Sophía seguí allí pasmada, de pie en el umbral de su casa, observando a su familia. Su padre seguía sosteniendo la carne mientras su madre la miraba con los ojos llenos de esperanza. Pero su hermano… la miraba con miedo y expectación. La dueña de casa no dijo nada, pero se hizo a un lado, dándoles a entender que podían pasar.—Feliz Navidad, hija —dijo su madre mientras le daba un beso en la mejilla a Sophia. Pero la mujer miraba a su hermano con el ceño fruncido. Su madre no fue ajena a ese gesto y se acercó a su oído para hablar con ella—. Por favor, hija. Es Navidad, no hagas una escena de esto.—¿Por qué no me avisaste de que iba a venir? —le preguntó en un susurro.—Porque no sabíamos tampoco. Acaba de llegar —respondió su madre.—Pero me pondrían haber mandado un mensaje, mamá…—¿Quién más viene? —preguntó su padre. Se había dado cuenta de que en la mesa había dos platos de sobra. Miró a su hija exigiendo explicaciones.—¿Acaso sabías que iba a venir, hermana? —le preguntó John.
Sophia guio a Thomas y Xavier hacia el comedor, donde la atmósfera seguía tensa. Las luces del árbol de Navidad parpadeaban suavemente desde el rincón del salón, proyectando destellos de colores que parecían intentar animar el ambiente sin mucho éxito. Vivian fue la primera en romper el silencio, acercándose a Thomas con una sonrisa diplomática.—Thomas, bienvenido. Soy Vivian, la madre de Sophia. Él es mi esposo, Charles, y mi hijo menor, John —dijo, señalando a cada uno con un gesto amable—. Y tú debes ser Xavier.—Sí, ¡Feliz Navidad, señora! —respondía Xavier con entusiasmo, mientras sostenía la bolsa de helado que había traído.Vivian sonrió ampliamente y no hizo falta agacharse porque Xavier estaba cada día más alto.—¡Feliz Navidad, cariño! Me encanta tu energía. Espero que te guste la cena.Mientras Vivian trataba de aligerar el ambiente, Sophia sintió la mirada penetrante de su padre sobre ella. Charles no había dicho nada más desde que aceptó de mala gana la presencia de Thom
Los bellos envoltorios de los regalos fueron deshechos, al igual que los hermosos moños que los decoraban. Poco a poco, se revelaron los presentes de ese año: Libros y ropa para estrenar para año nuevo, una navaja para John, una mochila nueva para Sophia, pero el mayor agasajado fue Xavier, pues Sophia le había regalado una camiseta del equipo de Nueva Zelanda y cinco llaveros de diferente temática ya que al jovencito le gustaba coleccionarlos.Aunque la comilona y la emoción de los regalos muy pronto hizo efecto en Xavier, quien se caía del sueño.—Sophie, ¿puedo dormir en tu cama? —preguntó el muchachito, rascándose un ojo del sueño.—Claro, Xavi. Ven te acompaño, ¿quieres que te saque el calzado? —preguntó la mujer mientras lo acompañaba a su habitación.—No, no estoy tan dormido. Pero me gustaría que Rex se acueste conmigo —le pidió. Sophia no pudo evitar reír por la petición, así que, con el visto bueno de su dueña, el perro negro de tres patas se subió con agilidad a la cama y s
El Año Nuevo había pasado con la misma velocidad que lo había hecho la Navidad. Sophia, Xavier y Thomas recibieron juntos el año entrante en la casa de la madre del rugbier, pero siguiendo el consejo del padre de Sophia decidieron mantener su relación en secreto, incluso de la familia de Thomas.Durante el mes del descanso judicial, Charles preparó todos los documentos necesarios para solicitar la reducción de la pena por buena conducta, solicitud que presentó el primer día hábil luego de las vacaciones judiciales y que, con una velocidad increíble para el juzgado, notificaron al abogado de Gabriel. La respuesta no se hizo esperar. Charles citó a Thomas y a su hija en su oficina apenas leyó la contestación.—Bueno, Thomas. Acá tengo la contestación del traslado de tu pedido de reducción por buena conducta —dijo Charles tomando asiento pesadamente en su sillón detrás de su escritorio. Thomas lo miraba expectante y con esperanzas; pero Sophia, más en conocimiento del proceso judicial qu
Sophia, por recomendación de su padre, se sentó lo más atrás posible de la sala de juicios. Manteniéndose fuera del rango visual de Thomas, pero también del de Gabriel, aunque éste se giraba cada vez que tenía oportunidad, buscando verla. Había algo en sus ojos que demostraba indignación, y buscaban la mirada de Sophia, intentando encontrar en ella las explicaciones que necesitaba. Por su parte, la mujer simplemente bajaba la vista hacia sus apuntes e informes, intentando recordar todo el proceso de evolución de Thomas durante su probatio. La sala del juicio estaba llena: periodistas, compañeros del equipo de rugby, amigos y familia, pero alguien faltaba. Xavier no estaba. Seguramente Thomas había decidido no exponer a su hijo a eso, a menos que sea imperiosamente necesario.El murmullo se extendía por lo ancho y largo de la sala, esperando la llegada del juez que llevaba adelante el caso. Sophia tomó su teléfono y le escribió un rápido mensaje a Thomas.«Todo saldá bien. Confía en el
Helena, luciendo ese atuendo de entrecasa y prácticamente despeinada, se corrió un mechón de la cara y observó a Thomas con una promesa de venganza en sus ojos.«Si yo caigo, te arrastro conmigo», la promesa de Helena se reprodujo en la mente de Thomas. El rugbier inspiró continuamente y contuvo la respiración.El abogado de Gabriel, Jona Hilton, se acercó al estrado con una carpeta en la mano y una sonrisa profesional en el rostro.—Señora Billis, gracias por estar aquí. Sé que esto no es fácil, pero su testimonio es crucial para esclarecer ciertos aspectos de este caso. Comenzamos con algo sencillo. ¿Conoce al señor Thomas Sclavi?—Sí —aseguró.—¿Puede contar cómo lo conoció? —preguntó el abogado.—Nos conocimos por un amigo en común. Hace doce años, exactamente.—¿Tiene algún tipo de relación con él?—No. Ninguna. Actualmente ninguna. Sólo es el padre de mi hijo. Con él no se puede tener ningún tipo de relación.El abogado miró a Thomas, tratando de buscar una reacción en él.—¿“Só
Mientras esperaban que los quince minutos de receso terminen, Gabriel se movía incómodo en la silla.—Esto no está bien —masculló enojado, girando su asiento de izquierda a derecha tratando de concentrarse—. Dijiste que el testimonio de la madre de su hijo iba a hacerlo alterar en medio de la audiencia y no fue así. Tenemos que presionarlo hasta que el maldito pierda los estribos.—Gabriel, esto no es tan sencillo como piensas. Si de verdad el tipo ha cambiado, pues tenemos que cambiar de estrategia y tratar de desacreditar el informe de Sophia Milstein. ¿Estás seguro de que declarará? —le preguntó el abogado.—Completamente seguro —respondió Gabriel—. Si algo sé de ella es que no va a dejar que manchen su nombre, así como así. Es una escritora mediocre y de poca monta, sí. Pero su imagen lo es todo para ella en sus actividades como voluntaria social.—Confiemos en que tengas razón, Gabriel. Porque sino…Gabriel lo miró, esperando a que termine esa oración.—¿Sino qué, Jona? —gruñó.—
El juez pidió a la sala que se llame al orden antes de que Charles prosiga con su interrogatorio.—Señor Rogers, me gustaría que veamos un video y lo comentemos con la sala del juicio, en lo posible —pidió Charles.—Me encantaría —accedió Monty.El video se reprodujo. Era la misma fiesta de Halloween que del video anterior, sólo que ahora era Gabriel al que estaban filmando, rodeado de sus amigos. El audio se escuchó a lo largo y ancho de la sala.—Sonríe para la cámara, Gaby —dijo la voz de Monty riendo—. Esto va derechito a la fiscalía. Antes de que vayas a la justicia y a las redes sociales haciéndote la víctima, mejor mostramos lo que pasó de verdad. ¿O no, Thomas...?La cámara cambió de objetivo y filmó a Sophia que estaba sobre Thomas, protegiéndolo con su cuerpo y al resto de los jugadores del equipo de Los Romanos, el silencio cayó sobre todos los presentes de la sala, observando el video en absoluto mutismo. Los gestos de Gabriel se perdían un poco por el maquillaje de calave