—¡Adriel!
El rubio levanta la mirada de la pila de permisos que tenía que revisar para esa mañana. Sus ojos verdes enfocan a su mano derecha quien ingreso en su oficina.
—¿Qué pasa, Cecilia? Estoy muy ocupado está mañana, la verdad es que no dispongo de mucho tiempo que digamos.
—Ya lo sé, pero he venido porque surgió un problema con la construcción por la que tanto hemos estado peleando —El corazón de Adriel se estremeció ante aquella noticia.
—¿Qué es lo que ha pasado?
—Lo mismo de siempre, esos tipos han jodido la maquinaria para que la construcción se demore.
—¡Maldita sea! —Musita poniéndose en pie —. Tendré que resolver este problema yo mismo.
Todo el tiempo se presentaba un problema diferente con la construcción en la que él estaba involucrado, de hecho, era el promotor de toda la obra. Adriel Montero era un ex político, que luego de terminar su servicio para el gobierno, continúo trabajando por el bien de la ciudad.
Como contaba con la colaboración de muchas personas influyentes que confiaban en él, Adriel se dedicó a planificar la construcción edificios para personas que no contaban con una vivienda decente. El costo del mismo sería realmente bajo, de modo que cualquiera podría adquirir una casa digna. Y como el dueño de los edificios iba a ser él mismo, no pensaba cobrar cantidades exorbitantes a los habitantes.
Y como muchos pensaban que él dinero recaudado sería destinado para sus lujos, Adriel mantenía muchos problemas con ciertas personas que le estaban haciendo difícil la construcción. La verdad es que se había ganado a muchos enemigos desde que comenzó con los proyectos de los edificios.
O mejor dicho, desde que le fue cedido esos terrenos…
Sin embargo, nada de eso lo detenía a seguir con sus planes, darle hogares a familias con problemas era su misión. Pero al parecer el terreno que había elegido, no era el indicado, puesto que muchos no estaban de acuerdo con sus intenciones de ofrecer apartamentos a bajo costo.
[…]
Al bajarse del coche, Adriel ajusta su traje y observa a lo lejos el revoltijo de personas que se encontraban alrededor de las que eran sus maquinarias. El CEO se encamina hasta el lugar del alboroto, haciendo a un lado a las personas que lo miraban con recelo.
En cuanto logro llegar al centro del abarrotado lugar, se fijó que sus empleados se encontraban acorralados contra las maquinarias. Adriel frunce el ceño y consigue llegar al centro.
—Señor Montero —Le dice uno de los empleados al verlo llegar —. Tenemos un problema serio.
—¿Qué es lo que está pasando aquí?
—Las maquinas no quieren encender, alguien ha fastidiado el día, señor.
—Maldita sea, ¿no tienen solución?
—Mandamos a llamar al mecánico, estará aquí en unos minutos.
—¿Qué pasa con toda esta gente?
—Ellos viven en los alrededores, se están quejando por los ruidos de anoche, señor. Pero ya le hemos explicado que anoche nosotros no trabajamos.
—Eso explica la hora en que jodieron están maquinas.
El empleado asiente… Adriel aprieta la mandíbula con fuerza, se da la vuelta y mira a las personas a su alrededor. Cuando no era un problema, era otro.
—Señores, por favor, les pido que desalojen los terrenos, esto es propiedad privada.
—Ya no queremos que hagan más escándalos por la noche —Le gritan los habitantes.
—Por favor, bien saben que por la noche mis empleados no trabajan. Esto es obra de personas que no quieren que esta construcción se lleve a cabo, por favor, necesito de su colaboración para levar ante las autoridades a estos saboteadores.
Todos guardaron silencio, algunos se miran a la cara y otros bajaban la mirada. Era obvio que eran prudentes con lo que decían, no les convenía ganarse a nadie de enemigos y mucho menos llevar problemas a sus hogares.
—Usted viene aquí con su traje todo elegante a querer construir edificios para la gente, pero no sabe los problemas que eso causa a muchos. Usted es un ex político, solo un riquillo que quiere llenarse los bolsillos una vez más, o quizás busca ganarse votos nuevos para postularse.
Era indignante que algunas personas pensaran eso, lo que menos deseaba Adriel era postularse nuevamente, su único objetivo era ayudar a las personas de bajos recursos. Pero muchos escépticos le hacían el camino difícil.
—El que haya sido un político anteriormente no tiene nada que ver con lo que estoy haciendo, yo no estoy en la política, simplemente soy un empresario con recursos para apoyar a las personas que lo necesitan.
—Lo hace ver muy fácil, señor Montero.
—Les pido de su colaboración, por favor, dejen a mis hombres trabajar.
—No queremos seguir escuchando escándalos por las noches.
—Eso no volverá a suceder, se los prometo.
La aglomeración de personas comenzó a disiparse, Adriel observo detenidamente a los habitantes alejarse y creyó que al menos había solventado el problema. Ahora le quedaba el asunto de la maquinaria pesada, sus planes se retrasaban cada día, puesto que tenía que estar ordenando a reparar las maquinas a cada momento.
—Señor Montero—El CEO miró al capataz de la obra —. A dos de las excavadoras le han jodido los motores, será imposible repararla en este lugar.
—Mierda, como fastidian estos tipos —Masculla molesto —. Sáquenlas de aquí, y consigue otras, pero quiero que esas las reparen lo antes posible y las traigan de regreso ¿entendiste?
—Sí, señor.
Hecho una furia, Adriel miró la construcción que aún seguía a medias. A esas alturas, ya debería estar culminando la obra; negando, el CEO da la vuelta para regresar al coche. El rubio abre la puerta del coche, y antes de entrar en el mismo, alza la vista.
En ese momento, sus ojos verdes enfocan a una mujer con una larga cabellera alisada, la cual cruzaba la calle de esa cuadra donde estaba la construcción de su edificio. La pelinegra ajustaba su abrigo mientras que cruzaba la calle, a pesar de estar un poco lejos, Adriel pudo detallarla perfectamente. Frunce el ceño, justo cuando ella mira hacia atrás, y al hacerlo era como si lo estuviera observando.
Era como si sospechara que la estuvieran observando, y la verdad es que no estaba equivocada.
Él se quedó mirándola un momento más, manteniéndole la mirada, hasta que ella regreso la vista al frente y apresuro el paso. Adriel la vio alejarse rápidamente, luego ingreso al coche, pero todavía podía verla a través del cristal de la ventana. Luego encendió el automóvil y se marchó.
[…]
—Me ha llegado la factura de los gastos de la reparación de las maquinarias dañadas, y déjame decirte que estás perdiendo mucho dinero, Adriel —Cecilia le informa a su jefe, una vez que el mismo llego a la oficina.
—Eso ya lo sé, pero no puedo hacer nada más. No pienso perder esas máquinas por el capricho de unos idiotas.
—Con estas van seis máquinas que se reparan, para cuando el primer edificio esté listo, estarás arruinado.
—Se compensara con las compras de los apartamentos —Contesta restándole importancia.
—Me has contratado para cuidar de tus intereses, y me sales con eso. Sabes bien que casi que regalaras ese edificio, no obtendrás nada de él.
—No me voy a descapitalizar por reparar algunas máquinas, vamos Cecilia.
—Esos tipos continuaran saboteando la obra, y seguirás perdiendo dinero —Insiste.
—¿Qué me estas queriendo decir? —Adriel levanta la vista del ordenador.
La rubia lo miró seriamente, él conocía muy bien cuáles eran sus límites con respecto al dinero, y si autorizaba ciertas cosas con respecto a la obra era porque podía darse el lujo de hacerlo. Era millonario, mucho antes de convertirse en político poseía una gran fortuna. Y el que la utilizara para ayudar a los que no tenían nada, no lo veía mal.
Cuando era un político, ayudo a muchas personas, aun cuando se ganó muchos problemas. Sin embargo, eso no lo detuvo para continuar con sus planes.
—Pienso que estás ofreciendo mucho, y no vas a recibir nada a cambio. Estas personas no te agradecerán por nada de lo que estás haciendo, más bien te están dando problemas. Deberías pensar mejor las cosas, y tratar de no invertir tanto en este proyecto. Sé que quieres ayudar a muchas personas, pero pienso que…
—Entiendo lo que me tratas de decir, Cecilia, pero no pienso desistir —Contesta seriamente.
Ofelia llego al restaurante sin problema alguno, estaba agradecida con el cielo porque nadie estuvo detrás de ella. Su única preocupación era su hermana, dejarla sola no era una opción y menos en su condición. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?, solo confiar en Gabriela que se iría derecho hasta el colegio.Y si esa niña no lo hacía, y ella se enteraba de algo, le iba a ir muy mal.La pelinegra cree que lo mejor hubiera sido contarle la verdad a su hermana, para que estuviera al tanto de la situación, pero luego pensó que quizás no era buena idea. Estaba hecha un lío.[…]Horas más tarde, Ofelia había terminado su turno completo. Ese día salía un poco más temprano, y era bueno, puesto que no tenía que caminar en la noche hasta su casa. La pelinegra abandona la cafetería, ajusta su abrigo, mira hacia ambos lados y toma el camino hasta la parada.Por salir temprano, no tenía opción de transporte. Pero no importaba, porque aún estaba muy claro para caminar por su calle. Sin embargo, eso n
Era increíble que la chica que vio esa mañana estuviera allí, frente de él…—¿Ocurre algo? ¿Alguien las estaba molestando? ¿O es que han venido para interrumpir mi construcción?Ofelia mira asombrada a ese señor, ella no tenía idea de lo que estaba hablando. Con tantos problemas que tenía en esos momentos, que no tenía cabeza para estar analizando lo que ese sujeto le estaba preguntando.—Disculpe, pero ya debemos irnos —Ofelia empuja a su hermana para que retrocediera, y ambas terminaron por echar andar de regreso.—Espera… —El CEO la toma de la mano deteniéndola en el acto. Ofelia mira su mano y luego a ese hombre —. ¿Puedo ayudarlas en algo? —La pelinegra estaba tentativa a contarle lo que estaba pasando, pero se mordió la lengua.—¡Adriel!De pronto aparece una mujer muy guapa detrás del hombre de traje, Ofelia la mira de abajo hacia arriba y la otra hace lo propio, para luego observar como el rubio la tenía sostenida de la mano.Inmediatamente, la pelinegra se suelta del agarre d
—Espera…Pero sus pasos se detienen cuando escucha esa voz un tanto familiar a sus espaldas, Ofelia se da la vuelta y divisa aquel sujeto que vio el día anterior. Se había bajado del coche y se encaminaba hacia ella.La pelinegra traga saliva al ver la imponencia y elegancia de ese hombre, realmente era muy atractivo. Y aquellos ojos verdes, eran tan cautivadores que la hizo pestañear consecutivamente.Para cuando ya estaba a escasos metros de ella, la pelinegra retrocedió dos pasos, puesto que no comprendía que era lo que buscaba ese sujeto. Muy bello y todo, pero era un desconocido para ella.Adriel se detiene al ver que ella retrocede, y por la expresión de pánico que puso, pensó que lo mejor era no acercarse tanto.—Hola —La saluda un poco tímido —. No sé si me recuerdas. Soy…—¡Si ya sé!, el dueño de la construcción de allá atrás —Ella interrumpe sus palabras, pero manteniendo su distancia.—No quería asustarte —Adriel medio sonríe, se recuesta del capo del coche y la mira tranqu
—¿Qué se supone que quieres que haga con esta noticia? ¿Hablo con los periódicos para que dejen de esparcir rumores como ese?—Eso no servirá de nada, lo mejor que podemos hacer es ignorar la situación.—Está bien, como tus órdenes. Luego no te quejes de las consecuencias de tu inconciencia.Adriel bien sabía lo que podía suceder, que continuaran las habladurías. Pero le tenía sin cuidado lo que dijeran acerca de él, sin embargo; ¿podría meter en problemas a esa muchacha? ¿Y si comenzaban a acosarla? Existía esa posibilidad, quizás tenía que buscarla nuevamente para advertirle lo que estaba ocurriendo, o bueno, la bomba que podía explotar en cualquier momento sobre ese chismorreo.—Cancela mis citas de esta tarde, iré a la construcción para ver cómo marcha todo —Cecilia lo mira seriamente.—Tienes citas importantes esta tarde, no las puedes evadir así como si nada. La compra de esas maquinarias, son imprescindibles para la compañía, sabes bien que tenemos a muchos compradores encima.
Mientras que ella imploraba al cielo que ese hombre la llevará a casa, su corazón latía a toda prisa. No quería ni voltear para ver si aquel sujeto seguía acosándola, esperaba que no. Contaba con que se hubiera ido para cuando Adriel la acercará a casa.Sin embargo, si él le decía que no, no sabía que iba a hacer para no morir en el intento de regresar a su hogar.—De acuerdo, te llevaré hasta tu casa.Ofelia soltó el aliento, se sentía aliviada de no tener que regresar sola. Era una suerte que él estuviera en la construcción a esa hora de la noche. Si no hubiera estado, quien sabe que fuera de ella.—Muchas gracias.—Déjame terminar aquí, y te acompaño —Ella lo ve alejarse y se fija en esa enorme espalda, tan ancha y varonil.Luego parpadea reiteradas veces, fijándose en el resto de aquel monumental cuerpo. Realmente, no lo había detallo muy bien, pero para ser franca, ese hombre era demasia
En cuanto los primeros rayos del sol se filtraron por la ventana, Ofelia parpadeo, no había logrado dormir nada en toda la noche pensando en su pobre hermana. Ella no tenía culpa de nada, y resulta que estaba pagando todas las culpas. La pelinegra baja la mirada, y con ella un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas. No tenía idea de lo que tenía que hacer para conseguir que Bruno liberase a Gabriela, Ofelia mira el sillón donde estuvo sentada su hermana horas atrás. Ahora se encontraba completamente vacío, y la casa desolada. El desgraciado de Bruno se había llevado a Gabriela a modo de garantía. Se aseguraba de que ella cumpliera con las órdenes que le impuso, y sabía que llevándose a la joven lograría su objetivo. El problema era que, no tenía idea de cómo le iba hacer para conseguir que Adriel se casase con ella. Ni siquiera lo conocía tanto como para decir que sentía algo por él, simplemente habían tenido encuentros y él había sido amable con ella. Pero de allí, a pensar
Sus palabras no le gustaron para nada, era definitivo que la seguirían a todas partes. Si no acataba las ordenes de Bruno, matarían a su hermana.—Yo voy a hacer lo que me piden, pero necesito saber cómo está mi hermana.—No estás en posición de exigir nada.—Pero quiero saber cómo esta —Suplica. Ella observa como Armando la mira fijamente.—Llevará su rutina como de costumbre, pero no la podrás ver, ni se te ocurra llegar al colegio para buscarla, porque te ira muy mal. Y para tu tranquilidad, nadie le ha puesto una mano encima.No sentía total alivio, pero al menos, estaban cumpliendo su parte. Sin embargo, no se les podía creer a esas personas.—¿Qué pasa si no consigo que ese hombre se fije en mí? Es una persona importante, y yo no soy nadie. No sabemos si está casado, o tiene alguna pareja.En ese momento, Armando se aproximó a Ofelia, inclinándose lo suficiente como para quedar muy cerca de su rostro. El castaño de ojos azules, observa el rostro de Ofelia, quien se incómoda por
¡Que torpe!, que estúpida era. Prácticamente, salió huyendo de una buena ocasión. Tenía la oportunidad de su vida para lograr dar un paso positivo con Adriel, y todo lo había arruinado. Ofelia se quedó detrás de la puerta repasando la idiotez que cometió.Pero es que también, con tantas presiones encima, como iba a pensar con claridad. Eran muchas cosas las que estaban de por medio, mientras que ella tenía que enamorar a un hombre. No tenía sentido que su hermana estuviera en problemas, y ella ligando con un hombre.La pelinegra niega, era lo que debía hacer, le gustase o no…[…] ¿Qué era lo que estaba haciendo?¿Por qué seguía buscando a esa muchacha?Hace un momento sintió la necesidad de besarla, de hecho, estuvo a punto de hacerlo si no hubiera sido porque ella retrocedió despavorida. Intuyo que la pelinegra conocía sus intenciones, pero, ¿porque huir? ¿Alguien la estaría esperando en casa?El CEO lleva la mirada hacia arriba, ¿quizás esa chica