Capítulo 5

Capítulo 5

LA ACTUALIDAD

CORBIN

Dios, no puedo continuar así. Ha pasado mucho tiempo desde que soñé con Sienna, pero desde que apareció Maddie, mi mente se ha convertido en un lío de recuerdos y confusiones. Necesito concentrarme en mis propias cosas; hay asuntos mucho más importantes en los que debo pensar que revivir viejos recuerdos del pasado.

—Ya te lo he dicho, John. No quiero errores. Tiene que ser un trabajo limpio.

—Sí, Señor. En eso estamos. Verá que todo irá como usted espera. Los pedidos llegarán hoy por la tarde, yo me encargaré. Y también conseguiré lo que me has pedido.

—Eso espero, John. —Finalizo la llamada. Cuando deseas que un trabajo se haga bien, lo mejor es hacerlo uno mismo, pero John es mi mano derecha y nunca me ha fallado. Necesito ese informe en mi oficina hoy mismo.

Salgo de mi casa y me dirijo hacia mi camioneta. Tengo que llegar al trabajo más que nunca.

(####)

M*****a sea. Esa voz otra vez, ¿por qué tiene que ser tan condenadamente dulce? Maddie está en la cocina con Ian, y por lo que parece, se están divirtiendo mucho. No quiero que se lo pase bien, eso solo significará que tendría que escuchar su melódica risa.

—¿Dónde demonios está Tara? —pregunto al notar que algunos empleados están parados sin hacer nada—. ¡No estamos en un puto spa! —grito—. Muévanse a trabajar, y necesito que me ubiquen a Tara, ¡PARA HOY! —retrocedo un poco hacia atrás, cuando siento que algo choca contra mí y un líquido caliente comienza a descender por mi espalda.

—L-lo siento, Señor. No fue mi intención.

—¡DEMONIOS! —suelto un alarido mientras me quito la camiseta blanca. Observo cómo todos me miran con horror, pero no es por mí, sino por la persona que está detrás de mí.

Respiro profundo y me giro para enfrentarla. Sus grandes ojos grises muestran claramente la preocupación y el miedo que siente. La fulmino con la mirada, maldiciendo en silencio mientras le paso por un lado.

Esta m****a será imposible.

Entro en mi oficina pensando que tal vez no estoy del todo equivocado y que exista una probabilidad de Maddie si sea mi Sienna. Sus gestos, su voz, la mirada tan clara y dulce que tiene al expresar lo que siente sin verbalizarlo, su estatura, su cuerpo... Y Dios, esa manera de andar tan sensual que posee. Es imposible que hubieran dos chicas tan similares. ¿O solo estoy tratando de encontrar similitudes? ¿Por qué me torturo de esta manera?

—Disculpa, ¿puedo pasar? —no la he oído abrir la puerta.

—Ya estás aquí. ¿Qué quieres? —no pretendía que mi voz sonara tan dura.

—Solo quiero ayudarte. Traje una cubeta con hielo y unas toallas.

—Estoy bien, no te preocupes.

—Pues yo no diría lo mismo. —dice mientras entra y cierra la puerta. La observo con cierta sorpresa.

—Tu espalda está muy roja y el que seas un iglú no significa que no te puedas quemar. Además, tengo una crema para las quemaduras con aloe. Ahora, si no te importa, acuéstate boca abajo en el sofá. —su voz es suave, pero firme; señala el sofá con un movimiento de cabeza. La miro, pero no me muevo.

—He dicho que te acuestes. —reacciono de inmediato y hago lo que me pide, no porque le tenga miedo o algo así, sino porque es tan parecida a Sienna. Ella también amaba darme órdenes. Sonrío para mis adentros; la extraño día tras día, sin excepción.

—¿Acabas de llamarme iglú? —se queda callada un segundo.

—Sí. —por poco no logro escucharla.

—¿Por qué lo hiciste?

—Bueno, verá, los iglú son pequeñas casas hechas de cubos de hielo, vacías, con muy poco espacio por dentro, salvo para que una sola persona las habite. Usted me recuerda a una de esas. —esta mujer no tiene filtro. ¿Acaso es consciente de que acababa de insultarme?

—¿Piensas que soy así de frío? ¿Vacío?

—Sí. —carraspea.

—Un iglú. —murmuro pensativo. Bonita definición para describirme.

—Trata de relajarte, no te lastimaré. —lo dice con tanta dulzura que algo dentro de mí se contrae, y una parte siente remordimiento por cómo la he tratado todo este tiempo que lleva aquí.

—Lo sé. —es todo lo que logro decir.

La siento al sentarse a mi lado y coloca el paño frío sobre mi espalda... no digo nada y la dejo hacer lo suyo. Puedo sumergirme en las suaves caricias que ella le proporciona a mi espalda quemada. No quiero que sus manos dejen de tocarme. Pero rayos, mentiría si dijera que esto, ella, no me hacía recordar mucho a Sienna y a lo atenta que era conmigo. Pero ni ella era Sienna, ni yo aquel hombre que dejó atrás su corazón con la única mujer que siempre amaría.

Me ha tocado aprender de la manera más difícil que tu cama no la puede llenar cualquiera y, mucho menos, el vacío en tu corazón. Ya he perdido la cuenta de con cuantas mujeres he estado y ninguna de ellas, jamás, podrán llenar el vacío que hay en mí.

Puedo sentir como pasa sus dedos por las tres cicatrices que tengo en la espalda tomándose su tiempo, contemplándolas.

—Listo, he terminado. —ni siquiera siento cuándo se levanta del sofá.

Me incorporo de inmediato y la estudio por un instante. Verla allí parada, con las manos entrelazadas, luciendo nerviosa, me resulta un tanto irónico teniendo en cuenta que acababa de curar mi espalda. La observo un momento más; lleva unos jeans ajustados a las caderas, unas converse rosas y una camiseta blanca que ofrece una excelente vista de su sujetador de encaje blanco. Tengo que dejar de mirarla o acabaría con una erección segura y jodida.

Me levanto y camino hacia ella.

—Gracias. Aunque no debiste hacerlo.

—Claro que debía. Yo fui la causante de tu quemadura; era lo menos que podía hacer. —Ella creía que no me he dado cuenta de que, mientras me hablaba, retrocedía hacia la puerta.

Sin pensarlo, sigo avanzando. No sé por qué, pero siento algo tan familiar en ella que... Dios, realmente no quisiera estar en lo cierto. Porque si mis sospechas son ciertas, y ella es quien creo que es... me molestaré muchísimo y realmente no sé qué haría. Ella es hermosa, aunque oculta sus bellos ojos tras esas gafas que usa.

—Creo que será mejor que me vaya.

—Creo que será mejor que te quedes un momento más. —¿Pero qué demonios estoy diciendo? Ella me mira con expectativa, me doy unas patadas mentales por idiota.

—Quiero decir, ¿por qué no te quedas y almuerzas conmigo? —eso tampoco sonó bien. ¿Desde cuándo invitaba a alguien a almorzar conmigo? Sin embargo, no intento corregirlo.

—Pe-pero tengo que seguir con mi trabajo en la cocina.

—No te preocupes por eso, ya me encargaré de hablar con Ian. Quédate y come conmigo.

—Yo...

—No me gusta tener que repetir lo mismo muchas veces. Creo que te lo he dicho antes.

—Está bien.

Sin darnos cuenta, ella está presionada contra la pared de mi oficina, al lado de la puerta. Y yo a unos buenos escasos centímetros de su boca debido a la diferencia de estatura. Me doblo un poco más. Mis ojos viajan de los suyos a sus carnosos y rojos labios que me piden a gritos que los devore y aunque sé que no debería hacerlo, porque ninguna mujer me importaría jamás cómo lo hizo Sienna. Igual lo haré. Me acerco más a ella, sintiendo como su respiración comienza a acelerarse, su pecho sube y baja con más rapidez... ella solo me observa, tiene los labios entreabiertos. Si no me aleja en tres segundos la besaré.

Tres: No sé porque demonios me siento tan atraído por ella.

Dos: Jamás me ha gustado alguien más, no de la manera en que lo hacía Sienna Green, y ahora Maddie.

Uno: Tan seguro como el infierno, tengo que apartarla de mí, o esto acabará mal.

Cero: Pero joder... quiero probar tanto esos suaves labios que prometían ser tan dulces como la miel y tan calientes como el infierno.

No resisto más y uno mi boca a la suya en un beso desesperado y feroz. Al principio se rehúsa a cooperar, pero luego sede y nuestros labios encajan a la perfección, como la pieza de un jodido rompecabezas. Esta sensación electrizante solo me había pasado con Sienna, debo dejar de pensar y solo disfrutar de este beso ardiente que su boca me proporciona.

Sentir como juega con mi boca, como pasa su lengua por la mía y juega con ella. Sentir sus manos en mi cabello y como lo jala, es realmente excitante. Coloco mis manos en sus caderas y la atraigo más hacia mí, pegando nuestros cuerpos por completo. Sin poder evitar que mi erección se presione contra una parte de su estómago plano. La escucho soltar un gemido, ¡Dios, que dulce y delicioso gemido! La vuelvo a presionar contra ella, mientras la devoro y muerdo su labio inferior, mi mano derecha viaja hasta su muslo, lo aprieto con fuerza para luego levantar su pierna. Quiero tener más de ella.

De pronto, un fuerte empujón en el pecho me separa de inmediato de su cuerpo. Bajo la mirada desorientado por el cambio tan repentino y la veo ahí, toda agitada con las mejillas encendidas, la mirada clavada en el suelo, con una mano en su pecho tratando de recuperarse.

Frunzo el ceño y la miro escéptico.

—Tengo que irme.

—Espera... —no deja que termine y abre la puerta cerrándola tras ella con un fuerte golpe, y así, sin más, se marcha. ¿Dónde demonios quedaron la mujer valiente que entró aquí dándome órdenes?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP