Vamos, Ramsés, esta es tu oportunidad. Espero les este gustando estos capitulos. Recuerden comentar, reseñar y dar muchos likes.
Desde entonces, las horas se deslizaron lentamente en la hacienda, con un silencio que parecía premonitorio. Ramsés estaba en su despacho, mirando fijamente un vaso de whisky que no había tocado. La confesión que iba a hacerle a Gala se sentía como un peso insoportable. Durante días había repasado las palabras que usaría, pero ninguna parecía suficiente. "Voy a perderla", pensó, y el dolor de esa idea lo atravesó como un cuchillo.Decidido, dejó el vaso sobre la mesa sin probarlo y salió hacia el salón donde habían acordado verse. Ramsés despejó toda su agenda para esa tarde; no había espacio para más distracciones. Gala era lo único que importaba, y la verdad debía salir a la luz, aunque lo destruyera.Cuando llegó al salón, lo encontró vacío. El aire estaba impregnado de un aroma suave a jazmín, el favorito de Gala, que parecía envolverlo en una mezcla de paz y angustia. Se sentó en uno de los sofás, sus manos temblaban ligeramente. Sabía que Gala llegaría en cualquier momento.Poco
Lágrimas calientes se derramaban por las mejillas de Gala sin control.Las palabras de su propia hermana calando dentro de su ser, llegando a lo más profundo de ella, destrozándola vértebra por vértebra, pero nada fue tan doloroso cuando miró a Ramsés, con la vista empañada y el corazón en la mano, y le preguntó con ingenua valentía:— ¿Es… verdad? — su voz temblaba.Ramsés, temblando de impotencia, la miró descompuesto.— Gala, mi amor… — pero las palabras no salieron de su boca, y aunque hubiese deseado desmentir a Giulia con todo su ser, así de cruel como ella lo contaba, así era.Su miserable plan había sido despiadado.Gala se llevó las manos a la boca, ahogando un jadeo de horror. En ella había esperanza de que todo fuese mentira, pero él… él acababa de confirmar que era verdad.— Gala…— ¡No te acerques! — ella lo rechazó con temple, limpiándose con enojo las lágrimas. Abatida, desconsolada. El hombre que amaba, acababa de romperle el corazón en cientos de pedacitos.— Tienes q
Esa mañana, había salido de la habitación al alba. No había podido dormir en toda la noche, no después de todo. Y lo primero que hizo fue ir a buscarla. Sintió cierto alivio en su pecho al ver la puerta ligeramente abierta, pero, al entrar, encontró el espacio vacío.Rápido bajó a la cocina, preguntando a María por ella, quien no supo darle respuesta, y lo ayudó a buscarla.— María, esto no me está gustando — dijo Ramsés, intuyendo algo malo. Su pecho se lo decía. Se lo gritaba.— Tranquilo. Quizás está tomando el aire. Enviaré a una de mis muchachas a buscarla.Pero media hora más tarde, ni las sirvientas ni peones la habían visto. Era como si… no existiera.— ¡No puede ser! ¡No puede ser que nadie la haya visto! —exclamó, golpeando con fuerza la mesa. Su mente se llenó de imágenes aterradoras: Gala sola, vulnerable, embarazada, y con Giulia y Simón rondando como sombras amenazantes.Subió de nuevo las escaleras, revisó su habitación por tercera vez, buscando desesperadamente algo qu
— Hijo, por favor, tienes que comer. No puedes seguir en ese estado — le dijo María a Ramsés, de verdad preocupada.— Estoy esperando una llamada, María.— Sí, lo llevas haciendo todos los días. No comes, no duermes, la hacienda se está cayendo a pedazos. Entiendo cómo te sientes, y yo estoy igual de conmovida y preocupado por el paradero de esa muchacha, pero en este estado no conseguirás mucho.Ramsés abrió la boca, pero apenas iba a decir algo, cuando recibió la llamada que creía estaba esperando, pero se equivocó, era la notificación de un juez. Tenía una demanda e iba a tener que presentarse.— ¿Quién me está demandando? — quiso saber.— La señora Gala De Lima de Cienfuegos. Su esposa.Ramsés se paralizó, pero, lejos de importarle la demanda, solo le interesaba saber en dónde estaba ella. No consiguió mucho. Aquella información era privada. Solo sabía que, al presentarse, iba a encontrarse con ella.La cita con el juez era hasta dentro de una semana, así que esta fue la más etern
Por un segundo, todos se quedaron en absoluto silencio, incluso, el propio abogado de Ramsés, le preguntó qué estaba haciendo.El juez levantó una ceja, intrigado por la actitud inusual. Mientras Gala miraba a su abogado y negaba con la cabeza, sin comprender. Esperaba que se defendiera.— ¿No va a presentar ninguna defensa, señor Casablanca? — preguntó el juez.— No, señor. No quiero alargar este proceso ni causarle más sufrimiento a mi esposa. Ella está embarazada de nuestro hijo. Solo… quiero que se haga justicia para ella — admitió, mirándola a la cara con todo el peso de la culpa.Los ojos de Gala se llenaron de lágrimas contenidas.— Bien, en ese caso, señora de Lima, si lo desea, puede continuar directamente.Gala jugó con sus dedos.— Yo… — le temblaban los labios — nunca pensé que estaría aquí, peleando por esto precisamente. Cuando me casé, lo hice creyendo que estaba cumpliendo la última voluntad de mis padres, y lo hice con la esperanza de construir un futuro. El amor naci
— ¿Ca…sarme? — preguntó Gala después de la lectura del testamento. Acababa de enterrar a sus padres y hermana mayor hace menos de veinticuatro horas y no había dormido lo suficiente, así que por la falta de lucidez, le fue fácil suponer que había escuchado mal.El hombre detrás del escritorio, con la mirada todo el tiempo gacha, repitió la cláusula para que no quedaran dudas, pero Gala negó, desconcertada.No, era una locura.¿Por qué razón sus padres la obligarían a casarse? No tenía sentido.— … y de no cumplir con dicho mandamiento, todo pasará a manos de su tía paterna, Beatriz de Lima.Gala giró la cabeza y miró a su tía con el ceño fruncido. Fue una sonrisa siniestra lo que la hizo volver la vista al hombre, y con voz dudosa, respondió.— De acuerdo, lo haré. ¿Cómo contacto a este hombre con el que… debo casarme?— No se preocupe, solo deberá presentarse en el registro civil a una hora estipulada. La señora de Lima la guiará en todo.— No necesito de ella.— Su padre así lo esti
La ceremonia se llevó a cabo de forma rápida y casi fría, y aunque Gala todo el tiempo mantuvo una sonrisa y su dulce optimismo, no sería hasta después de dar el “sí, quiero”, cuando descubriría su nueva realidad. Cruda y devastadora.Por supuesto, antes de firmar su destino, Gala tuvo preguntas, como de dónde se conocían él y sus padres, pero, ninguna de ellas fue respondida, a excepción de un “no tengo tiempo para tus preguntas. Continuamos o lo dejamos aquí. Tú tienes más que perder” de su parte. Por lo que Gala se vio en la obligación de asentir y unir su vida en matrimonio al hombre que estaría por conocer.— ¿Tienes tu equipaje contigo? — fue lo primero que le preguntó Ramsés a Gala luego de haberse convertido en marido y mujer. Ni siquiera hubo beso, lo que abochornó ante a todos a la pobre Gala.Con voz dulce, ella respondió:— No, no sabía que…— ¿Que qué? ¿Qué después de convertirte en la esposa de alguien te irías a vivir con él? — se burló Ramsés de forma cínica, y la cort
Tras recobrar el aliento, Gala bajó del auto, observando con asombro y confusión todo lo que había a su alrededor. Hectáreas tras hectáreas de verde le dieron la bienvenida. También el olor a flores frescas y tierra húmeda. Parpadeó dando un amplio recorrido con su mirada.— ¿Tú… vives aquí? — preguntó la joven, atontada.— Sí, y es donde lo harás tú también a partir de ahora. ¿Por qué? ¿Te desagrada la vida en el campo? — quiso saber con arrogancia y fastidio. No le sorprendería en lo absoluto su rechazo por aquel lugar. A Giulia tampoco le gustaba la vida en aquellas tierras, y cuando lo dejó, no desaprovechó la oportunidad para confesarle en su cara que repudiaba todo de aquel lugar. Desde el olor a pasto hasta el merodear de los bichos.Pero, para su completa sorpresa, la respuesta de Gala fue todo lo contrario.— No, de hecho, es… un lugar hermoso. Creo que va a gustarme la vida aquí.Ramsés la miró contrariado.— ¿Qué?— Sí, bueno, jamás he estado en un lugar como este, pero me