Diablos. Era cierto que durante la próxima semana tenían planeado organizar una boda. No esperaba, sin embargo, que se lo propusiera de esa manera. Estaba gratamente sorprendida. Verlo desde la última vez en su cuarto la había puesto demasiado roja como para disimularlo. Se llevó ambas manos a la boca.Fue una inteligente jugada de parte de Damián, pues había conseguido que tuviera una reacción genuina en cuanto a verse sorprendida de su proposición. Lo observó a los ojos y asintió con una amplia sonrisa. Lejos de ser emotiva, era divertida, pero nadie iba a darse cuenta de ese detalle.—Sí, sí quiero casarme contigo —susurró.La sonrisa que le dedicó Damián fue una coqueta que jamás había visto desde que se conocieron. Con la mano libre sostuvo con suavidad la suya y la atrajo mientras tomaba con la otra el anillo y se lo colocaba con delicadeza en el dedo anular. Se puso de pie.Ella sencillamente se lanzó hacia su cuerpo y lo abrazó con fuerza escondiéndose en su cuello. Dio un g
Se iban a casar.Habían pasado dos días desde el compromiso oficial que se había realizado en el jardín botánico. Dos malditos días y Ciabel seguía sin llegar a procesar lo que estaba por pasar.Mucho tiempo atrás, antes de que su vida se desmoronara, había imaginado que se casaría con un hombre que la amaba, que tendría un gran grupo de amigas, a las que recurriría para contarles las cosas emocionantes que pasaban en su día a día o la forma en la que se enamoraba de su esposo. Lejos estaba de esa realidad. De todas formas, para ser sincera, meses atrás ni siquiera había considerado que tendría un futuro.Ahí estaba. Se sentía aliviada de poder tener una mano firme que la ayude a ella y a su bebé. Empero, al mismo tiempo un pequeño vacío se instalaba en su pecho. Definitivamente había querido una vida muy diferente a la que tenía.Eso no estaba mal, pero se preguntó qué se sentiría ser genuinamente querida por alguien.En ese momento no tenía absolutamente a nadie a quien notificar
El castaño se bajó de la isla, se acercó a Ciabel y tomó asiento en la silla más cercana. —Antes que nada —habló él—, perdón si estuvimos algo alejados estos días.Negó con la cabeza.—No pasa nada, sé que estuvimos un poco ocupados y... —Bajó la vista para evitar la suya y resopló. No tenía idea de cómo empezar la conversación que había sugerido y ahora se sentía un tanto incómoda. —Bueno. —Sonrió ligeramente y dio un trago a su bebida—, creo que debo empezar por decir que me gustó lo que hicimos, demasiado. Me gustaría repetirlo, si estás cómoda con eso. Si no piensas lo mismo, no pasa nada. Podemos fingir que nada de eso ocurrió y volver a la normalidad.«Eso tendría más sentido que explicarme a mí mismo por qué me siento tan atraído por una persona que me hizo daño» se dijo a sí mismo.Ciabel deseó que le hubiera hecho esa proposición tomándola del mentón y mirándola de la misma manera en la que lo había hecho aquella noche. Respiró hondo y bajó la vista a sus manos intentando
Ciabel se había estado aguantando buscar su boca con la suya desde que la sostuvo de esa manera. Apenas terminó de hablar se inclinó hacia él y con sus labios buscó los suyos. Estaban a punto de casarse y aún así, sus labios sabían a prohibición, a un límite que no debía cruzar, pero que hacerlo era demasiado adictivo como para dejarlo pasar. El tiempo se detuvo por un instante.Escuchó la respiración pesada del hombre delante de ella. La mano que estaba en su mandíbula fue hasta su nuca. Buscó llevarla más a él y lentamente le devolvió el beso. El vértigo de que estaba cayendo a un vacío desconocido invadió su cuerpo, de la misma manera en que partes de su cuerpo se encendieron por la manera firme en la que la estaba sosteniendo. ¿Alguna vez se había sentido así de deseada? Un cosquilleo le recorrió desde el pecho hasta más allá de su abdomen. Buscó más. La mano del hombre se enredó en su cabello. La suya viajó hasta su cuello para evitar que se apartara y gruñó en respuesta.
A la pelinegra se le escapó una risa.—Perdón, ¿qué? No pasaron ni 72 horas desde el compromiso.Damián tomó aire y se acomodó sobre su asiento. Observó a la rubia.—Es demasiado pronto para una noticia. Sí queremos dar un espectáculo, pero no un circo.«Queremos ser una mentira, no un entretenimiento» corrigió Ciabel mentalmente. Pero es que eso último ya lo eran, por desgracia. Sonrió con lentitud, como si sus aptitudes no se hubiesen puesto en duda. —Lo entiendo, pero esto es importante para mantener a los fans al tanto.El empresario sonrió con lentitud.—¿No cree que ya están demasiado al tanto ahora? —Ladeó la cabeza. —Lo están, no de buena manera. Sería diferente si se empiezan a mostrar públicamente y si Ciabel expresa todo el amor que le tiene, para que no crean que es una cazafortunas. —Llevó la taza a su boca y bebió.A la nombrada se le escapó una risa por el comentario y se tronó los dedos. Eso había dicho su suegra días atrás. Lo más curioso era que el término no est
Celene sostuvo un micrófono invisible, tiró su cabello hacia atrás y se aclaró la garganta viéndolos directamente.Ciabel no pudo evitar sonreír divertida.—Muchacha, profesionalismo —la regañó la rubia guiñándole un ojo.Apretó los labios para disimular la diversión en su rostro.—Antes de empezar, necesito más contacto. Ciabel, mantén las piernas cruzadas. Pon la mano en tu rodilla —indicó.Obedeció.—Ahora, Damián entrelaza su mano con la suya. Este suspiró con resignación, no le gustaba recibir órdenes y no lo hacía a menudo. Estaba más acostumbrado a darlas. Siguió sus instrucciones. No podía negar que le gustaba ese contacto. Se sintió extraño. Más cómodo. La muchacha delante de ellos entrecerró los ojos.—Siéntense más cerca.Para sorpresa de ambas, el primero en moverse fue el caballero. Se acomodó de modo que sus caderas se tocaban y vio a los ojos a su pareja con una ligera sonrisa. Volvió a ver a la supuesta entrevistadora con impaciencia. Según cuán pronto comenzaran a h
Por estar pensando cómo explicar la razón del regalo, casi se tropezó con la mujer que estaba de paso.—Disculpe —dijo sin prestar atención. Siguió su camino hacia la puerta del auto.Empero, la muchacha lo miró y lo reconoció al instante. —Damián —saludó—. ¡Hola!Se detuvo. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Volteó con lentitud. Respiró hondo. La miró desde los pies a la cabeza. Estaba pelirroja, se había pintado el cabello. Tenía unos zapatos de tacón de punta, de color negros y también un vestido corto y del mismo color. Seguía estando preciosa, siempre lo había sido. Por supuesto que sí. No había otra razón por la que su madre la había elegido para él.Le dio una sonrisa amable.—Hola Clar, ¿qué estás haciendo aquí? —Quiso no sonar tan descortés. Es que no entendía cómo es que estaba, primero, por ese barrio en el que no cuadraba mucho, y segundo, sola. La Clarissa que había conocido jamás salía sola. La vista de ella bajó hacia las rosas por un momento. Después, amplió su sonr
Al cruzar el umbral de la casa, respiró hondo. Parecía que pasar esos minutos con la pelirroja le había consumido la energía. Subió por el ascensor aflojando su corbata y se recostó en la pared de este. Fue de camino a su cuarto para tranquilizarse. Una ducha, primero una ducha y luego saludaría a Ciabel antes de que se fuera a dormir. Si no se equivocaba, seguía despierta todavía. Dejó el ramo de rosas sobre la cama, se dio una larga ducha y por último se colocó la ropa de pijama de siempre. Cuando salió del cuarto con el cabello mojado y despeinado, tuvo la sensación de que para la hora que era, la mansión estaba extrañamente silenciosa. Los empleados ya debían haberse ido, pero por lo general Ciabel rondaba por la sala viendo películas o pasando el rato con el mini pelirrojo que no quería dormirse. Esa noche no fue así. Se acercó con lentitud a la puerta. Estuvo a punto de tocar. Se arrepintió al darse cuenta de que podría despertar a Ciro y quitarle horas de sueño a la peline