Capítulo 41: La rutina de Ciro

Cuando se quedó sola en ese enorme cuarto, que apenas se había detenido a detallar al entrar puesto que estaba mucho más concentrada en el dueño de este, se permitió observar con curiosidad. Todo en él gritaba «Damián», desde la cama elegante cuyas sábanas eran de un tono gris oscuro, a los muebles de madera negra. Los libros perfectamente acomodados sobre uno de sus cajones, que estaban ordenados por altura, demostraban el perfeccionismo que a veces lograba disimular.

El ruido del agua corriendo la volvió a traer en sí. Se vistió y se acomodó el cabello antes de salir. Al cerrar la puerta se preguntó si alguien había escuchado. Según Damián, todos se retiraron luego de limpiar al anochecer. Ya no debía haber nadie.

Siguió su camino hasta el que antes había sido el cuarto de invitados y ahora les pertenecía a ella y a Ciro.

Se dio una ducha y se cambió de ropa antes de acostarse junto a su pequeño. Se acomodó boca arriba y fijó la vista sobre el techo blanco encima suyo.

Dios. ¿Qué
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