Aquella misma noche después de la charla que había tenido con Logan en la cafetería, ya en la cama, justo antes de dormir, comenzó a pensar con detenimiento lo que podría llegar a pasar al día siguiente. Ella estaba preparada mentalmente para eso.Debía hablar con Damián y acordar los términos del vil acto que iban a llevar a cabo. Si es que lo hacían, si es que el castaño no se arrepentía de sus actos y decisiones y decidía que lo mejor era, otra vez, mantenerse alejados el uno del otro. Todo lo que le dijo Logan resonó en su mente durante el resto del día y lo hizo hasta ese momento en la noche. Miró de reojo su teléfono, que estaba sobre la mesita de luz. La rentaba. Dios, lo hacía. Necesitaba llamarlo. Ya eran,sin embargo, casi las diez de la noche y lo único que obtendría de todo eso es que la atendiera Clarissa. No podría.Logan, no muy a gusto, le había dado el nuevo número telefónico del castaño para que lo llamara y hablaran sobre lo que hicieron. Se preguntó si seguía queri
Justo cuando estaba a punto de dar una respuesta medianamente decente, el mundo pareció desaparecer en los ojos de Damián.—C-cía... Creo que algo me está pasando —susurró.Estaba de pie frente a su escritorio, cuando su corazón empezó a latir con tal fuerza que empezó a marearse.—¿Qué? —Me duele el pecho —susurró—. Ciabel....—¿Q-qué? ¿Qué está pasando? Por favor dime qué estás bien —pidió en voz baja.Esa noche fue un martirio para, bueno, básicamente todas las personas que velaban por la seguridad de Damián. Había colapsado.Ciabel no podía dejar solo a Ciro, no solo porque tenía miedo de que se despertara a mitad de la noche y no hubiera nadie en la casa, sino también porque Víctor estaba preso, pero eso no significaba que sus hombres lo estaban junto con él. Tal vez estaba segura y solo exageraba, pero prefería no arriesgarse. Solo dejaba a Ciro en paz cuando estaba en el colegio o con la compañía de Logan Gray. Ese no era el caso, así que en pánico, guiada por su instinto, llam
Logan no había dejado de pensar en Ciabel. De acuerdo, tal vez no la había superado del todo, mas se había resignado a aceptar el hecho de nunca estarían juntos de esa manera, porque el primer amor, su verdadero primer amor, toda la vida había sido Damián. Inclusive aunque no recordara gran parte de las vivencias que compartieron de jóvenes por causa del trauma que había sufrido durante esas épocas. Siempre había sido él.Cuando se enteró que se acostó con Damián la decepción se quedó corta en comparación al sentimiento de asco que lo invadió. No iba a decírselo jamás, por supuesto, pero muy en el fondo sintió asco, repudio. No por ella, la amaba, la admiraba, la quería, pero en lo que se estaban convirtiendo esos dos... Eso no quería.Amaba a sus amigos con el alma y estaba más que dispuesto a asegurar que daría la vida por ellos dos. Sin embargo, la realidad era muy diferente. No, quien casi perdió la vida fue su mejor amigo.Lo peor de todo es que en el momento en que Armstrong lo l
No muchas veces la impulsividad dejaba paso a la lógica en el mundo de emociones de Ciabel. En aquel lugar tapoco lo hizo y no le importó —o más bien, no consideró ni recordó— la posibilidad de que la esposa estuviera ahí. Sutilmente, apartó la mano de la de Damián y echó un vistazo a sus espaldas. Una pelirroja que reconoció en un instante estaba agachada a la altura de un pequeño rubio y le explicó algo a este en voz baja. Seguidamente, alzó la mirada y sus ojos se conectaron.Tomó aire. Ya casi podía imaginarse el regaño que se llevaría tanto por Damían como por Logan, si alguno de los dos se enteraba acerca de los poco escrúpulos que poseía.—Perdón, solo… me preocupé y actué sin pensar. Lamento las molestias —murmuró en voz baja y fue directamente a la salida. Apretó las manos a los costados de su cuerpo y vio hacia el frente con el ceño algo fruncido. Se estaba regañando por dentro por haber sido tan ingenua e ir sin pensar que no sería bienvenida. Era una realidad: Damián tenía
La luz molestaba al entrar. Gruñó de manera gutural e intentó moverse, lo que lo hizo consciente de lo increíblemente pesadas que sentía sus extremidades. Abrió los ojos con suavidad acostumbrándose a la luz. Su mirada se conectó con la de Clarissa, quien estaba sentada en una silla con un libro en la mano.—¡Damián! —Una increíble expresión de alivio atravesó su mirada. Sonrió ligeramente, dejó las cosas en su lugar y se acercó agachándose a su lado. Tomó su muñeca—Estaba asustada —susurró.El castaño guardó silencio buscando con eso recuperar los recuerdos de lo sucedido. Recordó que estaba hablando con Ciabel, vaya a saber de qué y el estrés fue subiendo hasta que... despertó ahí.—Buenos días —dijo ronco. Arrugó las cejas.Soltó una risa baja.—Lindo, son las cinco de la tarde —aclaró. Se sentó de repente refregándose el rostro.—Con cuidado —lo regañó tomando asiento a su lado, en la orilla de la cama.—¿Qué pasó, Clar? —preguntó en voz baja. —Tuviste un ataque cardíaco y luego
Logan no fue a cenar a la casa esa noche, ni al día siguiente pasó a saludar antes de irse a trabajar, como de costumbre. Ciabel, por otra parte, no estuvo demasiado concentrada en las tareas. Tanto así, que en cuanto escuchó el sonido del timbre y se dispuso a bajar las escaleras chocó contra una pared. Bajó a regañadientes y frotando su frente, pues fue la que recibió el gran golpe. Abrió la puerta con una mirada de adormecimiento más que evidente. Vio de soslayo la ropa y levantó la mirada.—Lo siento, se equivocó de casa. No he llamado a ningún… —Entonces reconoció al hombre. Se miraron el uno al otro.Tenía los ojos abiertos como platos y él lucía tenso. El corazón de la primera, como era usual con la presencia del contrario, se aceleró.—¿Pudo pasar? —Fue el primero en romper el hielo. Salió de su ensoñación y se hizo a un lado. Apenas entró, cerró la puerta y lo vio fijamente.—Damián… ¿No deberías estar en otro lugar como en el hospital? —sugirió ironía—¿Qué haces aquí?No
¿Había sido muy rudo con Ciabel? El arrebato de enojo que tuvo lo alejó deliberadamente de esa mujer. Se sintió culpable momentos después del hecho, puesto que lo hizo ser capaz de dejarla sola en un momento tan delicado como aquel.Por lo mismo, se decidió a esperar un día para volver a hablarle, dado que antes que nada necesitaba aclarar sus propias ideas sobre lo que estaba pasando en su entorno.Por un lado, no era para nada de su incumbencia si sacaba el hecho de que era amigo íntimo de ambos y velaba por el bienestar de los dos. Por lo tanto, no tendría que involucrarse en sus acciones. Además, comprendía a medias la razón por la que hacían lo que hacían. En algún momento después de la cena todo se les fue de la mano y quedó en evidencia el deseo y los sentimientos del uno hacia el otro. Era imposible de ignorar algo asíPor otro lado, sí tenía poder de decisión sobre otra cosa: su entorno propio. ¿Debía seguir siendo amigo de personas que contradecían en sí mismos a sus valores
La pregunta desconcertó a los dos. Ciabel sintió haber recibido una puñalada, por tan repentino planteo y además, reapareció ese miedo que no se permitía contemplar muy a menudo. ¿Era ella la segunda opción? Guardó silencio.El empresario le sostuvo la mirada a quien inició ese interrogatorio y se relamió los labios.—¿Qué clase de pregunta es esa? —preguntó despacio mirándolo a los ojos. Estaba absorto. Si de esa manera creía que pensaba, ¿qué opinaba realmente de su persona?El abogado respiró hondo para buscar un poco de paciencia.—No digo que lo pienses —dijo. Ya estaba al tanto de que, solo algunas veces, Damián se tomaba las preguntas o críticas de forma personal—, pero sí pienso que deben decidir. No me gusta esto de estar en el medio siempre, por lo cual lo dejaré a su criterio. ¿Qué crees acerca de lo que te pregunté? ¿Dejarás a Clarissa, cambiarás tu vida y estarás con Ciabel de una forma que no la lastime? ¿O, por el contrario, jugarás doble, la tratarás como la amante que