—¡Fantástico! —Vocifera, Ofelia mientras se ajusta el abrigo.
El transporte la había dejado tirada a tres cuadras de su casa, tenía que caminar todo el tramo con ese horrible frío que estaba haciendo y siendo tan tarde. No era muy sano andar por las calles a esas horas de la noche, el barrio por donde vivía no era muy bueno que digamos.
—Maldito chófer —Clama irrita al tiempo que de su boca salía un espeso vapor blanquecino —. Tengo que caminar demasiado, porque al desgraciado le dio por no querer meterse por mi calle.
Ofelia Duran, trabajaba como mesera de una cafetería de Indianápolis (Estados Unidos). La joven de 27 años, cumplía con su labor día a día, por dos razones muy importantes. Para mantener su casa y la más significativa de las dos, su hermana Gabriela, una adolescente de 16 años.
Era una buena chica, Ofelia pagaba los estudios de su hermana para que culminara el colegio. Ella quería que la muchacha fuese una buena mujer, y con una carrera. Lo que más deseaba en el mundo, era que Gabriela y ella salieran de ese horrible barrio en el que vivían para tener una mejor vida fuera de tanto riesgo. Era muy peligroso residir en esa calle de la ciudad, por otro lado, su hermana estaba dejando de ser una niña.
Le preocupaba el hecho de que, en dos años más, Gabriela se convertiría en una mujer a la que no podría decirle nada. Por ahora, ella podía controlarla un poco, pero al menos lograba conseguir mantenerla alejada de la calle. Entendía que la muchacha quería compartir con sus amigas del colegio, pero esas chicas vivían muy lejos.
Y, Ofelia prefería que ella se quedará en la casa luego de salir del colegio, a que estuviera saliendo sola por allí, por esa razón tenía tantos conflictos con ella. Pero necesitaba que Gabriela entendiera que lo hacía por su bien, al menos hasta que consiguieran salir de ese peligroso barrio.
Su madre no le había dejado una buena herencia que digamos, después de que tuvo a Gabriela, 7 años después, la mujer murió de un infarto mientras trabajaba. La madre de está, nunca le contó a Ofelia que estaba enferma, sin embargo; seguía trabajando doble turno en una cafetería para costear los estudios de Ofelia y el cuido de su hija pequeña.
La pelinegra de apenas 17 años se quedó huérfana de madre, quedándose con toda la responsabilidad de su pequeña hermana de 7 años. Era claro que no estaba lista para convertirse en mamá de una niña tan pequeña, pero no tuvo más opción. Por suerte, Ofelia se salvó de que protección al menor las separaran y las sacaran de la casa. Aunque, a esas alturas de su vida, no estaba segura de que eso hubiera sido suerte.
Desde entonces, se hizo cargo de las necesidades de Gabriela. Por motivos de fuerza mayor, al terminar la escuela, consiguió trabajo y ya no pudo seguir estudiando una carrera como tal. En cambio, decidió que su hermana si terminará todos sus estudios. Y se prometió que cuidaría de ella, para hacerla una mujer de bien, muy a pesar de las espantosas personas que habitaban a su alrededor. Era un trabajo muy duro el que le dejo su madre.
La pelinegra abrocha el botón del cuello de su abrigo, el frío era demencial. Intentaba andar rápido, para llegar a la casa lo antes posible, pero el frío no la ayudaba mucho que digamos. Tenía la cara congelada para cuando logro cruzar la calle que conectaba con su casa, entonces, la chica apresuro el paso. Ese era el tramo que odiaba caminar, pero a juro porque si tenía que transitarlo.
Ofelia debía pasar por la acera que daba hacia un callejón, en donde muchos tipos peligrosos se la pasaban ajustando cuentas. Pero a juzgar por la hora, intuyo que aún no habría movimientos de tipos peligrosos. Por lo general, lo que siempre sucedía en ese lugar no era bueno y quien presenciara lo que ocurriera, pues no la contaba.
Ella niega justo cuando se acercaba a ese lugar, usualmente, evitaba mirar hacia ese callejón. Nada de lo que pasará en ese sitio era de su incumbencia. Lo que menos quería era ser perseguida o que la acosaran constantemente para que no dijera una palabra.
Entonces, al poner un pie en la entrada del callejón, el fragor de un golpe la hace dar un respingo. Sin querer y por mera inercia, Ofelia voltea hacía el callejón.
“M****a, para que carajos volteaste estúpida”
Se reprocha internamente.
Y, justamente, tuvo que echar un vistazo para ser testigo de la severa golpiza que le estaban dando a un sujeto, un tipo que sangraba a mares mientras se encontraba tirado en el suelo.
Los nervios no la dejaron actuar a tiempo, y fue cuando el tipo que estaba golpeando al otro la mira. Luego de eso ella llevó la vista hacia un coche oscuro que estaba al fondo del callejón, el cual mantenía la ventilla abajo y podía ver a la persona que se encontraba dentro. Justo en ese momento, Ofelia supo que su vida estaba en riesgo y que era imprescindible que saliera corriendo de ese lugar.
Así que, sin pensárselo más, al fin reacciono y salió corriendo directo hasta su casa… con el corazón desbocado cruzo la esquina de la cuadra, y apresuro el paso, no quería ni mirar hacia atrás, pero tenía que hacerlo para ver si la estaban siguiendo. Lo que menos deseaba era que esos tipos supieran donde vivía.
Al mirar hacia atrás, noto que nadie la estaba siguiendo. Pero eso no le dio alivio, ni mucho menos paz… velozmente, abrió la puerta de metal del edifico e ingreso al mismo. Ofelia subió las escaleras a toda prisa, hasta llegar a su piso, al divisar la puerta de su apartamento entro en el mismo y cerró con fuerza.
Cerró los ojos mientras intentaba recuperar la respiración, lo que había visto fue grave, bastante delicado mejor dicho.
—¿Y a ti que es lo que te pasa? —Ella abre los ojos al escuchar la voz de su hermana —. Tu cara es la de un fantasma.
—¡Gabriela! —Respira con fuerza.
—¿Qué te ocurre, Ofelia?
Ella mira a su hermana y pestañea, no podía contarle lo que había visto. Si metía a su hermana en ese problema, la matarían, lo que había visto no se lo podía contar a nadie más.
—No me pasa nada.
—Estás pálida como un papel, parece como si hubieras visto a un fantasma —La chica recoge sus libros para meterlo en la mochila —. Has llegado muy tarde, tu misma has dicho que no debemos andar a estas horas por allí. Cada día sales más tarde del cafetín, Ofelia.
—No quiero que te quedes por la tarde en la calle, por favor, cuando el transporte te deje en casa entra de una vez al edificio —Ella le pide aun recostada de la puerta.
—¿Qué te traes? —La adolescente la miró confundida —. ¿Por qué me dices todo eso?, sabes de sobra que yo se me muy bien la rutina que debo hacer.
—Por favor, Gabriela, no quiero que estés por la noche afuera.
—Sí, no te preocupes. Seguiré estando encerrada en esta casa como siempre lo he estado —Toma su bolso y se encamina hasta su cuarto.
Ofelia la observa, sabía que estaba enojada. Pero todo lo hacía por su bien, su hermana no comprendía que la vida allá afuera era muy peligrosa. Y después de lo que había visto en ese maldito callejón, estaba segura que las cosas se iban a poner peor.
Temía por ella y por su hermana, imploraba al cielo que esos sujetos no la acosaran para hacerla guardar silencio por lo que vio. La pelinegra suelta el aliento.
—Mierda, en qué problema estoy metida —Frota su cara, sintiéndose agotada.
—¡Adriel!El rubio levanta la mirada de la pila de permisos que tenía que revisar para esa mañana. Sus ojos verdes enfocan a su mano derecha quien ingreso en su oficina.—¿Qué pasa, Cecilia? Estoy muy ocupado está mañana, la verdad es que no dispongo de mucho tiempo que digamos.—Ya lo sé, pero he venido porque surgió un problema con la construcción por la que tanto hemos estado peleando —El corazón de Adriel se estremeció ante aquella noticia.—¿Qué es lo que ha pasado?—Lo mismo de siempre, esos tipos han jodido la maquinaria para que la construcción se demore.—¡Maldita sea! —Musita poniéndose en pie —. Tendré que resolver este problema yo mismo.Todo el tiempo se presentaba un problema diferente con la construcción en la que él estaba involucrado, de hecho, era el promotor de toda la obra. Adriel Montero era un ex político, que luego de terminar su servicio para el gobierno, continúo trabajando por el bien de la ciudad.Como contaba con la colaboración de muchas personas influyent
Ofelia llego al restaurante sin problema alguno, estaba agradecida con el cielo porque nadie estuvo detrás de ella. Su única preocupación era su hermana, dejarla sola no era una opción y menos en su condición. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?, solo confiar en Gabriela que se iría derecho hasta el colegio.Y si esa niña no lo hacía, y ella se enteraba de algo, le iba a ir muy mal.La pelinegra cree que lo mejor hubiera sido contarle la verdad a su hermana, para que estuviera al tanto de la situación, pero luego pensó que quizás no era buena idea. Estaba hecha un lío.[…]Horas más tarde, Ofelia había terminado su turno completo. Ese día salía un poco más temprano, y era bueno, puesto que no tenía que caminar en la noche hasta su casa. La pelinegra abandona la cafetería, ajusta su abrigo, mira hacia ambos lados y toma el camino hasta la parada.Por salir temprano, no tenía opción de transporte. Pero no importaba, porque aún estaba muy claro para caminar por su calle. Sin embargo, eso n
Era increíble que la chica que vio esa mañana estuviera allí, frente de él…—¿Ocurre algo? ¿Alguien las estaba molestando? ¿O es que han venido para interrumpir mi construcción?Ofelia mira asombrada a ese señor, ella no tenía idea de lo que estaba hablando. Con tantos problemas que tenía en esos momentos, que no tenía cabeza para estar analizando lo que ese sujeto le estaba preguntando.—Disculpe, pero ya debemos irnos —Ofelia empuja a su hermana para que retrocediera, y ambas terminaron por echar andar de regreso.—Espera… —El CEO la toma de la mano deteniéndola en el acto. Ofelia mira su mano y luego a ese hombre —. ¿Puedo ayudarlas en algo? —La pelinegra estaba tentativa a contarle lo que estaba pasando, pero se mordió la lengua.—¡Adriel!De pronto aparece una mujer muy guapa detrás del hombre de traje, Ofelia la mira de abajo hacia arriba y la otra hace lo propio, para luego observar como el rubio la tenía sostenida de la mano.Inmediatamente, la pelinegra se suelta del agarre d
—Espera…Pero sus pasos se detienen cuando escucha esa voz un tanto familiar a sus espaldas, Ofelia se da la vuelta y divisa aquel sujeto que vio el día anterior. Se había bajado del coche y se encaminaba hacia ella.La pelinegra traga saliva al ver la imponencia y elegancia de ese hombre, realmente era muy atractivo. Y aquellos ojos verdes, eran tan cautivadores que la hizo pestañear consecutivamente.Para cuando ya estaba a escasos metros de ella, la pelinegra retrocedió dos pasos, puesto que no comprendía que era lo que buscaba ese sujeto. Muy bello y todo, pero era un desconocido para ella.Adriel se detiene al ver que ella retrocede, y por la expresión de pánico que puso, pensó que lo mejor era no acercarse tanto.—Hola —La saluda un poco tímido —. No sé si me recuerdas. Soy…—¡Si ya sé!, el dueño de la construcción de allá atrás —Ella interrumpe sus palabras, pero manteniendo su distancia.—No quería asustarte —Adriel medio sonríe, se recuesta del capo del coche y la mira tranqu
—¿Qué se supone que quieres que haga con esta noticia? ¿Hablo con los periódicos para que dejen de esparcir rumores como ese?—Eso no servirá de nada, lo mejor que podemos hacer es ignorar la situación.—Está bien, como tus órdenes. Luego no te quejes de las consecuencias de tu inconciencia.Adriel bien sabía lo que podía suceder, que continuaran las habladurías. Pero le tenía sin cuidado lo que dijeran acerca de él, sin embargo; ¿podría meter en problemas a esa muchacha? ¿Y si comenzaban a acosarla? Existía esa posibilidad, quizás tenía que buscarla nuevamente para advertirle lo que estaba ocurriendo, o bueno, la bomba que podía explotar en cualquier momento sobre ese chismorreo.—Cancela mis citas de esta tarde, iré a la construcción para ver cómo marcha todo —Cecilia lo mira seriamente.—Tienes citas importantes esta tarde, no las puedes evadir así como si nada. La compra de esas maquinarias, son imprescindibles para la compañía, sabes bien que tenemos a muchos compradores encima.
Mientras que ella imploraba al cielo que ese hombre la llevará a casa, su corazón latía a toda prisa. No quería ni voltear para ver si aquel sujeto seguía acosándola, esperaba que no. Contaba con que se hubiera ido para cuando Adriel la acercará a casa.Sin embargo, si él le decía que no, no sabía que iba a hacer para no morir en el intento de regresar a su hogar.—De acuerdo, te llevaré hasta tu casa.Ofelia soltó el aliento, se sentía aliviada de no tener que regresar sola. Era una suerte que él estuviera en la construcción a esa hora de la noche. Si no hubiera estado, quien sabe que fuera de ella.—Muchas gracias.—Déjame terminar aquí, y te acompaño —Ella lo ve alejarse y se fija en esa enorme espalda, tan ancha y varonil.Luego parpadea reiteradas veces, fijándose en el resto de aquel monumental cuerpo. Realmente, no lo había detallo muy bien, pero para ser franca, ese hombre era demasia
En cuanto los primeros rayos del sol se filtraron por la ventana, Ofelia parpadeo, no había logrado dormir nada en toda la noche pensando en su pobre hermana. Ella no tenía culpa de nada, y resulta que estaba pagando todas las culpas. La pelinegra baja la mirada, y con ella un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas. No tenía idea de lo que tenía que hacer para conseguir que Bruno liberase a Gabriela, Ofelia mira el sillón donde estuvo sentada su hermana horas atrás. Ahora se encontraba completamente vacío, y la casa desolada. El desgraciado de Bruno se había llevado a Gabriela a modo de garantía. Se aseguraba de que ella cumpliera con las órdenes que le impuso, y sabía que llevándose a la joven lograría su objetivo. El problema era que, no tenía idea de cómo le iba hacer para conseguir que Adriel se casase con ella. Ni siquiera lo conocía tanto como para decir que sentía algo por él, simplemente habían tenido encuentros y él había sido amable con ella. Pero de allí, a pensar
Sus palabras no le gustaron para nada, era definitivo que la seguirían a todas partes. Si no acataba las ordenes de Bruno, matarían a su hermana.—Yo voy a hacer lo que me piden, pero necesito saber cómo está mi hermana.—No estás en posición de exigir nada.—Pero quiero saber cómo esta —Suplica. Ella observa como Armando la mira fijamente.—Llevará su rutina como de costumbre, pero no la podrás ver, ni se te ocurra llegar al colegio para buscarla, porque te ira muy mal. Y para tu tranquilidad, nadie le ha puesto una mano encima.No sentía total alivio, pero al menos, estaban cumpliendo su parte. Sin embargo, no se les podía creer a esas personas.—¿Qué pasa si no consigo que ese hombre se fije en mí? Es una persona importante, y yo no soy nadie. No sabemos si está casado, o tiene alguna pareja.En ese momento, Armando se aproximó a Ofelia, inclinándose lo suficiente como para quedar muy cerca de su rostro. El castaño de ojos azules, observa el rostro de Ofelia, quien se incómoda por