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5 - Borja es un cabrón.

Saqué el teléfono del bolso tan pronto como leí aquella nota, y comencé a llamarle, pero ni siquiera lo cogió, así que tan sólo le escribí un mensaje.

Yo:

“Si estabas actuando así porque pensabas que sentía algo por ti, ya puedes cortar el rollo, no siento absolutamente nada por ti, Borja. Sólo era la preocupación de una secretaria hacia su jefe, nada más. Me da igual que seas un capullo con el mundo entero, me da igual incluso si vuelves a ser un capullo conmigo, pero … deja que al menos conserve mi trabajo”

Borja:

“¿Estarías dispuesta a soportar un diablo de jefe sólo por conservar este trabajo? ¿Tan desesperada estás?”

“Si realmente crees que puedes hacerlo, de acuerdo. Puedes conservar tu trabajo, pero ya no puedes venir a tomarte el café a mi oficina, y olvídate de tratarme de tú”

“Dile a Marta que olvide lo del despido. Pero no te acerques demasiado a mí”

Le mandé un mensaje a Marta con la nueva decisión del jefe y me marché a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, justo después de borrar el anuncio de infojobs. Y cuando volví al trabajo, esa misma tarde, había una batalla campal en la oficina de Borja, de nuevo la rubia tonta estaba allí, montándole el pollo, mientras él le gritaba y destrozaba todo a su paso.

A eso de las seis, apareció Manu, ante la sorpresa de todos, haciendo que Borja se olvidase de la rubia y saliese de su despacho, dejándola con la palabra en la boca y corriese hasta él.

  • Te dije que me ocuparía de tus citas, Manu – se quejó él, de que estuviese trabajando cuando aún debería de estar en casa, recuperándose.

  • No te preocupes, hermano – le calmó él, apoyando su mano sobre su cuello, en señal de que agradecía el gesto – estoy bien, además, el trabajo me ayudará a olvidarme de esa furcia.

  • Tu reunión está en mi despacho – anunció él, dejando claro que Montse no había venido a verlo a él, sino a su hermano – si quieres puedes…

  • Me gustaría hablar un momento contigo primero – le cortó él – en mi despacho, es urgente.

Ambos se encerraron en el despacho, y estuvieron tanto tiempo, que tuve que volver a concertar para otro día la cita con Montse, la cual por poco no me pega al escuchar aquella noticia.

Cuando Borja llegó a nuestra área tenía los ojos hinchados de llorar, y lucía apenado. No tenía ni idea de que era lo que había ocurrido, pero era más que obvio que no lo había pasado bien. Se metió en su despacho sin tan siquiera dirigirme la palabra y luego me llamó al teléfono desde su oficina para que cancelase todas sus citas.

Estaba preocupada por él, más de lo que quería estar. Y lo único que quería hacer era prepararle un té y llevárselo a su oficina. Pero no podía hacerlo, él mismo me había dicho que debía mantener las distancias si quería conservar mi trabajo.

A las nueve y media de la noche, decidí que me marchaba a casa, a pesar de que mi horario terminó media hora antes, quise quedarme, pues aún había luz en el despacho de mi jefe. Pero ya era demasiado tarde, como para seguir allí por más tiempo.

Recogí mi mesa, apagué el ordenador y me dispuse a abandonar la oficina, pero entonces escuché algo que me preocupó aún más, él había roto algo de cristal en su oficina, pues acababa de sonar justo como eso.

Corrí hacia su despacho y abrí la puerta sin llamar, observándole en sentado en su silla, con una botella de whisky escocés hecha añicos en el suelo, y su mano derecha ensangrentada, goteando en el suelo.

  • ¿Qué haces aquí? – espetó, con voz borrachina, levantando su otra mano para señalarme – voy a despedirte si sigues siendo así de cotilla.

  • Estás borracho – declaré, haciendo que él rompiese a reír, para luego levantarse de la silla, con seriedad, sin dejar de gotear sangre sobre el suelo – Borja… - comencé, preocupada de que pudiese haberse hecho daño en la mano.

  • ¡QUITA ESA PUTA CARA DE PREOCUPACIÓN! – Me gritó, haciendo que me detuviese a mitad de camino de él y la puerta, y le mirase, horrorizada, porque sabía que se ponía demasiado violento cuando bebía – ¡SÓLO ERES UNA PUTA SECRETARIA, JODER! ¡CONTRATARÉ A OTRA SI SIGUES …!

  • Ahora mismo no soy tu secretaria – le dije, caminando hacia él, con sigilo, agarrando su mano herida, observándola con detenimiento, sorprendida de que él no me hubiese apartado aún – soy tu amiga.

Aquella herida no tenía buena pinta, parecía ser bastante profunda, en la palma de la mano. Me quité el pañuelo celeste de mi cuello, con la intención de taponar su herida, pero él apartó su mano de mi alcance tan pronto como vio mis claras intenciones.

  • Deberías ir a un hospital, Borja – rogué, observando como él negaba con la cabeza, con la mandíbula en tensión, apretando los dientes con fuerza. Eso sólo hizo que me preocupase un poco más.

  • Vete – me ordenó, señalando hacia la puerta, con su mano en buen estado. Negué con la cabeza, sin dejar de observarle, haciendo que él gritase, de nuevo, mientras me agarraba del brazo con malos modos, incitándome a largarme de aquella habitación - ¡HE DICHO QUE TE VAYAS! – Insistió, de mal humor, asustándome con ello. Pero aun así, a pesar de lo asustada que estaba no me marché a ninguna parte, porque había una parte de mí que aún estaba terriblemente preocupada.

Le miré despacio, levantando mi mano izquierda, apoyándola sobre su rostro. Tan pronto como mi piel rozó la suya, bajó el brazo que se aferraba al mío y me miró sin comprender, al mismo tiempo que yo levantaba la otra mano, sujetándole del otro lado de su hermosa cara.

  • Siento estar haciéndote pasar un momento difícil – le dije, aterrada, porque no podía dejar de pensar en su herida, que aún goteaba sobre el suelo de su oficina. Si él seguía siendo así, se desangraría, y moriría sin que pudiese hacer nada por impedirlo – siento si de algún modo yo … - proseguía, levantando la mirada, que estaba fija en su barbilla, deteniéndome en sus ojos - … he causado todo esto.

Él levantó ambas manos, agarrando las mías con la intención de apartarlas de él, pero hablé antes de que lo hubiese hecho, bajando la mirada, aterrada porque él no me hiciese caso, dejándole totalmente sorprendido con mi reacción.

  • Si vas al hospital… - comencé, intentando pensar en algo que él quisiese desesperadamente, algo que pudiese convencerlo de que me hiciese caso, y lo encontré rápidamente, bajando la mirada, deteniéndome en sus labios por un momento - … renunciaré al trabajo. Pero por favor, por favor, Borja – supliqué, volviendo a levantar la vista para observarle, mientras él apretaba los dientes, molesto.

  • ¿Mi vida es más importante para ti que este trabajo? – preguntó, horrorizado por aquella pregunta que él mismo había pronunciado. Negué con la cabeza ante su pregunta, y luego respondí.

  • Cualquier vida es más importante que un trabajo – respondí, dejándole claro que no era porque fuese él, que ante todo no quería dejar morir a un ser humano, que quería salvarle, pero no era porque sintiese nada más por él. Porque en aquel momento, yo no sentía nada por él, sólo éramos amigos laborales.

Agarró mis manos y las separó de él, para luego mirarme furioso.

  • ¿Por qué no puedes dejar que muera aquí sólo? – Preguntó, al mismo tiempo que se tambaleaba, y yo me lanzaba a sus brazos, agarrándole del brazo para que no se derrumbase allí mismo.

Me miró sin comprender que era lo que estaba haciendo, al mismo tiempo que yo lo hacía algo molesta con él, por estar actuando como un adolescente malcriado.

Le agarré la mano herida, fuertemente, y enredé mi pañuelo en ella, y para mi sorpresa, aquella vez, él no me detuvo. Tan sólo quedó allí, observando como la sangre empapaba el trozo de tela.

Tiré de su mano buena, saliendo de la oficina, con el haciéndome caso, sin tan siquiera oponerse a nada. Ni siquiera cuando le monté en su auto, le quité las llaves y conduje hasta el hospital. Él tan sólo se dejó llevar, sin oponer resistencia, y por supuesto, sin decir una sola palabra durante todo el trayecto.

Le cogieron 5 puntos en la enorme raja de la mano, y luego le vendaron la zona.

Lo peor de todo aquello, es que era la mano izquierda, y él era zurdo, así que sería un problema a la hora de firmar documentos.

Esperaba en frente de la sala de curas, sentada en una de las sillas que allí había, pensando en él, en lo mucho que me había dejado acercarme aquella vez, y en lo mucho que él lucharía por alejarme tan pronto como hubiese recuperado su lucidez.

Quizás aquel era mi castigo por haber abandonado a Juan, por haber pretendido tener algo con Salva, por lo que sentía por él.

Mi jefe era un tipo complicado, no era cierto que fuese el cabrón que pretendía ser, tan sólo fingía ser así por algo, algo que aún no podía descubrir que era. Pero que, sin lugar a dudas estaba relacionado con su familia, y con ese temor a ser querido que tenía.

La puerta se abrió y el salió de allí, con la mano vendada, sentándose junto a mí, en los asientos, sin intención de marcharse a ninguna parte.

Ambos nos quedamos allí, en silencio, por algunos minutos, hasta que él habló.

  • Gracias Laura – me agradeció, haciendo que sonriese, tenuemente, porque él había decidido ser amable conmigo, de nuevo, pero perdí la sonrisa tan pronto como recordé que era Borja, mi jefe. Sentí su mirada sobre el lado derecho de mi cara, pero ni siquiera volteé a devolverle el gesto – y no voy a dejar que renuncies.

  • No iba a hacerlo – mentí, porque lo cierto es que pasó por mi mente cuando le vi tan mal, pero jamás lo reconocería ante él, él no se merecía conocer que yo le apreciaba más que cómo una simple secretaria a su jefe – era un farol.

Su risa invadió la sala, haciendo que volviese la vista para observarle, dándome cuenta de una cosa: su risa me hacía sentir bien. Jamás lo había pensado, pero era cierto, su risa me hacía feliz, lo cierto era que verle reír con ganas, cómo lo estaba haciendo en aquel momento, hacía que quisiese quedarme allí, mirándole y escuchándole de aquella manera.

  • ¿Qué? – preguntó de pronto, haciendo que me diese cuenta de que me había quedado mirándole como una idiota - ¿te gusta burlarte de un tipo como yo?

  • Me encanta – aseguré, en tono divertido, haciendo que él sonriese al escuchar mi descaro. Sonreí con cierta diversión.

  • ¿te encanta? – preguntó, tirándome de la mano para conducirme al exterior, hasta que llegamos a las escaleras que daban a la puerta principal, en la calle, frente al edificio, y se colocaba delante de mí, sin haber soltado aún mi mano - ¿y si me burlo yo ahora un rato de ti? – insistió, para luego tirar de mi mano y acercarme a él, lo suficiente, como para rozar su nariz con la mía. Acercó su boca a la mía, dejándome totalmente en shock, más que nada porque no me esperaba que él hiciese ese movimiento, y yo estuve demasiado lenta, pues ni siquiera le detuve. Cerré los ojos, eso es lo único que pude hacer, como una idiota esperé a que él lo hiciese, pensando en que quizás me gustase ser besada por mi jefe. Debí estar loca al pensar en ello, lo sé, lo supe tan pronto como él rompió a carcajadas, justo delante de mí, haciendo que abriese los ojos, sin comprender que era lo que estaba haciendo - ¿de verdad pensaste que iba a besarte? – quiso saber, con sorna, mientras yo me daba cuenta que todo aquello no era más que una venganza por haberle traído al hospital, por no haberle dejado morir en paz, justo lo que él había querido – No eres mi tipo, Laura – aseguró, con seriedad y malicia – no eres lo suficientemente guapa y de tan buena posición como para que quiera acostarme contigo – declaró, dejándome totalmente herida, humillada, frente a él.

  • Sólo eres un cabrón – le dije, tan pronto como una de mis lágrimas cayó, derramándose por mi mejilla izquierda, obligándome a levantar mi mano para limpiarla, mientras él me miraba algo molesto por mi reacción – todas ellas tienen razón y yo estaba equivocada al pensar que … ¿sabes qué? No volveré a inmiscuirme la próxima vez, si quieres morir ahora mismo, puedes hacerlo.

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