El miedo me paralizaba mientras sentía cómo el hombre se abalanzaba sobre mí, sus manos ásperas explorando mi cuerpo con violencia. Mi corazón latía con fuerza, mis manos atadas inútiles mente, mi boca reseca, incapaz de pronunciar una palabra. Cerré los ojos con fuerza, deseando con todas mis fuerzas que alguien viniera a salvarme. Entonces, un golpe seco resonó en la habitación. Abrí los ojos con sorpresa para ver al hombre retroceder, sosteniendo su mandíbula con expresión de dolor. Antes de que pudiera reaccionar, otro golpe lo hizo caer al suelo. Parpadeé aturdida, tratando de procesar lo que estaba sucediendo. —¡Isabel, estoy aquí para salvarte! —una voz conocida resonó en la habitación. Levanté la vista para ver a Alessandro parado en la entrada, con la mandíbula tensa y los puños apretados. Mis ojos se llenaron de lágrimas de alivio al verlo. Alessandro se acercó rápidamente, desatando las cuerdas que me ataban y ayudándome a levantarme del suelo. Sen
Después de escapar del terrible secuestro, me encontraba en un estado de shock y agotamiento emocional. Alessandro me llevó a casa y se aseguró de que estuviera cómoda y segura antes de partir para ocuparse de algunos asuntos urgentes. Mientras tanto, me sumergí en un baño caliente, dejando que el agua caliente calmara mis nervios y lavara el miedo que aún se aferraba a mí.A medida que me recuperaba físicamente, mi mente comenzaba a dar vueltas. Me preocupaba qué había sido de aquellos hombres que me habían secuestrado. ¿Serían capturados y llevados ante la justicia? ¿O escaparían y continuarían causando daño a otras personas? La incertidumbre me carcomía por dentro, pero sabía que no podía permitir que el miedo me dominara.Después de un par de días de descanso, recibí la visita de Alessandro, quien en
El día del juicio por la demanda de secuestro y obstrucción de la justicia de Johan Korch llegó, y esta vez, yo estaba preparada para enfrentarlo no solo como víctima, sino también como mi propia abogada. Me había pasado noches enteras preparando mi caso, reuniendo pruebas y ensayando mis argumentos en el espejo.Me encontraba frente al tribunal, con los nervios a flor de piel pero determinada a hacer justicia. Johan estaba sentado en el otro lado de la sala, con una expresión arrogante en su rostro que solo avivaba mi determinación.
Después de la intensidad del juicio y la confirmación de la culpabilidad de Johan, Alessandro y yo decidimos celebrar nuestra victoria de una manera muy especial. Planificamos una cena romántica en el mejor restaurante de la ciudad, el mismo lugar donde tuvimos nuestro primer encuentro memorable. Queríamos marcar un nuevo comienzo juntos, celebrando no solo nuestra victoria legal, sino también nuestro amor y compromiso el uno con el otro.Nos vestimos con nuestras mejores galas para la ocasión. Alessandro lucía impecable en un elegante traje negro, y yo llevaba un deslumbrante vestido rojo que él había elegido especialmente para mí. Nos miramos el uno al otro con complicidad y emoción antes de salir de casa.Cuando llegamos al restaurante, nos recibieron con una cálida bienvenida y nos condujeron a nuestra mesa, estratégicamente ubicada en un rincón íntimo con vista
Me encontraba llena de emoción, meticulosamente preparando en el hogar de José para la bienvenida de su viaje, mi compañero de una década. Nuestra historia se remontaba a nuestros años de adolescencia, cuando nos conocimos a la edad de doce años en la escuela. Fue allí, después de ganar una beca para ingresar a una prestigiosa institución, que floreció nuestra amistad, que eventualmente se transformó en un amor que perduró a lo largo de los años. Sin embargo, nuestras vidas estaban marcadas por notables diferencias: yo provenía de un barrio humilde, luchando tenazmente por mis metas, mientras que él vivía en la opulencia. Adaptarme a sus expectativas resultó ser un desafío considerable. La casa, testigo mudo de la prosperidad de la familia de José, estaba destinada a convertirse en su herencia nupcial, un detalle que se hacía cada vez más evidente mientras me afanaba en los preparativos. Con el rostro ligeramente cubierto de harina, había solicitado a mi suegra el espacio necesario p
De vuelta a mi apartamento, junto a Alessandro, observaba el paisaje a través de la ventana mientras reflexionaba sobre la conversación que había tenido José con su tío. —¿Eres su tío? —pregunté, dirigiéndole una mirada. —No tenía idea. —Sí, estuve estudiando en el extranjero durante años. Regresé hace unos meses. La verdad es que quería alejarme de las peleas empresariales de la familia. —comentó, manteniendo sus ojos en la carretera. —Pareces demasiado joven para ser su tío. —Soy el menor de mis hermanos; Federico es el hermano del medio. Mi llegada fue inesperada; le llevo tres años a José. Casi podríamos ser primos. —Vaya, desconocía por completo tu existencia, lo juro. Conozco a casi toda la familia de José gracias a nuestra larga relación… que ahora… —Es extraño que él no te lo haya dicho, o que no lo recuerdes. Hace un año que están saliendo, y mi hermano siempre ha compartido la creencia de mi madre de que debemos casarnos dentro de nuestro mismo estatus social. Suspiré
Después de una semana de agónica espera tras la entrevista, estaba completamente segura de que el hotel no se molestaría en llamarme. En la cocina, preparaba la cena mientras mi teléfono recibía, como de costumbre, numerosas llamadas de José. Esa noche, su tono cambió cuando me llamó para informarme que tenía que hacer un viaje y regresaría anoche. En una llamada posterior, propuso vernos en nuestro restaurante favorito esta noche. Dejé la sartén y contesté.—¿Sí? —dije.—¿Por qué tan seca? ¿Asistirás a la cena? —preguntó él.—¿Quieres que vaya?—Sí, vamos. Es tu favorito.—Corrijo, tu favorito.—Estoy abajo esperando. —al escuchar eso, mi sangre hirvió y apagué la estufa. Fui a mi closet, tomé un abrigo y me miré al espejo. Con mis jeans, un suéter negro de cuello alto, estaba más que formal para la ocasión. ¿De qué serviría vestirme linda para alguien que ya sabía que no se casaría conmigo? Caminé hacia el auto de él.—José… —él estaba fuera de su auto apoyado en él. Se acercó para
La noche había transcurrido sin que pudiera conciliar el sueño, mi mente giraba en torno a José, quien me había llamado incesantemente durante toda la noche. Sorprendentemente, noté que la ruptura me afectaba más de lo que inicialmente creía. Sin embargo, las palabras de mi madre antes de su fallecimiento resonaron en mi cabeza. —Debes experimentar más, has pasado 10 años con ese chico, no te has dado la oportunidad de conocer a otros hombres, para saber cuál es el correcto. —su consejo tenía una verdad innegable. Aunque esas reflexiones ocupaban mi mente, no podía centrarme en ellas en ese momento. Me levanté de la cama para apagar el persistente sonido de mi celular, que seguía recibiendo llamadas de un número desconocido. —Buenos días. —respondí abruptamente. —Señorita Isabel, le hablamos nuevamente del Hotel. Es para decirle que acaba de ser contratada. La esperamos hoy a las 5 pm en nuestras instalaciones para el seminario de introducción. —la emoción se apoderó de mí, apenas