la puerta.
No debería haberlo hecho, se quejó enseguida.
—Maldita puerta de mie*da —se quejó rápidamente—. ¡Te odio! ¡Maldición! ¡Te odio puerta horrible!
Elena saltó a llorar, sollozando mientras presionaba la frente sobre la puerta. Aun no entendía porque el mundo era tan malo.
—Ehh… ¿Todo bien? —escuché entonces.
Ella se giró para ver a un hombre delgado a su lado.
Elena rodó los ojos.
—Si —dijo enseguida, siendo más inteligente que eso y volviendo a la puerta—. No tengo intención de follar contigo por comida, puedes irte.
—... Oh —El hombre frunció el ceño—. Okey, lo lamento, aunque yo no… no tengo intención de follar con todo o con nadie, ¿Pero necesitas ayuda con esa puerta?
—No —lo cortò.
—¿Puedes agacharte para recoger las llaves?
Elena se giró frunciendo el ceño.
—¿De qué estás hablando? —pregunto molesta. El hombre desconocido frunció un poco el ceño y se movió, solo lo suficiente para hincarse a su lado y recoger las llaves que ella había dejado caer—. Oh.
—Dejame abrirla para ti.
—No, no es necesario —el hombre no la escuchó, mientras metía una de sus miles de llaves a la cerradura—. ¿Te digo que no es necesario?
—Lo sé —El hombre asintió—. Sé que es tener todos estos síntomas que no puedes controlar, es una jodida, pero tranquila, te prometo que no tengo segundas intenciones, primero porque no estoy atraído por mujeres y porque… bueno, porque no.
Elena lo observó con cuidado, sintiéndose más calmada.
—No te daré nada por esta ayuda.
—No te preocupes, pero me sorprende que tengas tantas cerraduras —le siguió diciendo él—. Además, no hago cosas por otras personas a cambio de algo, sino porque soy un lobo solitario y a veces me gusta tomar el té con otras señoras.
Ella alzó las cejas.
—Tengo dieciocho —le contò.
El hombre la giró a ver rápidamente a los ojos, luego bajó a su vientre y luego volvió a sus ojos.
—Oh, bueno, ser señora es más bien un estado psicológico —le indico—. Me llamo Noah, por cierto. Vivo aquí al frente.
—Okey.
—Si necesitas algo, solo tienes que pedirlo, ¿si? —el hombre le entregó las llaves una vez terminó de ayudarla—. Sin ninguna condición, solo me gusta ayudar.
—Si —respondio un poco más suave—... Gracias.
Esa noche Noah no fue a su departamento pidiendo nada.
De hecho, la siguiente vez que se vieron, lo que hizo fue saludar con amabilidad y luego seguir en lo suyo. Y podría parecer pequeño, pero honestamente, eso era lo que necesitaba para seguir. Alguien, solo una persona, que le mostrara compasión.
Al final, sería Noah quien cambiaría su vida.
Pero ella no sabía eso todavía.
Lo que sí sabía era que ella haría todo por proteger a su hijo. No importaba que tan crudo fuera el invierno y que tan mal estuviera el mundo, Elena de alguna manera encontraba fuerza en la idea de utilizarse como escudo para que todas las balas que el universo quería enviarle a su hijo, le llegaran a ella, pero ella era solo una niña, que al parecer, jamás había logrado desarrollar esa pequeña habilidad que le decía cuando una decisión era buena o mala. De esa manera, todo lo bueno que le pasaba parecía como buena suerte y todo lo malo, seguía siendo su culpa. Ese día, luego de siete meses de embarazo, siete meses sin familia, sin alfa, sin manada y sin apellido, la buena suerte le volvió a dar un respiro.Lo siguiente para que siguiera adelante. Se le habían perdido las llaves de su departamento.—Jodeme —murmuró para sí misma, mientras se dejaba caer al suelo. Junto a su departamento, estaba la escalera para subir a los siguientes, de manera que con complejidad se sentó en el p
—¿Qué es esto? —Esto es tu nueva maquilladora profesional —respondió Noah, asintiendo como si hubiera dicho la única verdad absoluta en el mundo—. Esta lista para empezar enseguida. Peter entrecerró los ojos y le giró a ver. —Luces joven —mencionò. —Gracias —Elena tragó en seco—, Aunque tengo 25 años, seguro es la buena luz que tiene este lugar. Peter alzó la vista para ver a su alrededor, a la nula luz que los dejaba ver a sí mismos. Ella apretó los labios, sintiéndose un poco enferma por la mentira que le había salido tan fácil de los labios. —¿Tiene experiencia? —Noah asintió enseguida—. ¿Sabe qué clase de establecimiento somos? —Un prostíbulo —respondió ella. Peter giró a verla, como si estuviera indignado. —¿Disculpa? —preguntó. —No, no, ella no quiere decir eso —Noah se movió enseguida, llamando su atención—, Solo es una bromista, ella en realidad sabe que esto es Burlesque, no un prostíbulo. —Aquí no promovemos la prostitucion —aclaro Peter—. A no ser que e
Su siguiente turno Elena llegó usando el mismo abrigo y el mismo vestido, porque ninguna otra prenda ocultaba su embarazo y de todas maneras la iban a despedir, así que, prefirió estar cómoda. Al entrar al bar, inmediatamente arrugó la nariz por el olor a nicotina, mientras era guiada entre los cuerpos de alfas y betas, hasta tras bambalinas, donde las chicas se cambiaban sin ningún pudor de mostrar sus cuerpos. Era la mejor herramienta que tenían, sus bellos senos y sus piernas largas. Todo muy diferente a lo que ella era de por sí, siempre fue muy delgada y más o menos plana, así que, alejó sus ojos enseguida de cualquier cosa que le recordara que todavía era muy joven. Error, porque sus ojos se encontraron inmediatamente con Peter. —Elena, amor, ¿Piensas que esta base me combina? —Elena giró su rostro para ver a una de las chicas quien se apuraba para ponerse en su camino y llamar su atención—. Salgo en 10 minutos y no tengo a nadie que me arregle. Elena la analizo. —Te qued
Lo primero que hizo luego de que entraron, fue prender la luz y caminar disimuladamente por su pequeño departamento para sacar el biberón recién comprado de encima de la encimera de la cocina que tenía más allá, luego, mientras él se acomodaba en el sillón, por petición suya, empujo el pequeño mecedor que tenía hace meses. Luego, fue que tomó su teléfono y le envió un “Ayudaaaa” a su amigo Noah, que tenía que estar en su departamento. Tenía suerte de que todo estaba ordenado y no había muchas cosas de bebés por toda la casa. —Elena —murmuró Peter—. ¿Planeas irte de viaje? —¿Disculpa? Ella sabía que Noah había dejado cervezas en su refri, así que, eso estaba buscando cuando escuchó que Peter le hablaba. —Hay un bolso lleno de cosas aquí en el sillón —Elena abrió los ojos como platos y luego se giró para verlo. Dicho y hecho, ahí estaba su bolso de emergencia, en ese momento, su hijo podía llegar en cualquier momento—. Aún no autorizamos vacaciones. —Oh —Elena soltó una risa, l
Fue posiblemente lo más doloroso que tuvo que experimentar luego de conocer su compromiso con el idiota de Richard. Dar a luz, se refería. Lo cual era un poco jodido, porque apenas sintió el llanto de vida en su pequeño, fue como si todo se borrara de su mente y solo quedará amor. Tal cual si robaran un pedazo de su alma y lo llenarán de nada más que amor incondicional. Elena no podía sentir la mayor parte de su cuerpo, pero de todas maneras, estaba llorando de felicidad, mientras ponían a su hijo sobre su pecho y la ayudaban a sentirlo, solo para que el pequeño sintiera su corazón. Ella observó a su hijo, su propio hijo, con pequeñas muecas arrugadas y su piel opaca, y a pesar de que no debería serlo, jamás había visto algo más hermoso en su vida. Era algo suyo y era hermoso. —Es un niño —escuchó que alguien decía—. Hora de nacimiento; once y trece de la noche, en perfectas condiciones, un poco apresurado, pero bien. —Es un niño, Elena —le dijo Noah, a pesar de que recién lo
Pudo notar que Peter no estaba feliz de su decisión, como si él pudiera oler algo que ella no, lo cual era razonable, por eso Elena no dijo nada cuando al salir, el alfa dejó la puerta abierta, como indicando que estaria ahi, que él podría venir por ella cuando ella lo decidiera correcto. Elena sabía que Richards no era una persona violenta, no la iba a lastimar, y de alguna manera, ella sentía que le debía algo, al menos una explicación. Lo había dejado casi en el altar después de todo. —¿Está mi madre contigo? —Richard giró su rostro para mirarla, poniendo una mueca sombría en el rostro. —No. Elena no le creía. —¿Cómo nos encontramos? —Tu madre… —Elena hizo una mueca mientras asentía, porque por supuesto que esto tenía que ver con su progenitora—. Tu madre, Elena, está preocupada, todo este tiempo te ha estado buscando. —Claro y que yo haya sido la luna de la manada no tiene nada que ver con eso —La chica se movió un poco, para intentar sentarse mejor, a pesar de que l
Lo peor y lo mejor de todo es que no fue nada incómodo. Elena se movió a su cama, junto a su hijo y lo recostó sobre su corazón, porque de esa manera le habían enseñado en el hospital que tenía que hacerse. Ya había puesto muchas almohadas alrededor del colchón, de manera que el nido estaba perfectamente hecho, para que ella se acomodara. Luego, sin apresurarse, muy respetuosamente Peter se metió en la cama con ella, sin tocarla, solo permaneciendo ahí, a su lado, bajo las sábanas. Su cuerpo estaba emitiendo calor instantáneamente, de manera que ella se sintió cansada enseguida, cansada, pero segura también. Peter se acomodó en su costado, afirmando su cabeza en su palma y mirando a ambos, tanto a Elena como a Paul. —Aun no puedo creer que no me di cuenta que estabas embarazada —se encontró escuchando de parte de Peter, quien estaba mirando al niño recién nacido sobre su torso—. Bueno, supongo que… cierta parte de mi si lo sabía. —Claro, como tu nariz —le dijo ella, sonriendo—.
Elena podía sentir la culpa de Peter mientras entraban por fin a su pueblo. Era un pueblo muy pequeño, no con más de 300 habitantes, donde hacían fiestas, se unían con otros, cantaban, bailaban y celebraban todo juntos. Había sido lindo la primera parte de su vida, cuando solo se enfocaba de celebrar la unión y no cuando ella era la unión. Eso era en lo que pensaba mientras veía las casas, las tiendas y todo eso que los hacía únicos. Ninguno de ellos sabía que en el nuevo auto que cruzaba sus calles venía lo que ellos siempre habían considerado como su luna, la omega que iba a abrir el camino a una nueva era, un nuevo inicio de la manada, donde las costumbres pudieran, de alguna manera, volverse incluso más fuerte. Ninguno de ellos había esperado a que ella huyera, y si lo hacía, mucho menos hubieran esperado que volvería. Lo cual tenía todo el sentido del mundo porque ahora venía solo por su hijo. —¿Te sientes mejor? —Elena giro su rostro para ver a Peter, quien estaba sentado e