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Tentación
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Por: Paola Arias
Mi casa es la tuya

¡Hola, primero que todo, mil gracias por estar nuevamente dándome un pedacito de su preciado tiempo y una oportunidad más!

¡Espero que tengan una lectura apoteósica!

🌷🌷🌷

Por azares del destino mi carrera como policía se vio afectada por un asesinato que yo no cometí. El que había sido mi compañero durante muchos años, testificó en mi contra sabiendo que yo no había arrebatado la vida de ningún civil. Siempre he sido un hombre justo, que ha sabido diferenciar el bien del mal, más en este trabajo donde muchas veces el alma más bondadosa es la más podrida y resulta difícil creer en la buena o mala fe de las personas.

Mi esposa no me quiere ver ni en pintura. Ese hecho que yo no cometí me costó mi matrimonio también. Ya no sé qué hacer para que ella me crea. Quiero tener su apoyo, que me diga que todo va a salir bien y que mientras estemos juntos todo será más llevadero, pero su odio hacia mí está más que claro. Incluso solicitó nuestro divorcio. Siento que he caído a un pozo oscuro de cual no encuentro ninguna forma de salir.

Extraño a mi esposa, pero más que a ella, extraño pasar tiempo con mi hijo de cinco años. En este tipo de casos, la injusticia y el juzgamiento es más cruel, porque se supone que las autoridades están para defender a los civiles y no atacarlos.

No sé qué debo hacer para que me crean. Ya mostré toda la evidencia que tenía conmigo y me exonera de culpa, más el fiscal del caso está empeñado en hacerme la vida de cuadritos. Él quiere encontrar un culpable, y parece ser que ese soy yo en su única lista.

Bebo un largo trago de mi botella de cerveza, cerrando los ojos y olvidando por un momento en el puto problema en el que estoy metido y no sé cómo salir. Sara volvió a negarme la entrada en la casa y me amenazó con poner una orden de alejamiento si regreso.

¿Cómo demonios fue que llegamos a este punto? ¿Por qué la mujer que amo no confía ni un poco en mí? Realmente creí que su amor era más fuerte que cualquier adversidad.

Siento una mano que golpea mi espalda y, seguidamente, Juan se sienta a mi lado. Su sonrisa me dice que todo está bien, que no tengo que preocuparme por nada.

—Tomando solo, ¿eh?

—Necesitaba un par de cervezas para no sentirme tan miserable, pero de las tres que bebido, me siento cada vez peor.

—Lamento mucho lo que está pasando. Confío en que pronto encontrarán al verdadero culpable.

—También lo espero — termino de beber mi cerveza y ladeo la cabeza para mirar a mi hermano—. Gracias por estar conmigo y no dejarme solo.

—Hombre, ¿cómo crees que voy a dejar a mi hermano solo? — pone una mano en mi hombro y me sonríe—. Somos familia, ¿lo olvidas? Mamá y papá no nos enseñaron a dejarnos solos.

—Gracias, de verdad que en este momento tan difícil de mi vida es donde tu compañía, tu ayuda y tu apoyo es lo que no me hace rendir.

—No me agradezcas tanto, Dorian. Ya te dije que somos familia y la familia nunca se abandona ni en los buenos ni malos momentos. Mi casa es la tuya, nunca lo olvides — me acerca hacía sí y besa mi cabeza—. Te amo, grandulón.

—Y yo a ti, palillo.

Si no fuera por él, no sabía a quién más acudir sin la necesidad de que me den la espalda o me juzguen por un acto que yo no cometí y fui acusado injustamente.

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