Sophia caminó hacia el estrado con paso seguro, llevando consigo únicamente su valor y su coraje. Se acomodó el vestido verde esmeralda que usaba y prestó juramento de decir la verdad. Gabriel se la comía con la mirada, observando a la mujer de la que se había obsesionado lista para dar su testimonio.
—Su Señoría, como bien se sabe, no puedo interrogar a la testigo ya que tengo un vínculo paternofilial con la misma —se excusó Charles desde su asiento—. Así que, si me lo permite, será mi socio y colega, el doctor Billar, quien se encargará del testimonio de la señorita Milstein.
—Veamos qué tiene que decir la parte demandante. —El juez Samuelson miró hacia el doctor Hilton. Jona se puso de pie para que se lo escuche mejor.
—Por nuestra parte, no hay ningún problema —dijo Hilton. Con el visto bueno del juez, el socio de Charles, Paul Billar, se puso de pie y se acercó a Sophia.
—Señorita Milstein, buenos días. Me gustaría empezar por una pregunta sencilla. Primero que nada, ¿a qué se de