Maximiliano sabía que se enfrentaba a un gran problema. La toxicidad de Karen era muy abrumadora y si se lo proponía podía llegar hasta Juliet y dañarle todos sus planes y eso no lo iba a permitir jamás. En tan poco tiempo ya sabía cómo se manejaba Juliet, era caprichosa, obstinada, terca y orgullosa, nunca le perdonaría algo así. En ese momento, recordó que no le había enviado un mensaje para confirmar cómo habían quedado, así que tomó su móvil y escribió el número de Juliet.
"Hola linda, ya estoy en casa. Feliz noche. Gracias por esta magnífica velada. Soñaré con tus labios. Maximiliano"
Juliet, al ver su teléfono, notó que no le había escrito. Bueno, tampoco tenía que hacerlo, era ella quien debía meter freno y no ilusionarse más de la cuenta por un par de besos. Dejó el teléfono en la mesa de noche y se volteó.
En ese instante, su celular se iluminó. Juliet lo tomó de inmediato. Era un número desconocido.
Leyó el mensaje, sonrió y respondió.
"Hola Max, está bien. Me alegra que hayas llegado bien. Descansa. Espero verte pronto. Besos. -Juliet"
Max, saliendo del baño, escuchó su celular. Al abrirlo, leyó el mensaje de Juliet y sonrió.
"Tramposa. Me dijiste que estabas cansada y aún no te duermes."
Juliet leyó el mensaje y respondió.
"Sí, lo estoy. Pero también estaba esperando saber que llegaste bien. -Juliet"
"Y si no te hubiera escrito, ¿habrías pasado la noche en vela?"
"No, claro que no. Pero tenía la esperanza de que lo hicieras."
"Y lo hice. Tú me pediste que te escribiera. Tus deseos para mí son órdenes, hermosa."
"Que nunca se te olvide eso, ¿sabías? Que uno es esclavo de lo que dice."
"Ok, está bien. No lo olvidaré, te lo prometo. Duerme. Te mando besos. Mañana te escribo para saber de ti."
"Ok, duerme tú también, Max. Besos. Hasta mañana."
Maximiliano se quedó mirando su celular. Ni se imaginaba lo que le esperaba. Sonrió maliciosamente.
Y así pasaron los días y los meses. Hoy por hoy, la relación con Juliet había progresado mucho. Estaban a pocas horas de hablar con el padre de la chica para formalizar el compromiso.
— ¿Así que esto va en serio? ¿Mi pequeña hija se quiere casar? — Preguntó Don Alberto, padre de Juliet.
— Sí, padre, realmente estoy enamorada de Max y él de mí. ¿Verdad, Max? — Preguntó Juliet.
— Verá, señor Alberto, mis intenciones con su hija son las mejores. Tengo una estabilidad económica considerable, así que su hija seguirá llevando la vida a la que siempre ha estado acostumbrada. — Maximiliano dijo aquello con cierto rencor, pero ellos no se percataron.
— Bueno, si es así, ¿para cuándo es la boda? — Preguntó el padre de Juliet.
— Para dentro de un mes. — Se adelantó, apretando más la mano de Juliet. El padre de Juliet los miró sorprendido.
— ¿Tan rápido? — Preguntó el hombre.
— Sí, es que realmente queremos algo sencillo. — Dijo Max. Juliet, por su parte, lo dejó hablar.
Juliet, sin saber dónde se estaba metiendo, le dejó todas las decisiones al hombre. Él claramente buscaba dañarla. El mes pasó volando. Juliet estaba nerviosa. Todo estaba saliendo bien, pero esto significaba un cambio drástico. Estaba a punto de casarse.
Ya estaba lista, maquillada, vestida. Sus amigas, damas de honor, estaban emocionadas.
— ¡Guau, estás realmente hermosa, amiga! — Megan la abrazaba. — Maximiliano se va a caer para atrás — terminó diciendo la mujer emocionada.
— Muchas gracias, amiga. También estás hermosa. — Juliet la abrazó y luego bajó.
— Amiga, en pocas cosas coincido con Megan, pero es cierto, estás bella, hermosa. Estoy a punto de ponerme a llorar de la emoción. — Dijo Carla abrazándola.
— Bueno, bueno, ya basta, niñas. No quiero que mi preciosa hija llore minutos antes de bajar — su padre llegó oportunamente. Él la entregaría en matrimonio.
Por otro lado, Maximiliano discutía con Frank. Le contó sus verdaderas intenciones con Juliet.
— ¡Estás enfermo! No puedo creer que me hayas utilizado para llegar hasta Juliet. Ella no es la persona que tú piensas. Te vas a arrepentir de lo que estás haciendo — Frank estaba realmente molesto. — No cancelo esta boda porque tengo fe en que vas a recapacitar — dijo el hombre.
— ¿Sabes una cosa, Frank? Me harías un favor si lo hicieras. Estás enamorado de ella. Ve y díselo. Sincérate con ella. Pídele que se vayan lejos. Estás enamorado de ella. Siempre lo supe — Frank estaba impresionado. No podía creer lo que estaba diciendo. Eran tonterías.
— Estás mal, Max. Yo amo a Megan, pero quiero mucho a Juliet y sé que no se merece lo que le vas a hacer. — Frank estaba desesperado. — Porque no la dejas plantada. Qué mejor venganza que la humillación. — Era mejor eso que enfrentarse a un matrimonio destinado a fracasar.
— No es mala idea. Así me ahorro de estar divorciándome. Pero bueno, ya vámonos, ¿o no piensas ir? — Max lo miró. Estaba furioso, pero no se lo iba a demostrar. Estaba mayorcito. Sabía lo que hacía. Nadie lograría hacer que cambiara sus planes. Los Montesinos pagarían por el daño que le habían hecho.
En la iglesia, todos estaban ansiosos por ver cómo iría la princesa de papá. Ojalá todos estuvieran allí cuando necesitara consuelo. Todos quedarían en ridículo, pensaba Maximiliano.
Cuando comenzaron a sonar las notas eclesiásticas, Juliet hizo su entrada triunfal. Venía con un vestido blanco que le hacía honor a su esbelto cuerpo. Le quedaba hermoso. Pero Maximiliano perdió la compostura en el momento en que su mirada llegó a su rostro. Su sonrisa y su mirada eran radiantes. Todo y todos dejaron de existir en ese preciso momento.
Juliet llegó hasta estar frente a Maximiliano. Él le tomó las manos y la ceremonia comenzó. Max no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que Juliet misma lo sacó del trance en el que se encontraba.
— ¿Max? ¿Ocurre algo? — Preguntó Juliet, agarrando su mano con fuerza.
— ¿Qué? — Max estaba desorientado.
— Max, ya te hicieron la pregunta, cariño. Responde, por favor. ¿Me vas a dejar plantada? — Preguntó Juliet, bromeando, sonriéndole, haciéndole un puchero.
— No, digo sí, acepto, por supuesto. Por eso estamos aquí. Acepto ser tu esposo — ¿Qué diablos le ocurría? Ese no era el plan. Había decidido dejarla plantada y estaba haciendo todo lo contrario. Ya no se podía echar atrás.
— Una vez aceptadas las partes, no me queda nada más que declararlos marido y mujer. Lo que hoy Dios une, que mañana no lo separe el hombre. Podéis besar a la novia — Juliet volvió a sonreír y Maximiliano seguía en estado hipnótico. Por fin, pudo hacer lo que quería hacer desde que la vio entrar por esas puertas: besarla.
Salieron de la iglesia sonriendo. Todos aplaudían y los felicitaban. Hasta que le tocó a Frank felicitar a Maximiliano. Este lo bajó de las nubes donde se encontraba.
— Eres mi amigo, pero si se te ocurre hacerla infeliz, tendrás que rendirme cuentas. — Frank aprovechó y lo abrazó.
Maximiliano no sabía qué decir. Ni él mismo sabía lo que le había pasado. Desvió la mirada a su amigo y tragó grueso.
En la fiesta, todos estaban bailando, riendo y charlando. Excepto Maximiliano, que pocos minutos después de llegar, se encontró con la persona menos esperada: Valeria, su última y obsesiva amante. ¿Cómo pudo haber entrado?
— Hola, querido. ¿Cómo estás? — Le preguntó Valeria.
— ¿Cómo hiciste para entrar? Esta es una fiesta privada y tú no estás invitada. — Le dijo con los dientes apretados.
— ¿Quién dice que no? — Valeria lo miró de manera coqueta y descarada. — Te espero en las habitaciones de arriba. No quiero un no por respuesta. Tenemos que hablar. — Valeria se fue camino a las escaleras, esperando que nadie se diera cuenta. Y él la siguió.
De hecho, nadie se dio cuenta, excepto Juliet. Conocía exactamente a Valeria y sabía que era una resbalosa que le había quitado el novio años atrás. Pero esta vez había puesto sus ojos en su esposo y no se lo iba a dejar tan fácil. Juliet caminó detrás de ellos, sin ser vista.
— ¿Qué quieres, Valeria? — Preguntó Maximiliano apenas entraron a la habitación.
— No, no, no. Esa pregunta la hago yo. ¿Qué pretendes, Maximiliano? ¿Ahora resulta que el hombre más escurridizo, alérgico al matrimonio, de la noche a la mañana se casa y nada más y nada menos que con la mosquita muerta de Juliet? ¿A qué estás jugando? Porque si me dices que es por amor, no lo voy a creer. Así que habla. ¿Qué pretendes? — Maximiliano estaba sorprendido. ¿De dónde conocía Valeria a Juliet?
— No pretendo nada. Lo que quería hacer, lo hice. Me casé con Juliet y punto. ¿De dónde conoces a Juliet? — Preguntó Maximiliano.
— Eso no es tu problema. — Dijo Valeria.
— Bien, entonces lo averiguaré. Por otro lado, mantente alejada de ella. Y ni siquiera pienses en decirle algo de nosotros. — Maximiliano trató de amedrentar a la chica.
— No tan rápido. Dime algo. ¿De quién fue la idea del casamiento? ¿Tuya o de su padre? — Preguntó Valeria con ironía.
— ¿De qué hablas? — Maximiliano no entendía lo que trataba de decir. — Ah, es que la princesa no te contó el motivo real de por qué se fue al extranjero. — Valeria sonrió abiertamente.
— Estoy esperando a que me lo digas tú. — Dijo serio Maximiliano.
— Juliet se fue al extranjero porque su novio comprado la engañó conmigo. Y qué casualidad que termina casándose con mi amante. — ¿Qué tontería estaba diciendo? Esto debía ser una broma. No entendía nada. Pero cuando se disponía a hablar, alguien salió de las sombras, aplaudiendo.
Maximiliano volvió la cabeza y se encontró con la mirada de Juliet, totalmente enrojecida.
— Bravo, bravo. Así que por fin se te dio, Valeria. Me casé con tu amante. ¿Qué proponen? ¿Qué haremos? — Preguntó Juliet amargamente.
— Juliet, déjame explicarte, por favor. Esto no es lo que tú crees. — Dijo Maximiliano tratando de llegar hasta ella.
— No me toques. Ni se te ocurra ponerme una mano encima. — Levantó las manos para detenerlo. Las lágrimas de Juliet corrían por sus mejillas. Maximiliano debería estar feliz, pero ocurría todo lo contrario. Aquello le estaba partiendo el alma. Nunca antes la había visto así y no le gustaba.
— Juliet, por favor, no te dejes llevar por la rabia. Escúchame. Yo no soy amante de nadie. — Juliet ya no podía seguir soportando tal humillación y salió corriendo de esa habitación.
— Escúchame bien, idiota. Más vale que esto no pase a mayores porque si no, me la vas a pagar. — Maximiliano estaba furioso. Deseaba ahorcar a esa mujer con sus propias manos, pero debía ir detrás de Juliet.
Si bien no la conocía a la perfección, Maximiliano sabía que Juliet no se dejaría ver así por nadie. Decidió buscarla en la parte superior de la casa y, con suerte, escuchó su llanto sutilmente al abrir la primera puerta. La encontró tirada en un rincón, como una niña castigada y asustada. No quería acorralarla, sabiendo que ella había dicho que no la tocara, así que decidió sentarse en la orilla de la cama frente a ella.— No sé qué ocurrió en el pasado, pero nada nos une a eso. Conozco a Valeria, ciertamente, pero nunca la relacioné contigo, no sabía que se conocían y tampoco soy su amante. — Maximiliano intentaba hablar calmadamente, aunque lo único que quería era levantarla del suelo, abrazarla y evitar que llorara de nuevo. Pasó un rato hasta que Juliet decidió hablar.— Ella fue mi mejor amiga en la secundaria, o eso pensaba yo. Estuvo con mi novio todos los años que estuvimos juntos desde el tercer año. Me dolió mucho enterarme de la verdad. Ella se vio acorralada cuando supo q
Después del incidente devastador en la habitación, Juliet se encontraba en un estado de turbación y desilusión. La traición de Maximiliano había sido un golpe a su confianza y autoestima, y se preguntaba si realmente había hecho lo correcto al casarse tan rápido. Mientras tanto, Maximiliano se encontraba en una encrucijada entre sus deseos de venganza y los sentimientos que habían surgido hacia Juliet. El silencio entre Juliet y Maximiliano era abrumador. Ambos se encontraban sumidos en sus propios pensamientos, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Juliet, con la mirada fija en la ventana, rompió el silencio con voz temblorosa. — ¿Cómo pudiste hacerme esto, Max? ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera? — Susurro tratando de comprender. — Lo siento, Juliet. No tengo excusas para mis acciones. Fui un idiota, y te lastimé más de lo que puedo expresar con palabras. — Maximiliano se sintió abrumado por la culpa y la vergüenza. — No sé si puedo seguir adelante después de e
La claridad se metió entre las cortinas de la habitación, despertando a Maximiliano, quien tenía en sus brazos a Juliet aún en un profundo sueño. Mirando el techo, Maximiliano recapitula lo sucedido en las últimas horas; estuvo a punto de dañar sus planes por no saber controlar su ira. Su mujer había resultado ser bastante orgullosa y nada sumisa. Estaba seguro de que podía controlarla y manipularla a su antojo, pero le había quedo claro que eso no iba a ocurrir y tenía que ir con cautela con su mujer. Por otra parte, debía asegurarse de haber recuperado la confianza de la mujer, así que tenía que cambiar sus planes. De un principio había planificado no tener luna de miel, rechazarla después de la noche de boda, pero no hubo tal noche y todo había sido complicado. Se la quitó de encima con mucho cuidado para no despertarla, tomó su móvil para ejecutar el plan B y se dispuso a revisar sus maletas, iba a tomar las de ella cuando la escuchó hablar. Juliet se despertó con el ruido de l
Por la noche, Maximiliano se aseguraba que todo lo que había organizado estuviera a la perfección, una cena privada en la playa, iluminada por velas y rodeada de antorchas que creaban una atmósfera mágica. Le había dejado una nota a Juliet diciéndole que se preparara para una sorpresa, así que era hora de volver a la habitación. Cuando entró, se quedó observando desde la puerta como ella se observaba en el espejo, susurrando entre sus dientes. Estaba tan concentrada que no se había percatado de su presencia. — ¡Estás muy hermosa! — Juliet se sobresalta al escuchar la voz de Max. — ¡Max, me asustaste! — El hombre camina hacia ella sonriendo, también se le veía muy guapo. — ¿Ya estás lista, querida esposa? — Pregunto en un susurro. — Sí, pero... ¿Dónde vamos? — Juliet estaba ansiosa por saber dónde la llevaría. — Es una sorpresa. Sígueme. — Ofreciendo su brazo para guiarla al lugar. El lugar quedo realmente hermoso, ahora que le veía en su rostro la sorpresa reflejada, la emoción,
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se filtraron a través de las cortinas entreabiertas, bañando la habitación en una suave luz dorada. Maximiliano despertó con una sonrisa al ver a Juliet acurrucada a su lado, dormida y serena como un ángel. Con delicadeza, acarició suavemente su mejilla, despertándola lentamente de su sueño. Los ojos de Juliet se abrieron lentamente, revelando destellos de felicidad y amor a medida que se encontraba con la mirada amorosa de Maximiliano. — Buenos días, mi amor — susurró Maximiliano, inclinándose para besarla con ternura en los labios. — Buenos días — respondió Juliet con una sonrisa, devolviendo el beso con igual dulzura. Se estiró perezosamente, sintiendo el calor reconfortante de la cama y la presencia reconfortante de Maximiliano a su lado. Juntos, se quedaron un momento más, disfrutando de la intimidad de la mañana y el amor que compartían. Luego, con una mezcla de emoción y anticipación, se levantaron de la cama y se prepararon p
La casa del padre de Juliet irradiaba una atmósfera de cordialidad y calidez cuando Maximiliano y Juliet llegaron para la comida. Sin embargo, detrás de su sonrisa amable, Maximiliano guardaba un profundo rencor hacia el hombre que tenía delante. Para él, esta reunión no era más que una fachada, una oportunidad para mantener las apariencias mientras seguía adelante con su plan de venganza. Al abrir la puerta, fueron recibidos con una sonrisa afectuosa por parte del padre de Juliet, quien los saludó con entusiasmo. — ¡Juliet, Maximiliano, qué alegría verlos!— exclamó, abrazando a su hija antes de extenderle la mano a Maximiliano. —Bienvenidos a casa — Maximiliano devolvió la sonrisa, ocultando hábilmente su verdadero sentir detrás de una cortesía cuidadosamente elaborada. — Gracias por invitarnos, Alberto. Es un placer estar aquí — respondió con una voz amable, aunque en su interior ardía el deseo de venganza. Juliet se acercó a su padre con cariño, compartiendo abrazos y besos ante
Maximiliano sabía que aquel no era el momento ni el lugar para tratar el tema, pero darle largas a Frank era un peligro latente. A pesar de que eran amigos, no iba a permitir que le hiciera daño a Juliet. — Frank, no es el momento ni el lugar, sé que te debo una explicación, pero ahora no. —Le solicito, Maximiliano. — No, esta vez lo tenemos que hablar, Max. — retándolo con la mirada. — ¿Cómo se supone que debo comportarme con mi novia después de enterarme de tus planes? Es su mejor amiga a la que quieres lastimar. — Frank realmente estaba molesto. — Lo sé, Frank. Sé cómo te puedes sentir, pero no tienes por qué involucrarte, es mi asunto, no el tuyo, lo que yo hago no es tu responsabilidad, olvida el tema, por favor. — respondió, su voz cargada de culpa. Frank suspiró, sintiendo la frustración y la incomodidad en el aire. — ¿Cómo crees que puedo olvidar algo tan grave, Max? Ocultar la verdad sobre tu madre, crear una farsa de un hogar que no existe... ¿Todo por una venganza? — pre
La noche envolvía la casa de Alberto en una atmósfera de silencio tenso. El patriarca de la familia se hallaba inquieto por las evasivas de Maximiliano con respecto a su madre. La duda, como una semilla sembrada en su mente, comenzó a germinar y a hacer estragos en sus pensamientos. Aunque había prometido a su hija no volver a intervenir en su vida, sentía que su deber como padre era velar por su bienestar, incluso cuando ya era una mujer adulta. Juliet era su tesoro más preciado, la única familia que le quedaba después de tantas pérdidas, y estaba decidido a protegerla con todas sus fuerzas. Mientras Alberto se sumía en sus pensamientos, Maximiliano, en otra habitación, miraba el techo con la mente llena de inquietudes. Las palabras de su suegro resonaban en su cabeza, recordándole lo peligroso que podía ser que Alberto empezara a indagar sobre su pasado. Nunca debió haber mencionado a su madre, pero negar su existencia sería una mentira demasiado grande. Su madre, su verdadero hoga