Ciabel se había estado aguantando buscar su boca con la suya desde que la sostuvo de esa manera. Apenas terminó de hablar se inclinó hacia él y con sus labios buscó los suyos. Estaban a punto de casarse y aún así, sus labios sabían a prohibición, a un límite que no debía cruzar, pero que hacerlo era demasiado adictivo como para dejarlo pasar. El tiempo se detuvo por un instante.Escuchó la respiración pesada del hombre delante de ella. La mano que estaba en su mandíbula fue hasta su nuca. Buscó llevarla más a él y lentamente le devolvió el beso. El vértigo de que estaba cayendo a un vacío desconocido invadió su cuerpo, de la misma manera en que partes de su cuerpo se encendieron por la manera firme en la que la estaba sosteniendo. ¿Alguna vez se había sentido así de deseada? Un cosquilleo le recorrió desde el pecho hasta más allá de su abdomen. Buscó más. La mano del hombre se enredó en su cabello. La suya viajó hasta su cuello para evitar que se apartara y gruñó en respuesta.
A la pelinegra se le escapó una risa.—Perdón, ¿qué? No pasaron ni 72 horas desde el compromiso.Damián tomó aire y se acomodó sobre su asiento. Observó a la rubia.—Es demasiado pronto para una noticia. Sí queremos dar un espectáculo, pero no un circo.«Queremos ser una mentira, no un entretenimiento» corrigió Ciabel mentalmente. Pero es que eso último ya lo eran, por desgracia. Sonrió con lentitud, como si sus aptitudes no se hubiesen puesto en duda. —Lo entiendo, pero esto es importante para mantener a los fans al tanto.El empresario sonrió con lentitud.—¿No cree que ya están demasiado al tanto ahora? —Ladeó la cabeza. —Lo están, no de buena manera. Sería diferente si se empiezan a mostrar públicamente y si Ciabel expresa todo el amor que le tiene, para que no crean que es una cazafortunas. —Llevó la taza a su boca y bebió.A la nombrada se le escapó una risa por el comentario y se tronó los dedos. Eso había dicho su suegra días atrás. Lo más curioso era que el término no est
Celene sostuvo un micrófono invisible, tiró su cabello hacia atrás y se aclaró la garganta viéndolos directamente.Ciabel no pudo evitar sonreír divertida.—Muchacha, profesionalismo —la regañó la rubia guiñándole un ojo.Apretó los labios para disimular la diversión en su rostro.—Antes de empezar, necesito más contacto. Ciabel, mantén las piernas cruzadas. Pon la mano en tu rodilla —indicó.Obedeció.—Ahora, Damián entrelaza su mano con la suya. Este suspiró con resignación, no le gustaba recibir órdenes y no lo hacía a menudo. Estaba más acostumbrado a darlas. Siguió sus instrucciones. No podía negar que le gustaba ese contacto. Se sintió extraño. Más cómodo. La muchacha delante de ellos entrecerró los ojos.—Siéntense más cerca.Para sorpresa de ambas, el primero en moverse fue el caballero. Se acomodó de modo que sus caderas se tocaban y vio a los ojos a su pareja con una ligera sonrisa. Volvió a ver a la supuesta entrevistadora con impaciencia. Según cuán pronto comenzaran a h
Por estar pensando cómo explicar la razón del regalo, casi se tropezó con la mujer que estaba de paso.—Disculpe —dijo sin prestar atención. Siguió su camino hacia la puerta del auto.Empero, la muchacha lo miró y lo reconoció al instante. —Damián —saludó—. ¡Hola!Se detuvo. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Volteó con lentitud. Respiró hondo. La miró desde los pies a la cabeza. Estaba pelirroja, se había pintado el cabello. Tenía unos zapatos de tacón de punta, de color negros y también un vestido corto y del mismo color. Seguía estando preciosa, siempre lo había sido. Por supuesto que sí. No había otra razón por la que su madre la había elegido para él.Le dio una sonrisa amable.—Hola Clar, ¿qué estás haciendo aquí? —Quiso no sonar tan descortés. Es que no entendía cómo es que estaba, primero, por ese barrio en el que no cuadraba mucho, y segundo, sola. La Clarissa que había conocido jamás salía sola. La vista de ella bajó hacia las rosas por un momento. Después, amplió su sonr
Al cruzar el umbral de la casa, respiró hondo. Parecía que pasar esos minutos con la pelirroja le había consumido la energía. Subió por el ascensor aflojando su corbata y se recostó en la pared de este. Fue de camino a su cuarto para tranquilizarse. Una ducha, primero una ducha y luego saludaría a Ciabel antes de que se fuera a dormir. Si no se equivocaba, seguía despierta todavía. Dejó el ramo de rosas sobre la cama, se dio una larga ducha y por último se colocó la ropa de pijama de siempre. Cuando salió del cuarto con el cabello mojado y despeinado, tuvo la sensación de que para la hora que era, la mansión estaba extrañamente silenciosa. Los empleados ya debían haberse ido, pero por lo general Ciabel rondaba por la sala viendo películas o pasando el rato con el mini pelirrojo que no quería dormirse. Esa noche no fue así. Se acercó con lentitud a la puerta. Estuvo a punto de tocar. Se arrepintió al darse cuenta de que podría despertar a Ciro y quitarle horas de sueño a la peline
Estaba siendo un desgraciado. Es que no podía evitarlo. El comportamiento de la pelinegra debería haber sido suficiente como para que empezara a ser un ser decente nuevamente. Verla enojada de esa manera le estaba encantando. En un intento de traerla a la realidad la había tomado del mentón. Todo empeoró para él en ese momento, debido a que la forma en la que las expresiones de Ciabel pasaron de ser tensas a sorprendidas, la manera en la que entreabrió sus labios y lo miró a los ojos. Dios, el modo en que las pupilas se le dilataron... Intentó bajarla de la nube de enojo en la que estaba y a cambio, se perdió en una montaña rusa solito. Sabía que estaba furiosa con él, pero solo ella sería capaz de verlo de esa manera y por dios, era capaz de ponerse de rodillas a venerar la diosa que era si volvía a ver esos gestos en su rostro.—Qué curioso —susurró la mujer, fascinada con la cercanía que estaban teniendo. Vio la forma en que se elevó su pecho cuando tomó aire. Ciabel, ¿acaso e
Al demonio la paz. Era algo exquisito pasar tiempo tranquilo con ella. Sin embargo, aunque se había resistido, la cosa se estaba poniendo muy difícil.En especial, debido a que después de darle una mordida juguetona, la desgraciada se había movido sobre él con un movimiento circular y lento que activó todos los sentidos del magnate. Sus grandes manos bajaron a los muslos de la chica y los acariciaron a palma abierta. Rio un poco, ronco.—¿Recuerdas cómo te hice venir el otro día? —susurró. Con sus pulgares rozó su entrepierna al recorrer sus muslos internos. Se sintió poderoso al escuchar la manera en que poco a poco la respiración de la princesa se agitaba bajo su poder. —Por favor —susurró.Apretaba sus piernas en un intento de estimular, cosa que no pasó desapercibida por el jefe. La tomó de las rodillas y de a poco la abrió de piernas. —Me gustaría seguir —dijo en voz baja—. Olvidé los preservativos. Debo comprar más. —Le dio un casto beso en el cuello—. Sin embargo... Un esca
Las mañanas de Logan eran tranquilas. La casa antigua que había conseguido le resultaba acogedora y la luz del sol se colaba por la ventana. Además, el olor a la vegetación del jardín producía sosiego. Era un hombre sencillo, pero solo cuando despertaba.Nadie más que Damián sabía la clase de monstruo en el que se podía convertir cuando de defender a sus clientes se trataba, a los cuales elegía con pinzas, por cierto. No había juicio que perdiera, ni cliente que quisiera contratar sus servicios. Tenía fama de abogado del diablo, pero en realidad se trataba más bien de su contrincante si tenemos en cuenta sus principios. No era un ángel, por supuesto, era un desgraciado que lograba de desgracias. Esas eran razones suficientes para caminar relajado y descalzo por la casa. Se estaba dirigiendo en bata hacia la cocina y al cruzar por la sala toda esa tranquilidad desapareció. Otro pelirrojo un poco más joven que él estaba sentado en el sillón de brazos cruzados. Tenía un libro en sus m