La noche había transcurrido sin que pudiera conciliar el sueño, mi mente giraba en torno a José, quien me había llamado incesantemente durante toda la noche. Sorprendentemente, noté que la ruptura me afectaba más de lo que inicialmente creía. Sin embargo, las palabras de mi madre antes de su fallecimiento resonaron en mi cabeza.
—Debes experimentar más, has pasado 10 años con ese chico, no te has dado la oportunidad de conocer a otros hombres, para saber cuál es el correcto. —su consejo tenía una verdad innegable.
Aunque esas reflexiones ocupaban mi mente, no podía centrarme en ellas en ese momento. Me levanté de la cama para apagar el persistente sonido de mi celular, que seguía recibiendo llamadas de un número desconocido.
—Buenos días. —respondí abruptamente.
—Señorita Isabel, le hablamos nuevamente del Hotel. Es para decirle que acaba de ser contratada. La esperamos hoy a las 5 pm en nuestras instalaciones para el seminario de introducción. —la emoción se apoderó de mí, apenas pude emitir un gemido de aprobación. Al colgar, salté de la cama, emocionada por la perspectiva de volver a trabajar en ese hotel que había sido testigo de mis primeros días laborales.
Corrí a mirar el reloj y me di cuenta de que apenas eran las 10 de la mañana. Desayuné apresuradamente y me apresuré a preparar la ropa para la tarde. Arreglé todo y solo tuve que esperar hasta las 5 de la tarde. Cuando me miré al espejo, noté algo diferente en mí, había recuperado mi libertad, mis ganas de seguir adelante. Esta era yo, no la chica que sería mantenida de por vida por su novio. Aquí estaba de nuevo.
El día transcurrió rápidamente mientras me ocupaba de muchas cosas. Me vestí y me contemplé en el espejo. Parecía rejuvenecida, llena de vida y entusiasmo. Me apresuré a abordar el autobús que me llevaría a la entrada del hotel. Al llegar, me detuve afuera para suspirar y absorber el aire particular de ese lugar. A pesar de estar en las afueras de la ciudad, el hotel ofrecía naturaleza y muchas cosas por descubrir.
—Sr. Evans… —dije mientras abría la puerta.
—Veo que su entrevista fue exitosa, la veré más seguido. —respondió él con una sonrisa de oreja a oreja. Le devolví la sonrisa y entré. Subí al piso donde recibiría la capacitación para mis nuevas responsabilidades. La sala de reuniones estaba vacía, con solo la pantalla del proyector. Tomé asiento, saqué mi libreta para apuntes y, entre miradas a mi celular, observé el reloj que indicaba que faltaban pocos minutos para las 5.
—Buenas tardes, Isabel Bloom. Soy Rosaura Echeverri, te daré el primer bloque de introducción. El otro bloque te lo dará el mismo dueño de la compañía. —Rosaura, rubia, con un traje rojo que resaltaba su figura, labios del mismo tono y una forma de expresarse entretenida, captó mi atención.
Me intrigaba la idea de que el dueño de la compañía me diera el segundo bloque de introducción. Se rumoreaba que solo hablaba con sus empleados en ocasiones especiales. Nunca lo había visto; siempre era el Lic. Ortega quien enfrentaba cualquier problema.
Rosaura hablaba y hablaba mientras tomaba apuntes. En ese momento, una llamada la interrumpió y me indicó que se retiraría un rato. Aproveché para estudiar lo que había colocado en el tablero. Cuando regresó, la vi recoger sus cosas.
—Isabel, discúlpame. Algo acaba de surgir en otras instalaciones del hotel y debo irme. No te preocupes, te dejo esto. Esto es para finalizar mi bloque… —entregó un pequeño libro. —Ya vendrá el Sr. Korch.
Se retiró, dejándome sola en la sala. Comencé a leer el libro mientras esperaba la llegada del Sr. Korch. Con la cabeza baja, escuché la puerta abrirse.
—Perdone la tardanza… —dijo él, cerrando la puerta. —Estaba cerrando algunos negocios. Señorita… ¿Bloom? He escuchado de usted, ha estado trabajando con nosotros desde antes, la mejor empleada.
Al levantarme para estrecharle la mano, me di cuenta de su presencia con una sonrisa profesional en su rostro. Sus ojos marrones me observaban detenidamente, y al reconocerlo, mi piel se erizó por completo.
—¿Alessandro? —pronuncié sorprendida, sintiendo su mano, estrechándose con la mía. —¿Isabel? ¡Vaya! —su asombro se reflejaba en su rostro mientras me abrazaba y luego volvía a mirarme. —¡Vaya! No me esperaba esto realmente. —dijo, sentándose con una expresión de sorpresa evidente. —¡Qué alegría verte! —respondí sinceramente. —¿Cómo has estado? Esa noche en el restaurante, te vi muy exaltada. —mientras hablaba, organizaba algunos papeles en su escritorio. —No es nada, solo… decidí poner fin a las cosas. —mi incomodidad con el tema era palpable, y él lo notó. —No tienes que hablar de ello. A lo que vinimos… —Alessandro mostró una sonrisa confiada. Asentí, y él continuó. —En este puesto, me toca darte la introducción, ya que trabajarás directamente conmigo. Aunque el título oficial sea Gerente General, Ortega lo ocupa desde hace meses, así que, en realidad, serás mi nueva asistente. No te preocupes por el salario, será el mismo que el de Gerente, solo que deberás estar disponible p
A la mañana siguiente, durante el trayecto en el transporte, me sumergí en la lectura de una noticia que databa de hace cinco años. En ese momento, los Korch perdieron a su padre, lo que llevó a la división del Imperio Korch entre sus dos hijos. Alessandro heredó la industria hotelera, mientras que las ramas financiera e inmobiliaria quedaron bajo la dirección del padre de José. Sin embargo, Justin, el padre de José, confiado, llevó adelante otra empresa hotelera. Ahí estaba la respuesta a mis preguntas. Alessandro me necesitaba porque conocía a fondo las operaciones durante la gestión de su padre. Al llegar, me instalé en mi oficina, que estaba a escasos metros de la de Alessandro. Desde mi posición, podía ver su escritorio, como si pudiera llamar mi atención con la mirada en cualquier momento.Decidí revisar la agenda de Alessandro para adaptarme a las nuevas responsabilidades. Mientras leía las reuniones programadas para ese día, lo vi entrar en su oficina. Me apresuré tras él para
Alessandro me observaba con atención mientras esperaba su respuesta.—¿No piensas responderme? —dije, aguardando que confirmara si realmente estaba verificando si alguien más me había invitado.—Eres muy franca, Isabel. —respondió finalmente. —Esa sinceridad puede acarrear muchas consecuencias negativas.—¿Como cuáles? —pregunté, llevando mi primer bocado a la boca.—Por ejemplo, decirle a alguien lo que no quiere escuchar. Eso puede terminar en desgracia. —Su comentario no era nuevo para mí; mi madre solía recordármelo constantemente. Pero para mí, la honestidad era un don maravilloso. No ocultar lo que pensaba o sentía era perfecto para mí.En silencio, disfruté de mi lasaña, mientras él había solicitado una ensalada césar para seguir su dieta. Cuando terminé por completo, lo miré fijamente.—Si vamos a trabajar juntos, necesito saber: ¿por qué yo? —Mis preguntas parecían incomodarlo de vez en cuando, pero para mí, eran interrogantes que debían responderse por razones sencillas.—No
Sentada en mi escritorio, aguardaba la llegada de Alessandro a su oficina desde su reunión. Coordinaba un par de detalles para dejar todo preparado para su llegada. La demora de Alessandro fue tan considerable que, al final, decidí entrar en su despacho y dejar algunos documentos antes de salir. Fue al salir que me topé con el rostro desafiante de José, lo cual me asustó. Mis piernas, castigadas por los tacones, temblaron al verlo. Miré de nuevo a José. —No pareces tan segura como anoche… ¿Miedo de perder tu trabajo? Es mi tío, puedo hacer lo que quiera. —dijo mientras tomaba mi muñeca y la apretaba con fuerza, sentía que estaba a punto de quebrarla, cuando el «ding» del elevador sonó. —Te salvó la campana. —dijo soltándome para mirar de frente a Alessandro. —José, ¿qué haces por aquí? —dijo él, dándole un par de palmadas en la espalda. José me miró y le sonreí. —Isabel, ¿me traes un poco de café? Entraron en la oficina mientras yo intentaba servir el café. Sin embargo, había gene
Habían transcurrido aproximadamente tres meses desde que comencé a trabajar para Alessandro, quien había decidido asignarme un guardaespaldas. Su preocupación por mí era palpable, aunque siempre intentaba negarlo. Últimamente, sus viajes frecuentes habían hecho que apenas lo viera en estos días. Una llamada a mi celular interrumpió mis pensamientos.—Hola, Isabel. ¿Qué planes tienes para el fin de semana? —preguntó Alessandro al otro lado de la línea.—Ah, no trabajo los fines de semana. —respondí, tratando de esquivar cualquier carga adicional de trabajo, dado que ya había dedicado dos de mis fines de semana a organizar papeles.—No, no se trata de eso. Quiero… Quiero que me acompañes al quinceaños de mi ahijada.—¿Un quinceaños? —reí. —Mi tiempo para ir a quinceaños pasó hace mucho. —Alessandro se unió a mi risa.—¿Puedes? —preguntó casi suplicante.—Mmm, podría decirse que sí. La cuestión es si quiero. —contesté pensativa.—Eh, ¿quieres? —dijo él, ahora con un tono más serio. Sabía
Al llegar a mi apartamento, me despedí de Alessandro. —No, yo te espero. —dijo mientras tomaba su celular y se ponía a hacer cosas. Lo miré unos segundos y caminé hacia la puerta de mi edificio. Sin más, volteé y regresé al auto. —¿No prefieres esperar arriba? —dije con cierto nerviosismo. Él me miró y, sin decir palabra, tomó las llaves del auto y apagó todo. Me asusté al ver que los vidrios se subían. —¿Eso es un sí? Él caminó junto a mí hasta la puerta. —¿Tienes hambre? —dijo. —Puedo pedir algo mientras te preparas. —Solo es un fin de semana, ¿verdad? —dije, sintiendo que podrían ser más días. Lo miré. —Solo un fin de semana, ¿cierto? —Sí, solo que será un fin de semana en el paradisiaco Hawái. —mi expresión se tornó seria al escuchar el destino. Él rio, pero notó mi preocupación. —Tranquila, el domingo por la noche estaremos de regreso. Me volví y continué arreglando mi maleta. Tomé solo lo necesario; después de tantas mudanzas en mi vida, ya tenía en mi mente lo esencial y
Me encontraba rodeada de personas que conocían a José. Muchos me saludaron y preguntaron por él. Otros se sorprendieron al saber que había venido con Alessandro; algunas chicas comentaban que era de esperarse porque Alessandro era el más guapo. También surgían comentarios sobre mi supuesta procedencia de un nivel social más bajo que el de ellos. En ese momento, divisé a la Sra. Gertrudis, la abuela de José, quien, a mi parecer, nunca consideró a José como el nieto que deseaba. Se acercó a nosotros saludándome con entusiasmo. Aún no podía acostumbrarme a la idea de que ella era la madre de Alessandro. —Pequeña Isabel, ¡qué alegría tenerte aquí! —dijo, abrazándome efusivamente. —Mi hijo me ha contado que has comenzado a trabajar en su hotel. ¡Ah, es la mejor decisión! —asentí e intenté decir algo, pero ella estaba bien informada. —José no te merecía, mi niña. Necesitas un hombre con más carácter que él. Además, viniste con él, ¿verdad? —comentó con una sonrisa picarona, observando a A
Caminé indignada hacia el ascensor, dispuesta a retirarme a mi habitación, cuando alguien me tomó del brazo.—¡Ahora no, Alessandro! —dije molesta ante la interrupción, girándome para enfrentar al intruso. Mi sorpresa fue mayúscula al ver a José, esbozándome una sonrisa hipócrita.—No soy Alessandro, querida. Soy yo, tu novio. —mencionó mientras aferraba con más fuerza mi brazo.—No eres nada mío, José. Dejaste de serlo hace mucho. —me zafé de su agarre y corrí hacia el elevador, temerosa de que me siguiera, pues le tenía miedo. Sabía que era capaz de cualquier cosa. Descendí en mi piso, apresurándome hacia mi habitación, pero no tuve tiempo de cerrar la puerta. José corría tras de mí. Logré entrar a la habitación, pero no alcancé a cerrar la puerta. Corrí para evitar que me atrapara.Fue inútil; José ya me tenía en la cama con ambas manos sosteniéndome.—¡Ay, Isabel! Debiste elegirme a mí. No sabes lo que hice por tenerte a mi lado. —declaró él.—Pero tu padre parece querer que sigas