Toxic waste alert
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Por: Areale
I

La dama de las ruletas.

Sekhmet.

Sekhmet; Diosa egipcia de Guerra, Venganza y curación. Yo soy el símbolo de la fuerza y el poder.

Diosa, no una simple princesa como la que se hacía llamar Cleopatra. Se cree superior a todo el mundo, cree que tiene a todos bajo sus piés cuando hay manos que intentan hundirla, halandola por los talones.

No tengo ningún clan como la DHV, le llama "Clan" sólo por el poder que tuvo durante varios años, más no cuenta con el personal necesario para representar fuerza, valor y firmeza.

Mi cuerpo no es considerado el de una Dios, el suyo sí, pero eso no tapa que sea una simple estúpida. Tengo senos de plástico, torso marcado por llevar corset a diario y por una rutina de ejercicios, me hice un levantamiento de gluteos, una lipoescultura, un levantamiento de cejas y un tatuaje adorna lo largo de mi espalda. Oblivion: Símbolo del olvido.

Todas estas operaciones fueron hechas con el propósito de borrar lo mejor posible mis cicatrices superficiales, las internas me las cobro con sangre.

Ninazu ya no es más el terror de las bandas delictivas, ahora yo lo soy, a costilla suya, pero es porque está demasiado ocupada dándose a sí misma alabanzas y aires de grandeza como para notar que alguien le juega sucio en sus narices.

Soy todo lo opuesto a Natasha Videla; Ella se oculta, yo me muestro; Ella calla, yo grito y a la vez escucho. Yo sí soy todo sinónimo de motivos para temer. Mientras ella oculta su boba identidad, a mí me conocen como Sekhmet a donde quiera que voy, y en todos esos sitios dejo una huella, una prueba de que estuve ahí. No un símbolo patético hecho con pintura en aerosol, yo dejo la marca del miedo, logrando que me rindan pleitesía porque no temen a que los mate, sino a que les quite la vida.

Mi celular suena dentro de la cesta con vegetales y pan que cargo en la mano, lo cojo con la que tengo libre y contesto al ver de quien se trata.

—¿Qué ha pasado? ¿Ya lo tienen?

Sí, también tienes visitas de la italiana.

—Acabo de comprar lo del almuerzo, ya les caigo.

Me paseo por otros puestos de la aldea, compro unos vasos de barro que me parecen bastante bonitos y me encamino a mi hogar.

Una casa simple como las otras de por aquí cerca, es de bajarete con ventanas, techo y puertas de madera. En la entrada hay unos cuantos materos con palmeras y unas orquídeas en unas macetas colgantes, abro la puerta barnizada y lo primero que veo es a Culebra, conversando con Anthoaneth.

—¡Tía Sekh!— Victorino sale disparado desde la cocina a abrazarme.

—Hola, mi amor, Dio ti benedica.

Anthoaneth y yo nos besamos ambas mejillas, Culebra comienza a explicarnos cómo atrapó al tipo que queríamos.

Él fue parte de la DHV anteriormente, pero tomó la decisión de dejarla apenas se decepcionó de algo.

—¿A qué hora viene Aries?— interrumpo su relato.

—No viene hoy, está en su país natal— me contesta.

—Es narco, por ende tiene plata, puede ir y venir cuando termine— me cruzo de brazos—. Necesito hablar con él.

—Estamos al otro extremo del mundo, Sekhmet. Recuerda que es el infiltrado, no podemos exponerlo, Ninazu se podría enterar.

Antes se vociferarle una serie de improperios, respiro profundo, analizando la vaina.

—Mañana al mediodía lo quiero aquí— ordeno—. Sin faltas, ya necesito mudarme.

—No puedes pasar así por encima de Aries, él es el jefe, es quien sabe lo que hace y quien planea las estrategias— recuerda Anthoaneth—. Y no llevas ni tres meses aquí, recuerda que tienes que durar siete meses como mínimo en poblados pequeños.

—Ajá, pero el subterráneo de esta casa es muy pequeño, no me puedo mover ni acomodar las armas a mi gusto.

—¿Crees que es muy fácil conseguir casas con subterráneos? Por supuesto que no, y mucho menos en aldeas como las que necesitamos— opina Culebra—. A Aries...

—Me tiene sin cuidado lo que haga Aries, él podrá ser el puto jefe, pero soy yo quien os da la última palabra. Así que me quiero ir de aquí, podemos quedarnos aquí mismo en Asia, pero en otro pueblo.

Él exhala, intentando contener la ira. La paciencia no es su fuerte.

Si Natasha supiera sobre nuestra alianza con la reina de la mafia italiana, se moriría de la ambivalencia. Espero que ya tenga su féretro comprado.

—¿Donde está?— inquiero con los brazos en jarra.

—En el subterráneo, obviamente— contesta Anthoaneth con esa elegancia que tanto la caracteriza.

Le hago una rápida caricia al cabello de Victorino con una sonrisa de triunfo y bajo las pequeñas escaleras grisáceas con la tenue luz de los bombillos de las paredes iluminando, con la intención de cuidar que no pele algún escalón para no irme de jeta.

—Roger Candiani— digo en voz alta cuando llego al cuarto poco espacioso—. Mano derecha de Christian Parker, líder de Los Leviatanes— ladeo la cabeza cuando suelta una corta risa.

—Alguien hizo la tarea— chista—. Es un placer conocerte, Ninazu. Creí que lo de la DHV era sólo un mito, te creía diferente.

—Ninazu no, Sekhmet— aclaro.

—Ah, la más vacana— relame su labio recientemente partido—. Diría que es un placer conocerte, pero sería un hipócrita debido a las circunstancias.

—¿Todos los Leviatanes son así de charleros? ¿O nada más tú?— me siento de costado en sus piernas.

—Que desconsiderada eres— comenta mientras desabrocho los botones de mi vestido Milkmaid—, ¿Calentarme mientras me tienes atado de manos y piés? También creí que era un simple mito de los maleantes verriondos.

—Alguien debería comenzar a creer en leyendas— digo, quedando en un simple cachetero de encaje blanco, dejando expuesta mi desnudez y las dos cicatrices de mi vientre.

—Tú deberías cambiar ciertas costumbres— siento su bulto duro bajo mis nalgas.

—No follo con incestuosos— le muerdo la barbilla y me levanto a desmantelar las dos ruedas de madera que atormentan de por vida a todo aquel que pase por mis manos-, soy más sanguinaria.

—Que sensual una mujer con tatuajes en la espalda— silba—. Pero mi sobrina me excita más, ¿trío?

—No follo con incestuosos— reitero.

—Si estoy aquí, es porque Cleopatra me ha estado buscando, ¿No? Tengo entendido que tú estropeas sus planes.

Algunos todavía la llaman por su antiguo seudónimo.

—Alguien hizo la tarea— me le burlo con sus propias palabras.

—¿Está demás confesar que también creí que lo de la dama de las ruletas era un simple cuento de terror?

—Sí está demás— agarro con ambas manos uno de los pomos—, porque no es ningún cuento.

Giro la primera ruleta, su sonido es semejante al de los mecanismos de un reloj gigante. Al detenerse, cae en un espacio donde sale un puño tallado.

Busco un puño de acero entre la caja de las armas blancas y lo deslizo entre mis dedos para besar mis nudillos.

—¿Tan bien te caigo que jugaremos a la ruleta?— el Leviatán no demuestra remordimiento alguno, pero es evidente que intenta camuflar su miedo lo mejor posible.

—Me caen mal los violadores— digo mientras ruedo la segunda ruleta y me acerco a su oído para acariciar su oreja con mi aliento—. Pero sí, jugaremos. Lo que más me gusta es dejar vivos a mis víctimas, deseando que las hubiese matado.

Suelto una risa contra su sistema de audición cuando siento a la ruleta detenerse, el puntero señala un espacio donde yace la palabra "Pecho" y eso es lo que más me gusta de esto; que la primera ruleta me dijo que debo torturarlo con mi puño, pero no específicamente cómo.

—Supongo que debo prepararme para una putiza bajo el cuello— comenta Roger.

—Debes prepararte— le doy la razón—, pero para un simple toque.

Saco de una caja un encendedor y paso su pequeña candela por los anillos hasta sentir que la piel de mis dedos comienza a tornarce caliente.

No lo golpeo, sólo presiono mi puño contra su pecho, disfrutando de la vista que me brinda cuando aprieta los labios.

Una de las condiciones para ser un Leviatán es nunca demostrar dolor ni debilidad, sé que quemarle la piel duele como la puta m****a, y más si la zona es cercana al corazón, pero reprime todo tipo de miedo con una mueca seria. Él cree sentir alivio porque sabe que dejo vivas a todas mis víctimas, si supiera que es una desventaja para él...

Dejo de presionar cuando vuelvo a sentir el hierro frío y suelto una risa maliciosa al ver las medias lunas rojizas marcadas bajo su cuello.

Dejo el puño de acero en la caja, que fastidio, estoy acostumbrada a tener estanterías para mis juguetitos de tortura, hablaré seriamente con Aries cuando venga. Giro de nuevo la primera ruleta bajo la mirada fría del violador.

—Me ofende un poco que me hayas confundido con Ninazu.

—A ninguna se le conoce la identidad— contesta a regañadientes.

—A ella porque la oculta como la cobarde que es, a mí la gente no me la descubre porque simplemente no ahondan en el tema. Me da igual si descubren que yo soy Sekhmet, siempre y cuando no sepan fui antes de llamarme así.

—Pasado oscuro, eh— chasquea la lengua.

No le contesto. Sólo agarro un cortauñas cuando la ruleta me indica que lo haga.

—No sabía que tuvieras prospecto de manicurista— chista.

Giro la segunda ruleta y camino a paso rápido hacia él cuando el puntero cae sobre la palabra "Oreja". Meto su lóbulo entre el filo del cortauñas y presiono hasta sentir que las dos puntas se unen.

—Los niños son criaturas inocentes, eres Leviatán, por ende acaudalado, ¿qué necesidad tienes de violar a alguien de tu propio círculo familiar cuando puedes pagar millones de putas?

Suelta una carcajada que me obliga a presionar sobre otra parte de la oreja, en el borde, llevandome un pedazo en el proceso.

—Me gustan estrechas— es lo que contesta.

Lanzo el cortauñas en el suelo y giro las dos ruletas al mismo tiempo con la arrechera quemandome las entrañas. La primera en detenerse es la segunda, mostrandome la palabra "Naríz" la primera ruleta se para seis segundos después en una carita feliz, así que agarro al tipo por el nacimiento del cabello.

La carita felíz significa que puedo usar el arma que me dé la gana.

Abro mi boca y entierro mis dientes en la punta de su naríz, arrancándosela hasta el inicio del tabique. La escupo a un lado del suelo y le paso la lengua por la mejilla para limpiarme con su propio rostro, el líquido espeso de color escarlata desciende por sus labios, pasa por su mentón y se desliza a lo largo de su cuello. Comienza a soltar una popurrí de insultos a mí, a mis creadores y hasta a mi descendencia.

Le lanzo un beso mientras vuelvo a rodar ambas ruletas al mismo tiempo, la primera cae sobre una hojilla y la otra me señala "Pierna"

Le vuelvo m****a el pantalón con un cuchillo, cortando parte de sus piernas en el proceso. Deslizo la hoja fina por su pierna derecha, el arma podrá parecer inofensiva, pero la profundidad de la herida no lo es para nada.

Asesinos, ladrones, narcotraficantes, secuestradores, corruptos... A todos esos los odios por igual. Pero no hay nada que repudie más que a un violador, UN HIJO DE PUTA VIOLADOR.

Hay una sola cosa en la que me parezco a Natasha: No meto a inocentes en mi trabajo.

Pero sólo eso.

Giro por última vez la primera ruleta, ésta cae en una daga y decido no girar la otra. Entierro dicha arma blanca en la misma pierna donde pasé la hojilla, la hundo tanto que sólo queda el mango de la daga a la vista, hasta que por fin Roger suelta un grito desgarrador.

—Acabas de faltar a una de las leyes de los tuyos— recalco—. Es todo por hoy— le beso la frente—, acuerdate de mí cuando vuelvas a tener deseos de violar a alguien.

Vuelvo a colocarme la ropa, lo dejo con su agonía y subo a la casa donde Culebra y Anthoaneth siguen conversando en el sofá, y Victorino jugando con su tablet.

—Ya lo pueden devolver— digo, acercandome a la entrada de la cocina para preparar el almuerzo—. Y que salga en el periódico de la OCC que volví a avanzar un paso más adelante de Ninazu.

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