Me di la vuelta, con la intención de marcharse de su lado, pero entonces recordé que tenía las llaves de su auto, me di la vuelta, cabreada, metiendo la mano en el bolsillo de mi chaqueta, para luego sacar la llave, coger su mano, poner esta sobre ella y sonreírle con desgana.
Sonrió, divertido, tan pronto como escuchó mi petición, y luego asintió, despacio, así que, agarré la llave y conduje hacia el restaurante.
Era un lugar caro, de esos a los que yo no estaba acostumbrada, un lugar de esos a los que suelen ir tipos como él a comer casi a diario, del que quizás yo, sólo iría una vez, para una ocasión especial.
El aparcacoches se llevó nuestro auto, y el mesero nos llevó hacia nuestra mesa. Nos sentamos el uno frente al otro y ambos escondimos nuestros rostros detrás de nuestras cartas, observándonos de vez en cuando, sin permanecer demasiado tiempo el uno en el otro.
Estallé a carcajadas tan pronto como sentí su mirada intensa sobre la mía, él estaba ligando conmigo justo en aquel momento, y eso me hizo demasiada gracia.
El camarero apareció con la botella de vino, la abrió frente a nosotros, y luego la echó delicadamente, sobre las copas de vino. Esperó un momento a que ambos diésemos un sorbo y luego se marchó.
Sonrió en ese justo instante, al darse cuenta de que era lo que pretendía. ¡Por Dios! ¿Por qué estaba siguiéndole el juego? ¿Por qué estaba ligando con él? ¡Si ni siquiera me gustaba! ¿O sí?
¡Joder! ¿En qué momento se había convertido en algo incómodo para mí? ¿En qué momento había aparecido aquella tensión… sexual? ¡Por Dios! ¿Qué cojones me ocurría? ¿Es que acaso me gustaba mi jefe? ¡No! ¿Entonces que era? ¿por qué no me parecía una locura estar allí ligando con él?
No podía fijarme en él – me dije a mí misma – él no era un buen tío, y yo mejor que nadie lo sabía. Pero… ¿por qué las chicas solemos volvernos locas con chicos malos como él? ¿es que acaso no sabemos lo cabrones que son, no sabemos lo mucho que sufriremos a su lado? Entonces… ¿por qué nos empeñamos en seguir ahí?
Su plato fue el primero en salir, le troceé la carne y luego se la cedí. Era incómodo para él comer con esa mano, pero a pesar de todo lo hizo.
Mi plato llegó unos segundos después.
La cena fue agradable, eso no os lo voy a negar. La comida estaba deliciosa, el vino espectacular, quizás fue eso, el vino, lo que lo estropeó todo después. Su conversación también fue buena, al cabo de un rato, hablábamos sobre su familia, aunque no tenía ni idea de cómo habíamos llegado a ese punto.
No tenía ni idea de cómo íbamos a volver a casa, porque era más que obvio que yo no iba a conducir en aquel estado.
Saqué el teléfono, dispuesta a pedir un taxi, cuando sentí como él agarraba mi mano entre la suya, haciendo que me olvidase de lo que pretendía y mirase hacia él, con el corazón en un puño.
El taxi se detuvo frente a nosotros, y tocó el claxon, haciendo que ambos nos separásemos y mirásemos hacia ese punto.
No estábamos lejos de casa, así que en menos de quince minutos ya estábamos en la puerta de su casa. Ambos nos bajamos, porque él no podía hacerlo sólo, pero era más que obvio que yo iba a irme a casa en el auto. Justo me había decidido a montarme en el auto, justo después de dejar a mi jefe sano y salvo en la puerta de su casa, cuando él me agarró de la mano, impidiéndome que pudiese irme a ningún lugar.
Miré hacia ese punto, y luego levanté la mirada para pedir explicaciones, pero él sólo miraba hacia abajo, observando su mano aferrada a la mía.
El taxi se marchó, justo después de que él así se lo hubiese indicado. Tiró de mí hacia la casa, soltando mi mano, para en su lugar, agarrar la otra.
Entramos a oscuras, por lo que ni siquiera pude apreciar la casa con lucidez, y subió hacia la parte de arriba, sin tan siquiera decir una palabra, mientras yo pensaba en la de veces que habría echo aquello, subir a hurtadillas con una chica, pensando en acostarse con ella.
Se detuvo en el pasillo, cuando hubimos llegado a la puerta de su habitación, y se posicionó frente a mí, observándome en la penumbra de la noche.
Cuando fui a recogerle aquella mañana lucía distinto, como de mal humor, y no dejaba de mirar por la ventana. Tenía la camisa ladeada, y los botones mal abrochados.No digas nada – me espetó – no tienes ni idea de lo difícil que es abrocharse la camisa con una mano.Me quité el cinturón, sin previo aviso, y comencé a desabotonarle la camisa, sin maldad alguna, tan sólo con el deseo de ayudarle, pero él me detuvo cuando ya iba por el segundo botón.¿se puede saber qué haces? – me cortó, apartándome las manos de él – siento si te he dado una idea equivocada, pero no quiero acostarme contigo, Laura.Ayer no decías lo mismo – le porfié, haciendo que él se quedase quieto, observando como yo desabrochaba su camisa, sin dejar de observarle, si
Detuve el auto en la puerta de su casa, y le ayudé a bajar, para luego darle el maletín y la chaqueta, él me miró con atención dejándome algo confundida. Aquel día me tenía loca con sus miradas, no tenía ni idea de que era lo que pretendía.¿Te quedas y me cocinas algo? – preguntó, así sin más, haciéndome reír, divertida. Le miré, con reproche, haciendo que él se encogiese, antes de contestar – estoy lisiado, no puedo cocinar. Si no lo haces tú… moriré de hambre.Exagerado – le dije, para luego cerrar el coche y caminar con él hacia su casa – no creo que murieses de hambre, siempre podrías pedir algo a algún restaurante.Ambos entramos en su casa, atravesamos el enorme jardín de aquella zona residenc
Mi jefe era un idiota, y aún no podía comprender por qué no podía actuar como antes con él, por qué me empeñaba en inmiscuirme tanto en su vida privada. Él y yo no éramos absolutamente nada, y yo no estaba interesada en él de esa forma, entonces… ¿por qué me daba tanta curiosidad saber más cosas sobre él?Cogí el teléfono, sin poder quedarme dormida, y abrí la conversación que mantenía con él, para luego escribir un mensaje.Yo:“Sé que no tengo derecho a inmiscuirme en ti vida privada, pero … creo que deberías ser menos idiota con la gente que se preocupa por ti”Borja:“No, no tienes ningún derecho. No tienes ni puta idea de cómo es mi vida, Laura”Yo:<
Cuando llegué a casa Salva ya estaba allí, con una bolsa de comida china, bromeando junto a Alfonso y Marta. Era todo un alivio que Sonia no estuviese allí, pues sería incómodo si estuviese.Hablamos de muchas cosas esa noche, mientras cenábamos, sobre todo del pasado.¿No hay posibilidad de que volvamos a ser amigos? – preguntó, haciendo que mirase hacia sus ojos, sin comprender su actitud, mientras Marta se levantaba del sofá para traer otra botella de vino y Alfonso se distraía en cambiar la música – tener novia no quiere decir que…Necesito más tiempo, Salva – le dije, antes de que hubiese terminado de hablar – yo aún estoy dolida por lo que pasó.Laura…No creo que este sea el mejor momento para hablar de ello
Aquel día fue especialmente difícil, pues no sólo tenía que estar pendiente de mi trabajo, sino también del de mi jefe, pues estaba de lo más pesado con eso de que le dolía la mano para coger el teléfono, imprimir documentos, ojear los archivos, … Estaba de lo más pesado ese día.Os podéis imaginar mi enorme alegría cuando aquel horrible día terminó, pero justo como sospechaba, cuando estaba a punto de irme a casa, Borja me detuvo.Espérame – rogó, colocándose su bufanda con una sola mano, mientras sujetaba el maletín entre su costado y su otra mano, incómodo – también voy a la cena de esta noche – declaró, haciendo que comprendiese que él y Alfonso habían hecho planes.Meh, odiaba cuando cosas como aquellas ocurrían. Le ayudé con el malet
Pensé que aquello sería todo, que cada uno seguiría su rumbo después de llegar a la pista, donde nuestros amigos bailaban, pero al llegar allí nuestros amigos se habían largado, él me propuso llevarme a casa.El problema vino al llegar al taxi, montarnos en él y mirarnos, pues en ese justo instante la tensión sexual creció entre ambos.Me he quedado con ganas de más – le solté, haciendo que él sonriese, con chulería, mientras el taxi giraba hacia mi calle – ni siquiera me he…Ya estamos aquí – aseguró el taxista, haciendo que ambos le prestásemos atención. Busqué en mi bolso la cartera, pero Borja se adelantó, le pasó la tarjeta y dejó que le cargasen la cuenta a él.Pensé que Marta y Fonsi estar&ia
¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¿Qué demonios había hecho? ¿Cómo podía haberme acostado con Borja (mi jefe, ese cabrón)?¡Debía haberme vuelto loca! ¡El maldito vino lo había causado! ¡Jamás volvería a beber después de aquello!Él aún dormía, podía sentirlo en su respiración, a pesar de que no podía verle, pues estaba mirando para el otro lado mientras yo le abrazaba por detrás.Levanté un poco la mano, intentando sacarla de debajo de su brazo, con la intención de levantarme con la cama, asearme y … ¡Dios! Necesitaba poner distancia entre nosotros en aquel momento, pero él no me lo permitió.Agarró mi mano, entrelazándola con la suya, y me impidió hacerlo. Él estaba despierto, eso estaba claro, pero … ¿po
Mi corazón dolía mucho últimamente, no sólo porque evitar a Salva me estaba matando, sino porque estar en continuo contacto con mi jefe, sonriéndonos, como si todo fuese bien, me estaba resultando un infierno.No podía enamorarme de él, y tenía tanto miedo de hacerlo, porque él ya me gustaba, y sabía que de ahí a lo otro había tan sólo un paso, y más en aquellos momentos en los que él era un verdadero encanto conmigo, y más aún después de habernos acostado, aunque fingiésemos que no.Él volvió a ser él de siempre en unas pocas semanas, tan pronto como se quitó la venda, y volvió a no necesitarme. Volvió a las andadas, trasnochaba, salía de fiesta, y volvía a tener a más de un ligue en la agenda para follar.Llevarle la agenda estaba resultando ser un infie