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2 - El cumpleaños de Alfonso.

Cuando llegué a casa me senté sobre el sofá y me quité los zapatos, estaba exhausta, y sin ni siquiera darme cuenta, me quedé dormida, con el telediario puesto.

Sobre las cuatro de la tarde, desperté sobresaltada, con Alfonso junto a mí, echándome la bronca, mientras Marta intentaba calmarle.

  • … es que ni siquiera ha comido – se quejaba, mientras yo le sonreía, era un encanto a veces, con ese sentido protector que tenía hacia mí. Me sentía tan arropada con mis amigos, y agradecida de tenerles.

  • Bueno, pues le preparo algo y come ahora, ¿verdad Lau? – insistió ella, asentí y me levanté del sofá, arrastrando los pies hasta llegar a la cocina, observando como mi amiga sacaba unas verduras del frigorífico y se ponía a cortarlas para su después elaboración de una rica parrillada de verduras.

Alfonso llegó a la cocina, y se sentó en un taburete junto a mí, para luego observarme con detenimiento.

  • Felicidades, pesado – le dije, con una sonrisa de oreja a oreja, sintiendo su beso fraternal sobre mi mejilla – jamás pensé que fueses tan sumamente pegajoso.

Rio a carcajadas al escuchar aquello, y así continuamos, de buen rollo, hasta casi las seis de la tarde.

La fiesta de su cumpleaños era a las ocho, Marta y yo preparamos la cena: sopa de verduras y ternera a la zanahoria. Además de una rica tarta de galletas y chocolate, para el cumpleañero. Y luego nos marchamos a arreglarnos.

Yo iba muy normal, con un vestido fucsia, el cabello peinado a un lado, y un maquillaje muy suave. La que iba despampanante era Marta, con un vestido amarillo, tacones altos, cabello aleonado y un ahumado en los ojos. Iba rompedora total.

Los invitados empezaron a llegar: sus compañeros de trabajo y sus primos fueron los primeros en llegar, después, llegó Salva y Sonia, gracias a dios yo estaba en la cocina, y no los vi cuando entraron, pero me los comí de lleno al llevar un poco de chacina para picar, a la mesa. Estaban haciéndose carantoñas, y eso sólo me hirió un poco más. Aun así, saqué mi mejor sonrisa, y me senté junto a Alfonso, incluso bromeé con él sobre cuál sería el regalo que Marta le había comprado.

Reí tan pronto como él aceptó en que no tenía ni idea de lo que la pelirroja le tenía preparado, provocando que Salva dejase de prestar atención a su novia y nuestras miradas se cruzasen. Era incómodo estar allí, y lo habría evitado si hubiese podido, pero era el cumpleaños de mi compañero de piso, aquel que se había convertido en un gran apoyo para mí.

El timbre sonó y me levanté de un salto, pues aquella era la excusa perfecta para marcharme por un momento del salón, y perder el contacto visual con Salva.

Al abrir la puerta Borja estaba allí, haciendo el tonto con sus gafas, obligándome a reír, divertida. Tiré de él, con confianza, hacia el interior del piso, y le di un par de golpes en el brazo, para que dejase la broma.

  • ¿por qué nunca te pones esto para venir a trabajar? – preguntó, con picardía, mirándome de arriba abajo, volviendo a hacerme reír - ¿qué? – insistió – No estoy bromeando.

  • No te has traído a la loca de Montse, ¡qué novedad! – bromeé, haciéndole reír, con mi broma. No era extraño para nosotros, porque llevábamos meses siendo así, el uno con el otro, y se sentía bien, tener tantos amigos en los que apoyarse, últimamente - ¿has olvidado el regalo? – pregunté, al no ver ninguna bolsa en su mano. Negó con la cabeza, metiendo la mano en el reverso de su chaqueta, para sacar de su bolsillo oculto un sobre - ¡Eres un cutre! ¿le has regalado dinero?

  • Esto es mucho mejor que el dinero, y todos los demás regalos que va a recibir esta noche – alardeó, mientras movía el sobre, al mismo tiempo que hablaba.

  • ¿Y qué es? – curioseé, mientras él guardaba el sobre en su chaqueta y caminábamos hacia el salón. Sonrió al ver lo ansiosa que estaba por descubrir su regalo.

  • Es una sorpresa – aseguró, dejándome aún con más intriga de lo que ya estaba.

  • ¡Borja! – le llamó Alfonso, tan pronto como ambos entramos en el salón, levantándose de un salto de su asiento, y corriendo a recibirle - ¡Tío, ya pensé que me habías dejado tirado!

Mi jefe dejó de mirarme y saludó a su colega, con un choque de manos, para luego observar como yo me sentaba junto a Marta, en la mesa, y picaba un poco de queso.

La cena estuvo deliciosa, y no lo digo sólo porque Marta y yo fuésemos las que lo hubiésemos preparado todo, no, es que lo estuvo.

Luego empezamos con las copas, lo cierto es que me lo pasé realmente bien aquella noche, cosa que jamás imaginé, y menos con Salva y Sonia delante, tanto, que nos plantamos en las dos de la mañana en un periquete.

Estaba en el sofá, con los pies subidos en él, mientras echaba la cabeza sobre mi brazo, previamente apoyado en el respaldar de este, escuchando las anécdotas de Borja, sobre su último cumpleaños, en el que Manu, su hermano mayor, le había preparado una fiesta sorpresa. Ya me conocía aquella historia, pues él siempre solía contarla cuando estaba borracho, pero me encantaba la parte en la que él se ponía a bailar con una de las chicas que su hermano había invitado, y resultaba siendo la novia de este.

Me reí a carcajadas tan pronto como llegó a ese punto, y puso una de sus famosas caras de desagrado que tanto me gustaban.

  • … claro, y yo le había metido la lengua hasta la campanilla, minutos antes, por lo que fue incómodo que mi hermano me la presentara como su novia – concluyó, haciendo que Sonia, que nunca la había escuchado, riese a carcajadas – Así que… - comenzó, volviendo la vista hacia mí, mientras yo dejaba de reír, observándole con detenimiento - … te ríes de las desgracias ajenas, ¿no?

  • Me río de tus desgracias, que es diferente – le porfié, haciendo que él se mordiese el labio inferior, metiéndolo en su boca, divertido. Justo lo que solía hacer para provocarme – ya es hora de que alguien te baje esos aires de superioridad que gastas.

  • Deberías dejar de provocarme, Laura – me dijo él, con chulería, repitiendo mi postura en el sofá, mirándome con intensidad, provocando que los que se encontrasen a nuestro alrededor nos mirasen con interés, sobre todo Salva, Alfonso y Marta – si sigues así de impertinente …

  • ¿Qué? – espeté, haciendo que él sonriese, con chulería, sin dejar de mirarme - ¿qué vas a hacerme? ¿despedirme?

  • ¡Eh, chicos, chicos! – nos llamó Alfonso, pero ninguno de los dos le prestó atención, estábamos más ocupados, mirándonos el uno al otro, buscando una debilidad el uno en el otro, para ganar aquel duelo.

  • ¿Deberíamos continuar la fiesta en la disco? – preguntó Sonia, intentando animar un poco el cotarro.

  • Es buena idea – aseguró Marta, para luego tirar del brazo de Borja para que le prestase atención – pero antes, los regalos.

Todos fuimos a buscar nuestros regalos y uno por uno fueron abiertos por el cumpleañero. Sus primos le regalaron un stereo para el salón, sus compañeros de trabajo unas botas de vestir de marca, Salva y Sonia una corbata de Calvin Klain, Marta una de sus bragas de lencería sexy firmada por ella, lo que nos hizo reír a todos, pero pocos entendían bien el regalo, sólo los que conocíamos sus continuas bromas, lo hicimos. Yo le regalé unas gafas de sol y una pulsera dedicada, y Borja le entregó el sobre.

  • ¿Es lo que creo que es? – preguntó, al sacar una llave de su interior, haciendo que mi jefe asintiese con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

  • Es la llave de mi casa en la playa – aseguró, haciendo que ladease la cabeza para mirarle, con la boca abierta, porque acababa de entender sus palabras de momentos antes – para que vayas cuando quieras, pero dímelo antes, para no coincidir – bromeó, haciendo que su colega riese, divertido.

  • En el fondo eres un buen tío – le susurré, cuando el resto de nuestros amigos se ponían los abrigos, dispuestos a continuar la fiesta en otra parte – debajo de toda esa fachada de tipo duro.

  • En el fondo te gusto – bromeó, agarrándome de la cintura, impidiéndome que pudiese marcharme a ningún lugar – aunque trates de fingir que no – su mirada bajó hacia mis labios, y comprendí perfectamente que era lo que aquel idiota quería. ¿Aquello era en serio? ¿cómo se atrevía a solo pensarlo?

  • Ni en tus sueños, Borja – le dije, haciendo que él aflojase su brazo, dejando de apretarme contra su cuerpo, mientras sonreía, con chulería – eres demasiado borde y creído como para...

  • ¿Estáis listos? – preguntó Alfonso, haciendo que ambos nos separásemos, terminásemos de abrigarnos y siguiésemos al grupo que salía por la puerta en ese momento.

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