Hilton ajustó su corbata con deliberación, su sonrisa era apenas contenida mientras miraba a Sophia con una intensidad que solo podía describirse como depredadora.—Señorita Milstein —empezó, su tono estaba cargado de falsa cordialidad—, dado que insiste en que su relación con el señor Sclavi es estrictamente profesional, permítame preguntarle lo siguiente: ¿puede asegurar, bajo juramento, que jamás ha sentido algo más allá de una conexión profesional hacia él? Ni siquiera un momento de duda, de atracción o de interés personal. ¿Ni una sola vez?El silencio cayó como un manto pesado sobre la sala. Sophia sintió que el aire se volvía denso, difícil de inhalar. La pregunta no solo era personal: Era una trampa. Una bala diseñada para perforar su credibilidad, sin importar cómo respondiera.Desde su asiento, Thomas inclinó la cabeza hacia adelante, con sus ojos clavados en Hilton, como si evaluara si intervenir sería peor que quedarse inmóvil. Gabriel, en el otro extremo de la sala, cruzó
Mientras todos se ponían de pie para recibir al juez y al jurado, Thomas tenía la mandíbula encajada y se torcía un dedo con nerviosismo. Su postura de pie sólo duró un par de segundos, porque nuevamente tomó asiento mientras el juez Samuelson revisaba sus apuntes y corroboraba la siguiente prueba.—¿Los abogados están listos para continuar? —preguntó el magistrado. Con el asentimiento de ambos profesionales, el juez ordenó que el juicio proceda.Retomando su papel de abogado de la defensa, Charles se puso de pie.—Su Señoría, al señor Sclavi le gustaría prestar declaración —expresó Charles. El juez dio el visto bueno.—Esta Corte llama a Thomas Sclavi a subir al estrado —llamó la voz del alguacil.El único sonido que se escuchó fue el del obturador de los paparazzis, capturando el momento en el que Thomas se acercaba al estrado y tomaba asiento.Charles se puso de pie, acomodándose el traje, y sonriendo para transmitirle paz a su cliente, aunque el pobre Thomas deseaba que se lo trag
Thomas sentía el peso de cada mirada clavada en su espalda mientras Hilton se acercaba al estrado con la precisión de un cazador. A diferencia de Charles, cuya presencia transmitía apoyo, Hilton era afilado, calculador, y sus ojos tenían un brillo frío que prometía problemas.—Señor Sclavi —comenzó Hilton, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—, antes de empezar, permítame expresar mi admiración por su carrera. He escuchado que tiene bastantes logros. Aunque, claro, también algunos... incidentes.Thomas no respondió de inmediato, manteniendo su mandíbula tensa. Charles le había advertido que Hilton intentaría provocarlo, y tenía que controlar su temperamento.—Gracias —respondió, sin más.—Bien, avancemos. Habló usted anteriormente sobre su relación con el señor Torr, y sobre cómo los problemas personales entre ustedes afectaron su vida profesional. Pero quiero enfocarme en otra relación. Una que, curiosamente, parece haber influido mucho en usted desde el inicio de esta probation
La sala volvió a llenarse tras el breve receso. Las tensiones se sentían como una carga eléctrica en el aire. En el centro de todas las miradas, Thomas se encontraba sentado, más tenso que nunca. Sophia permanecía en su lugar en la galería, su mirada estaba fija en sus manos entrelazadas, intentando no levantar los ojos porque sabía que iba a mirar a su novio y se iban a delatar. Por recomendación de su madre, se mantenía en silencio y sin mirar a nadie.El juez Samuelson dio un golpe seco con el mazo, llamando al orden.—Hemos llegado al momento de los alegatos finales. Señor Hilton, puede proceder.Hilton se levantó con la confianza de un hombre que sabe que ha jugado sus mejores cartas. Se dirigió al jurado, su tono persuasivo pero afilado.—Honorables miembros del jurado, lo que hemos visto aquí es a un hombre cuya historia está plagada de violencia y temperamento explosivo. El señor Sclavi es un jugador talentoso, eso nadie lo discute, pero su conducta fuera del campo ha demostra
Un viento frío se coló por debajo de la puerta de Sophia, provocando un extraño silbido, fantasmagórico y espectral. El clima había cambiado abruptamente, y ya no había cálidas tardes de otoño para disfrutar. Ahora los días se habían vuelto helados y grises, anunciando la inminente llegada de un crudo invierno.Un par de pies envueltos por unas pantuflas de un popular personaje de Disney aparecieron en el marco de la puerta. Era Sophia que iniciaba su jornada con su rutina diaria. En el sofá, Rex descansaba a gusto, con la manta envuelta sobre su cabeza, roncando y ladrando en sueños, ajeno a que su cuidadora había iniciado su jornada. Reprimiendo un bostezo, Sophia se acercó a la pava eléctrica y presionó el botón de encendido para hacerse un café. Miró a través de la ventana de la cocina y observó su jardín: Casi todos sus árboles estaban en estado latente, iniciando el sueño del invierno, y debería de aprovecha para podar algunas ramas.Un mensaje llegó a su teléfono, que le advirt
Sophia se quedó mirando a Thomas, asimilando sus palabras. La sinceridad en sus ojos oscuros le dejó claro que no se trataba de una advertencia para alejarla, sino de una invitación a entender plenamente lo que implicaba estar con él. Thomas no solo le ofrecía su amor, sino también los desafíos que venían con él, y ese nivel de transparencia la conmovió profundamente.Ella tomó aire, dejando que las emociones se asentaran antes de responder.—Siempre voy a querer estar contigo, aunque nos persigan todos los paparazzis del mundo.Thomas la miró fijamente durante un largo momento, su expresión se suavizó y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.—Sabía que eras fuerte, pero escucharlo de ti… —Sacudió la cabeza con admiración—. Eres increíble, amor.El camarero se acercó justo en ese momento, interrumpiendo el momento. Les ofreció el menú y, después de tomar sus pedidos, los dejó a solas nuevamente. La conversación se volvió más ligera, con Thomas compartiendo anécdotas del club y So
Thomas sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Se quedó en silencio, observando el rostro de Sophia con una mezcla de sorpresa y preocupación.—¿Se mató? —repitió en un susurro.Sophia asintió, con la mirada fija en un punto indefinido de la mesa. Jugaba distraídamente con su servilleta entre los dedos, como si mantener sus manos ocupadas evitara que las emociones la abrumaran.—Fue un accidente de tránsito —explicó tras un largo suspiro—. Me llamaron en la madrugada para avisarme. Un choque en la autopista. El auto quedó destrozado… y él no sobrevivió.Thomas notó el tono contenido en su voz, como si las palabras fueran piezas frágiles de un rompecabezas que no quería armar. Pensó en tomar su mano, pero temió que ella se alejara, así que esperó.—Lo siento mucho, Sophia —dijo con sinceridad.—Yo también lo sentí —murmuró ella—. Pero no por las razones que creerías.Thomas frunció el ceño.—¿Qué quieres decir?Sophia cerró los ojos un instante, como si reunir las palabras le costa
Thomas no soltó la mano de Sophia. No hizo ademán de abrazarla ni de decirle que todo estaría bien, porque sabía que no era lo que ella necesitaba. En cambio, se quedó en silencio, dándole el tiempo que ella quisiera para respirar, para recomponerse.El sonido de los cubiertos y las conversaciones a su alrededor parecía lejano, casi inexistente. Sophia intentó retirar su mano, sin brusquedad, sino con un gesto medido, como quien pone distancia sin cerrar del todo la puerta, pero Thomas no se lo permitió. Cuando sintió el suave movimiento de la mano de su novia intentando alejarse de él, el rugbier cerró aún más los dedos, impidiendo que se vaya.—No estás sola en esto —le recordó. Sophia lo miró con sus expresivos ojos. Thomas identificó en ellos años de profundo dolor y sufrimiento. Tristeza y trauma por su pasado. Parecían los ojos de un perro o un gato maltratado, implorando a la persona que tenía en frente que por favor no le haga más daño del que ya había pasado, porque había suf