Epílogo.

Dos semanas después.

Burgos / España.

Amelia.

Deslizo la brocha del rubor por mis pómulos, tranquila, pero emocionada por mi reflejo en el espejo. Una peluca castaña adorna mi cabeza, semejante a mi melena natural, los pequeños risos caen sobre mi busto, ajustado por el corset de mi magistral vestido blanco.

Mis ojos se cristalizan conforme paso más tiempo escaneando mi apariencia. Los sueños sí se cumplen. Dejo que una lágrima salga de mi ojo izquierdo ante el recuerdo de mi madre que pasa por mi mente, dejándo debajo de mi pecho una melancolía infalible. Ya superé todo el maltrato físico y psicológico que me causó alguien a quien no quisiera mencionar, pero jamás saldré del declive q

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