Helena, luciendo ese atuendo de entrecasa y prácticamente despeinada, se corrió un mechón de la cara y observó a Thomas con una promesa de venganza en sus ojos.«Si yo caigo, te arrastro conmigo», la promesa de Helena se reprodujo en la mente de Thomas. El rugbier inspiró continuamente y contuvo la respiración.El abogado de Gabriel, Jona Hilton, se acercó al estrado con una carpeta en la mano y una sonrisa profesional en el rostro.—Señora Billis, gracias por estar aquí. Sé que esto no es fácil, pero su testimonio es crucial para esclarecer ciertos aspectos de este caso. Comenzamos con algo sencillo. ¿Conoce al señor Thomas Sclavi?—Sí —aseguró.—¿Puede contar cómo lo conoció? —preguntó el abogado.—Nos conocimos por un amigo en común. Hace doce años, exactamente.—¿Tiene algún tipo de relación con él?—No. Ninguna. Actualmente ninguna. Sólo es el padre de mi hijo. Con él no se puede tener ningún tipo de relación.El abogado miró a Thomas, tratando de buscar una reacción en él.—¿“Só
Mientras esperaban que los quince minutos de receso terminen, Gabriel se movía incómodo en la silla.—Esto no está bien —masculló enojado, girando su asiento de izquierda a derecha tratando de concentrarse—. Dijiste que el testimonio de la madre de su hijo iba a hacerlo alterar en medio de la audiencia y no fue así. Tenemos que presionarlo hasta que el maldito pierda los estribos.—Gabriel, esto no es tan sencillo como piensas. Si de verdad el tipo ha cambiado, pues tenemos que cambiar de estrategia y tratar de desacreditar el informe de Sophia Milstein. ¿Estás seguro de que declarará? —le preguntó el abogado.—Completamente seguro —respondió Gabriel—. Si algo sé de ella es que no va a dejar que manchen su nombre, así como así. Es una escritora mediocre y de poca monta, sí. Pero su imagen lo es todo para ella en sus actividades como voluntaria social.—Confiemos en que tengas razón, Gabriel. Porque sino…Gabriel lo miró, esperando a que termine esa oración.—¿Sino qué, Jona? —gruñó.—
El juez pidió a la sala que se llame al orden antes de que Charles prosiga con su interrogatorio.—Señor Rogers, me gustaría que veamos un video y lo comentemos con la sala del juicio, en lo posible —pidió Charles.—Me encantaría —accedió Monty.El video se reprodujo. Era la misma fiesta de Halloween que del video anterior, sólo que ahora era Gabriel al que estaban filmando, rodeado de sus amigos. El audio se escuchó a lo largo y ancho de la sala.—Sonríe para la cámara, Gaby —dijo la voz de Monty riendo—. Esto va derechito a la fiscalía. Antes de que vayas a la justicia y a las redes sociales haciéndote la víctima, mejor mostramos lo que pasó de verdad. ¿O no, Thomas...?La cámara cambió de objetivo y filmó a Sophia que estaba sobre Thomas, protegiéndolo con su cuerpo y al resto de los jugadores del equipo de Los Romanos, el silencio cayó sobre todos los presentes de la sala, observando el video en absoluto mutismo. Los gestos de Gabriel se perdían un poco por el maquillaje de calave
Luego de las palabras de Monty, intentaron llamar a Sophia al estrado. Pero afortunadamente su padre sabía jugar mejor que nadie el juego de ajedrez que podía llegar a ser un juicio; logrando conseguir un tiempo valiosísimo de tres días para preparar la declaración de su hija, la cual, junto con los informes de la mejor de Thomas, iba a ser crucial. Mientras tanto, entretendría al público y al jurado con todo un desfile de otros testigos, mucho menos importantes, pero que tenían su nivel de importancia.Al estrado subieron varios enfermeros del hospital de niños y del hogar de ancianos, encargados de los hospicios y hasta incluso los hermanos de Thomas, pero todos coincidían en dos cosas: La primera, que Thomas se había transformado en un ejemplo de persona, un modelo a seguir tanto de ciudadano como de jugador profesional; y la segunda, que ese cambio había sido por la probation que se le había impuesto, fortaleciendo aún más su imagen de conflictivo, y que de no haber sido porque la
Gabriel caminó hacia el estrado con un aire de superioridad que llenaba la sala. Su traje impecable, combinado con su postura confiada, era un espectáculo por sí mismo. Cada paso resonaba en el silencio, como si quisiera recordarles a todos su importancia. Antes de sentarse, echó un vistazo al jurado y luego a Thomas, quien no se movió, aunque sus manos cerradas en puños eran delatoras.—Señor Torr, gracias por estar aquí hoy —comenzó Hilton con su tono afable luego de que su cliente tomara asiento—. Sé que esto no es fácil, pero su declaración será clave para esclarecer los hechos. ¿Podría empezar recordándonos por qué esta aquí hoy?Gabriel asintió, acomodándose con cuidado en la silla. Su voz sonó firme, pero con un tinte de suficiencia.—Porque el señor Thomas Sclavi ha pedido que se reduzca su tiempo de suspensión de juicio a prueba —respondió Gabriel—, y es mi intención que se deje sin efecto su probation y se lo condene con la pena que merece.—Le recuerdo a los señores del jur
Un murmullo escandalizado recorrió la sala como una ola que amenazaba con desbordarse. El juez Samuelson golpeó con fuerza el mazo contra la mesa.—¡Orden en la sala! Señor Torr, le recuerdo que está aquí para responder preguntas, no para lanzar provocaciones personales —dijo con tono severo, fijando sus ojos en Gabriel.Charles, quien apenas había reaccionado a la insolencia, avanzó un paso más hacia el estrado. Su voz permaneció calmada, pero su tono adquirió un filo helado.—Señor Torr, le agradecería que se limitara a responder mis preguntas.Gabriel esbozó una sonrisa arrogante, inclinándose levemente hacia el micrófono.—Claro, doctor. Las que quiera —siseó.Charles lo miró fijamente, ajustándose las gafas.—Me alegra oírlo. Ahora, si pudiera aclarar algo. Según su declaración, los sobrenombres como “Bestia” y “salvaje” eran meras identificaciones amistosas, ¿correcto?—Así es.Charles hizo una pausa deliberada, permitiendo que el peso de su siguiente movimiento se asentara. Lue
El aire tibio de la noche entrante acariciaba el rostro de Thomas, mientras conducía por el camino de tierra rumbo a su sitio en el río. A cada metro recorrido, las voces del día —el estruendo de la sala de audiencias, las provocaciones de Gabriel, las miradas inquisitivas— se iban apagando, reemplazadas por el sonido sereno del río y el crujir de las hojas bajo las ruedas de su camioneta.Al doblar en una esquina, la vio. Allí estaba ella, de pie frente al río, apoyada contra el capó de su auto, envuelta en el suave resplandor del atardecer. No recordaba cuándo había sido la última vez que la había visto sin la presión de los paparazzis, o de algún miembro del jurado. Sentía que había pasado una década desde que besó sus labios por última vez, o le había dicho algo al oído. Pero Sophia lo estaba esperando en el mismo lugar en que, meses atrás, Thomas se había abierto con ella por primera vez. Cuando lo vio acercarse, su rostro se iluminó con una sonrisa que parecía desafiar todas las
Sophia caminó hacia el estrado con paso seguro, llevando consigo únicamente su valor y su coraje. Se acomodó el vestido verde esmeralda que usaba y prestó juramento de decir la verdad. Gabriel se la comía con la mirada, observando a la mujer de la que se había obsesionado lista para dar su testimonio.—Su Señoría, como bien se sabe, no puedo interrogar a la testigo ya que tengo un vínculo paternofilial con la misma —se excusó Charles desde su asiento—. Así que, si me lo permite, será mi socio y colega, el doctor Billar, quien se encargará del testimonio de la señorita Milstein.—Veamos qué tiene que decir la parte demandante. —El juez Samuelson miró hacia el doctor Hilton. Jona se puso de pie para que se lo escuche mejor.—Por nuestra parte, no hay ningún problema —dijo Hilton. Con el visto bueno del juez, el socio de Charles, Paul Billar, se puso de pie y se acercó a Sophia.—Señorita Milstein, buenos días. Me gustaría empezar por una pregunta sencilla. Primero que nada, ¿a qué se de