Las cosas siguieron su cauce, en la discoteca. Los primos de Alfonso hicieron el cafre, sus compañeros de trabajo intentaron llevarse a alguna chica a la cama, Sonia y Salva bailaban al mismo tiempo que hablaban, algo molestos el uno con el otro, en la pista, Marta y Alfonso bailaban juntos, mientras yo me pedía mi quinta copa en el local, volviendo la vista hacia ellos. Lo cierto es que hacían buena pareja, si mi compañero no fuese tan sumamente subnormal en el tema chicas, me hubiese encantado que surgiese algo entre ellos.
Sonreí, ante la mínima posibilidad de que ambos se enamorasen el uno del otro, como solía pasar en las películas o en las novelas románticas. Pero perdí la sonrisa tan pronto como miré hacia Borja, y le observé con detenimiento. Él temblaba de rabia, mirando hacia un punto de la pista. Seguí con la mirada hacia ese punto, y descubrí a su cuñada, aquella de la anécdota, por supuesto, bailando con un tío.
Sabía de sobra que había algo más en aquella historia que él había contado hace un momento: lo que él sentía por su cuñada era mucho mayor de lo que nos hacía creer a todos los demás.
Quizás él era un cabrón porque tenía motivos de serlo, pero nunca pregunté sobre el tema, pues me parecía algo demasiado personal como para hablarlo a la ligera, como para que una secretaria se inmiscuyese en él.
No tenía ni idea de por qué aquella mujer estaba allí, bailando con otro hombre que no era Manu, y no me importaba, en aquel momento sólo me preocupaba las locuras que Borja pudiese llegar a cometer. Porque conocía su temperamento, y sabía que se ponía hecho una furia en momentos como aquel.
Le agarré del brazo, cuando se disponía a encarar a aquella chica, y le detuve, haciendo que él se volviese hacia mí, molesto, con la cara desencajada por la ira.
Le solté la mano en ese justo instante, para luego cruzarle la cara, sin miramientos, haciendo que nuestros amigos se percataran de que algo iba mal. Odiaba terriblemente que él se tratase de esa forma, que él pensase que no era digno de tener amigos, de que otros se preocupasen de él, y todo por su horrible pasado, aquel que apenas conocía.
Me miró dolido, arrepentido de actuar así frente a mí, y luego se marchó, sin decir ni una sola palabra, desgarrado, y hundido, aunque sin haber encarado a su cuñada, que era lo importante. A pesar de que una parte de mí quería correr detrás de él, preocupada de que cometiese una locura mayor, porque estaba demasiado borracho.
Levantó la vista tan pronto como notó mi presencia, limpiándose la boca con el puño, sintiéndose un poco peor al encontrarme allí.
Levantó la vista para mirarme, tan pronto como se dio cuenta de que me había dado, observando como mi labio volvía a sangrar. Me lo toqué, despacio, observando la sangre en mis dedos.
Nuestras miradas se cruzaron y sé que Borja supo en ese justo instante que era lo que había sucedido entre nosotros, pues su forma de actuar cambió después de ese momento.
No habló en todo el camino, ni siquiera cuando cogió mi bolso, de malas maneras, sacando mi llave de este, y abriendo la puerta, para luego seguir tirando de mí hacia el ascensor.
Las puertas del ascensor se abrieron, y el caminó hacia mi casa, tirando de mí, y no se detuvo hasta haber llegado, abierto la puerta y empujarme dentro. Y entonces, me soltó, y volvió a hablar, sin tan siquiera atreverse a mirarme a la cara.
Cuando desperté, a la mañana siguiente, Borja se había marchado. Le dejé como diez mensajes en el buzón de su teléfono y otros diez más por mensajería. Estaba preocupada por él, porque no tenía ni idea de si se había ido justo después de que me fuese a dormir, o de si había pasado la noche allí, en casa.Alfonso no había venido a dormir y Marta aún estaba encerrada en su habitación. Quizás él estaba con Alfonso, quizás era eso lo que ocurría.Marqué el teléfono de mi compañero de piso y esperé pacientemente a que alguien contestase.Estoy en el hospital, Laura, ahora no puedo hablar – me dijo, haciendo que me preocupase un poco más. ¿habría cometido aquel idiota alguna locura?¿Él está bien
Saqué el teléfono del bolso tan pronto como leí aquella nota, y comencé a llamarle, pero ni siquiera lo cogió, así que tan sólo le escribí un mensaje.Yo:“Si estabas actuando así porque pensabas que sentía algo por ti, ya puedes cortar el rollo, no siento absolutamente nada por ti, Borja. Sólo era la preocupación de una secretaria hacia su jefe, nada más. Me da igual que seas un capullo con el mundo entero, me da igual incluso si vuelves a ser un capullo conmigo, pero … deja que al menos conserve mi trabajo”Borja:“¿Estarías dispuesta a soportar un diablo de jefe sólo por conservar este trabajo? ¿Tan desesperada estás?”“Si realmente crees que puedes hacerlo, de acuerdo. Puedes conservar tu trabajo, pero
Me di la vuelta, con la intención de marcharse de su lado, pero entonces recordé que tenía las llaves de su auto, me di la vuelta, cabreada, metiendo la mano en el bolsillo de mi chaqueta, para luego sacar la llave, coger su mano, poner esta sobre ella y sonreírle con desgana.Sólo era una broma – aseguraba, mientras yo me daba la vuelta, y comenzaba a andar hacia la parada del autobús – Laura – me llamó, llegando hasta mí, agarrando mi mano para que no pudiese irme a ninguna parte. Me di la vuelta y le golpeé el rostro, con fuerza, con la mano abierta, dejándola señalada en su mejilla - ¡Joder! – se quejó, molesto de que fuese tan ruda – ¡sólo era una puta broma!¿Sabes dónde puedes meterte tus putas bromas? – Pregunté, agitada, mirando de nuevo a sus ojos, observa
Cuando fui a recogerle aquella mañana lucía distinto, como de mal humor, y no dejaba de mirar por la ventana. Tenía la camisa ladeada, y los botones mal abrochados.No digas nada – me espetó – no tienes ni idea de lo difícil que es abrocharse la camisa con una mano.Me quité el cinturón, sin previo aviso, y comencé a desabotonarle la camisa, sin maldad alguna, tan sólo con el deseo de ayudarle, pero él me detuvo cuando ya iba por el segundo botón.¿se puede saber qué haces? – me cortó, apartándome las manos de él – siento si te he dado una idea equivocada, pero no quiero acostarme contigo, Laura.Ayer no decías lo mismo – le porfié, haciendo que él se quedase quieto, observando como yo desabrochaba su camisa, sin dejar de observarle, si
Detuve el auto en la puerta de su casa, y le ayudé a bajar, para luego darle el maletín y la chaqueta, él me miró con atención dejándome algo confundida. Aquel día me tenía loca con sus miradas, no tenía ni idea de que era lo que pretendía.¿Te quedas y me cocinas algo? – preguntó, así sin más, haciéndome reír, divertida. Le miré, con reproche, haciendo que él se encogiese, antes de contestar – estoy lisiado, no puedo cocinar. Si no lo haces tú… moriré de hambre.Exagerado – le dije, para luego cerrar el coche y caminar con él hacia su casa – no creo que murieses de hambre, siempre podrías pedir algo a algún restaurante.Ambos entramos en su casa, atravesamos el enorme jardín de aquella zona residenc
Mi jefe era un idiota, y aún no podía comprender por qué no podía actuar como antes con él, por qué me empeñaba en inmiscuirme tanto en su vida privada. Él y yo no éramos absolutamente nada, y yo no estaba interesada en él de esa forma, entonces… ¿por qué me daba tanta curiosidad saber más cosas sobre él?Cogí el teléfono, sin poder quedarme dormida, y abrí la conversación que mantenía con él, para luego escribir un mensaje.Yo:“Sé que no tengo derecho a inmiscuirme en ti vida privada, pero … creo que deberías ser menos idiota con la gente que se preocupa por ti”Borja:“No, no tienes ningún derecho. No tienes ni puta idea de cómo es mi vida, Laura”Yo:<
Cuando llegué a casa Salva ya estaba allí, con una bolsa de comida china, bromeando junto a Alfonso y Marta. Era todo un alivio que Sonia no estuviese allí, pues sería incómodo si estuviese.Hablamos de muchas cosas esa noche, mientras cenábamos, sobre todo del pasado.¿No hay posibilidad de que volvamos a ser amigos? – preguntó, haciendo que mirase hacia sus ojos, sin comprender su actitud, mientras Marta se levantaba del sofá para traer otra botella de vino y Alfonso se distraía en cambiar la música – tener novia no quiere decir que…Necesito más tiempo, Salva – le dije, antes de que hubiese terminado de hablar – yo aún estoy dolida por lo que pasó.Laura…No creo que este sea el mejor momento para hablar de ello
Aquel día fue especialmente difícil, pues no sólo tenía que estar pendiente de mi trabajo, sino también del de mi jefe, pues estaba de lo más pesado con eso de que le dolía la mano para coger el teléfono, imprimir documentos, ojear los archivos, … Estaba de lo más pesado ese día.Os podéis imaginar mi enorme alegría cuando aquel horrible día terminó, pero justo como sospechaba, cuando estaba a punto de irme a casa, Borja me detuvo.Espérame – rogó, colocándose su bufanda con una sola mano, mientras sujetaba el maletín entre su costado y su otra mano, incómodo – también voy a la cena de esta noche – declaró, haciendo que comprendiese que él y Alfonso habían hecho planes.Meh, odiaba cuando cosas como aquellas ocurrían. Le ayudé con el malet