Capítulo 3
LA ACTUALIDAD CORBIN Me encuentro sentado en mi escritorio, rodeado de papeles desordenados y la luz tenue que apenas ilumina la habitación, cuando escucho esa risa que jamás podría sacar de mi cabeza, aunque quisiera. Es una risa alegre y despreocupada, capaz de traer recuerdos de días pasados. Mis entrañas se contraen y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, llenándome de sensaciones que preferiría ignorar. Sin poder resistirlo más, me levanto de mi silla y salgo de mi oficina, dirigiéndome directamente a la cocina, donde la risa parece ser más intensa. Abro la puerta y allí está ella, riendo a carcajadas, con los brazos cruzados sobre su estómago, lágrimas asomando en sus ojos a causa de tanto reír. La imagen es tan fresca, tan viva, que me resulta difícil no quedarme paralizado por un instante. Miro a Ian con el ceño fruncido; me pregunto en qué estará pensando al verla. ¿Por qué demonios está lleno de harina, como si hubiera tenido un accidente en la cocina? Él me ve y, al percatarse de mi presencia, rápidamente deja de reír, mirándome con una mezcla de nerviosismo y culpa. —Lo siento, señor. Trataba de bajar la harina de la estantería y se me cayó encima —dice, intentando explicarse, pero esas palabras solo logran incrementar mi frustración. Estoy jodidamente seguro, cómo el infierno, de que no quiero que él la haga reír. Su voz, su risa, y su forma de ser me recuerdan tanto a ella, incluso en su pequeña estatura. Pero esa otra chica, la que me hace recordar lo que perdí, tiene el cabello rojo; su color me evoca el calor de una chispa, una pasión ardiente. Maddie, por otro lado, lo tiene negro azabache, un contraste sombrío que a menudo me asfixia. Sin embargo, el color de sus ojos era similar, un reflejo que podría llevarme a la locura. Su apariencia era más frágil, del tipo que te obligaba a querer cuidar de ella, a protegerla de cualquier decepción. En cambio, Maddie es todo lo contrario: fuerte, segura y decidida, siempre lista para enfrentar cualquier obstáculo. —Ian, recoja este desastre y límpiese —le digo con firmeza, dando la vuelta y saliendo de allí lo suficientemente rápido, necesitaba tomar aire, alejar los pensamientos que comenzaban a agolparse en mi mente. Entro en mi oficina y cierro la puerta con un fuerte golpe, como si pudiera sellar los recuerdos dentro. No puedo seguir confundiendo las cosas o me volveré loco. Estoy tan sumido en mis pensamientos que un suave toque en la puerta me trae de vuelta a la dura realidad. —Adelante —digo, intentando sonar cabreado, aunque mi voz revela un ligero temblor. Tara entra balanceando sus caderas de manera juguetona; ella tiene todo lo que a mí me gusta de una mujer: es alta, rubia, con un cuerpo de Barbie y unas grandes tetas que parecían estar siempre en perfecta forma. Aunque Sienna es todo lo opuesto, pequeña, sus curvas se detenían en sus caderas antes de ensancharse, llevándola a lucir un lindo trasero. Sus tetas no son pequeñas; son lo que todo hombre desearía tener entre sus manos, pero para mí, ella era más que solo sexo. Cada vez que la miraba, su piel suave y nívea, su mirada inocente y esa sonrisa que provocaba pasar horas escuchándola, parecía extender una invitación. Su aura pura era un canto de llamado a mi oscuridad. —Corbin, quiero saber por qué me desautorizaste y mandaste a Maddie a la cocina con Ian ayer —interroga, y respiro hondo, luchando para no gritarle y recordarle quién coño es el jefe aquí. Creo que Tara comienza a confundir nuestras noches y folladas con algo más, algo que le da el derecho de entrar en mi oficina y hablarme de esa manera. Tenía que calmarme; ella es la supervisora del personal en el restaurante y es buena en lo que hace, pero esto no era un asunto entre nosotros. —Tara, necesitaba a la chica en la cocina porque en el bar era innecesaria su presencia —respondo, intentando sonar lo más neutral posible. —Podrías habérmelo dicho antes —hace un puchero que, por alguna razón, me resulta inquietante. Eso era un claro indicio de que algo le molestaba o... quizás tenía celos. —¡Tara, ven aquí! —digo con voz de mando. Ella obedece al instante, intensa y decidida. Camina hacia mí, rodeando la mesa con una confianza que me hace sentir que he perdido el control. Se pone a mi lado y me cuesta evitar mirarla; su figura es hipnótica. —¡Quiero tu boca ahora! —le ordeno, el deseo acumulándose en mi interior. —¿Dónde la quieres? —su tono se torna insinuante, jugando al límite de la seducción. Me hago el idiota; eso siempre parece gustarle. —Donde desees ponerla —digo, su mirada se transforma en una traviesa que me intriga y excita. Se agacha hasta quedar arrodillada entre mis piernas separadas y levanta la mirada con un aire desafiante. —La quiero aquí —dice, señalando mi ya hinchado y duro pene. No la detengo; dejo que haga lo que quiere, porque yo necesito liberar algo de tensión acumulada. La veo desabrocharme la bragueta de los vaqueros y bajarlos un poco. Lleva sus manos al borde de mis boxers y los baja también, dejando a la vista mi miembro. Sin pensarlo mucho, lo coge por la base, firme en sus manos, acerca sus labios y besa la punta de mi pene. Abre la boca y se lo introduce todo hasta la garganta; puedo sentir las arcadas que hace. Tomo su cabello y enredo mis dedos en él para empujarla más hacia adelante, mientras echo la cabeza hacia atrás y me relajo.Capítulo 4 LA ACTUALIDAD SIENNANo entendía por qué Corbin actuaba de esa forma, ni tampoco podía comprender el hecho de que casi asesinará a Ian con la mirada. Lo vi mientras él fruncía el ceño, sus ojos destilando una ira silenciosa que enviaba escalofríos por mi espalda. Ayudo a recoger el desastre en la cocina antes de que mi turno termine; el restaurante sigue bullicioso, y la mezcla de platos y vasos rozando aumenta la presión en el aire. Sabía que debía llegar a casa, aunque no tuviera a nadie que me recibiera al entrar, al menos no por ahora.Una vez que termino de ayudar en la cocina, me despido de Ian con una ligera sonrisa. Me dirijo al cuarto de empleados para buscar mis cosas, el sonido de mis pasos resonando en el suelo de azulejos fríos. Abro mi casillero y saco mi bolso, sintiendo un ligero alivio al deshacerme de la chaqueta de trabajo que siempre parecía apretar mi pecho.—¿Ya has terminado? —su voz ronca y profunda resuena en el pequeño espacio, haciendo que me es
Capítulo 5LA ACTUALIDAD CORBINDios, no puedo continuar así. Ha pasado mucho tiempo desde que soñé con Sienna, pero desde que apareció Maddie, mi mente se ha convertido en un lío de recuerdos y confusiones. Necesito concentrarme en mis propias cosas; hay asuntos mucho más importantes en los que debo pensar que revivir viejos recuerdos del pasado.—Ya te lo he dicho, John. No quiero errores. Tiene que ser un trabajo limpio.—Sí, Señor. En eso estamos. Verá que todo irá como usted espera. Los pedidos llegarán hoy por la tarde, yo me encargaré. Y también conseguiré lo que me has pedido.—Eso espero, John. —Finalizo la llamada. Cuando deseas que un trabajo se haga bien, lo mejor es hacerlo uno mismo, pero John es mi mano derecha y nunca me ha fallado. Necesito ese informe en mi oficina hoy mismo.Salgo de mi casa y me dirijo hacia mi camioneta. Tengo que llegar al trabajo más que nunca. (####)Maldita sea. Esa voz otra vez, ¿por qué tiene que ser tan condenadamente dulce? Maddie está e
Capítulo 6CINCO AÑOS ANTESSIENNA—¿No piensas entrar? El agua está rica —le digo, mientras mi corazón late rápido y un escalofrío de nerviosismo recorre mi cuerpo. Dios, ayúdame. Ese hombre es realmente atractivo: piel bronceada, cabello castaño dorado y unos impresionantes ojos azules que parecen un océano profundo. Parecía que si los mirabas demasiado tiempo, te consumías en ellos. Su cuerpo parece una escultura hecha por los dioses, con hombros anchos y fuertes, brazos musculosos, y un pecho y abdomen perfectamente definidos. Y ni hablar de esa increíble "V" que se forma, descendiendo hasta más abajo de sus vaqueros que caen de forma perfecta sobre sus caderas anchas y firmes. La belleza de ese hombre es casi surrealista.—Claro que pienso meterme, es solo que... pensaba hacerlo sin mis vaqueros —dice, dándole un giro a su mensaje. Sus palabras me hacen poner los ojos en blanco y centrar mi mirada en él.—Tranquila, jamás lo haría contigo aquí —responde, y un nuevo sentimiento se
Capítulo 7LA ACTUALIDADSIENNANo puedo creer lo estúpida e imprudente que fui. ¿Cómo pude dejar que me besara? Cada vez que recuerdo ese momento, un escalofrío de culpa recorre mi espalda. —¡Ay, esto es genial! —exclamo en voz alta, como si esas palabras pudieran enmascarar mi tormento interno.—¿Teniendo un mal día? —Ian interrumpe mis pensamientos mientras entra en el cuarto de servicio donde suelo dejar mis cosas. Su presencia es un alivio, un pequeño destello de normalidad en un mundo que parece estar desmoronándose a mi alrededor.—Algo. Quemé al jefe con un poco de café. —¡Auch! Eso debió doler. —Como no te imaginas —suelto un suspiro de cansancio, la presión del día aplastando mi pecho como una pesada losa. —Tranquila, no creo que te despida por eso —dice, y en otro momento, eso habría sido un consuelo.Pero ahora el pensamiento de renunciar se cierne sobre mí como niebla espesa. Si no me despide por eso, renunciaré yo misma. No puedo seguir así, con la sombra de Corb
Capítulo 8SIENNA—Lo sé, Corbin. Es solo que él dijo que le diéramos un par de días más para pagarte. —No, no. Las cosas no funcionan de esa manera. ¡Aquí quién no paga hay que recordarle porque no deben meterse donde no deben! ¿O tengo que encargarme yo mismo? —No señor, yo me encargo enseguida. —Un día John, un día no más. Ahora dime, ¿ya organizaste la carrera de mañana? —Sí claro, eso ya está súper listo. ¿Por qué? —Quiero que prepares a Katy para mañana. —¿En serio lo hará? Usted nunca se involucra en esas cosas. —Solo será por diversión nada más. —Ok. Bueno, ya es hora de irme, nos vemos mañana.—Recuérdalo, John. Solo un día más. No damos segundas oportunidades.—Si, señor.Me retiré rápidamente antes de que Corbin pudiera escucharme. La conversación que acababa de ser testigo me dejó en un mar de dudas. ¿Sobre qué demonios estaban hablando? Justo en ese momento, cada palabra resonaba en mi mente, como un eco divagante que se negaba a desvanecerse. Sentí una me
Capítulo 9CORBINEstaba tan malditamente molesto por todo lo que estaba pasando. Las carreras de motos ya no me estaban produciendo tanto dinero como antes, gracias a los malditos policías que cada vez se volvían más pesados, poniendo en riesgo no solo mi negocio, sino toda la dinámica del underground. Mi mundo se había vuelto un caos, y en el fondo lo sabía: los tiempos de gloria se desvanecían.Tenía a Ben otra vez sobre mí, presionándome para que aceptara hacer el último encargo. Después de esto, podría retirarme, y mi deuda con él se saldarían. Mi trabajo no era fácil, porque conlleva muchos enemigos con los que lidiar, y el riesgo siempre estaba a la vuelta de la esquina. Con cada misión, la tensión aumentaba, y el filo de la navaja por el que caminábamos se volvía más y más agudo.Este sería mi último trabajo para mi viejo amigo Ben. Él me enseñó todo lo que sé, cuidó de mí cuando me encontró en las frías calles muriendo de hambre. Desde entonces he estado con él, pero ya era h
CAPÍTULO 10SIENNA¿Cómo rayos iba a hacer para que Corbin no viera a mis padres?«Piensa, Sienna, piensa.»Saco mi móvil del bolso y le envío un mensaje a mi madre.—¿Mamá, quién está contigo en la clínica? —presiono enviar y, unos segundos después, obtengo su respuesta.—Tu padre, pero ya tiene que irse. Y Ava. —Genial, Corbin no la conocía a ella.Le escribo otra vez.—Necesito que tú y mi padre vayan a la cafetería y me esperen ahí. Corbin ha decidido llevarme y no quiero que los vea, él aún no sabe nada. Dile a Ava que me espere fuera de la clínica. Ya estoy llegando.—Está bien. Pero tú y yo hablaremos, jovencita.No respondo, pues sé de qué tenemos que hablar, y sé que tiene razón. Pero no creo que este sea el mejor momento.—Llegamos —dice Corbin. Levanto la vista y ahí está Ava.—¿Ves aquella chica de cabellos rubios y un tanto desaliñados?—Sí.—Para junto a ella. Es mi amiga, lleva rato esperándome.—Pero... pensé que tus padres estarían aquí —él hace lo que le pido y se de
Capítulo 1LA ACTUALIDADSIENNAPensar que las cosas podrían ser peores era quedarse corto. Aquí estaba yo, tratando de alcanzar una estantería para colocar los nuevos vasos de vidrio que habían llegado; nunca pensé que mi estatura (1.60) llegaría a ser un problema hasta ahora. Tara, la gerente del lugar, me había asignado organizar todo el bar, aunque sentía que lo hacía más que todo por venganza; aunque desconocía el motivo. Llevaba trabajando en el nuevo restaurante casi un mes y me había mudado de San Diego a San Francisco alrededor de un mes y medio. Los días eran agitados, y cada día me esforzaba para adaptarme a este nuevo entorno. El restaurante se había abierto recientemente, y aunque parecía tener éxito, la presión del trabajo era abrumadora. Cada vez que me cruzaba con Tara, se notaba que estaba estresada; sus ojos reflejaban la preocupación y la carga que llevaba. Me preguntaba si alguna vez sería capaz de lidiar con todo ese estrés, siendo nueva en la ciudad.—Baja de ah