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Capítulo 6 La Luna de Miel

La claridad se metió entre las cortinas de la habitación, despertando a Maximiliano, quien tenía en sus brazos a Juliet aún en un profundo sueño.

Mirando el techo, Maximiliano recapitula lo sucedido en las últimas horas; estuvo a punto de dañar sus planes por no saber controlar su ira. Su mujer había resultado ser bastante orgullosa y nada sumisa. Estaba seguro de que podía controlarla y manipularla a su antojo, pero le había quedo claro que eso no iba a ocurrir y tenía que ir con cautela con su mujer.

Por otra parte, debía asegurarse de haber recuperado la confianza de la mujer, así que tenía que cambiar sus planes. De un principio había planificado no tener luna de miel, rechazarla después de la noche de boda, pero no hubo tal noche y todo había sido complicado.

Se la quitó de encima con mucho cuidado para no despertarla, tomó su móvil para ejecutar el plan B y se dispuso a revisar sus maletas, iba a tomar las de ella cuando la escuchó hablar.

Juliet se despertó con el ruido de la habitación. Desorientada, se volvió hacia Maximiliano y le preguntó qué estaba pasando.

— Max, ¿Qué haces? — Maximiliano, con una sonrisa en los labios.

— Ya levántate amor, nos vamos de viaje a nuestra luna de miel. — le informó sobre sus planes de viaje de luna de miel.

— ¿Luna de miel? —preguntó Juliet, sorprendida. — ¿Pero no habíamos acordado tomarnos las cosas con calma? — Maximiliano dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella.

— Vamos a ir con calma, pero no aquí, quiero que tengamos nuestro primer viaje como esposos. — Maximiliano le explicó con dulzura que quería demostrarle su compromiso.

— No lo hagas para quedar bien conmigo — Susurro Juliet.

— Quiero que confíes en mí, Juliet. Quiero demostrarte que puedo hacerte feliz y que nuestro amor es real. — le dijo, acariciándole la mejilla con ternura.

Aunque aún dubitativa, Juliet finalmente aceptó la propuesta de Maximiliano. Se levantó de la cama y comenzó a alistarse, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo, por lo que les deparaba el futuro.

— ¿Estas listas? — Le pregunto tomándola por la cintura.

— Sí, espero haber incluido todo lo que necesito. — Maximiliano la pegó a su cuerpo y se agachó para darle un tierno beso.

— Si te falta algo, lo compras, no te preocupes por eso. — Ella le abrazó y apoyo su rostro en el pecho de su marido.

Con maletas en mano, Maximiliano y Juliet emprendieron su primer viaje como esposos. La incertidumbre de lo que les esperaba se mezclaba con la ilusión de comenzar esta nueva etapa juntos. A pesar de las dudas que aún persistían en el corazón de Juliet, estaba dispuesta a darle una oportunidad a su matrimonio y a seguir adelante junto a Maximiliano, con la esperanza de que esta vez fuera diferente.

Después de un emocionante viaje en avión, Maximiliano y Juliet finalmente llegaron a Hawái, un paraíso terrenal que los recibió con un cálido sol y brisas suaves que acariciaban sus rostros. Instalados en un lujoso resort frente al mar, se encontraron rodeados de exuberante vegetación tropical y aguas cristalinas que invitaban a sumergirse en su belleza.

La primera mañana en Hawái, Maximiliano sorprendió a Juliet con un desayuno en la terraza privada de su habitación, donde compartieron frutas frescas, panecillos recién horneados y delicioso café mientras disfrutaban de la espectacular vista del océano.

— ¿Qué te parece el desayuno, mi amor? — Le pregunta Maximiliano a su mujer.

— ¡Es increíble! No puedo creer que hayas organizado todo esto. — Totalmente sorprendida y con una hermosa sonrisa en su rostro

— No te voy a revelar mis secretos, pero si debo decirte que quería que nuestra primera mañana en Hawái fuera especial. — Tomando una de sus manos y llevándosela a sus labios — Y no hay nada más especial que compartir este momento contigo. — Le aseguro.

— Realmente eres increíble, Max. Estoy tan feliz de estar aquí contigo. — Dijo Juliet sonriendo y derretida de amor.

— Yo también estoy feliz, Juliet. Por tenerte a mi lado y por poder vivir estas experiencias juntos. — La miro a los ojos cuando pronunciaba aquellas palabras y a su pesar fueron dichas sinceramente.

Juliet sonrojada, se sentía abrumada por la belleza del lugar, por la atención de su marido y algo nerviosa porque sabía que todo aquello tenía que tener una recompensa, era algo que no podía ni quería seguir postergando su noche de boda, nerviosa se removió en su asiento y Max pudo notar como su semblante cambio.

— Juliet, ¿Ocurre algo? ¿Dije algo que te molestara? — Ella lo miró y rápidamente negó con la cabeza.

— No, claro que no, todo está perfectamente bien, es solo que… Ya olvídalo, no hagas caso. — Dijo tomando algo de fruta y dándosela en la boca, se levantó rápidamente y se sentó en sus piernas. — Muchas gracias, querido esposo, valoro mucho todo tu esmero. — Agachando su cabeza para tomar los labios del hombre, quien rápidamente la rodeó por su cintura.

Se besaron hasta que el aire se les agotó. Juliet con su frente apoyada en la de él, sonreía de manera coqueta.

— Si esto va a ser mi recompensa, entonces no pararé de llenarte de detalle. — Dándole otro beso fugaz.

— Bueno, lo pensaré. —respondió la mujer y Maximiliano le muerde levemente su hombro.

— Después de terminar nuestro desayuno, ¿qué quieres hacer? — La idea que se le cruzó en la cabeza a Juliet hizo que la sangre le subiera al rostro y se sonrojó de tal manera que Maximiliano pudo descifrar cuál fue aquel pensamiento y soltó una sonora carcajada.

— No te burles de mí, no seas mal pensado. — Dice la mujer haciendo pucheros.

— Está bien, no me reiré más, pero eso, cariño, espero que pase pronto, pero solo cuando tú así lo desees. Yo me refería a ¿Qué quieres hacer de turismo hoy? — Ella se levantó y miró el panorama.

— Este lugar es realmente hermoso, dejaré que sigas sorprendiéndome. — Dijo la mujer.

Después del desayuno, decidieron explorar la isla juntos. Se aventuraron por senderos que los llevaron a cascadas escondidas y playas desiertas, donde se sumergieron en aguas cristalinas y se dejaron llevar por la magia del lugar. Maximiliano se maravillaba al ver la felicidad reflejada en los ojos de Juliet mientras descubrían los secretos de la isla.

— ¡Mira esa cascada, Max! Es impresionante. — Saltando de emoción.

— Sí, lo es. ¿Quieres acercarnos un poco más? — Le pregunto al verla tan emocionada.

— ¡Claro! Vamos. — Tirando de su mano con fuerza.

— Espera cariño, no vayas tan rápido, te puedes lastimar. — Frenando el paso. — Tranquila, tenemos todo el día y ella no se va a mover de allí. — Le dijo calmadamente.

Iban a pasar un puente colgante y las piernas de Juliet flaquearon y por instinto se voltea a ver a su esposo, quien ya sabía descifrarla la toma de la cintura y pasaron abrazados.

— Listo, hasta acá llegaremos, ¿qué te parece, Juliet? ¿Te gusta? — Rodeándola desde atrás con sus brazos.

— Es simplemente hermoso, Max. Me siento tan afortunada de estar aquí contigo, explorando este paraíso juntos. — Juliet realmente había olvidado todo lo que paso hace un par de noches.

— Yo también me siento afortunado, Juliet. No hay nada que prefiera más que estar a tu lado, descubriendo cada rincón de esta isla. — Besando su cuello.

Por las tardes, ya de regreso al hotel, disfrutaban de románticos paseos por la playa, donde el sol se hundía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Se tomaban de la mano mientras caminaban descalzos por la arena, compartiendo confidencias y sueños para el futuro.

— Mira cómo se pone el cielo al atardecer, Max. Es tan romántico. — Maximiliano sonríe al escuchar las palabras de la mujer

— Sí, lo es. Pero no hay nada en este mundo que se compare contigo, Juliet. Eres la luz de mi vida. — Lo dijo con tal seriedad y profundidad que aquellas palabras calaron en lo más profundo de ella.

— Tú también iluminas la mía, Max. — Dijo sonrojada.

Se sentaron a contemplar el atardecer y ella se metió entre sus piernas y apoyo la cabeza en el pecho del hombre.

Pronto el silencio los embargó y Max sintió cómo el cuerpo de Juliet había caído en un estado de relajación. Con cuidado la movió y se dio cuenta de que se había dormido. Era de esperarse, ya que habían tenido un día muy agitado. La tomó en el brazo, ella solo se removió y él susurró.

— Tranquila, sigue durmiendo. — Caminó al hotel y al llegar pidió que le ayudaran a abrir la habitación. Aquellas personas llevan el romanticismo en cada hebra del cabello, por lo que se enternecieron con la escena y rápidamente le ayudaron.

Maximiliano la dejo con cuidado en la cama y se incorporó para agradecer la ayuda y para planificar con ellos lo que sería la cena para aquella noche, Max volvió a la habitación y se acercó a la cama donde se encontraba su mujer, no podía negarlo por lo menos en aquel viaje iba a olvidar la idea de venganza y disfrutaría de aquellos días, realmente le fascinaba verla sonreír y feliz.

Yulian Ponce

Hola queridos y queridas lectores quería darle por sus votaciones, por darle la oportunidad a esta historia que esta siendo escrita con mucho amor, espero que les guste y si es así, regalale un me gusta y sígueme para que no te pierdas las actualizaciones diaria. Siempre y cuando se guarde el debido respeto para mi como escritora y para los demás lectores pueden dejar sus comentarios. Nuevamente muchas gracias, recuerde darle al corazón, seguirme y compartir, se les quiere.

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