UN AÑO ANTES:
De un momento a otro lo había perdido todo.
Ya no era nadie.
Su título se fue con su padre quien cobardemente había huido de su propia patria.
Mientras aún no pudiera ir al Tercer Reino en busca de aliados para recuperar su trono debía permanecer bajo perfil pero esa tarde había olvidado todo.
—¡Paren! ¡Por favor! ¡Van a matarle!
La Thalassi corrió en dirección de los guardias que golpeaban a un hombre mayor brutalmente mientras que su señor los observaba con mesura.
Ella no se giró para mirarlo, solo quería ayudar al hombre.
—¡Basta!
—¡No recibimos ordenes de una puta! —rugió uno de lo guardias empujando a Livana al suelo.
Acto seguido su túnica cayó revelando la larga cabellera hermosa de la mujer.
Pero no solo su cabellera era hermosa sino que toda ella también.
Un jadeo a coro fue escuchado a su alrededor y el Alfa tuvo que contenerse para quedarse donde estaba.
"—Es preciosa."
Su lobo gruñó posesivamente en su interior.
Pero el hombre se negaba a admitirlo, no obstante, se quedó sin defensas cuando ella clavó sus ojos violeta sobre él y un sentimiento de extraño anhelo embargó su pecho.
—¡Tiene que detenerlos, por favor!
Valerio arqueó una ceja sin apartar su vista de ella.
—Tiene lo que se merece.
Su gélida respuesta causó que ella chillara acercándose a él.
Sí, probablemente fuera la mujer más exquisitamente hermosa que hubiera visto antes pero eso no quitaba su insolencia.
—¡Sabía que eras un tirano!
Una vez más el gemido de la gente ante el insulto de la muchacha hacia el Alfa no se hizo esperar.
Él la observa con especial atención, sin perderse de cada uno de los movimientos de la mujer.
No sabe qué es lo que le ocurre pero se siente indiscutiblemente atraído por ella y esto lo desconcierta. Con tan solo un movimiento ella lo ha cautivado y el Alfa se siente frustrado.
Sus fosas nasales se abren intentando capturar su aroma pero solo distingue en olor a miel y especias.
—¿Quién eres tú, mujer?
No tenía ojos para nadie más pues si hubiera mirado a la mujer y al hombre al lado de ella hubiera percibido lo tensos que ambos se habían vuelto por la pregunta del Alfa.
—Solo soy una curandera, eso es todo.
—¿Y sabes quién soy yo, muchacha? —gruñó él bajando de su caballo para acercarse a sostener su barbilla con fuerza pero sin lastimarla.
Estaban tan cerca que los latidos del corazón de ambos estaban descontrolados.
—Por tu falta de respeto mereces ser azotada.
—¡No, por favor mi señor! ¡Ella no lo sabía! ¡Es inocente! —lloriqueó una mujer detrás de ella.
Pero el Alfa mantenía su atención solo en ella aún cautivado y furioso por su belleza tentadora.
Su lobo y él lo habían decidido.
Aunque ella aún no tuviera el aroma de su compañera, esa curandera era suya.
—Guardias, atenla. Vendrá conmigo.
—¡No!
Ella podía lloriquear todo lo que quisiera pero no la dejaría ir.
Era demasiado hermosa y la belleza solo traía problemas para los hombres.
UNA SEMANA DESPUÉS:
Había tratado de mantener su cordura pero cada parte del cuerpo del Alfa estaba tensa.
Él lanzó una maldición a la nada cerrando sus garras en un puño sin importar que se lastimara en el proceso.
Cualquier dolor no hacía justicia al que estaba sintiendo.
La necesidad insana de poseerla estaba nublando su visión.
—¿Qué demonios me pasa? —gruñó y su voz se escuchó mezclada con la de su lobo.
Desde que Davc había invadido su reino no había sentido ningún placer pero ahora irónicamente esta luchando contra el más crudo.
¡Él deseaba a una simple esclava teniendo un Harem entero de mujeres hermosas!
—¡Larissa!
—¿Alfa?
La loba se encogió al sonido de la furia de la voz del Alfa.
Como todas las luna llena él estaba furioso pero en esta ocasión por un motivo distinto.
—Lleva a esa mujer a mis aposentos.
—¿L-la joven curandera...?
—¡Esa mujer!
La sirvienta se estremeció y asintió con rapidez.
Ese era un título que ya no le pertenecía a la mujer.
Curandera o no ella era su esclava ahora.
Suya.
Y tendría que cumplir con sus obligaciones.
Lo había retrasado por demasiado tiempo.
Sin hablar más, el Alfa entró en sus aposentos dirigiéndose a la cama para desnudarse por completo.
Fue en ese momento que la mujer entró como si la habitación fuera suya, con la cabeza erguida, al igual que sus hombros.
Su cuerpo recordaba que su sangre era real pero el Alfa no lo hacía, él realmente no la recordaba, frunció el ceño reprimiendo su furia y las diferentes emociones que recorrieron su cuerpo al verla acercarse. Tan altiva como una princesa humana.
Ya no parecía tan segura de ella misma al mirar en su dirección.
Él podía ver su vacilación.
Estaba tratando de no desviar sus ojos a su desnudez, tal y como si fuera inocente.
Virginal.
—Me llamó, mi señor.
Su voz aunque suave era firme.
Serena.
Como si aún conservara el título que él mismo le había quitado. Los curanderos junto con los maestros son honrados en el reino y ella debía haber sido muy mimada antes.
—No pedí que hablaras, mujer.
Arrodíllate.
Su voz masculinamente autoritaria logró que ella se estremeciera.
Por más que trataba no experimentar miedo, no lo estaba consiguiendo.
Mucho menos cuando con una mirada, ella pudo ver lo furioso que él estaba en su desnudez.
Sus mejillas adquirieron un color rosa volviendo su mirada a su pecho expuesto.
El vello estaba creciendo por su cuerpo el cual era más ancho de lo que recordaba pero aún lleno de músculo.
Después de todo era luna llena.
Todos los lobos Alfas entraban en celo en esa temporada.
—Señor...
El temblor en su voz no hizo que él tuviera piedad.
Sus dedos largos se clavaron con rapidez en su pelo rubio castaño tirando de este, ocasionando que ella quedara exactamente como la queria. Arrodillada ante él.
—¡Ah! —gimió ella.
Él Alfa la miró con los ojos completamente oscurecidos por la lujuria que lo estaba dominando.
—Obedecer es tu obligación, esclava.
Todavía no había soltado su cabello pero no estaba haciéndole daño. Incluso cuando tiró de su pelo no lo hizo.
—Abre la boca —exigió.
Ella enseguida se encogió de miedo pero él lo único que pudo ver cegado por el dolor fue repugnacia.
Tan delicada y perfecta como era no querría a un hombre que no lo fuera, incluso aunque este fuera un Alfa Rey.
Al ver que los ojos de la curandera hermosa se llenaron de lágrimas, se odió a sí mismo, aunque una vez más calló esa voz en su cabeza.
Solo por esta vez la dejaría ir.
Pero a la siguiente no tendría piedad.
Ella sería suya.
—No me complaces ¡Largo de aquí!
Fue imposible para ella no asustarse con su gruñido pero reprimió un gritito y lo más rápido que pudo salió de su habitación con el corazón latiendo sumamente acelerado con lo que acababa de ocurrir.
—Oh Dios, ¿Qué voy a hacer ahora? —susurró la ex Thalassi angustiada por lo que acababa de pasar. Pero se sentía más aterrorizada por lo que había experimentado al tenerlo tan cerca otra vez.
—Cálmate Livana, escaparás.
Trató de mantener esa convicción aunque no estuviera segura de ello.
Livana miró por la ventada impresionada al ver al cuerpo semihumano que se alejaba de la casa y se estremeció.—Él ha estado a punto de tomarme así.—Y seguramente algún día lo hará, niña.Solo es cuestión de tiempo.El Alfa no tiene otra esclava sexual, las demás mujeres a su alrededor son las del Harem, pero creo que ya se a aburrido de ellas.—¿Por qué lo crees?Ella se giró a mirar a la mujer con quien compartía habitación pero esta se limitó a encogerse en hombros restándole importancia.—Cuando te trajo aquí, sus ojos ardían en deseo.Sonrojada Livana dejó se mirar por la ventana y negó con la cabeza.Si hubiera sido de ese modo entonces él la habría tomado de todas formas pero la había apartado como si le molestara si inexperiencia.—No lo creo. Mucho mejor así.Ella se cubrió con la sábana y cerró los ojos.Pronto dejaría de ser su esclava y recuperaría su trono.Livana se quedó dormida pero no lo hizo por mucho tiempo pues repentinamente unas manos estuvieron sobre ella, ancl
—¡No la conozco Alfa, perdóneme por acogerla! ¡No sabía que era una fugitiva!A Livana la despertaron los gritos de un hombre pero cuando escuchó su masculina voz sus ojos se abrieron con sobresalto.Incluso aunque estaba rodeada de lobos se levantó ignorando un súbito dolor que golpeó sus costillas dejándola sin aliento.—¡Déjenme! —chilló cuando intentó huir siendo sostenida por un par de guardias mientras los lobos le gruñían.—Suéltenla —ordenó el Alfa con voz legalmente suave y ellos lo obedecieron en el acto.Livana tembló ligeramente sintiéndose desprotegida mientras que él se acercaba a ella como si estuviera a punto de cazarla y se abrazó a sí misma abriendo la boca horrorizada al darse cuenta de que estaba completamente desnuda.—Mátenlo.—¡No, no tiene la culpa de haberme abierto la puerta!Ellos no la escucharon.El Alfa no dio otra orden.Sus ojos se mantenían mortalmente fijos sobre ella antes de que la sostuviera del pelo acercándola a él.—Esa boca tuya te dará grandes
Cuando Livana despertó enseguida entendió que nada estaba bien. Su intento de huida había resultado ser un fracaso y ahora sentía todos sus músculos tensos por el dolor. —Haz despertado al fin. Ya era hora. De inmediato se tensó descubriendo al hombre que la había puesto en esta situación tan vergonzosa. Ahora mismo unas cadenas estaban atadas a sus muñecas siendo levantadas por encima de su cabeza. Y no solo eso. Ella estaba completamente desnuda frente a él, sintiendo un frío atroz que la hacía estremecer. —¡¿Por qué me haces esto?! Sus mejillas se arrebolaron en el momento que vio la mirada con la que la recorrió el Alfa hasta detenerse sobre sus pechos endurecidos. Parecía estarla estudiando sin perderse en la lujuria. De un momento a otro se acercó a ella acortando la distancia entre ellos, tomándola por la barbilla forzándola a encontrarse con sus ojos. —¿Quién demonios ha dicho que hables? —la demandante pregunta fue abrupta. Pero había algo en su voz que era atray
Cada parte del cuerpo de Livana temblaba de tensión por lo que pasaría.Sin embargo, antes de que pudiera tranquilizarse después de entrar a la sala imperial del Ayax Alfa, este clavó sus ojos depredadores en ella observando su exquisito cuerpo con aquel vestido casi transparente que se amoldaba a sus curvas como una segunda piel.—Pueden retirarse.Su voz aunque dominante era letalmente suave.Lo que lo hacía más peligroso.El corazón de la Thalassi saltó al verse sola siendo devorada por sus orbes inquietantes.Si algo sabía hacer Valerio era intimidarla.Desde que lo había conocido siempre había sido así... solo que él no lo recordaba.—Ven aquí —demandó.Livana se mordió el labio inferior.Le costó un montón que sus piernas no se tambalearan, pero aún así lo obedeció para la complacencia del Ayax malicioso.Valerio se levantó de su trono justo cuando ella se detuvo.Rozó intencionalmente su brazo al pasar por su lado hasta que estuvo justo detrás de ella.Livana se tensó mucho más
La respiración de Livana estaba acelerada para cuando Valerio se inclinó sobre ella intimidándola.Su mano fuerte se ancló en su cintura para tirar de ella haciendo que sus pechos se empujaran contra el del Ayax.—Por favor...Su aliento golpeó el torso del Alfa.—¿Sabes por qué sigues viva, esclava?La Thalassi apoyó sus manos en la piel cálida de él lista para apartarlo pero no fue posible.Valerio tomó un puñado de su cabello y tiró de él sin llegar a lastimarla, para que Livana lo mirara a los ojos como hizo. Sin embargo, el gemido que dejó escapar de sus labios entreabiertos, definitivamente fue un plus.Su pulgar acarició sus carnosos labios con la mirada ardiente sobre ella.Su belleza era inusual para cualquier mujer, su pelo rubio era largo, ligeramente ondulado cayendo hasta más abajo de sus nalgas. Su cara era perfecta, nariz respingada, pestañas largas, labios carnosos. Pero lo que lo había dejado sin habla por un segundo cuando la conoció fueron sus ojos violetas.—Estoy v
Valerio arrojó al suelo las cosas de su escritorio en un acto de cólera.La mujer era como las otras.Incluso a pesar de su belleza excepcional, no había logrado disipar los malditos fantasmas de su pasado.No había podido sentir placer como llevaba tanto tiempo anhelando.Lo único que le daba placer era la conexión con el deseo de su compañera de sexo al momento de morder su cuello mientras la penetraba y esta llegaba al orgasmo. La seducción lo excitaba pero lamentablemente nunca podía llegar a la cúspide del orgasmo desde lo que le había sucedido en el pasado.Con esa mujer había estado tan abrumado al no conseguir lo que deseaba que fue demasiado tarde para absorber su propio placer por medio de la mordida.Sin embargo, había algo en ella... él había sentido un deje de algo que no sabía cómo identificar.—Ella fue inútil, ¿No es cierto?—Largo.Había percibido la presencia de Gabriela, pero ciertamente había esperado que se fuera ante la explosión de su furia.Ni siquiera se giró
—Áyax Valerio, vine tan rápido como pude...El hombre no terminó de hablar cuando el Áyax hizo una señal a uno de sus guardias. Este de inmediato lo interceptó golpeando al hombre mientras que Valerio los miraba tan impasible como siempre.—¡Señor!—Sabes que no me gusta la desobediencia, Kailan.Solo te pedí una cosa hace unos días atrás, ¿Y qué hiciste?El guardia jaló el cabello de Kailan con fuerza para que mirara en dirección de su gobernante quien a duras penas estaba controlando su furia.Kailan al recordar de lo que le hablaban abrió los ojos con estrépito y horror.—Pe-pero señor...—¡Áyax!Valerio gruñó molesto posando sus orbes en la recién llegada que lo miraba con espanto.—¿Quién dijo que tenías derecho a entrar aquí, Katya?Ella se arrodilló ante él asustada.—Yo lo siento muchísimo Áyax, pero yo...—Vete de aquí Katya.Este no es tu lugar. —Áyax...Valerio sintió su mandíbula palpitar por la molestia.—Ahora.Valerio miró a Kailan notando que este parecía más temeroso
Cuando Livana se había ofrecido a llevarle comida a los guardias, no solo había sido porque quería ayudar, sino también porque quería ver el exterior. Necesitaba conocerlo para su plan de escape. Se había acostado con Valerio y eso la estaba torturando cada vez que lo recordaba. Pero no había contado con que ese hombre apareciera de repente apartándola de todos y la encerrara entre su cuerpo y la pared, así que ahora solo podía sentir latiendo su corazón rápidamente bajo su mirada inquietantemente masculina. Cada vez que la miraba de esa forma, la Thalassi sentía que iba a recordarla en cualquier momento y eso solo sería peor. Valerio la odiaba demasiado, odiaba a la hija de quien lo había hecho sufrir tanto. —¿Qué es lo que crees, mujer? Había preguntado, pero Liv estaba demasiado nerviosa para responder su pregunta. El tono de su voz hizo que un escalofríos baja por su espina dorsal. Su enorme presencia la intimidaba por completo. Todo lo que quería era salir corriendo de