La claridad se metió entre las cortinas de la habitación, despertando a Maximiliano, quien tenía en sus brazos a Juliet aún en un profundo sueño.
Mirando el techo, Maximiliano recapitula lo sucedido en las últimas horas; estuvo a punto de dañar sus planes por no saber controlar su ira. Su mujer había resultado ser bastante orgullosa y nada sumisa. Estaba seguro de que podía controlarla y manipularla a su antojo, pero le había quedo claro que eso no iba a ocurrir y tenía que ir con cautela con su mujer.
Por otra parte, debía asegurarse de haber recuperado la confianza de la mujer, así que tenía que cambiar sus planes. De un principio había planificado no tener luna de miel, rechazarla después de la noche de boda, pero no hubo tal noche y todo había sido complicado.
Se la quitó de encima con mucho cuidado para no despertarla, tomó su móvil para ejecutar el plan B y se dispuso a revisar sus maletas, iba a tomar las de ella cuando la escuchó hablar.
Juliet se despertó con el ruido de la habitación. Desorientada, se volvió hacia Maximiliano y le preguntó qué estaba pasando.
— Max, ¿Qué haces? — Maximiliano, con una sonrisa en los labios.
— Ya levántate amor, nos vamos de viaje a nuestra luna de miel. — le informó sobre sus planes de viaje de luna de miel.
— ¿Luna de miel? —preguntó Juliet, sorprendida. — ¿Pero no habíamos acordado tomarnos las cosas con calma? — Maximiliano dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella.
— Vamos a ir con calma, pero no aquí, quiero que tengamos nuestro primer viaje como esposos. — Maximiliano le explicó con dulzura que quería demostrarle su compromiso.
— No lo hagas para quedar bien conmigo — Susurro Juliet.
— Quiero que confíes en mí, Juliet. Quiero demostrarte que puedo hacerte feliz y que nuestro amor es real. — le dijo, acariciándole la mejilla con ternura.
Aunque aún dubitativa, Juliet finalmente aceptó la propuesta de Maximiliano. Se levantó de la cama y comenzó a alistarse, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo, por lo que les deparaba el futuro.
— ¿Estas listas? — Le pregunto tomándola por la cintura.
— Sí, espero haber incluido todo lo que necesito. — Maximiliano la pegó a su cuerpo y se agachó para darle un tierno beso.
— Si te falta algo, lo compras, no te preocupes por eso. — Ella le abrazó y apoyo su rostro en el pecho de su marido.
Con maletas en mano, Maximiliano y Juliet emprendieron su primer viaje como esposos. La incertidumbre de lo que les esperaba se mezclaba con la ilusión de comenzar esta nueva etapa juntos. A pesar de las dudas que aún persistían en el corazón de Juliet, estaba dispuesta a darle una oportunidad a su matrimonio y a seguir adelante junto a Maximiliano, con la esperanza de que esta vez fuera diferente.
Después de un emocionante viaje en avión, Maximiliano y Juliet finalmente llegaron a Hawái, un paraíso terrenal que los recibió con un cálido sol y brisas suaves que acariciaban sus rostros. Instalados en un lujoso resort frente al mar, se encontraron rodeados de exuberante vegetación tropical y aguas cristalinas que invitaban a sumergirse en su belleza.
La primera mañana en Hawái, Maximiliano sorprendió a Juliet con un desayuno en la terraza privada de su habitación, donde compartieron frutas frescas, panecillos recién horneados y delicioso café mientras disfrutaban de la espectacular vista del océano.
— ¿Qué te parece el desayuno, mi amor? — Le pregunta Maximiliano a su mujer.
— ¡Es increíble! No puedo creer que hayas organizado todo esto. — Totalmente sorprendida y con una hermosa sonrisa en su rostro
— No te voy a revelar mis secretos, pero si debo decirte que quería que nuestra primera mañana en Hawái fuera especial. — Tomando una de sus manos y llevándosela a sus labios — Y no hay nada más especial que compartir este momento contigo. — Le aseguro.
— Realmente eres increíble, Max. Estoy tan feliz de estar aquí contigo. — Dijo Juliet sonriendo y derretida de amor.
— Yo también estoy feliz, Juliet. Por tenerte a mi lado y por poder vivir estas experiencias juntos. — La miro a los ojos cuando pronunciaba aquellas palabras y a su pesar fueron dichas sinceramente.
Juliet sonrojada, se sentía abrumada por la belleza del lugar, por la atención de su marido y algo nerviosa porque sabía que todo aquello tenía que tener una recompensa, era algo que no podía ni quería seguir postergando su noche de boda, nerviosa se removió en su asiento y Max pudo notar como su semblante cambio.
— Juliet, ¿Ocurre algo? ¿Dije algo que te molestara? — Ella lo miró y rápidamente negó con la cabeza.
— No, claro que no, todo está perfectamente bien, es solo que… Ya olvídalo, no hagas caso. — Dijo tomando algo de fruta y dándosela en la boca, se levantó rápidamente y se sentó en sus piernas. — Muchas gracias, querido esposo, valoro mucho todo tu esmero. — Agachando su cabeza para tomar los labios del hombre, quien rápidamente la rodeó por su cintura.
Se besaron hasta que el aire se les agotó. Juliet con su frente apoyada en la de él, sonreía de manera coqueta.
— Si esto va a ser mi recompensa, entonces no pararé de llenarte de detalle. — Dándole otro beso fugaz.
— Bueno, lo pensaré. —respondió la mujer y Maximiliano le muerde levemente su hombro.
— Después de terminar nuestro desayuno, ¿qué quieres hacer? — La idea que se le cruzó en la cabeza a Juliet hizo que la sangre le subiera al rostro y se sonrojó de tal manera que Maximiliano pudo descifrar cuál fue aquel pensamiento y soltó una sonora carcajada.
— No te burles de mí, no seas mal pensado. — Dice la mujer haciendo pucheros.
— Está bien, no me reiré más, pero eso, cariño, espero que pase pronto, pero solo cuando tú así lo desees. Yo me refería a ¿Qué quieres hacer de turismo hoy? — Ella se levantó y miró el panorama.
— Este lugar es realmente hermoso, dejaré que sigas sorprendiéndome. — Dijo la mujer.
Después del desayuno, decidieron explorar la isla juntos. Se aventuraron por senderos que los llevaron a cascadas escondidas y playas desiertas, donde se sumergieron en aguas cristalinas y se dejaron llevar por la magia del lugar. Maximiliano se maravillaba al ver la felicidad reflejada en los ojos de Juliet mientras descubrían los secretos de la isla.
— ¡Mira esa cascada, Max! Es impresionante. — Saltando de emoción.
— Sí, lo es. ¿Quieres acercarnos un poco más? — Le pregunto al verla tan emocionada.
— ¡Claro! Vamos. — Tirando de su mano con fuerza.
— Espera cariño, no vayas tan rápido, te puedes lastimar. — Frenando el paso. — Tranquila, tenemos todo el día y ella no se va a mover de allí. — Le dijo calmadamente.
Iban a pasar un puente colgante y las piernas de Juliet flaquearon y por instinto se voltea a ver a su esposo, quien ya sabía descifrarla la toma de la cintura y pasaron abrazados.
— Listo, hasta acá llegaremos, ¿qué te parece, Juliet? ¿Te gusta? — Rodeándola desde atrás con sus brazos.
— Es simplemente hermoso, Max. Me siento tan afortunada de estar aquí contigo, explorando este paraíso juntos. — Juliet realmente había olvidado todo lo que paso hace un par de noches.
— Yo también me siento afortunado, Juliet. No hay nada que prefiera más que estar a tu lado, descubriendo cada rincón de esta isla. — Besando su cuello.
Por las tardes, ya de regreso al hotel, disfrutaban de románticos paseos por la playa, donde el sol se hundía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Se tomaban de la mano mientras caminaban descalzos por la arena, compartiendo confidencias y sueños para el futuro.
— Mira cómo se pone el cielo al atardecer, Max. Es tan romántico. — Maximiliano sonríe al escuchar las palabras de la mujer
— Sí, lo es. Pero no hay nada en este mundo que se compare contigo, Juliet. Eres la luz de mi vida. — Lo dijo con tal seriedad y profundidad que aquellas palabras calaron en lo más profundo de ella.
— Tú también iluminas la mía, Max. — Dijo sonrojada.
Se sentaron a contemplar el atardecer y ella se metió entre sus piernas y apoyo la cabeza en el pecho del hombre.
Pronto el silencio los embargó y Max sintió cómo el cuerpo de Juliet había caído en un estado de relajación. Con cuidado la movió y se dio cuenta de que se había dormido. Era de esperarse, ya que habían tenido un día muy agitado. La tomó en el brazo, ella solo se removió y él susurró.
— Tranquila, sigue durmiendo. — Caminó al hotel y al llegar pidió que le ayudaran a abrir la habitación. Aquellas personas llevan el romanticismo en cada hebra del cabello, por lo que se enternecieron con la escena y rápidamente le ayudaron.
Maximiliano la dejo con cuidado en la cama y se incorporó para agradecer la ayuda y para planificar con ellos lo que sería la cena para aquella noche, Max volvió a la habitación y se acercó a la cama donde se encontraba su mujer, no podía negarlo por lo menos en aquel viaje iba a olvidar la idea de venganza y disfrutaría de aquellos días, realmente le fascinaba verla sonreír y feliz.
Hola queridos y queridas lectores quería darle por sus votaciones, por darle la oportunidad a esta historia que esta siendo escrita con mucho amor, espero que les guste y si es así, regalale un me gusta y sígueme para que no te pierdas las actualizaciones diaria. Siempre y cuando se guarde el debido respeto para mi como escritora y para los demás lectores pueden dejar sus comentarios. Nuevamente muchas gracias, recuerde darle al corazón, seguirme y compartir, se les quiere.
Por la noche, Maximiliano se aseguraba que todo lo que había organizado estuviera a la perfección, una cena privada en la playa, iluminada por velas y rodeada de antorchas que creaban una atmósfera mágica. Le había dejado una nota a Juliet diciéndole que se preparara para una sorpresa, así que era hora de volver a la habitación. Cuando entró, se quedó observando desde la puerta como ella se observaba en el espejo, susurrando entre sus dientes. Estaba tan concentrada que no se había percatado de su presencia. — ¡Estás muy hermosa! — Juliet se sobresalta al escuchar la voz de Max. — ¡Max, me asustaste! — El hombre camina hacia ella sonriendo, también se le veía muy guapo. — ¿Ya estás lista, querida esposa? — Pregunto en un susurro. — Sí, pero... ¿Dónde vamos? — Juliet estaba ansiosa por saber dónde la llevaría. — Es una sorpresa. Sígueme. — Ofreciendo su brazo para guiarla al lugar. El lugar quedo realmente hermoso, ahora que le veía en su rostro la sorpresa reflejada, la emoción,
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se filtraron a través de las cortinas entreabiertas, bañando la habitación en una suave luz dorada. Maximiliano despertó con una sonrisa al ver a Juliet acurrucada a su lado, dormida y serena como un ángel. Con delicadeza, acarició suavemente su mejilla, despertándola lentamente de su sueño. Los ojos de Juliet se abrieron lentamente, revelando destellos de felicidad y amor a medida que se encontraba con la mirada amorosa de Maximiliano. — Buenos días, mi amor — susurró Maximiliano, inclinándose para besarla con ternura en los labios. — Buenos días — respondió Juliet con una sonrisa, devolviendo el beso con igual dulzura. Se estiró perezosamente, sintiendo el calor reconfortante de la cama y la presencia reconfortante de Maximiliano a su lado. Juntos, se quedaron un momento más, disfrutando de la intimidad de la mañana y el amor que compartían. Luego, con una mezcla de emoción y anticipación, se levantaron de la cama y se prepararon p
La casa del padre de Juliet irradiaba una atmósfera de cordialidad y calidez cuando Maximiliano y Juliet llegaron para la comida. Sin embargo, detrás de su sonrisa amable, Maximiliano guardaba un profundo rencor hacia el hombre que tenía delante. Para él, esta reunión no era más que una fachada, una oportunidad para mantener las apariencias mientras seguía adelante con su plan de venganza. Al abrir la puerta, fueron recibidos con una sonrisa afectuosa por parte del padre de Juliet, quien los saludó con entusiasmo. — ¡Juliet, Maximiliano, qué alegría verlos!— exclamó, abrazando a su hija antes de extenderle la mano a Maximiliano. —Bienvenidos a casa — Maximiliano devolvió la sonrisa, ocultando hábilmente su verdadero sentir detrás de una cortesía cuidadosamente elaborada. — Gracias por invitarnos, Alberto. Es un placer estar aquí — respondió con una voz amable, aunque en su interior ardía el deseo de venganza. Juliet se acercó a su padre con cariño, compartiendo abrazos y besos ante
Maximiliano sabía que aquel no era el momento ni el lugar para tratar el tema, pero darle largas a Frank era un peligro latente. A pesar de que eran amigos, no iba a permitir que le hiciera daño a Juliet. — Frank, no es el momento ni el lugar, sé que te debo una explicación, pero ahora no. —Le solicito, Maximiliano. — No, esta vez lo tenemos que hablar, Max. — retándolo con la mirada. — ¿Cómo se supone que debo comportarme con mi novia después de enterarme de tus planes? Es su mejor amiga a la que quieres lastimar. — Frank realmente estaba molesto. — Lo sé, Frank. Sé cómo te puedes sentir, pero no tienes por qué involucrarte, es mi asunto, no el tuyo, lo que yo hago no es tu responsabilidad, olvida el tema, por favor. — respondió, su voz cargada de culpa. Frank suspiró, sintiendo la frustración y la incomodidad en el aire. — ¿Cómo crees que puedo olvidar algo tan grave, Max? Ocultar la verdad sobre tu madre, crear una farsa de un hogar que no existe... ¿Todo por una venganza? — pre
La noche envolvía la casa de Alberto en una atmósfera de silencio tenso. El patriarca de la familia se hallaba inquieto por las evasivas de Maximiliano con respecto a su madre. La duda, como una semilla sembrada en su mente, comenzó a germinar y a hacer estragos en sus pensamientos. Aunque había prometido a su hija no volver a intervenir en su vida, sentía que su deber como padre era velar por su bienestar, incluso cuando ya era una mujer adulta. Juliet era su tesoro más preciado, la única familia que le quedaba después de tantas pérdidas, y estaba decidido a protegerla con todas sus fuerzas. Mientras Alberto se sumía en sus pensamientos, Maximiliano, en otra habitación, miraba el techo con la mente llena de inquietudes. Las palabras de su suegro resonaban en su cabeza, recordándole lo peligroso que podía ser que Alberto empezara a indagar sobre su pasado. Nunca debió haber mencionado a su madre, pero negar su existencia sería una mentira demasiado grande. Su madre, su verdadero hoga
La puerta se abrió con un suave crujido cuando Maximiliano regresó a casa. Su corazón latía con fuerza, cargado de remordimiento y el deseo de reparar las grietas que se habían formado en su relación con Juliet. Avanzó hacia ella, con la mirada llena de determinación, pero también de humildad.— Juliet, necesito hablar contigo. — dijo en voz baja, buscando sus ojos con anhelo.Juliet, que estaba sentada en el sofá con un libro en la mano, lo miró brevemente antes de volver la vista hacia las páginas con expresión impasible.— Lo siento mucho por lo que pasó. Fui impulsivo y dije cosas de las que me arrepiento profundamente — continuó Maximiliano, acercándose lentamente.Silencio. El único sonido en la habitación era el susurro de las páginas del libro al ser pasadas por Juliet.— Entiendo que estés herida y molesta. Pero te prometo que haré todo lo posible para enmendar mis errores y demostrarte cuánto significas para mí — agregó, su voz cargada de sinceridad.— Sé que me he estado au
Maximiliano había pasado toda la mañana en reuniones y resolviendo asuntos pendientes. Cuando tomó su móvil para ver si tenía algún mensaje de Juliet, se decepcionó al ver que no tenía ninguno. La hora de la comida se acercaba rápidamente.“Hola amor, ¿Dónde estás? ¿Almorzamos? No quiero que sigas molesta conmigo” enviando mensaje.Mientras tanto, Juliet estaba conversando con su padre cuando escuchó que su celular sonaba. Lo tomó y leyó el mensaje de Maximiliano, pero decidió responder fríamente, dejando claro que no estaba dispuesta a seguir con la tensión entre ellos.“Estoy en la empresa de mi padre, nos vemos esta tarde en la casa” Enviando mensaje.Max. Tenía el teléfono en a mano mirando la pantalla mientras caminaba de un lugar a otro en su oficina, se detuvo cuando sonó el aparato y no tardo en abrir el mensaje y se quedó quieto en cuanto leyó las escasas palabras cargadas de frialdad. Pulso el botón de llamada esperando que respondiera, pero no lo hizo, se fue directo a buzó
Max. Estaba concentrado en su carta para decidir que iba a comer cuando, las imágenes de su mujer hacer un par de horas atrás invadieron su mente, bajo la carta y la observa detalladamente, aquella mujer era una caja de pandora y a decir verdad ella iba a ser su talón de Aquiles. Juliet sintió la mirada de su marido encima de ella.— ¿Qué ocurre porque me miras así? — pregunto.— ¿Cómo te estoy mirando? — respondió con otra pregunta.— Así, me siento intimidada. — Max. Ríe con ganas como nunca lo había visto y ella aquello la hizo feliz, se veía hermoso, hipnotizada, Juliet no lo perdió de vista.— No creo que yo te pueda intimidar amor. — le aseguro él.— Me gustaría que siempre sonrieras así. — Max. De inmediato se puso serio.— ¿Cómo así? Me estoy riendo normal — dijo Max.— No, es la primera vez que te veo hacerlo desde tu ser. — Max. Volvió a quedar sorprendido, acaso aquella mujer podía ser más perfecta.— Tú me haces feliz, Juliet — Aquello sí lo dijo muy sinceramente, con el