Alondra caminó hacia el despacho de su suegro, ella había ido varias veces a llevar a los niños, pero en verdad estaba sumergida en su dolor, que no se detuvo a pensar en el sufrimiento de los padres de Felipe. Tocó la puerta, pero no recibió respuesta, lo volvió a hacer, pero esta vez de manera continua, y enseguida un grito se dejó oír a través de la puerta —¡No me molesten! No podén entender que no quiero ver, ni hablar con nadie, tampoco comer, solo quiero que me dejen en paz, hasta que mi agonía acabe.
Haciendo caso omiso a lo que decía, Alondra entró al despacho y enseguida escuchó un grito —¡Sos sorda!—Al girarse y ver a Alondra se quedó en silencio—¿Qué haces aquí? ¿Le pasó algo a mis nietos?—interrogó mientras sostenía una botella en su mano, su aspecto preocupante, estaba ojeroso, demacrado, barbudo, sus ojos sin brillos.
—Suegro ¿Por qué estás así? ¿Por qué te estás destruyendo? ¿Cuándo perdiste el control de tu vida? A Felipe no le gustaría verte así. Además tus nietos te necesitan y han venido a visitarte, están en la cocina con Fiore y ansiosos por ver a su abuelo.
Él la miró con una profunda tristeza—Lo extraño, no quiero seguir viviendo sin él, mis días son oscuros, sin esperanzas, sin fe, por mi culpa mi hijo murió, yo debí detenerlo y hacer hasta lo imposible porque dejara ese cuerpo policial y no lo hice. He sido el peor padre del mundo, Valeria tiene razón, por eso hasta me dejó de amar y me odia, no soporta estar en la misma habitación que yo. Alondra, lo he perdido todo. No tengo por quien ni para quien luchar.
—Eso no es cierto, no busque excusas. Felipe sabía lo que hacía, por eso no quiso involucrarnos, no es su culpa, los hijos toman su propio camino, uno como padres, cuando ellos crecen solo los orienta, pero la última palabra la tienen ellos, no se siga martirizando, tiene que levantarse, ver las otras cosas hermosas que la vida le ha dado, tiene cuatro maravillosos nietos, una esposa que está dolida y por eso no piensa con claridad pero lo ama, una hija, un yerno y una nuera que lo quieren, cuando me estaba recuperando de mi profunda depresión, usted siempre estuvo allí apoyándome, fue parte de los regalos maravillosos que la vida me dio, día tras día cumplía con detalle la encomienda que le hizo Felipe y esas cartas fueron mi impulso, mi inspiración.
"Ahora necesito que se levante, vaya y se bañe, se vista y se tome un café bien cargado, porque lo necesito lúcido, sano, debo contarle algo. ¿Usted decide si me apoya o debo emprender mi camino sola?”.
Lucca se quedó viéndole y sin protestar fue a cumplir sus instrucciones, subió a su habitación, se afeitó, luego se duchó, se vistió, cuando estuvo listo, se miró en el espejo y se pudo dar cuenta que su aspecto había mejorado, pero las ojeras, rostro demacrado y enjuto era evidente. Debía mejorar su aspecto, pensó, debía atender a lo que le había dicho Alondra, sus nietos debían verlo bien, con energía, para que se sintieran orgullosos de él.
Después de tres cuartos de hora, bajó al comedor, donde lo estaban esperando su nuera y sus nietos, los niños cuando lo vieron corrieron a abrazarlos emocionados, pero la más melosa era la pequeña Camilla, que a él cargarla, comenzó a darle una lluvia de besos en sus mejillas mientras le decía —Eres junto con mi abuelito Nick, los abuelos más lindos y maravillosos del mundo, te amo abuelito Lucca con todo mi corazón—expresó dándole un beso baboso en cada mejilla—¿Quieres ser el rey de mi vida?—dijo la pequeña con voz dulce.
Sintió tanta ternura y emoción ante las palabras de su nieta, esa pequeña robaba el corazón con solo su mirada y con voz quebrada le dijo—Claro mi niña, Yo soy el rey de tu vida y vos sos la reina de la mía—olió su cabello y le dio varios besos en la cabeza, mientras sentía un calor que llenaba su corazón desbordando amor. Debía tomar el rumbo de su vida, no podía decepcionar a esos pequeños.
Cuando escuchó las palabras de su pequeña, se sintió gratamente conmovido, pero su alegría fue mayor, cuando el pequeño Tad expresó:—Te amo abuelito, cárgame a mí para darte también besos, así el par de pequeños animaron a su abuelo, enterneciéndole el corazón.
Alondra vio la escena y se emocionó, también se le acercó y lo abrazó diciéndole: —Así quiero verlo, de pie, nunca derrotado, además le tengo una excelente noticia, que estoy segura lo hará sumamente feliz.
Dejaron a los niños con Fiore y entraron al despacho nuevamente, el cual había sido limpiado mientras se aseaba— ¿Cuál es esa noticia mi niña?
—No quiero que diga que enloquecí, ni vaya a pensar lo que no es, no me interrumpa y escúcheme con atención—He descubierto que Felipe, su hijo, está vivo.
Al oírla, el rostro de Lucca se puso tan pálido como un papel blanco—Alondra, si eso es una broma es de muy mal gusto.
—¡No es una broma! Le estoy diciendo la verdad: su hijo, el padre de mis hijos, el hombre a quien amo ¡Está vivo! Necesito que usted me ayude a encontrarlo—concluyó con firmeza mientras Lucca la miraba totalmente sorprendido, y germinando en su interior la semilla de la esperanza.
“La esperanza se levanta como un ave fénix de las cenizas de los sueños rotos”. S.A. Sachs.
Lucca se sintió como si estuviese en un sueño, de hecho por un momento pudo percibir un zumbido en sus oídos, pensó que iba a desvanecerse, se agarró del escritorio pero no fue suficiente, cuando estaba a punto de caer Alondra lo sostuvo y lo ayudó a sentarse. Él tomó su cabeza con ambas manos, respiró profundo y unos segundos después cuando se sintió más calmado dijo: —Alondra, no me parece correcto lo que vos estás haciendo, así sea para animarme, ya en mí corazón acepté que mi hijo murió, no juegues con eso.Ella negaba con su cabeza
Valeria se quedó observando a la chica, defendiendo con tanta pasión su creencia y se sintió orgullosa de que ella fuese la madre de sus nietos, pensó en su hijo, había hecho una buena elección.—Esta Alondra frente a mí, no es la creída, que se cree merecedora de todo, ni la frágil, miedosa, es una fuerte que no teme decir lo que piensa y de defender en lo que cree, me gusta esta Alondra—dijo Valeria tomándola de las manos y continuó hablando—De eso que me dices me di cuenta hace tiempo, y si no me he acercado a Lucca es porque estoy avergonzada como lo traté y me s
Una vez que los niños salieron del comedor, Valeria enfrentó a Lucca y Alondra.—¿Van a decirme que están ocultándome? ¿Cómo es eso que los niños vieron a su padre? —Interrogó mientras ambos se mantenían en silencio—Soy toda oídos, empiecen a hablar.—Vos sabe como son los niños, se quedaron dormidos en la playa y soñaron que su padre hab&ia
Lucca observó por el retrovisor, volvió a hacer un par de maniobras, tomó una vía alterna y el otro vehículo imitó sus movimientos, decidido a deshacerse de su perseguidor salió a la autopista, tomó el carril lento y el otro auto no cambió los movimientos de su trayectoria.Alondra miró hacia atrás, y enseguida le dijo: —Se&nt
Lucca soltó a Alondra, observó por un momento a Valeria, la ojeó de pies a cabeza y no pronunció palabra alguna. Su conversación la destinó a Alondra.—Pequeña ¿Te vienes? —La interrogó con dulzura. Alondra lo miró sorpresivamente: "Acaso su suegro era suicida, veía lo molesta que estaba Valeria, pensando lo peor de ellos y salía con ese tono de voz susurrante. De verdad que si no estaba loco, estaba llegando", pensó.
Valeria se quedó observando a Lucca mientras se retiraba y sus ojos se humedecieron producto de las lágrimas que empezaron a salir. Alondra la sostuvo firme y con una voz que sonó más fuerte de lo que le hubiese gustado y expresó: — ¡No se le ocurra llorar aquí! Y tampoco seguirlo. Alce su frente, írgase como si fuese una reina y camine con elegancia, que nada la perturbe y mucho menos permita que el señor Lucca la vea llorando y sufriendo por él ¿Me entendió? —Valeria se quedó observando a Alondra sorprendida por sus palabras.
A Valeria los nervios hicieron que le sudaran las manos, mientras trataba de que su cerebro decidiera rápido: “Quien carajo me habrá mandado a meterme en esto, todo por hacerle caso a Alondra”, pensó en el momento que sintió una patada en sus pantorrillas y abrió los ojos sorprendida.—Valeria el señor… Disculpe—. Se interrumpió Alondra—. ¿Cómo dijo que se llamaba? —Aunque su rostro le era bastante familiar.
Alondra y Valeria llegaron al departamento de la primera, durante su trayecto no se dieron cuenta de que estaban siendo seguidas, ambas hablaban animadamente sobre la velada que habían tenido.—Alondra, casi sufro un desfallecimiento cuando ese hombre me invitó a bailar, te juro que me sentí como si estuviese traicionando a Lucca—. Confesó Valeria con preocupación.
Último capítulo