Capitulo 1

Elena había llorado tanto que casi no podía sentir las mejillas mientras el frío del otoño la golpeaba repentinamente mientras corría por las calles de su pueblo hacia su escondite especial. 

Lo había llamado hace horas, de manera que sabía que él tenía que estarla esperando en su lugar, su pequeño nido de amor. Tenían que ser rápidos, era por eso que ella había corrido en su encuentro, todo el mundo estaba celebrando que era su cumpleaños en unos días, lo que quería decir que cumplía los dieciocho años necesarios para por fin lograr comprometerse con el sol de su manada, con su alfa. Eso quería decir, por supuesto, que todo el mundo estaba como loco en casa, buscando medidas, haciendo vestidos, comida, decoraciones, todo lo que se requería para un cumpleaños y eventualmente al casamiento que les habían prometido hace años.

Ella había creído para convertirse en la esposa del líder, sin embargo, mientras llegaba por fin al bosque y entraba apuradamente, temblando como un animal, no se sentía como una líder o como una esposa, solo como una niña en problemas. Porque ella estaba en problemas, pero cuando llegará a él, todo estaría bien, ella lo sabía, porque lo amaba y confiaba en él.

Harry estaba esperando por ella, arriba en la pequeña casita del árbol que él había construido cuando era niño. Estaba escondida entre dos árboles simétricos, de manera que ella pudo subir sin ningún problema hasta que por fin se encontraron. Él estaba ahí, parado junto la ventana que no lo permitía verla, con su ropa negra, su perfecta postura y el tatuaje negro en su cuello que no solamente lo evidenciaba de otra manada, sino de la peor clase. Ella lo miró por un momento, mientras sentía como las lágrimas secas se volvían a formar en sus ojos. Él enseguida se preocupó, moviéndose hacia ella, sin decir ninguna palabra, para que Elena fuera la que se moviera en su dirección y presionará su rostro contra su pecho, mientras dejaba el sollozo salir de su garganta como un grito de ayuda. 

—¿Qué pasa, mi pequeño pajarito? —murmuró Harry con una voz dulce mientras presionaba sus labios sobre su cabeza—. ¿Qué hicieron ahora? 

Él se refería a su familia, de la que ella no paraba de quejarse nunca. Esta vez, ellos no habian dicho nada, ni la habian metida a otra ridicula dieta o la habian hecho prometer que no tendria relaciones sexuales fuera del matrimonio, esta vez fue eso ultimo la que la había puesto tan triste. Desde que se había enterado en la mañana, luego de hacerse el test de embarazo, que había estado pensando en cómo decirle. Había estado imaginando toda clase de situaciones, buenas y malas, cada una de ellas con el mismo final, ellos viviendo juntos con sus hijos, sin las preocupaciones que actualmente sentía. Esa era la mata para ella, que al final de todo, pudieran ser una familia. Una mejor familia que la que ahora ambos tenían. 

Ellos lo harían bien, serían buenos padres. 

—Estoy embarazada. 

En ninguna de sus fantasías Harry se quedaba sin habla. 

Claro, en algunas gritaba, peleaba, se enojaba y lloraba, en otras, sonreía y la sostenía, indicando que iban a estar juntos palabra siempre, pero en esa ocasión, bueno, en esa ocasión Harry solo se quedo en silencio, casi entendiendo lentamente que era lo que ella había dicho. Al menos no había dejado de abrazarla, eso era algo positivo. 

—¿Embarazada? —dijo por fin, cuando la voz volvió a su garganta y las palabras a su mente—. ¿Desde cuándo lo sabes? 

—Me hice un test esta mañana.

Ahora sí, Harry si la había soltado. 

Se había alejado de ella evitando mirarla y había vuelto a su lugar, unos metros más allá para mirar por la ventana. Si duda, no era algo que le podría reprochar, ambos tenían apenas y dieciocho años, ambos estaban en manadas muy diferentes, con planes de vida muy diferentes, si bien ella era la luna de su manada, lo que Harry era para los Blackbone no se condicionaba por lo que podía hacer casándose con alguien, sino más bien, como podría ayudarlos a construir una mandada más fuertes en los bajos mundos de su pueblo. Eran dos personas diferentes porque lo que ella sería iba a ser una líder, pero Harry tenía que convertirse en un mafioso criminal más. El padre de Harry lo había prometido a la manada casi como un cazador de problemas, el amor, no tenía que ser parte de su vida. 

Para ella era todo lo contrario. 

—¿No vas a decir nada? —le pregunto Elena, sintiendo sus rodillas débiles ante la pena que se estaba formando en su corazón—. ¿Enserio?

—¿Que se supone que tengo que decir? —preguntó de vuelta Harry, mientras ponía ambas manos sobre el marco de la ventana y se inclinaba hacia adelante, buscando un poco de consuelo en el movimiento. 

—¿Qué tal algo así como que vamos a hacer? —siguió diciendo ella, sintiéndose a sí misma enojarse un poco—. Claramente estamos jodidos, mi cumpleaños y matrimonio es en unos días y temo que mi olor comience a cambiar, que mi mama se entere, que Richard se entere y que eventualmente esto se convierta en la peor de las situaciones cuando sepan que quiero mantener al niño. 

Harry volvió a mirarla con rapidez.

—¿Mantener? —le pregunto. 

Ella alzó las cejas con sorpresa, mientras las lágrimas volvían a hacerse presentes. 

—¡Por supuesto que mantener! —le indico con rapidez, negándose a lo que estaba escuchando—. ¿Porque no iba a querer mantener el fruto de nuestro amor? 

—Elena —advirtió Harry. 

—¡Fue aquí mismo donde lo hicimos, Harry! —Ella apuntó a la semi cama a un lado de ellos, donde solo habían sábanas sucias y la esencia de ellos juntos—. ¿Acaso lo olvidaste? ¿Lo bien que se sintió al crearlo?

—No, por supuesto que no —respondió él, moviéndose para intentar sostenerla. Ella no se negó, permitiendo que le pusiera las manos alrededor de sus brazos—. Recuerdo y estoy orgulloso de cada momento que estuvimos juntos, pero, Elena, sabes que será arriesgado tenerlo, cuando somos quienes somos y hacemos lo que hacemos para vivir. 

—¿Cual es la otra opción, Harry? —murmuró ella, poniendo las manos sobre su atractiva mandíbula—. ¿Dejarlo morir? 

Le tomó tiempo, pero él se negó. 

Era divertido como el amor funcionaba en las personas, sin duda había muy pocas cosas que podrían ser más poderosas que eso. Elena lo supo, cuando sintió por fin los labios de su Harry, su amado, sobre los suyos y todo se sintió como si fuera una fantasía. Luego de eso todo estaba casi predicho, si no podían estar juntos, si no podían tener a su hijo, entonces tendrían que irse.  Esa noche, Elena llegó a casa luego del tiempo acordado por su madre, entró con cuidado e intentó no despertar a nadie en su camino a su cama. No pudo dormir, claro que no, porque dos días después se iría junto al amor de su vida, sería marcada y esperaría a su hijo, lejos, muy lejos de su hogar. 

Ese día, ella se levantó temblando de entre las sábanas, preparada para todo lo que se venía. Empujo un bolso de cuero negro con todo lo necesario para ella, mas todo el dinero en efectivo que pudo sacar, mas las joyas antiguas de su madre. sabía que era lo peor que podría hacer luego de irse, pero no tenía otra opción. La vida no se veía prometedora para ellos, pero por lo menos estarían juntos.

Luego, caminó fuera de su habitación y bajó por los pasillos de su casa, en búsqueda de la salida. No se despediría de nadie, jamás notarían como se fue hasta que ya fuera demasiado tarde, o al menos eso creyó, ya que una vez terminó de bajar por las escaleras, tuvo que detenerse de golpe porque Richard se había interpuesto en su camino. El hombre había llegado de sorpresa, envuelto en un traje elegante completamente negro pero con pequeñas decoraciones doradas que él amaba usar para que los demas no se pierdieran quien era y que era lo que seria. Él apenas había cumplido diecinueve hace unos cuantos meses, de manera que estaban esperando solamente por ella. 

Se suponía que fortalecerían la manada. 

—Richard —dijo ella en sorpresa, abriendo los ojos como platos—. Estás aquí. 

—Buenos días, mi querida luna —respondió el hombre, sonriendo. De alguna manera, su cabello rubio se veía más brillante ese día, aunque tal vez se debería a esta feliz de por fin alcanzar el liderazgo. 

En su manada, para llegar a ser alfa, se necesitaba pasar por el proceso de matrimonio primero, donde se entregaba a la pareja a la luna y luego se bendecía el futuro; que básicamente significaba a los hijos. Ella era hija de la luna, es decir, de la parte materna de la unión, su familia era la líder, igual que la de Richard, solo que él era el sol, es decir, hijo de la parte materna de su manada. Ambos estaban destinados al otro, casi como si fueran hechos a la medida.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella, apretando los labios en confusión—. Pensé que no te vería hasta después. 

—Amada mía, hoy es tu cumpleaños —Recordó el hombre—. ¿Qué clase de esposo sería si no te diera tu regalo de una forma más personal? 

Apenas terminó de decir eso, su madre apareció desde el comedor, para mirarla con unos ojos severos que le indicaban que no podía rechazarlo, no importaba lo que tuviera que ser. Elena la miró un segundo y luego volvió a su ex prometido, para sonreírle amablemente y acercarse un poco hasta que pudo tocarle el brazo. Ellos realmente jamás habían salido o deseado al otro, su relación era más bien formal. Richard jamás había intentado nada tampoco, la llamaba cada clase de apodos cariñosos y desde que se comprometieron a los quince años, había estado diciéndole esposa, luna o cualquier cosa que le recordara al mundo que ella era de él, pero jamás intentó besarla, jamás quiso tocarla, en lo absoluto. 

Elena pensaba que él era un buen hombre, pero no era el hombre para él por la simple razón de que él quería esto. Richard quería casarse con una mujer a la que no deseaba, quería los aplausos, quería el poder y quería que todos lo amaran. 

Ella no. 

—Por supuesto —le dijo asintiendo—. ¿Deseas darmelo en la oficina de mi madre?

Esa oficina quedaba en la primera planta, de manera que seria mas facil para ella huir desde esa habitacion. Afortunadamente, Richard no tuvo problema, asintió con una hermosa sonrisa blanca y luego la guió por su propia casa, como si Elena no supiera llegar al lugar. Una vez ahí, le indico su asiento e hizo que se sentara solamente para eventualmente presionar una rodilla sobre el suelo y arrodillarse ante ella. 

—Oh boy —murmuró Elena, alzando las cejas ante la sorpresa. 

—Elena MoonFlower, luna de mi corazón, estrella de mi alma y la madre de mis futuros hijos… —Ella tragó en seco—. No puedo comenzar a explicar lo mucho que me alegra que hayas llegado a la edad necesaria para que podamos casarnos y lograr al fin, acceder a un estatus mayor. Tu eres y seras para siempre las flores que guiaran mi camino hacia un gran futuro y para eso te agradezco —siguió diciendo, sin notar como ella frunció el ceño ante sus palabras—. Te amo y te respeto, de manera que, en tu cumpleaños número dieciocho, quiero regalarte esto. 

Richard saco de entre su ropa una pequeña cajita de color negro y dorado, sus colores distintivos como pareja. Ella lo miró asombrada un momento, para luego por fin aceptar el presente. 

Era un collar. 

Tenía una hermosa flor de plata.

—Richard, esto es lo… —Elena subió la vista para mirar sus ojos—. Esto es lo mas lindo que me has dado, muchas gracias. 

Era lo más lindo, eso fue lo más triste de todo. 

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