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Capítulo 4 La Revelación del Pasado

Si bien no la conocía a la perfección, Maximiliano sabía que Juliet no se dejaría ver así por nadie. Decidió buscarla en la parte superior de la casa y, con suerte, escuchó su llanto sutilmente al abrir la primera puerta. La encontró tirada en un rincón, como una niña castigada y asustada. No quería acorralarla, sabiendo que ella había dicho que no la tocara, así que decidió sentarse en la orilla de la cama frente a ella.

— No sé qué ocurrió en el pasado, pero nada nos une a eso. Conozco a Valeria, ciertamente, pero nunca la relacioné contigo, no sabía que se conocían y tampoco soy su amante. — Maximiliano intentaba hablar calmadamente, aunque lo único que quería era levantarla del suelo, abrazarla y evitar que llorara de nuevo. Pasó un rato hasta que Juliet decidió hablar.

— Ella fue mi mejor amiga en la secundaria, o eso pensaba yo. Estuvo con mi novio todos los años que estuvimos juntos desde el tercer año. Me dolió mucho enterarme de la verdad. Ella se vio acorralada cuando supo que mi padre me enviaría a estudiar lejos y que también se iría mi novio. — Juliet se sorbió la nariz. — Mi padre aceptó con la condición de que tenía que casarse conmigo. — Se miraba las manos, tratando de limpiar sus mejillas con ellas mientras relataba su historia. Maximiliano la escuchaba atentamente. — Un día antes de irnos, era nuestra despedida y ella hizo exactamente lo mismo que hizo hace un momento contigo. Se acercó a mi novio... — No terminó la frase.

— Exnovio. Recuerda que soy tu esposo. — Maximiliano dijo de manera posesiva.

— Lo que sea. — Dijo Juliet, y él sonrió, sabiendo que estaba molesta. — Como decía, se le acercó, le dije algo y se encaminó hacia el jardín. Yo los seguí porque pensé que me iban a dar una sorpresa y quería ver.

— ¿No te han dicho que la curiosidad mató al gato? — interrumpió nuevamente Maximiliano, y ella lo miró de mala manera.

— ¿Y a ti nunca te han dicho que es malo interrumpir cuando la otra persona está hablando? — Dijo Juliet en tono molesto.

— Está bien, disculpa. Puedes seguir, no volveré a interrumpir. — Dijo Maximiliano.

— Lo cierto fue que me llevé una gran sorpresa. Carlos y Valeria estaban besándose apasionadamente. Fue asquerosamente doloroso, la traición fue doble. Realmente quería morir. Me fui a mi cuarto y no salí hasta que tuve mis maletas listas. Cuando bajé, todo el mundo me miraba. Carlos fue a mi encuentro, sin pensarlo le di una cachetada. Valeria se me fue encima y comenzamos a pelearnos. Mi padre no entendía nada, así que cuando lograron quitármela, tenía muy marcada la cara. Mi padre me alejó de todo y, en espera de una explicación a tal escándalo, no me quedó más remedio que contarle. Él decidió apoyarme y me envió al extranjero esa misma mañana. Hasta el día que tú me viste. — Terminó diciendo la chica.

— ¿Aún sientes algo por ese tal Carlos? — Preguntó Maximiliano totalmente serio.

— Claro que no. Me acabo de casar contigo, ¿acaso eso no te dice algo? — Dijo Juliet con fervor. Maximiliano la miró con ternura.

— Entonces para ti es más cómodo pensar que yo también te estoy haciendo lo mismo. — Maximiliano aprovechó su vulnerabilidad para desviar sus sospechas.

— Porque tú también caíste en sus garras, eres su amante y me duele mucho que te hayas prestado para que me lastimara nuevamente. — Maximiliano arqueó las cejas.

— Ya te dije que no soy su amante. La conocí antes que a ti y no sabía que estaban relacionadas, esto es pura coincidencia. No quiero que me estés juzgando por tu pasado, ¿de acuerdo? Valeria y yo sí tuvimos algo, pero ya estaba terminado mucho antes de que tú llegaras. — Maximiliano no entendía por qué necesitaba defenderse tanto, pero lo estaba haciendo.

— No sabes cuánto me molesta saber eso. — Dijo con amargura. — Justo hoy, el día que se suponía iba a ser el más feliz de mi vida. — Soltando un suspiro, Maximiliano se acercó a ella.

— Hoy es el día feliz. ¿Por qué tienes que dejar que ella arruine todo? Lamento esta horrible casualidad, pero no tengo nada con ella. — Repitió.

— Ya no quiero ni pensar. — Dijo la chica triste. Max acarició su cabello.

— ¿Quieres que nos vayamos? ¿O bajamos a estar un rato más con los invitados? — Preguntó Maximiliano sin ánimos. Estaba de mal humor; las cosas no estaban saliendo como él las había planificado desde un principio. Ahora se encontraba cuestionándose cada paso que daba.

— Yo prefiero quedarme un rato más. Mi maquillaje se dañó y no quiero que se den cuenta de que estuve llorando el día de mi boda. — Juliet se sentía triste. Max ni siquiera la había consolado, solo se limitó a hablar y preguntar. Por primera vez, sentía miedo de haberse casado tan rápido.

— Bueno, como tú quieras. Vendré a buscarte dentro de un rato y diré que estás arreglándote para irnos. — Dicho esto, salió del cuarto sin mirar hacia atrás.

Cuando llegó a la sala, comenzó a tomar. Quería olvidarse de todo y seguir con su plan de venganza. Haría sufrir a la hija del culpable de la muerte de su padre. Eso era en lo único en lo que debía concentrarse.

Después de un rato, Maximiliano había logrado controlar sus emociones y decidió ir por Juliet. Subió las escaleras lo más rápido que pudo, sin molestarse en tocar, y abrió la puerta del cuarto donde se encontraba Juliet. Allí vio lo que necesitaba para que el monstruo que habitaba en él saliera nuevamente.

— ¿Juliet? — Gritó Maximiliano. — ¿Qué significa esto? — Señaló a Carlos, quien aún la tenía en sus brazos. Max estaba que echaba fuego por los ojos, apretando los puños con fuerza.

— Max... Yo... Déjame explicarte... No es lo — Maximiliano levantó una mano, evitando que siguiera hablando.

— ¿Tú qué, Juliet? ¿Tú no estabas besándote con este sujeto? — La mujer que hacía unos momentos estaba tirada en el suelo llorando desconsoladamente por una supuesta infidelidad sufrida, ¿y ahora venía ella a decirle qué cosa? — Gritó el hombre. Las palabras de Maximiliano salían con mucho odio y rabia.

— No le hables así, imbécil. — Carlos no había terminado de hablar cuando Maximiliano le dio un golpe en la cara. — Juliet corrió para interponerse entre ellos. Maximiliano se veía demasiado peligroso y no sabía de lo que era capaz.

— ¡O te quitas o te quito, tú decides Juliet! — Mirándola con rabia, ella se quitó temblando. Max se agachó y tomó a Carlos por el cuello de la camisa.

— Mira, imbécil. No sé quién seas, pero sé que esa mujer que está allí es mía, es mi esposa. Así que te voy a pedir que te mantengas alejado de ella, ¿de acuerdo? — Sujetándolo fuerte, lo empujó contra la pared.

— Y tú. — Señalando a Juliet. — Muévete, nos vamos. — Abriendo la puerta y esperando a que ella saliera, Juliet agarró su bolso y su maleta y pasó por su lado. Una vez abajo, todos los despidieron con alegría, ignorantes de todo lo que había pasado arriba. Ya en la carretera, Maximiliano tenía los puños blancos de tanto apretar el volante. Llegaron al departamento de él y Juliet lo miró extrañada cuando este le dijo que se bajara.

— ¿Nos vamos a quedar aquí? Max, mi papá nos regaló una noche en el mejor hotel de la ciudad. Nos están esperando. — Maximiliano comenzó a reírse y luego se puso serio.

— Me importa un carajo lo que haya reservado tu padre. Te vas a quedar aquí y mañana muy temprano salimos de viaje. Así que camina. — Juliet, sin ningún ánimo de provocarlo, caminó hacia el departamento en silencio.

Una vez adentro, Juliet estaba muy nerviosa con todo lo que estaba pasando y decidió hablar primero.

— Max, tenemos que hablar. — Este se volteó.

— Te aconsejo que no me provoques. Si lo que quieres es reclamarme porque no te dejé revocarte con tu aman... — No terminó la frase porque Juliet le abofeteó la cara sin pensarlo.

— No voy a permitir que me insultes. — Max, lleno de furia, la agarró por el cabello y la dirigió al cuarto, pasando directamente al baño. Juliet luchaba por soltarse, pero cada vez que lo hacía, Maximiliano la agarraba con más fuerza. Él la colocó frente al espejo, la inclinó y comenzó a limpiarle la boca con agua y jabón. Juliet lloraba porque la estaba tratando de una manera muy despiadada. Después de hacerle todo aquello, la tiró a la cama, donde Juliet cayó haciéndose daño. Gritó de dolor.

Maximiliano, lleno de ira, se despojó de su ropa y fue hacia ella de una forma brusca, casi salvaje. Juliet trataba de evitar que le siguiera haciendo daño, pero él logró romper su vestido.

— No te podías aguantar, ¿verdad? Tenías que sacar tu verdadera personalidad. Pues vamos a quitarte las ganas, perra. — Juliet lloraba desesperadamente. No podía creer que esto le estuviera sucediendo. Maximiliano era un psicópata con el que ahora estaba casada.

— ¡No! Por favor, Max, no me hagas esto. Por favor, no me lastimes, no lo hagas, por favor. — Decía ella entre lágrimas. Sus súplicas y aquellas palabras paralizaron a Maximiliano, haciéndolo entrar en razón.

Se quedó quieto encima de ella. ¿Qué diablos estuvo a punto de hacer? Por su parte, Juliet logró liberarse y se refugió en el otro extremo de la cama.

— Perdón. — Susurró Maximiliano, pasándose una mano por la cabeza y sentándose en la orilla de la cama, dándole la espalda. — M*****a sea. — Se levantó, tomó su ropa y salió de la habitación, dejándola totalmente desconsolada y asustada.

Maximiliano había cruzado una línea y ahora no sabía cómo reparar el daño ocasionado. Tomó un vaso, lo llenó de agua y se lo llevó a sus labios. Lo tragó amargamente. Sus manos temblaban. Estuvo a punto de hacerle lo peor que se podía hacer a una mujer. ¿Cómo pudo ser tan animal? Pasó un buen rato pensando en qué hacer y calmando su cabeza. Volvió a llenar el vaso de agua, pero esta vez no era para él. Caminó en dirección a la habitación donde había dejado a su esposa.

— Juliet. — Ella se tensó y se abrazó con más fuerza. — No hagas eso, por favor. — Le pidió cuando notó que le tenía miedo. — Perdóname. Me dejé llevar por la rabia. Perdí la cabeza. — Susurró el hombre. Sabía que todas esas eran puras excusas.

— No hice nada. No sé de dónde salió. No dejaste que te explicara y me lastimaste. — La mujer claramente le estaba recriminando y se lo tenía bien merecido.

— Toma un poco de agua. — Le ofreció el vaso que tenía en la mano. Ella levantó la mirada y lo miró.

Si algo le quedó claro aquella noche, es que odiaba ver tristeza en su mirada. Suspirando, acarició su mejilla y se sentó a su lado, dándole de beber el mismo vaso.

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