Callista se alejó de Apolo, cerró la puerta y dejó que sus lágrimas se derramaran libremente por sus mejillas. Le dolía hablarle de esa manera, pero no iba a suavizar las cosas. Su marido se había equivocado y ella tenía todo el maldito derecho de sentirse cómo se sentía.Con una mezcla de enojo y tristeza, se alejó de la biblioteca. No quería que nadie la viera en ese estado y le preguntara. No deseaba que nadie supiera lo que su marido había omitido.—Señora, Callista —la llamó Dione al verla caminar por el pasillo. Ella se limpió rápidamente las lágrimas.—¿Sí? —preguntó, respirando varias veces. Su voz había salido pastosa.—¿Se encuentra bien?—Sí, es solo que estoy emocionada por la boda de mi hija y de Theo. Mis hijos, ¿los has visto?Dione asintió.—Están dormidos en sus cunas junto a Antulio y Dominick, no he visto a la señorita Fénix, no debe de tardar —mencionó.Callista elevó una ceja.—¿Fénix no está con ellos?—No, no la he visto desde que la señora Fay y ella vinieron a
La familia celebró y brindó con té, la llegada del nuevo miembro de la familia Xenakis Galanis.Callista había deseado que su apellido continuara; sin embargo, no iba a negarle a Eryx la continuación del suyo. No había sido un excelente hombre y había faltado mucho para ser un buen esposo, aunque lo intentó. De lo que no podía quejarse o dudar, era el amor que sentía por Penélope.Eryx había amado a su hija con locura, cuando le dio la noticia de su embarazo. Él había reaccionado así, como lo hacía Theo. Quizá, si hubieran tenido tiempo, tal vez, si no se hubiera dejado seducir por el vicio del juego, todo sería diferente ahora. Lamentablemente, el vicio arruinó cualquier posibilidad.Los ojos de Callista se desviaron a Apolo, su esposo conversaba con Theo. Lo observó varios minutos y, como si él pudiera sentirla, le dedicó una mirada y una sonrisa cargada de disculpa.¿Cuánto tiempo iba a estar enojada con él? Lo que había ocultado no era cualquier cosa; no obstante, no podía negar
Los siguientes días pasaron en una bruma. Theo y Penélope esperaron ansiosos cada segundo que faltaba para la llegada de Elena. Cuando dieron la noticia a la familia de que esperaban una niña, Callista fue la más feliz al saber el nombre que habían elegido para ella.Se mostró tan feliz, que decidió regalarle una preciosa joya. Fénix y ella trabajaron con especial entusiasmo para tenerlo a tiempo. Se trataba de un precioso relicario muy parecido al que Penélope guardaba en su joyero, pero con pequeños diamantes que no solo lo hacían más especial sino más costoso.El dinero no era un problema para ellos, podían darse el lujo.En cuanto a Fénix, su relación con Alexis iba a paso de tortuga, pero eran pasos que le alimentaban la esperanza. Él trataba a Lily y a Dominick con mucho afecto y, de vez en cuando, les traía un pequeño y sencillo presente o los invitaba a tomarse un helado. Pequeñas cosas que iban conquistando cada vez más su corazón y ni mencionar a la familia Katsaro.Ellos ta
El estruendo de la tempestad iluminó la sala de la mansión Mavros aquella fría noche de noviembre, revelando dos figuras en la penumbra. Los relámpagos destellaban a través de las ventanas, dejando ver el rostro pálido de Eryx y la mirada severa de su esposa, Callista.—¿Qué has hecho, Eryx? —preguntó Callista con voz contenida sosteniendo una nota de deuda increíble.Eryx, con el semblante desencajado, parecía un hombre acorralado, como si lo persiguiera una manada de lobos. El color había abandonado su rostro, y su cuerpo temblaba levemente.—Lo siento, Callista, te juro que no fue mi intención —balbuceó mientras echaba una mirada nerviosa hacia la puerta, como si esperara que en cualquier momento la derribaran—. Intenté dejar el juego, pero fallé.—¿De qué estás hablando? —Callista retrocedió un paso, alejándose de su esposo cuando intentó tomarle la mano.Ellos no eran una pareja unida por amor, sino por un acuerdo comercial impuesto por su padre apenas unos meses antes de su muer
Theodoros escuchó el sonido de los pasos acercándose por el pasillo. No tuvo que esperar mucho; Callista se detuvo muy cerca, haciéndole saber que su tiempo privado con Nereida había terminado.—¿Cuánto tiempo más vas a continuar de esta manera? —La pregunta hizo arder su sangre. Apretó su mano en un puño, conteniendo el impulso de mandar a Callista lejos de allí.—Lo que haga o deje de hacer no es asunto tuyo —replicó, girándose lentamente. Su rostro era perfecto, como si los mismísimos dioses del Olimpo lo hubieran tallado en mármol. Así de pétreo.—Han pasado semanas...—¡Y podrán pasar años! ¡Nada cambiará! —gritó, perdiendo el control. Su esposa había muerto hacía dos meses, pero el dolor seguía tan vivo como el día en que el médico le informó de su deceso.Ese dolor lacerante le atravesaba el pecho como un puñal, la misma sensación que lo había invadido al descubrir que Nereida le había ocultado su enfermedad. La impotencia y el enojo corroían su corazón; no se había dado cuenta
La mirada de Theo cambió, y su rostro se encendió, mostrando la ira que las palabras de Callista habían despertado en él.—¿Qué has dicho? —preguntó, con un tono ronco y frío que anunciaba peligro. Callista dio un paso atrás, pero no estaba dispuesta a dejarse intimidar. Había hecho lo que tenía que hacer para que el nombre de su familia no se perdiera.Había sobrevivido para cuidar de Nereida, y haría lo mismo por su hijo. Haría todo lo que no pudo hacer por su pequeña, a quien perdió aquella fría noche de noviembre, por culpa de Eryx.—Lo que has escuchado, Theo. Si no quieres cumplir con el deseo de Nereida, no te sientas ofendido porque yo sí lo haga.—¡No tienes ningún maldito derecho a tomar esa decisión! —gritó enardecido. Theo se obligó a alejarse de Callista para controlar el deseo de matarla. La sangre le hervía de indignación.—Por supuesto que tengo todo el derecho a tomar esta decisión. Nereida lo hubiese querido así.Theo apretó los dientes hasta sentir que iban a partir
Penélope se dejó caer en el sillón, cubriéndose los ojos con las manos mientras el silencio la envolvía. Había llevado a Fénix de regreso a su casa, pero antes pasaron por el supermercado para comprar alimentos, frutas y vitaminas. Afortunadamente, tenía dinero para cubrir esos gastos, pero ¿cuánto le iba a durar? Faltaban tres meses para que Fénix diera a luz y luego vendrían los gastos de ropa, leche y pañales. Todo eso era lo que, siendo una madre subrogada, no debía ni tenía que preocuparse.—¿Qué es lo que has hecho, Penélope? —se preguntó, apartando la mano de su rostro.Había sido una locura prometerle a Fénix ayudarla, y ahora, ¿qué iba a hacer? No tenía más opción que apresurar su siguiente embarazo. Para colmo de males, esa mañana, ocupada resolviendo los problemas de Fénix, no se había hecho las pruebas, por lo que tendría que regresar a la mañana siguiente.Era una complicación que no necesitaba, pero que, en un momento de debilidad, había asumido.Si su pasado no fuera ta
Penny esperaba una reacción del hombre tras su insulto, pero él ni siquiera la miraba. Sus ojos, protegidos por lentes oscuros, mostraban una expresión imperturbable, como si no hablaran el mismo idioma. Un escalofrío recorrió su columna vertebral; no sabía exactamente por qué, pero decidió ignorarlo.La actitud arrogante de Theo molestó a Apolo; nada le costaba disculparse con la mujer cuando era evidente que la distracción de su amigo la había empujado al piso. Pero, dada la condición de Theo, tras el agotador viaje y las pocas horas de sueño, lo mejor era alejarlo de allí para evitar un escándalo frente a las puertas de la clínica.—Será mejor que sigamos —dijo Apolo, colocando una mano firme sobre el hombro de Theo.Él apenas reaccionó, pero antes de dar el siguiente paso y alejarse de la mujer, le dedicó una breve y casi imperceptible mirada. Penny no lo notó debido a los grandes y oscuros lentes que él llevaba, pero Theo la miró con una mezcla de indiferencia y desprecio.—Vamos