Livana miró por la ventada impresionada al ver al cuerpo semihumano que se alejaba de la casa y se estremeció.
—Él ha estado a punto de tomarme así.
—Y seguramente algún día lo hará, niña.
Solo es cuestión de tiempo.
El Alfa no tiene otra esclava sexual, las demás mujeres a su alrededor son las del Harem, pero creo que ya se a aburrido de ellas.
—¿Por qué lo crees?
Ella se giró a mirar a la mujer con quien compartía habitación pero esta se limitó a encogerse en hombros restándole importancia.
—Cuando te trajo aquí, sus ojos ardían en deseo.
Sonrojada Livana dejó se mirar por la ventana y negó con la cabeza.
Si hubiera sido de ese modo entonces él la habría tomado de todas formas pero la había apartado como si le molestara si inexperiencia.
—No lo creo. Mucho mejor así.
Ella se cubrió con la sábana y cerró los ojos.
Pronto dejaría de ser su esclava y recuperaría su trono.
Livana se quedó dormida pero no lo hizo por mucho tiempo pues repentinamente unas manos estuvieron sobre ella, anclándose en sus muslos para extenderlos.
—¡Oh!
Sus ojos se cruzaron con los de él sabiendo a quien pertenecía esa mirada posesiva e intensamente aterradora.
—No puedes ir demasiado lejos de mí, princesa.
Cuando él se inclinó para tomarla en su boca, ella se despertó con el corazón agitado.
Todo había sido un sueño.
Uno muy real... porque en el pasado ocurrió.
Solo que el Alfa Rey no lo recordaba.
—¿Qué pasará si él me recuerda?
El temor embargó a la Thalassi, sin embargo, tuvo que dejarlo a un lado como pudo.
Sus responsabilidades como esclava la llamaban y ella tenía que obedecer.
**************************
Las esclavas comen en el suelo junto a su amo.
Por eso Livana estaba ahí, mirando la comida con los ojos llenos de lágrimas.
El Alfa no estaba solo.
Estaba rodeado de su Beta, Gamma y Delta.
Todos poseían esclavas las cuales acataban sus órdenes obedientemente a cada mandato de su amo.
Pero Livana sentía el dolor de la humillación.
No había sido criada como una esclava.
No era como las demás.
—Levántate, mujer.
Las palabras fríamente dichas por el Alfa hicieron que su corazón diera un vuelco, ante la expectativa pero de todas maneras lo obedeció a regañadientes.
Justo cuando lo hizo el Alfa tiró de su mano haciendo que ella cayera sentada sobre sus piernas pero no muy bien.
—Ahh...
El bonito gemido había captado la atención de los lobos a su alrededor.
Si ellos eran tan malvados como su amo entonces querrían dañarla de una manera u otra.
Querrían forzarla.
Pero ¿Él lo permitiría?
—Siéntate como una niña grande esclava, no tengas vergüenza.
Hoy parecía extrañamente juguetón y Livana no sabía si eso debía asustarla aún más.
Las mejillas de Livana adquirieron ese tono rosa acostumbrado cuando se avergonzaba.
Tuvo que apoyar sus manos contra la mesa para pasar su pierna sobre las de él y finalmente sentarse como él quería. Solo había sabido a lo que se refería por ver a la esclava del Beta sobre sus piernas.
—Las esclavas buenas merecen una recompensa —susurró él con voz aterciopelada en el oído de la antigua Thalassi y ella se estremeció involuntariamente.
Sus brazos se cerraron sobre el vientre de Livana.
Ella trata firmemente de mantener su cabeza en alto y no dejarse romper por él, sin embargo, sus esfuerzos cada vez son más en vano.
—¡Oh por Dios!
El gemido sale de su boca antes de que pueda detenerlo.
Livana no sabe si este surgió por la visión de los amos clavando sus colmillos en los cuellos de sus esclavas o se trata de la invasión atrevida por parte del Alfa a su intimidad.
Él la toca como si ella fuera... suya.
"No lo soy. No le pertenezco a nadie."
La obstinación de la Thalassi se nota en cada parte de su cuerpo tenso.
Ella intenta apartarse de Alfa, sin obtener los resultados que quiere.
—No te resistas mujer, sabes que esto me pertenece.
Ella reprime un gemido aterrorizado.
Con cada segundo siente su cuerpo diferente.
Sus ojos casi se cierran involuntariamente cediendo ante la misteriosa sensación.
Y es entonces cuando el Alfa clava sus colmillos en ella succionando su sangre, algo íntimo.
—No...
Ella sabe lo que es esto.
Un ritual de apareamiento, pero no se trata de concepción.
El Alfa quiere hacerla suya delante de todos.
Quiere que ella se entregue a él.
—Por favor...
Su mano se dirige hasta la de él quien gruñe.
—Por favor mi señor, deseo ir al baño, es urgente.
Él se detiene a duras penas y hace que Livana lo mire apretando su pelo en un puño.
—Volverás pronto o algo muy malo va a pasarte.
La antigua Thalassi asiente con la cabeza intentando no mostrar su angustia y cuando la deja ir casi corre por el pasillo.
En el baño miró los colmillos del Alfa.
No era una marca de compañera, eso era imposible, incluso si el Alfa se enteraba que ella realmente era la Thalassi de Arion jamás la trataría como una.
Lejos de eso, la mataría.
Había escuchado las historias de sus padres que lo llamaban una bestia.
Realmente lo era.
Una sin corazón.
Despiadada que no le importaría hacerle daño.
—Oh Dios, ¿Debo quedarme realmente aquí?
Él va a mancillarme, me violará...
Por sus cara cayeron las lágrimas de angustia de la Thalassi.
La sangre seguía cayendo por su cuello, aunque no hubiera dolido para ella era vergonzoso ver su marca en su piel.
—No, no puedo hacerlo.
Una vez huí de este hombre.
Tengo que irme de aquí.
El murmullo determinado de la muchacha fue escuchado aunque no lo sabía.
Saliendo del baño se apresuró a escabullirse entre los sirvientes del castillo.
Livana no supo cómo lo hizo pero llegó al exterior de este sin que se dieran cuenta.
Una vez afuera corrió hasta los portones más alejados.
Seguramente el Alfa Valerio no pensaría que ella huiría por ese lado del castillo.
—Oh Diosa Luna, permite que pueda escapar.
No quiero que ese hombre me posea.
Por favor...
El corazón de Livana saltó de alegría cuando efectivamente pudo saltar el muro del castillo y sin pensarlo demasiado se echó a correr lo más rápido que pudo.
—Diosa, gracias —gimió ella de alegría.
Livana se escabulló por la espesura del bosque, con la luna como su única testigo.
No supo cuanto tiempo corrió pero incluso aunque sus pies sangraban y dolían no se detuvo hasta que estuvo frente a una casita pequeña.
No sabía si arriesgarse o no pero finalmente terminó tocando la puerta.
Pediría un poco de agua y después se iría.
Ese Alfa no la tendría otra vez.
Livana sonrió a la luna sintiéndose cada vez más tranquila mientras ignoraba el suave dolor que empezaba a golpear su marca.
—¡No la conozco Alfa, perdóneme por acogerla! ¡No sabía que era una fugitiva!A Livana la despertaron los gritos de un hombre pero cuando escuchó su masculina voz sus ojos se abrieron con sobresalto.Incluso aunque estaba rodeada de lobos se levantó ignorando un súbito dolor que golpeó sus costillas dejándola sin aliento.—¡Déjenme! —chilló cuando intentó huir siendo sostenida por un par de guardias mientras los lobos le gruñían.—Suéltenla —ordenó el Alfa con voz legalmente suave y ellos lo obedecieron en el acto.Livana tembló ligeramente sintiéndose desprotegida mientras que él se acercaba a ella como si estuviera a punto de cazarla y se abrazó a sí misma abriendo la boca horrorizada al darse cuenta de que estaba completamente desnuda.—Mátenlo.—¡No, no tiene la culpa de haberme abierto la puerta!Ellos no la escucharon.El Alfa no dio otra orden.Sus ojos se mantenían mortalmente fijos sobre ella antes de que la sostuviera del pelo acercándola a él.—Esa boca tuya te dará grandes
Cuando Livana despertó enseguida entendió que nada estaba bien. Su intento de huida había resultado ser un fracaso y ahora sentía todos sus músculos tensos por el dolor. —Haz despertado al fin. Ya era hora. De inmediato se tensó descubriendo al hombre que la había puesto en esta situación tan vergonzosa. Ahora mismo unas cadenas estaban atadas a sus muñecas siendo levantadas por encima de su cabeza. Y no solo eso. Ella estaba completamente desnuda frente a él, sintiendo un frío atroz que la hacía estremecer. —¡¿Por qué me haces esto?! Sus mejillas se arrebolaron en el momento que vio la mirada con la que la recorrió el Alfa hasta detenerse sobre sus pechos endurecidos. Parecía estarla estudiando sin perderse en la lujuria. De un momento a otro se acercó a ella acortando la distancia entre ellos, tomándola por la barbilla forzándola a encontrarse con sus ojos. —¿Quién demonios ha dicho que hables? —la demandante pregunta fue abrupta. Pero había algo en su voz que era atray
Cada parte del cuerpo de Livana temblaba de tensión por lo que pasaría.Sin embargo, antes de que pudiera tranquilizarse después de entrar a la sala imperial del Ayax Alfa, este clavó sus ojos depredadores en ella observando su exquisito cuerpo con aquel vestido casi transparente que se amoldaba a sus curvas como una segunda piel.—Pueden retirarse.Su voz aunque dominante era letalmente suave.Lo que lo hacía más peligroso.El corazón de la Thalassi saltó al verse sola siendo devorada por sus orbes inquietantes.Si algo sabía hacer Valerio era intimidarla.Desde que lo había conocido siempre había sido así... solo que él no lo recordaba.—Ven aquí —demandó.Livana se mordió el labio inferior.Le costó un montón que sus piernas no se tambalearan, pero aún así lo obedeció para la complacencia del Ayax malicioso.Valerio se levantó de su trono justo cuando ella se detuvo.Rozó intencionalmente su brazo al pasar por su lado hasta que estuvo justo detrás de ella.Livana se tensó mucho más
La respiración de Livana estaba acelerada para cuando Valerio se inclinó sobre ella intimidándola.Su mano fuerte se ancló en su cintura para tirar de ella haciendo que sus pechos se empujaran contra el del Ayax.—Por favor...Su aliento golpeó el torso del Alfa.—¿Sabes por qué sigues viva, esclava?La Thalassi apoyó sus manos en la piel cálida de él lista para apartarlo pero no fue posible.Valerio tomó un puñado de su cabello y tiró de él sin llegar a lastimarla, para que Livana lo mirara a los ojos como hizo. Sin embargo, el gemido que dejó escapar de sus labios entreabiertos, definitivamente fue un plus.Su pulgar acarició sus carnosos labios con la mirada ardiente sobre ella.Su belleza era inusual para cualquier mujer, su pelo rubio era largo, ligeramente ondulado cayendo hasta más abajo de sus nalgas. Su cara era perfecta, nariz respingada, pestañas largas, labios carnosos. Pero lo que lo había dejado sin habla por un segundo cuando la conoció fueron sus ojos violetas.—Estoy v
Valerio arrojó al suelo las cosas de su escritorio en un acto de cólera.La mujer era como las otras.Incluso a pesar de su belleza excepcional, no había logrado disipar los malditos fantasmas de su pasado.No había podido sentir placer como llevaba tanto tiempo anhelando.Lo único que le daba placer era la conexión con el deseo de su compañera de sexo al momento de morder su cuello mientras la penetraba y esta llegaba al orgasmo. La seducción lo excitaba pero lamentablemente nunca podía llegar a la cúspide del orgasmo desde lo que le había sucedido en el pasado.Con esa mujer había estado tan abrumado al no conseguir lo que deseaba que fue demasiado tarde para absorber su propio placer por medio de la mordida.Sin embargo, había algo en ella... él había sentido un deje de algo que no sabía cómo identificar.—Ella fue inútil, ¿No es cierto?—Largo.Había percibido la presencia de Gabriela, pero ciertamente había esperado que se fuera ante la explosión de su furia.Ni siquiera se giró
—Áyax Valerio, vine tan rápido como pude...El hombre no terminó de hablar cuando el Áyax hizo una señal a uno de sus guardias. Este de inmediato lo interceptó golpeando al hombre mientras que Valerio los miraba tan impasible como siempre.—¡Señor!—Sabes que no me gusta la desobediencia, Kailan.Solo te pedí una cosa hace unos días atrás, ¿Y qué hiciste?El guardia jaló el cabello de Kailan con fuerza para que mirara en dirección de su gobernante quien a duras penas estaba controlando su furia.Kailan al recordar de lo que le hablaban abrió los ojos con estrépito y horror.—Pe-pero señor...—¡Áyax!Valerio gruñó molesto posando sus orbes en la recién llegada que lo miraba con espanto.—¿Quién dijo que tenías derecho a entrar aquí, Katya?Ella se arrodilló ante él asustada.—Yo lo siento muchísimo Áyax, pero yo...—Vete de aquí Katya.Este no es tu lugar. —Áyax...Valerio sintió su mandíbula palpitar por la molestia.—Ahora.Valerio miró a Kailan notando que este parecía más temeroso
Cuando Livana se había ofrecido a llevarle comida a los guardias, no solo había sido porque quería ayudar, sino también porque quería ver el exterior. Necesitaba conocerlo para su plan de escape. Se había acostado con Valerio y eso la estaba torturando cada vez que lo recordaba. Pero no había contado con que ese hombre apareciera de repente apartándola de todos y la encerrara entre su cuerpo y la pared, así que ahora solo podía sentir latiendo su corazón rápidamente bajo su mirada inquietantemente masculina. Cada vez que la miraba de esa forma, la Thalassi sentía que iba a recordarla en cualquier momento y eso solo sería peor. Valerio la odiaba demasiado, odiaba a la hija de quien lo había hecho sufrir tanto. —¿Qué es lo que crees, mujer? Había preguntado, pero Liv estaba demasiado nerviosa para responder su pregunta. El tono de su voz hizo que un escalofríos baja por su espina dorsal. Su enorme presencia la intimidaba por completo. Todo lo que quería era salir corriendo de
Cuando Livana entró al comedor, definitivamente no se esperó ver a tantas mujeres sentadas.Isadora le había dado una bandeja con el desayuno de la líder del Harem, su nombre era Gabriela. Y también el plato de otra, a la cual llamó Katya.Por su descripción física, Livana asumió de quien era cada plato.Sin embargo, no se perdió de las miradas penetrantes y a la vez fulminantes de ellas.Excepto por una, la líder, quien mantenía su rostro impasible, casi como una réplica de Valerio.Quizás por eso ella era la líder después de todo.—¿Quién eres tú? —gruñó Katya mirándola con evidente molestia.—Soy la esclava del Áyax, señora.Livana tuvo que forzarse a decir esas palabras por más que le molestaran.—¿Cuál es tu nombre? —preguntó otra de ellas.—Soy Liv.—¿Acaso nadie te dijo que las esclavas no llevan el pelo tan largo? Solo nosotras podemos hacerlo, tú no eres nada.Era obvio que Katya era la más maliciosa de todas pero Livana se dijo que no iba a caer en sus provocaciones. No que