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Dulce engaño. Capítulo 3. La mismísima inquisición.

Sony Scott

Cuando vi su mensaje, me sorprendí, ¿Será que se equivocó? No pude evitar enviarle un mensaje diciéndole que se había equivocado, y esperé nerviosa su respuesta, cuando me respondió que no se había equivocado, contuve el grito de mi garganta.

Quizás había enloquecido, pero nunca en mis veinticinco años me había sentido tan cautivada por un hombre, él era distinguido, tierno, caballero, atractivo, todo lo que había imaginado de mi príncipe azul.

Sin poder contenerme envié un mensaje, un muñequito lanzando un beso entre dos corazones, no sé si estaba pasándome de atrevida, pero era mi forma de decirle que me gustaba mucho.

Esperé su respuesta, pero pasaron los minutos se hizo una hora y no me respondió.

—¡Idiota! ¿Para qué me envías corazoncitos, si no vas a responder los míos? —dije con un gruñido y lancé el celular a un lado.

Mi hijo entró, me vio protestando y frunció el ceño.

—Mami ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás tan molesta? —le pregunté.

—¡Por nada! Espero que tú no vay
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