Mi jefe era un idiota, y aún no podía comprender por qué no podía actuar como antes con él, por qué me empeñaba en inmiscuirme tanto en su vida privada. Él y yo no éramos absolutamente nada, y yo no estaba interesada en él de esa forma, entonces… ¿por qué me daba tanta curiosidad saber más cosas sobre él?
Cogí el teléfono, sin poder quedarme dormida, y abrí la conversación que mantenía con él, para luego escribir un mensaje.
Yo:
“Sé que no tengo derecho a inmiscuirme en ti vida privada, pero … creo que deberías ser menos idiota con la gente que se preocupa por ti”
Borja:
“No, no tienes ningún derecho. No tienes ni puta idea de cómo es mi vida, Laura”
Yo:<
Cuando llegué a casa Salva ya estaba allí, con una bolsa de comida china, bromeando junto a Alfonso y Marta. Era todo un alivio que Sonia no estuviese allí, pues sería incómodo si estuviese.Hablamos de muchas cosas esa noche, mientras cenábamos, sobre todo del pasado.¿No hay posibilidad de que volvamos a ser amigos? – preguntó, haciendo que mirase hacia sus ojos, sin comprender su actitud, mientras Marta se levantaba del sofá para traer otra botella de vino y Alfonso se distraía en cambiar la música – tener novia no quiere decir que…Necesito más tiempo, Salva – le dije, antes de que hubiese terminado de hablar – yo aún estoy dolida por lo que pasó.Laura…No creo que este sea el mejor momento para hablar de ello
Aquel día fue especialmente difícil, pues no sólo tenía que estar pendiente de mi trabajo, sino también del de mi jefe, pues estaba de lo más pesado con eso de que le dolía la mano para coger el teléfono, imprimir documentos, ojear los archivos, … Estaba de lo más pesado ese día.Os podéis imaginar mi enorme alegría cuando aquel horrible día terminó, pero justo como sospechaba, cuando estaba a punto de irme a casa, Borja me detuvo.Espérame – rogó, colocándose su bufanda con una sola mano, mientras sujetaba el maletín entre su costado y su otra mano, incómodo – también voy a la cena de esta noche – declaró, haciendo que comprendiese que él y Alfonso habían hecho planes.Meh, odiaba cuando cosas como aquellas ocurrían. Le ayudé con el malet
Pensé que aquello sería todo, que cada uno seguiría su rumbo después de llegar a la pista, donde nuestros amigos bailaban, pero al llegar allí nuestros amigos se habían largado, él me propuso llevarme a casa.El problema vino al llegar al taxi, montarnos en él y mirarnos, pues en ese justo instante la tensión sexual creció entre ambos.Me he quedado con ganas de más – le solté, haciendo que él sonriese, con chulería, mientras el taxi giraba hacia mi calle – ni siquiera me he…Ya estamos aquí – aseguró el taxista, haciendo que ambos le prestásemos atención. Busqué en mi bolso la cartera, pero Borja se adelantó, le pasó la tarjeta y dejó que le cargasen la cuenta a él.Pensé que Marta y Fonsi estar&ia
¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¿Qué demonios había hecho? ¿Cómo podía haberme acostado con Borja (mi jefe, ese cabrón)?¡Debía haberme vuelto loca! ¡El maldito vino lo había causado! ¡Jamás volvería a beber después de aquello!Él aún dormía, podía sentirlo en su respiración, a pesar de que no podía verle, pues estaba mirando para el otro lado mientras yo le abrazaba por detrás.Levanté un poco la mano, intentando sacarla de debajo de su brazo, con la intención de levantarme con la cama, asearme y … ¡Dios! Necesitaba poner distancia entre nosotros en aquel momento, pero él no me lo permitió.Agarró mi mano, entrelazándola con la suya, y me impidió hacerlo. Él estaba despierto, eso estaba claro, pero … ¿po
Mi corazón dolía mucho últimamente, no sólo porque evitar a Salva me estaba matando, sino porque estar en continuo contacto con mi jefe, sonriéndonos, como si todo fuese bien, me estaba resultando un infierno.No podía enamorarme de él, y tenía tanto miedo de hacerlo, porque él ya me gustaba, y sabía que de ahí a lo otro había tan sólo un paso, y más en aquellos momentos en los que él era un verdadero encanto conmigo, y más aún después de habernos acostado, aunque fingiésemos que no.Él volvió a ser él de siempre en unas pocas semanas, tan pronto como se quitó la venda, y volvió a no necesitarme. Volvió a las andadas, trasnochaba, salía de fiesta, y volvía a tener a más de un ligue en la agenda para follar.Llevarle la agenda estaba resultando ser un infie
Cuando desperté, a la mañana siguiente, me percaté de que estaba sobre la cama, con una niña pequeña abrazada a Borja, mientras él nos abrazaba a ambas.¿En qué momento me había quedado dormida, cuando se suponía que tenía que coger un vuelo y volver a casa?Abrí los ojos, y miré hacia él, sorprendida de que él estuviese despierto, observándome, con la niña en medio de ambos. Me sonrió, despacio, para luego pronunciar, casi sin voz un leve G-R-A-C-I-A-S.La niña se estiró y miró hacia su hermano, luego a mí, con una enorme sonrisa en su rostro, antes de hablar.Nano – comenzó la niña, mirando hacia su hermano mayor - ¿vas a llevarme a vivir a tu casa contigo y tu novia?Ojalá pudiera – reconoció él
Descansaba sobre su pecho, después de haberlo hecho durante dos veces más aquella noche, con él acariciando mi brazo, con las yemas de sus dedos, mientras me besaba la frente, despacio, incapaz de dejar escapar aquel mágico momento.Deberíamos dejar de hacer esto – comencé, sin tan siquiera moverme ni un palmo – no podemos seguir echándole la culpa al alcohol cada vez que nos acostemos.Cuando volvamos a Madrid, lo dejaremos atrás – aseguró, intentando tranquilizarme – pero ahora caya, aún tenemos tiempo para un cuarto asalto, antes de que volvamos.Reí divertida al escucharle decir aquello.Eres increíble – espeté, divertida, haciéndole reír a él, mientras ambos nos mirábamos.Lo sé – chul
Aquel día en la oficina, era un verdadero caos, tuve que ponerme al día con el trabajo acumulado y mi jefe tenía un humor de perros. No dejaba de gritar a todo el que entrase en su oficina, incluso a mí me chilló en un par de ocasiones.Pasaba las citas a limpio, cuando un repartidor llegó a nuestro departamento, con un enorme y bonito ramo de flores en la mano, era precioso, de claveles en tonos rosas, tenía como tres tonos diferentes de rosas y había una blanca en el centro.Traigo un ramo para la señorita Laura… - comenzó el repartidor – vaya, no tiene apellido.Debe de haber un error – comencé, pero aun así firmé la hoja del repartidor, como que lo había recibido, para que este pudiese marcharse tranquilo.Agarré la tarjeta, para leer la nota, quizás eso p