CAPÍTULO 2. PRIMEROS PASOS

Manolo respiró profundo, no tenía un mayor deseo en su corazón que Felipe estuviera vivo, pero no quería hacerse falsas ilusiones y crear falsas expectativas en Alondra, por eso aunque le doliera, necesitaba dejárselo claro.

—Alondra, eres muy valiente, no sabes cuánta alegría siento de poderte oír expresándote con seguridad, sin ningún tipo de temor, estoy orgulloso de ti y mi Felipe también lo estaría. Pero debes entender que él ya no está, ¡se ha ido!, no te hagas ilusiones que luego puedan llevarte a una profunda tristeza ó depresión.

—No te preocupes por mí Manolo, ya no soy una mujer que se deprime con facilidad, pasé por tanto y me rompí tantas veces, deseé morir otras tantas más, pero ahora no, estoy consciente de mi valor y de todo lo que la vida me ha dado, y aunque nunca podré olvidar lo que pasó, eso no provocará mellas en mi porque le quité el poder de hacerme daño. Y como veo que no estás dispuesto a ayudarme, entonces lo haré sola. Nada me va a detener. Gracias Manolo—iba a cortar la llamada pero su amigo la detuvo antes de que lo hiciera.

—Te ayudaré. En dos días estaré en Roma. Ojalá no esté cometiendo un grave error—expresó en tono de preocupación.

Alondra respondió con un tono de felicidad— ¡Gracias Manolo! Sabía que podía contar contigo, Felipe una vez me dijo que en caso de que a él le pasara algo podía confiar en ti con los ojos cerrados, mientras tanto, yo trataré de ubicar el certificado de defunción, hablaré con el señor Lucca y realizaré gestiones por mi parte. Mi corazón me dice que mi Pir está vivo, y estoy dispuesta a todo por encontrarlo, si hay una característica de mí que siempre me ha gustado y que aún mantengo, es mi fuerte determinación, nunca me daré por vencida, así las circunstancias me griten lo contrario—después de un par de minutos se despidieron.

Luego de cortar la llamada, comenzó a recoger sus cosas, las toallas, ropa, bolsos y demás juguetes de los niños que se encontraban regados a la orilla de la playa, incluso su clavel blanco. De inmediato procedió a llamarlos —Teeed, Camiiil —gritaba los nombres de los pequeños, quienes al oírla, salieron corriendo a donde ella estaba.

—Mami, estábamos jugando cuando nos llamaste—manifestó la pequeña Camill.

—Debemos irnos—expresó Alondra mientras caminaba con algunas cosas para guardar en el auto— Ayúdenme a cargar las cosas al vehículo.

— ¿Por qué? —Interrogó el pequeño Tad.

—Porque es necesario que como familia nos colaboremos unos a otros—respondió Alondra.

—No mamá, me refiero a ¿Por qué tenemos que irnos? Nos estamos divirtiendo mucho. No queremos irnos—cuestionó el niño.

—Pero es necesario que lo hagamos. Requiero hacer algo urgente hijo, debemos regresar a Roma inmediatamente. Ustedes aseguraron que habían visto a su padre ¿Verdad? —Los dos pequeños movieron afirmativamente su cabeza—Entonces debemos ir por él. Pero tenemos que hacer varias cosas previamente hasta poder encontrarlo, por eso ahorita vamos a casa del abuelo Lucca.

—Pero, ¿Por qué tenemos que buscarlo en otro lado, si lo hemos visto aquí? —Interrogó Camil con mucha lógica infantil.

—Porque es necesario que investiguemos donde vive, porque no quiere estar a nuestro lado y otras tantas preguntas que resolver—expresó Alondra.

—Papá nos dijo que siempre nos cuidaría a los tres, que nunca se había ido lejos de nosotros, que estaba más cerca de lo que pensabamos—pronunció el pequeño Tad.

Alondra miró a todos los lados nuevamente, esperanzada en poder encontrarlo, pero fue en vano, no vio a nadie.

— ¡Vámonos niños! Ya es hora de irnos—afirmó la mujer.

Alondra montó a los niños en el carro, les colocó el cinturón de seguridad a cada uno y tomó la carretera desde Gaeta con destino a Roma, luego de casi dos horas y media, llegaron a su destino, se dijeron a la residencia de la familia Rocco, una mansión ubicada en La Pisana, Villa Licio, al llegar se identificó en la entrada de la verja y la dejaron entrar, al llegar a la puerta de la mansión le abrió la señora Fiore, apenas al verla corrió a abrazarla —Mi niña Alondra y mis bambinos, Tad y Camil—expresó abrazándolos— ¡Cómo están de grandes esas hermosas criaturas! Mi corazón salta de emoción al verlos, es como volver a ver a mi niño Felipe—Y de inmediato la vista se le nubló por las lágrimas.

—Tranquila Fiore, no te pongas triste, tal vez, quizás nuestro Felipe no se haya ido—pronunció con una sonrisa Alondra.

— ¿Qué dice mi niña? ¿Por qué dice eso? —Interrogó la mujer.

—No puedo darte detalles por ahora, pero pronto tendré todos los elementos y allí te contaré todo. ¿Y mis suegros? —Preguntó Alondra.

—Hay mi niña, desde que mi niño Felipe se fue, en esta casa nadie es feliz, la señora Valeria sigue en una relación tirante con el señor Lucca, ella pasa más tiempo en casa de Camilla e ignora al señor, el dolor por su hijo la obliga a huir de aquí, mientras que el señor no sale de su despacho, la tristeza lo está acabando lentamente, no se perdona por no haber protegido a su hijo, y sus únicos días felices son cuando sus nietos vienen a visitarlo.

—Necesito hablar con él, Fiore. Pero no me anuncie, quédese con los niños mientras voy en su búsqueda—pronunció con decisión mientras caminaba al despacho de Lucca.

“Aprende de las olas a retirarte si es necesario y volver con más fuerza aún, a luchar por lo que quieres”. Anónimo.

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