Después de la intensidad del juicio y la confirmación de la culpabilidad de Johan, Alessandro y yo decidimos celebrar nuestra victoria de una manera muy especial. Planificamos una cena romántica en el mejor restaurante de la ciudad, el mismo lugar donde tuvimos nuestro primer encuentro memorable. Queríamos marcar un nuevo comienzo juntos, celebrando no solo nuestra victoria legal, sino también nuestro amor y compromiso el uno con el otro.
Nos vestimos con nuestras mejores galas para la ocasión. Alessandro lucía impecable en un elegante traje negro, y yo llevaba un deslumbrante vestido rojo que él había elegido especialmente para mí. Nos miramos el uno al otro con complicidad y emoción antes de salir de casa.
Cuando llegamos al restaurante, nos recibieron con una cálida bienvenida y nos condujeron a nuestra mesa, estratégicamente ubicada en un rincón íntimo con vista
Me encontraba llena de emoción, meticulosamente preparando en el hogar de José para la bienvenida de su viaje, mi compañero de una década. Nuestra historia se remontaba a nuestros años de adolescencia, cuando nos conocimos a la edad de doce años en la escuela. Fue allí, después de ganar una beca para ingresar a una prestigiosa institución, que floreció nuestra amistad, que eventualmente se transformó en un amor que perduró a lo largo de los años. Sin embargo, nuestras vidas estaban marcadas por notables diferencias: yo provenía de un barrio humilde, luchando tenazmente por mis metas, mientras que él vivía en la opulencia. Adaptarme a sus expectativas resultó ser un desafío considerable. La casa, testigo mudo de la prosperidad de la familia de José, estaba destinada a convertirse en su herencia nupcial, un detalle que se hacía cada vez más evidente mientras me afanaba en los preparativos. Con el rostro ligeramente cubierto de harina, había solicitado a mi suegra el espacio necesario p
De vuelta a mi apartamento, junto a Alessandro, observaba el paisaje a través de la ventana mientras reflexionaba sobre la conversación que había tenido José con su tío. —¿Eres su tío? —pregunté, dirigiéndole una mirada. —No tenía idea. —Sí, estuve estudiando en el extranjero durante años. Regresé hace unos meses. La verdad es que quería alejarme de las peleas empresariales de la familia. —comentó, manteniendo sus ojos en la carretera. —Pareces demasiado joven para ser su tío. —Soy el menor de mis hermanos; Federico es el hermano del medio. Mi llegada fue inesperada; le llevo tres años a José. Casi podríamos ser primos. —Vaya, desconocía por completo tu existencia, lo juro. Conozco a casi toda la familia de José gracias a nuestra larga relación… que ahora… —Es extraño que él no te lo haya dicho, o que no lo recuerdes. Hace un año que están saliendo, y mi hermano siempre ha compartido la creencia de mi madre de que debemos casarnos dentro de nuestro mismo estatus social. Suspiré
Después de una semana de agónica espera tras la entrevista, estaba completamente segura de que el hotel no se molestaría en llamarme. En la cocina, preparaba la cena mientras mi teléfono recibía, como de costumbre, numerosas llamadas de José. Esa noche, su tono cambió cuando me llamó para informarme que tenía que hacer un viaje y regresaría anoche. En una llamada posterior, propuso vernos en nuestro restaurante favorito esta noche. Dejé la sartén y contesté.—¿Sí? —dije.—¿Por qué tan seca? ¿Asistirás a la cena? —preguntó él.—¿Quieres que vaya?—Sí, vamos. Es tu favorito.—Corrijo, tu favorito.—Estoy abajo esperando. —al escuchar eso, mi sangre hirvió y apagué la estufa. Fui a mi closet, tomé un abrigo y me miré al espejo. Con mis jeans, un suéter negro de cuello alto, estaba más que formal para la ocasión. ¿De qué serviría vestirme linda para alguien que ya sabía que no se casaría conmigo? Caminé hacia el auto de él.—José… —él estaba fuera de su auto apoyado en él. Se acercó para
La noche había transcurrido sin que pudiera conciliar el sueño, mi mente giraba en torno a José, quien me había llamado incesantemente durante toda la noche. Sorprendentemente, noté que la ruptura me afectaba más de lo que inicialmente creía. Sin embargo, las palabras de mi madre antes de su fallecimiento resonaron en mi cabeza. —Debes experimentar más, has pasado 10 años con ese chico, no te has dado la oportunidad de conocer a otros hombres, para saber cuál es el correcto. —su consejo tenía una verdad innegable. Aunque esas reflexiones ocupaban mi mente, no podía centrarme en ellas en ese momento. Me levanté de la cama para apagar el persistente sonido de mi celular, que seguía recibiendo llamadas de un número desconocido. —Buenos días. —respondí abruptamente. —Señorita Isabel, le hablamos nuevamente del Hotel. Es para decirle que acaba de ser contratada. La esperamos hoy a las 5 pm en nuestras instalaciones para el seminario de introducción. —la emoción se apoderó de mí, apenas
—¿Alessandro? —pronuncié sorprendida, sintiendo su mano, estrechándose con la mía. —¿Isabel? ¡Vaya! —su asombro se reflejaba en su rostro mientras me abrazaba y luego volvía a mirarme. —¡Vaya! No me esperaba esto realmente. —dijo, sentándose con una expresión de sorpresa evidente. —¡Qué alegría verte! —respondí sinceramente. —¿Cómo has estado? Esa noche en el restaurante, te vi muy exaltada. —mientras hablaba, organizaba algunos papeles en su escritorio. —No es nada, solo… decidí poner fin a las cosas. —mi incomodidad con el tema era palpable, y él lo notó. —No tienes que hablar de ello. A lo que vinimos… —Alessandro mostró una sonrisa confiada. Asentí, y él continuó. —En este puesto, me toca darte la introducción, ya que trabajarás directamente conmigo. Aunque el título oficial sea Gerente General, Ortega lo ocupa desde hace meses, así que, en realidad, serás mi nueva asistente. No te preocupes por el salario, será el mismo que el de Gerente, solo que deberás estar disponible p
A la mañana siguiente, durante el trayecto en el transporte, me sumergí en la lectura de una noticia que databa de hace cinco años. En ese momento, los Korch perdieron a su padre, lo que llevó a la división del Imperio Korch entre sus dos hijos. Alessandro heredó la industria hotelera, mientras que las ramas financiera e inmobiliaria quedaron bajo la dirección del padre de José. Sin embargo, Justin, el padre de José, confiado, llevó adelante otra empresa hotelera. Ahí estaba la respuesta a mis preguntas. Alessandro me necesitaba porque conocía a fondo las operaciones durante la gestión de su padre. Al llegar, me instalé en mi oficina, que estaba a escasos metros de la de Alessandro. Desde mi posición, podía ver su escritorio, como si pudiera llamar mi atención con la mirada en cualquier momento.Decidí revisar la agenda de Alessandro para adaptarme a las nuevas responsabilidades. Mientras leía las reuniones programadas para ese día, lo vi entrar en su oficina. Me apresuré tras él para
Alessandro me observaba con atención mientras esperaba su respuesta.—¿No piensas responderme? —dije, aguardando que confirmara si realmente estaba verificando si alguien más me había invitado.—Eres muy franca, Isabel. —respondió finalmente. —Esa sinceridad puede acarrear muchas consecuencias negativas.—¿Como cuáles? —pregunté, llevando mi primer bocado a la boca.—Por ejemplo, decirle a alguien lo que no quiere escuchar. Eso puede terminar en desgracia. —Su comentario no era nuevo para mí; mi madre solía recordármelo constantemente. Pero para mí, la honestidad era un don maravilloso. No ocultar lo que pensaba o sentía era perfecto para mí.En silencio, disfruté de mi lasaña, mientras él había solicitado una ensalada césar para seguir su dieta. Cuando terminé por completo, lo miré fijamente.—Si vamos a trabajar juntos, necesito saber: ¿por qué yo? —Mis preguntas parecían incomodarlo de vez en cuando, pero para mí, eran interrogantes que debían responderse por razones sencillas.—No
Sentada en mi escritorio, aguardaba la llegada de Alessandro a su oficina desde su reunión. Coordinaba un par de detalles para dejar todo preparado para su llegada. La demora de Alessandro fue tan considerable que, al final, decidí entrar en su despacho y dejar algunos documentos antes de salir. Fue al salir que me topé con el rostro desafiante de José, lo cual me asustó. Mis piernas, castigadas por los tacones, temblaron al verlo. Miré de nuevo a José. —No pareces tan segura como anoche… ¿Miedo de perder tu trabajo? Es mi tío, puedo hacer lo que quiera. —dijo mientras tomaba mi muñeca y la apretaba con fuerza, sentía que estaba a punto de quebrarla, cuando el «ding» del elevador sonó. —Te salvó la campana. —dijo soltándome para mirar de frente a Alessandro. —José, ¿qué haces por aquí? —dijo él, dándole un par de palmadas en la espalda. José me miró y le sonreí. —Isabel, ¿me traes un poco de café? Entraron en la oficina mientras yo intentaba servir el café. Sin embargo, había gene