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3 - Una conversación diferente.

Las cosas siguieron su cauce, en la discoteca. Los primos de Alfonso hicieron el cafre, sus compañeros de trabajo intentaron llevarse a alguna chica a la cama, Sonia y Salva bailaban al mismo tiempo que hablaban, algo molestos el uno con el otro, en la pista, Marta y Alfonso bailaban juntos, mientras yo me pedía mi quinta copa en el local, volviendo la vista hacia ellos. Lo cierto es que hacían buena pareja, si mi compañero no fuese tan sumamente subnormal en el tema chicas, me hubiese encantado que surgiese algo entre ellos.

Sonreí, ante la mínima posibilidad de que ambos se enamorasen el uno del otro, como solía pasar en las películas o en las novelas románticas. Pero perdí la sonrisa tan pronto como miré hacia Borja, y le observé con detenimiento. Él temblaba de rabia, mirando hacia un punto de la pista. Seguí con la mirada hacia ese punto, y descubrí a su cuñada, aquella de la anécdota, por supuesto, bailando con un tío.

Sabía de sobra que había algo más en aquella historia que él había contado hace un momento: lo que él sentía por su cuñada era mucho mayor de lo que nos hacía creer a todos los demás.

Quizás él era un cabrón porque tenía motivos de serlo, pero nunca pregunté sobre el tema, pues me parecía algo demasiado personal como para hablarlo a la ligera, como para que una secretaria se inmiscuyese en él.

No tenía ni idea de por qué aquella mujer estaba allí, bailando con otro hombre que no era Manu, y no me importaba, en aquel momento sólo me preocupaba las locuras que Borja pudiese llegar a cometer. Porque conocía su temperamento, y sabía que se ponía hecho una furia en momentos como aquel.

Le agarré del brazo, cuando se disponía a encarar a aquella chica, y le detuve, haciendo que él se volviese hacia mí, molesto, con la cara desencajada por la ira.

  • Borja – le llamé, al observar como él se soltaba de mi agarre y apretaba los dientes, molesto.

  • Voy a matar a esa puta – espetó, con odio, dando un par de pasos hacia el punto en el que aquella mujer se encontraba, pero le detuve de nuevo, obligándole a que se diese la vuelta para encararme – Laura, suéltame.

  • No – le dije, rotunda, haciendo que enfureciese un poco más.

  • Si no me sueltas ahora, te haré daño – amenazó, dejándome claras sus intenciones, pero lejos de alejarme me envalentoné, porque no quería que el montase un espectáculo, que volviese a tener problemas con su hermano, con su cuñada. No cuando había mejorado tanto, en los últimos meses.

  • Borja – le llamé, soltando su brazo, posicionándome delante de él, sin dejarle avanzar hacia aquella chica. Me miró sin comprender, enfurecido, al mismo tiempo que yo agarraba su rostro, entre mis manos, y le obligaba a mirarme – tú eres mejor que esto – le dije, acercando mi rostro al suyo, con la única intención de calmarle, y pareció funcionar, por un momento – te conozco, tú no eres así, tú…

  • ¿Me conoces? – preguntó, molesto, levantando la mirada para observarme a los ojos - ¡sólo ves lo que yo quiero que veas! No tienes ni puta idea de cómo soy realmente – espetó, agarrándome ambas manos para apartarlas de su rostro – me detestarías si supieses la clase de hijo de puta que soy.

  • Borja – volví a detenerle, tan pronto como hizo el intento de seguir avanzando, apoyando mi mano sobre su pecho, mientras él volvía a reparar en mí – cálmate, por favor.

  • ¡Es que tú no lo entiendes, Laura! – espetó, molesto conmigo, porque siguiese deteniéndole en su intento de llegar a su cuñada – esa zorra le está haciendo a él lo mismo que me hizo a mí – declaró, cansado de mi actitud, haciéndome comprender que era lo que ocurría, justo lo que yo había sospechado desde el principio.

  • Borja – le calmé, agarrando su mano, entrelazándola con la mía, obligándole a calmarse un poco. Él me observó con detenimiento, sin comprender mi actitud.

  • Tú no estás cualificada para calmarme, Laura – me espetó, dejándome sorprendida con aquellas palabras – sólo necesito a una puta que llevarme a la cama esta noche.

Le solté la mano en ese justo instante, para luego cruzarle la cara, sin miramientos, haciendo que nuestros amigos se percataran de que algo iba mal. Odiaba terriblemente que él se tratase de esa forma, que él pensase que no era digno de tener amigos, de que otros se preocupasen de él, y todo por su horrible pasado, aquel que apenas conocía.

Me miró dolido, arrepentido de actuar así frente a mí, y luego se marchó, sin decir ni una sola palabra, desgarrado, y hundido, aunque sin haber encarado a su cuñada, que era lo importante. A pesar de que una parte de mí quería correr detrás de él, preocupada de que cometiese una locura mayor, porque estaba demasiado borracho.

  • Déjalo – dijo una voz detrás de mí, adivinando que era lo que estaba pensando. Me giré, descubriendo a Salva allí, mirándome, mientras me agarraba de la mano, como si quisiese retenerme a su lado.

  • Lo siento – le dije, soltándome de su agarre, para luego mirar hacia el lugar por el que Borja acababa de desaparecer – tengo que ir – declaré, para luego seguir los pasos de mi jefe, encontrándole allí, junto a su Lamborghini, echando el pato.

Levantó la vista tan pronto como notó mi presencia, limpiándose la boca con el puño, sintiéndose un poco peor al encontrarme allí.

  • Debo parecerte tan patético, ahora mismo – declaró, mientras yo negaba con la cabeza y me dejaba caer en su coche, junto a él – soy tan idiota que me enamoré de ella, mientras ella se acostaba con mi hermano.

  • ¿por qué no le dijiste a tu hermano la verdad, Borja? – pregunté, haciendo que él mirase a un punto fijo de la carretera – sobre ella, sobre ti, sobre…

  • Yo no soy ese tipo de persona, Laura – espetó, cansado de que estuviese a su lado en un momento como aquel – hablar con mi hermano de sentimientos sólo me acercaría más a él.

  • ¿y qué hay de malo en sentirse querido, Borja? – pregunté, posicionándome frente a él, cogiéndole la mano para calmarle – A veces…

  • Voy a irme a casa, despídeme de Alfonso y los demás – me dijo, apartándome de su camino, para intentar subirse al auto, pero le detuve, de nuevo.

  • Quédate en casa – supliqué, haciendo que él dejase de avanzar y mirase hacia mí, sin comprender – estás muy borracho, no deberías coger el coche así.

  • Odio que me tengan pena, así que apártate antes de que te haga daño – espetaba, como si intentase alejarme de él con esas palabras. Sabía que era así, él siempre actuaba de forma borde y cortante cuando quería alejar a la gente de su lado.

  • Borja… - le llamé, intentando agarrar su mano, pero él me apartó antes de que lo hubiese logrado, dándome un manotazo en la cara sin darse cuenta, haciéndome daño en el labio que su ex ligue me había partido, esa misma mañana.

Levantó la vista para mirarme, tan pronto como se dio cuenta de que me había dado, observando como mi labio volvía a sangrar. Me lo toqué, despacio, observando la sangre en mis dedos.

  • Te dije que no te acercaras a mí – declaró, sin tan siquiera la más mínima intención por disculparse. Aunque su mirada decía una cosa totalmente diferente, pero en aquel momento me daba igual su mirada, tan sólo quería alejarme de él y no volver a ser amable con él jamás.

  • Laura – dijo una voz detrás de nosotros, haciendo que ambos nos diésemos la vuelta para observar a Salva, que lucía preocupado por cómo estaban ocurriendo las cosas. Su rostro se tornó enfurecido tan pronto como se percató de que estaba herida.

  • No es lo que parece – le calmé, poniéndome en su camino, porque sabía que si seguía avanzando le partiría la boca a mi jefe, y no quería que aquello tomase aquel rumbo – ha sido sin querer.

Nuestras miradas se cruzaron y sé que Borja supo en ese justo instante que era lo que había sucedido entre nosotros, pues su forma de actuar cambió después de ese momento.

  • Vamos – me dijo, agarrando mi mano y tirando de mí, hacia la calle principal, hacia mi casa, sin que ni siquiera pudiese despedirme de Salvador. Apenas podía caminar con normalidad, pues él daba grandes zancadas, dejándome difícil el caminar a su lado.

No habló en todo el camino, ni siquiera cuando cogió mi bolso, de malas maneras, sacando mi llave de este, y abriendo la puerta, para luego seguir tirando de mí hacia el ascensor.

  • Dejaré que cuides de mi esta noche – dijo, al fin, sin dejar de mirar hacia la puerta cerrad del ascensor, mientras yo ladeaba la cabeza, para mirarle, y él apretaba mi mano, con fuerza – dejaré que te preocupes por mí sólo esta noche.

Las puertas del ascensor se abrieron, y el caminó hacia mi casa, tirando de mí, y no se detuvo hasta haber llegado, abierto la puerta y empujarme dentro. Y entonces, me soltó, y volvió a hablar, sin tan siquiera atreverse a mirarme a la cara.

  • Dormiré en el sofá – declaró, para luego caminar hacia ese punto, disponiéndose a desbotonarse la camisa.

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