Cuando desperté, a la mañana siguiente, Borja se había marchado. Le dejé como diez mensajes en el buzón de su teléfono y otros diez más por mensajería. Estaba preocupada por él, porque no tenía ni idea de si se había ido justo después de que me fuese a dormir, o de si había pasado la noche allí, en casa.
Alfonso no había venido a dormir y Marta aún estaba encerrada en su habitación. Quizás él estaba con Alfonso, quizás era eso lo que ocurría.
Marqué el teléfono de mi compañero de piso y esperé pacientemente a que alguien contestase.
Acababa de comprender la situación. Manu había intentado quitarse la vida, y lo único que se me ocurría era que se hubiese enterado de que su novia le era infiel con otro, no había otra explicación. Y él… ¿habría sido él el causante de que su hermano estuviese en aquel estado? ¿Cuán mal debería el de sentirse en aquel momento?
Lo peor de todo aquello era que quería ir a verle, quería estar allí, a pesar de ser sólo su secretaria, y él tan sólo mi jefe.
Sus padres estarían allí, así que yo no podía simplemente aparecer allí, como si nada. Y menos preocupándome por el hermano que no estaba hospitalizado.
Asentí, sin pronunciar palabra, observando como ella me escudriñaba con la mirada.
Asentí para luego marcharme a la habitación, pensando en él.
¿Por qué él era así con las tías? – Porque odiaba sentirse importante para alguien, es más, en cuanto comenzaba a ser importante las dejaba, como le ocurrió con su exmujer, o con sus anteriores ex novias. Odiaba la idea de que alguien se preocupase por él, odiaba mostrar sus sentimientos.
Y aquello solo despertaba mi curiosidad en él un poco más. No podía dejar de preguntarme… ¿por qué él actuaba de aquella forma? ¿por qué no quería tener nada que ver con alguien?
Recordaba sus palabras en mi cabeza “fui tan idiota que me enamoré de ella”
¿Era por eso? ¿por qué tenía miedo al amor?
***
A eso de las seis de la tarde, Alfonso nos llamó para decirnos que Manu estaba fuera de peligro, que le habían encontrado a tiempo, y tras realizarle un lavado de estómago estaba sano y salvo.
Me pasé el día preocupada por él, enviándole mensajes para ver si estaba bien, aunque no contestó a ninguno, a pesar de haberlos leído.
Pero al llegar la noche dejé de insistir, estaba resultando demasiado pesada, si él no estaba contestando quizás era porque no podía hacerlo, o directamente porque no quería. Tan sólo era su secretaria, no debería ser tan pesada.
Dejé el móvil sobre la cama y rodé sobre ella, cansada de mirar hacia él sin recibir ni tan siquiera un mensaje de él. Me estaba obsesionando demasiado con aquel tema, y eso no era lo ideal.
Los dos días siguientes fueron igual de aburridos, y por supuesto no recibí nada por su parte, así que el miércoles, cuando volví al trabajo, cancelé todas las citas de Manu, justo como Marta me había dicho que hiciese, por orden de mi jefe. Aún no entendía por qué él no me llamó a mí, en vez de a ella, para pedirme aquello.
Me levanté con una enorme sonrisa el verle aparecer por la puerta, pero el lucía frío, y ni siquiera me miró, haciéndome sentir aún peor.
¿Traiga? ¿desde cuándo volvíamos a hablarnos de usted?
Aun así, seguí sus instrucciones. Y aparecí en su despacho, con la agenda y un par de folios para apuntar lo que sea que me mandase hacer.
Me senté frente a él, y esperé paciente, a que dejase de prestar atención a su ordenador, con el ceño fruncido, y pocas ganas de trabajar.
La abrí por el día en el que estábamos y comencé a relatar las citas de ese día.
Mi mundo se vino abajo tan pronto como escuché aquellas palabras, incluso perdí el color de mi rostro, y dejé caer el boli al suelo.
Mis lágrimas salieron tan pronto como comprendí que era lo que quería decir. Era un cabrón. Él seguía siendo un idiota y yo había estado equivocada al pensar que él tenía algo especial, algo bueno. ¡Dios! ¡Qué ciega había estado!
Un sonido en la puerta nos indicó a ambos que había alguien fuera, era el señor Gutierrez, que venía para su cita. Me limpié las lágrimas y salí del despacho, dejando a ambos hombres reunidos. Mientras yo caminaba hacia mi escritorio y comenzaba a recoger mis cosas y a dejar todo ordenado con posit para la nueva, porque la nueva chica que entrase no se merecía mi desprecio, aquella chica no tenía culpa de nada.
Luego fui a ver a Marta y le dije la decisión de Borja, casi se cae de la silla del susto en cuanto hablé de despido.
Negué con la cabeza, al mismo tiempo que mis lágrimas salían, desilusionada. No podía dejar de pensar en lo ansiosa que había estado desde el domingo por volver a verle, por descubrir más cosas sobre él y su familia. En aquel momento tan sólo quería enterrar todo lo que sabía de él, y odiar a mi jefe por haberme hecho aquello, sin ninguna razón aparente.
A las dos de la tarde, justo después de la última reunión, Borja salió de su despacho, con su maletín, y sin tan siquiera dirigirme una sola mirada, dejó la carpeta de contabilidad sobre mi mesa, para luego marcharse, sin tan siquiera decirme nada al respecto.
Abrí la carpeta, con la intención de ordenar aquel caos antes de irme a casa a comer, pero me quedé sorprendida al ver una nota suya en la primera hoja, en un posit.
“Lo siento.
Siento ser un capullo integral, pero no puedo dejar que te encariñes de mí, Laura.
Eres la única mujer que ve algo bueno en mí, y no puedo permitirlo.
Te haré una gran carta de recomendación y te daré un buen finiquito, lo prometo.
Eres una eficiente secretaria, te aprecio y respeto mucho.
Por favor, no me odies.
Borja”
Saqué el teléfono del bolso tan pronto como leí aquella nota, y comencé a llamarle, pero ni siquiera lo cogió, así que tan sólo le escribí un mensaje.Yo:“Si estabas actuando así porque pensabas que sentía algo por ti, ya puedes cortar el rollo, no siento absolutamente nada por ti, Borja. Sólo era la preocupación de una secretaria hacia su jefe, nada más. Me da igual que seas un capullo con el mundo entero, me da igual incluso si vuelves a ser un capullo conmigo, pero … deja que al menos conserve mi trabajo”Borja:“¿Estarías dispuesta a soportar un diablo de jefe sólo por conservar este trabajo? ¿Tan desesperada estás?”“Si realmente crees que puedes hacerlo, de acuerdo. Puedes conservar tu trabajo, pero
Me di la vuelta, con la intención de marcharse de su lado, pero entonces recordé que tenía las llaves de su auto, me di la vuelta, cabreada, metiendo la mano en el bolsillo de mi chaqueta, para luego sacar la llave, coger su mano, poner esta sobre ella y sonreírle con desgana.Sólo era una broma – aseguraba, mientras yo me daba la vuelta, y comenzaba a andar hacia la parada del autobús – Laura – me llamó, llegando hasta mí, agarrando mi mano para que no pudiese irme a ninguna parte. Me di la vuelta y le golpeé el rostro, con fuerza, con la mano abierta, dejándola señalada en su mejilla - ¡Joder! – se quejó, molesto de que fuese tan ruda – ¡sólo era una puta broma!¿Sabes dónde puedes meterte tus putas bromas? – Pregunté, agitada, mirando de nuevo a sus ojos, observa
Cuando fui a recogerle aquella mañana lucía distinto, como de mal humor, y no dejaba de mirar por la ventana. Tenía la camisa ladeada, y los botones mal abrochados.No digas nada – me espetó – no tienes ni idea de lo difícil que es abrocharse la camisa con una mano.Me quité el cinturón, sin previo aviso, y comencé a desabotonarle la camisa, sin maldad alguna, tan sólo con el deseo de ayudarle, pero él me detuvo cuando ya iba por el segundo botón.¿se puede saber qué haces? – me cortó, apartándome las manos de él – siento si te he dado una idea equivocada, pero no quiero acostarme contigo, Laura.Ayer no decías lo mismo – le porfié, haciendo que él se quedase quieto, observando como yo desabrochaba su camisa, sin dejar de observarle, si
Detuve el auto en la puerta de su casa, y le ayudé a bajar, para luego darle el maletín y la chaqueta, él me miró con atención dejándome algo confundida. Aquel día me tenía loca con sus miradas, no tenía ni idea de que era lo que pretendía.¿Te quedas y me cocinas algo? – preguntó, así sin más, haciéndome reír, divertida. Le miré, con reproche, haciendo que él se encogiese, antes de contestar – estoy lisiado, no puedo cocinar. Si no lo haces tú… moriré de hambre.Exagerado – le dije, para luego cerrar el coche y caminar con él hacia su casa – no creo que murieses de hambre, siempre podrías pedir algo a algún restaurante.Ambos entramos en su casa, atravesamos el enorme jardín de aquella zona residenc
Mi jefe era un idiota, y aún no podía comprender por qué no podía actuar como antes con él, por qué me empeñaba en inmiscuirme tanto en su vida privada. Él y yo no éramos absolutamente nada, y yo no estaba interesada en él de esa forma, entonces… ¿por qué me daba tanta curiosidad saber más cosas sobre él?Cogí el teléfono, sin poder quedarme dormida, y abrí la conversación que mantenía con él, para luego escribir un mensaje.Yo:“Sé que no tengo derecho a inmiscuirme en ti vida privada, pero … creo que deberías ser menos idiota con la gente que se preocupa por ti”Borja:“No, no tienes ningún derecho. No tienes ni puta idea de cómo es mi vida, Laura”Yo:<
Cuando llegué a casa Salva ya estaba allí, con una bolsa de comida china, bromeando junto a Alfonso y Marta. Era todo un alivio que Sonia no estuviese allí, pues sería incómodo si estuviese.Hablamos de muchas cosas esa noche, mientras cenábamos, sobre todo del pasado.¿No hay posibilidad de que volvamos a ser amigos? – preguntó, haciendo que mirase hacia sus ojos, sin comprender su actitud, mientras Marta se levantaba del sofá para traer otra botella de vino y Alfonso se distraía en cambiar la música – tener novia no quiere decir que…Necesito más tiempo, Salva – le dije, antes de que hubiese terminado de hablar – yo aún estoy dolida por lo que pasó.Laura…No creo que este sea el mejor momento para hablar de ello
Aquel día fue especialmente difícil, pues no sólo tenía que estar pendiente de mi trabajo, sino también del de mi jefe, pues estaba de lo más pesado con eso de que le dolía la mano para coger el teléfono, imprimir documentos, ojear los archivos, … Estaba de lo más pesado ese día.Os podéis imaginar mi enorme alegría cuando aquel horrible día terminó, pero justo como sospechaba, cuando estaba a punto de irme a casa, Borja me detuvo.Espérame – rogó, colocándose su bufanda con una sola mano, mientras sujetaba el maletín entre su costado y su otra mano, incómodo – también voy a la cena de esta noche – declaró, haciendo que comprendiese que él y Alfonso habían hecho planes.Meh, odiaba cuando cosas como aquellas ocurrían. Le ayudé con el malet
Pensé que aquello sería todo, que cada uno seguiría su rumbo después de llegar a la pista, donde nuestros amigos bailaban, pero al llegar allí nuestros amigos se habían largado, él me propuso llevarme a casa.El problema vino al llegar al taxi, montarnos en él y mirarnos, pues en ese justo instante la tensión sexual creció entre ambos.Me he quedado con ganas de más – le solté, haciendo que él sonriese, con chulería, mientras el taxi giraba hacia mi calle – ni siquiera me he…Ya estamos aquí – aseguró el taxista, haciendo que ambos le prestásemos atención. Busqué en mi bolso la cartera, pero Borja se adelantó, le pasó la tarjeta y dejó que le cargasen la cuenta a él.Pensé que Marta y Fonsi estar&ia