Nadir se quedó mirando a Lianet sintiendo como su corazón latía desbocado ante el anuncio que había hecho. Pero reaccionó enseguida ante la mirada de súplica y auxilio que le dedicaba ella, sin más se adelantó y de un empujón lanzó a Hans lejos de ella. Tomó con firmeza su mano y se la llevó ante los ojos incrédulos de todo el grupo, que se preguntaban por qué ellos dormían juntos y ahora parecía tener la respuesta. ¡Eran prometidos! En la Universidad Nina desde que viera irse el autobús con Lianet y Nadir, parecía una leona enjaulada, caminaba de un lado para el otro y de vez en cuando miraba a Raidel que estaba sentado en un banco del pasillo. —No sé cómo. Pero tú Raidel Fresneda tienes que resolverlo— soltó de repente Nina mirándolo muy seria. Raidel la miró en silencio, ha aprendido a esperar que ella sola le diga lo que la atormenta, al escucharla le pregunta.—¿Qué es eso que tengo que resolver Nina Vargas? ¿Acaso me ves cara de adivino? —Ella se detiene al escucharlo
Nina no deja que Raidel le diga nada y él solo la observa, sonriendo preocupado por lo que acaba de decirle. ¿Será que, por besarla, ella ya lo considera su novio? No quiere lastimarla, así que decide hablar con ella antes de avanzar en algo más. Abre la boca con la intención de disculparse por el beso, pero Nina se le acerca, lo abraza y lo besa en los labios.—Eso es por complacerme —dice Nina y agrega— y... porque me gustó cómo besas, pero no te hagas ilusiones, no somos novios. Nina ríe al ver que lo ha dejado sin palabras. Raidel también se ríe nerviosamente, disfrutando de todo lo que ve en ella, pero lo que más le gusta es su espontaneidad.—Nina, ya he resuelto todo. Ismael vendrá con nosotros, solo tenemos que esperar a que recoja sus cosas —dice Raidel, pero Nina toma su maleta y pasa junto a él mientras habla.—Los espero abajo. No aguanto ni un segundo más en la habitación. Iré a darle ánimo a Lianet. Sé que cuando nos vea, aunque sea desde las gradas, se sentirá mejor —
Nadir le dice que sí, que precisamente por eso también lo llama. No quiere que nadie se entere de que él es quien los está comprando. Le envía toda la información y le dice que ofrezca una gran suma por ellos. Además, le pide que deje la puerta abierta por si alguien más quiere comprarlos, él duplicará la suma. También le pide que haga una donación a la universidad para adquirir otros caballos buenos pero más manejables.Josué llama inmediatamente al rector de la universidad, quien está contento de que Ébano y Nube estén siendo montados por Lianet y Nadir. Sin embargo, el entrenador le informa que todavía no se dejan montar por nadie más, lo cual representa una gran pérdida para la escuela. Al recibir la propuesta de Josué, el rector acepta de inmediato.Josué le comenta que acaba de ver a los caballos en la competencia ecuestre y está dispuesto a pagar una buena suma por ellos. Además, se ofrece a comprar todos los caballos que necesiten y realizar una gran donación para la investiga
Al llamado del organizador, Lianet y Nadir dejan sus caballos con los cuidadores y se dirigen al punto de encuentro donde ya se han congregado los demás participantes. Estos han sido reunidos para recibir una explicación detallada sobre las reglas de la competencia. Se les aclara que se trata de un evento profesional y que hay algunos novatos que, por su notable talento, han obtenido el permiso de los organizadores para competir por el premio al igual que los demás.Como cada año, se advierte que cualquier acto de fraude o intento deliberado de perjudicar a otro competidor resultará en una descalificación inmediata. Acto seguido, los competidores comienzan a extraer números de un sombrero para determinar el orden en que participarán en la ronda eliminatoria. Lianet, nerviosa, saca el número ocho y para su alivio, Nadir obtiene el nueve justo después de ella.—Estaremos uno al lado del otro, mi prometida; así que no tengas miedo —dice Nadir con una sonrisa.—Me alegra mucho, mi prometi
Cecilia guardó silencio por un momento mientras escuchaba a la joven, quien no dejaba de insistir y decirle que estaba actuando mal.—Señora, no le corresponde a usted decidir eso, sino al señor Manuel. Si quiere divorciarse, que lo haga. No es feliz con esa mujer —trataba de convencerla—. Además, esto afectará mucho a su hija. No es justo que no le permita pasar los últimos días de su vida con su madre.Cecilia la miró en silencio. Sabía que tenía razón en algunas cosas, pero Lianet era el tesoro más preciado que la vida le había dado, fruto del gran y único amor con Manuel Limonta. Su hija estaba empezando su vida, sus sueños. ¿Cómo podía sacarla de su enfoque en los estudios para que la acompañara? No, ella no iba a robarle los sueños a su pequeña de irse a Berlín a estudiar en esa universidad que tanto le gustaba. Y eso es lo que iba a pasar si Lianet se enteraba de su enfermedad. Ella nunca se iría.—No puedo hacerle eso a mi hija, Melisa. Debes entenderlo. No te atrevas a decirl
Manuel y Mario pasaron toda la mañana vigilando sin que sucediera nada inusual, pero después del mediodía, vieron asombrados cómo Cecilia salía de su casa y le daba un beso y un abrazo a Melisa. La chica insistía en acompañarla, pero Cecilia se negaba. Luego, caminó arrastrando una maleta mientras lloraba amargamente.—¿A dónde va? ¿Por qué llora así? —preguntó Manuel, a punto de bajarse del auto e ir a ver qué le sucedía, pero Mario lo detuvo.—Espera, mira, llamó a un taxi —señaló Mario, viendo cómo el taxista la ayudaba a colocar la maleta en el auto.—Vamos, Mario, sigue ese taxi —dijo Manuel ansiosamente—, pero no te acerques mucho para que no nos vea.Cecilia lloraba incontrolablemente en el taxi. Se había despedido de Lianet para siempre y también de Manuel. Nunca los volvería a ver y eso la estaba destrozando. El taxista solo la miraba, pensando que debía dolerle mucho el cuerpo para que llorara de esa manera. No era la primera vez que él la recogía y sabía que tenía un cáncer
Mientras tanto, en el campo ecuestre, momentos antes, justo cuando iniciaban las carreras, Nina corría delante de Ismael y Raidel al tiempo que les decía:—¿Vieron? Llegamos tarde. Les dije que manejaran más rápido. ¡Nos vamos a perder el inicio de la competencia! Por su culpa, Lianet no nos verá —hablaba como era su costumbre, sin dejar de correr hacia las gradas, escuchando el enorme bullicio que provenía del público—. ¡Estoy segura de que Lianet no se concentrará con tanto ruido!—Espera, Nina. Ahora son las eliminatorias. Ellos no son profesionales, seguramente no saldrán en las primeras rondas. Tenemos tiempo —decía Raidel mientras corría junto a Ismael.—¿Qué sabes tú? ¿Y si le tocó un número temprano? Ella tiene suerte de salir siempre entre los primeros diez —contestó sin detenerse—. ¡Tengo que llegar y lograr que me vea!Nina corría lo más rápido que podía, dejando atrás a sus amigos. Subió desesperada las escaleras de las gradas mientras mostraba el boleto de entrada de los
La atmósfera se vuelve más turbulenta mientras todos se miran con recelo y desafío. Cindy observa cómo Lianet, casi sin darse cuenta, se ha colocado junto a Nadir, como si marcase su territorio, haciendo que éste por instinto la abrace. ¿Así que la mosquita muerta, después de todo, conquistó a Nadir? Si ella cree que se va a quedar con él, está muy equivocada. Con este plan de hacerlos rogar por los caballos y considerando lo pobre que es, seguramente aceptará la propuesta de Harrison y me dejará el camino libre, piensa sonriendo.—No, no existe una regla en estas competencias que diga que en la carrera de eliminación no se pueda correr sin sillas —le contesta Nina furiosa. Se hace un gran silencio mientras todos se miran como desafiándose. Luego miran a los jueces, quienes guardan silencio y miran al señor Harrison, que se adelanta despacio en compañía de su hijo, que no deja de mirar a Lianet, la cual casi se esconde detrás de Nadir sin soltar su mano, para sorpresa de Nina, Raid