Una pelota de rugby

Cuando llegó a la puerta, un niño corrió hacia ella apenas la reconoció a la distancia. Salió del agua de la piscina y se acercó a toda velocidad.

—¡Sophia! —exclamó Xavier, con una sonrisa radiante que hizo que Sophia olvidara momentáneamente su nerviosismo.

—¡Hola, mi vida! —respondió con ternura. No hacía falta de que se agache para abrazarlo porque Xavier crecía a cada segundo y ya la había alcanzado—. ¿Viste que sí vine?

—¡Nunca lo dude!

—Y tampoco olvidé lo que me pediste —aseguró Sophia entregándole el extraño paquete.

Los ojos del jovencito se iluminaron.

—¿Es para mí?

Sophia asintió.

—Espero que te guste.

Xavier tomó el obsequio con entusiasmo y comenzó a desenvolverlo bajo la atenta mirada de los adultos cercanos y algunos de sus amigos que se acercaban saltando y preguntándole qué le habían regalado. Algunos de los niños estaban chorreando agua, y es que el día estaba óptimo para disfrutar de la piscina y de un buen chapuzón en el agua fresca. Su expresión pasó de cu
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