Tienes que hacer mucho ahora para que te perdonen, Ramses, y eso que todavia falta que Gala se entere de su herencia..
— Hijo, por favor, tienes que comer. No puedes seguir en ese estado — le dijo María a Ramsés, de verdad preocupada.— Estoy esperando una llamada, María.— Sí, lo llevas haciendo todos los días. No comes, no duermes, la hacienda se está cayendo a pedazos. Entiendo cómo te sientes, y yo estoy igual de conmovida y preocupado por el paradero de esa muchacha, pero en este estado no conseguirás mucho.Ramsés abrió la boca, pero apenas iba a decir algo, cuando recibió la llamada que creía estaba esperando, pero se equivocó, era la notificación de un juez. Tenía una demanda e iba a tener que presentarse.— ¿Quién me está demandando? — quiso saber.— La señora Gala De Lima de Cienfuegos. Su esposa.Ramsés se paralizó, pero, lejos de importarle la demanda, solo le interesaba saber en dónde estaba ella. No consiguió mucho. Aquella información era privada. Solo sabía que, al presentarse, iba a encontrarse con ella.La cita con el juez era hasta dentro de una semana, así que esta fue la más eterna
Por un segundo, todos se quedaron en absoluto silencio, incluso, el propio abogado de Ramsés, le preguntó qué estaba haciendo.El juez levantó una ceja, intrigado por la actitud inusual. Mientras Gala miraba a su abogado y negaba con la cabeza, sin comprender. Esperaba que se defendiera.— ¿No va a presentar ninguna defensa, señor Casablanca? — preguntó el juez.— No, señor. No quiero alargar este proceso ni causarle más sufrimiento a mi esposa. Ella está embarazada de nuestro hijo. Solo… quiero que se haga justicia para ella — admitió, mirándola a la cara con todo el peso de la culpa.Los ojos de Gala se llenaron de lágrimas contenidas.— Bien, en ese caso, señora de Lima, si lo desea, puede continuar directamente.Gala jugó con sus dedos.— Yo… — le temblaban los labios — nunca pensé que estaría aquí, peleando por esto precisamente. Cuando me casé, lo hice creyendo que estaba cumpliendo la última voluntad de mis padres, y lo hice con la esperanza de construir un futuro. El amor nació
— ¿Qué? No, ¿Por qué? ¿Qué… hace aquí? — preguntó Gala al enterarse de que Ramsés estaba allí, que la había buscado hasta dar con ella.— No lo sé, pero parece que no está dispuesto a irse hasta hablar contigo — le dijo Julián, tomando de pronto sus manos entre las suyas. Gala se sorprendió —. No tienes que hablar con él si no quieres, la decisión es tuya.Gala parpadeó, soltándose delicadamente.— Yo, bueno, es que… — tenía demasiadas cosas en su cabeza y el corazón lastimada.De pronto, antes de que pudiera decir nada más, se escucharon gritos desde el exterior.— ¡Gala! ¡Gala! — alguien llamó con fuerza, y Gala no tardó en reconocer al dueño de aquella voz.Sus ojos se abrieron de asombro al tiempo que se acercaba a la ventana. Entonces lo vio, del otro lado de la gran verja, caminando de un lado a otro.Su pecho vibró.Dios.Sentimientos acumulados.Cuando los dos hicieron contacto visual, a pesar de aquella distancia, Gala sintió que el mundo bajo sus pies se paralizaba.— ¡Gala,
Durante los días siguientes, las cosas entre Gala y Ramsés siguieron su curso.Gala estaba peleando para que se le devolviera todo lo que por derecho le pertenecía, pero no se trataba de un acto de ambición, sino del legado de sus padres, ese que prometió proteger y resguardar después de su muerte.Se suponía que ella tomaría posesión después del tercer mes de su matrimonio, pero, tratándose de un engaño, jamás estuvo al tanto de las empresas o sus números y se encontró con un desastre para que el que no se le preparó nunca.Gracias a su inteligente, siempre fue bastante buena con el ingenio y las cuentas, así que junto a Julián y a su padre, trabajaron largas horas para ponerla al corriente de la situación.— Creo que deberías descansar. Todo esto es abrumador, y en tu estado, no puede ser bueno — le sugirió Julián una noche, ya casi de madrugada.Gala bostezó dulcemente.— Tienes razón — aceptó, suspirando de cansancio —. ¿Qué sabes del paradero de mi tía? ¿Te han dicho algo?El much
Todo estaba en silencio y en penumbras, así que Giulia fue demasiado cuidadosa con cada paso que daba. Se tomó su tiempo para rodear la cama y acomodarse al otro lado de esta. Con paciencia, se metió bajo las sábanas y se ajustó perfectamente al ala de Ramsés.Con una sonrisa vencedora, alzó su mano a la altura de su pecho, pero, antes de que pudiera siquiera tocarlo, la mano de Ramsés la detuvo en el acto, sujetándola fuerte y casi dolorosamente por la muñeca.— ¿Qué diablos crees que haces? — le preguntó en tono ronco.Giulia ahogó un jadeo y abrió los ojos.— Ramsés…— ¿Crees que soy imbécil? O peor aún, ¿Crees que soy el mismo hombre que una vez manipulaste y usaste a tu antojo? Te equivocas grandemente, Giulia — y con gesto despectivo, la soltó y salió fuera de la cama para encender la luz —. ¡Vete de aquí!— ¡Pero Ramsés, yo…!— ¡Tú nada! ¡No tienes pudor! ¿Qué clases de mujer eres? — le preguntó con asco.Pero a ella no le importó, y salió fuera de las sábanas, desnuda.— Soy la
No se atrevió a firmar.Y durante los días siguientes, se sintió exactamente igual. Desconocía si Ramsés había firmado o no, pero lo cierto es que… ella no podía. No podía firmar su divorcio sin sentir que el mundo se le venía encima, pero tampoco podía olvidar y dejar de sentirse traicionada por el hombre que amaba.Estaba tan dividida, tan rota, y solo ese pequeño ser que vivía dentro de ella le daba aliento para continuar.Un viernes por la tarde, tenía programada, al fin, su primera consulta. Las emociones rebosaban sin poder evitarlo.Fue un día de muchos nervios, sobre todo porque en su interior, sabía que lo correcto era avisarle a Ramsés. Era el padre y de su bebé y siempre lo sería. Su buen corazón no le permitiría jamás separarlos, así que, con dedos temblorosos, envió aquel mensaje.Y por lo que fueron minutos, esperó, pegada al móvil, una respuesta.“Estaré allí”Su corazón vibró de sentimientos encontrados.Era la primera vez que lo vería después de casi dos semanas.Cuand
El corazón de Gala parecía una locomotora, y con cada segundo que pasaba, este amenazaba con salírsele del pecho.Cientos de escenarios pasaban por su cabeza, y en cada uno de ellos no sabía lo que era correcto.No fue hasta que su móvil sonó cuando salió de sus cavilaciones.Se trataba de Julián. La confesión de hace unos minutos la había dejado desarmada. Era un buen hombre. Pero ella… ella no podía corresponder a sus sentimientos.— Julián, yo… — intentó decir, pero apenas contestó, él no la dejó hablar.— Gala, escúchame, no te llamo para otra cosa que no sea sobre mi preocupación por ti. Sé que ahora mismo vas de camino a buscarle, pero la hacienda está a horas en taxi.— Lo sé, pero… tengo que alcanzarse.— Por eso te estoy llamando. Pídele al taxi que te lleve a la dirección que voy a enviarte.— Pero Julián…— Confía en mí, por favor.Gala miró al frente, y al recibir el mensaje con la dirección, respondió:— De acuerdo, confiaré en ti — entonces colgó.El destino sería otro.D
El muchacho le explicó todo desde lo que sabía.Al parecer, y sin saber bajo qué circunstancias, el señor Ramsés había entregado la hacienda a esa mujer, y aunque a todos les había conseguido techo y trabajo, ellos decidieron quedarse para tratar de salvaguardar lo que sabían era todo para Ramsés. Aquella hacienda era su vida.Gala no lo podía creer, pero rápido juntó todo en su cabeza.No, no puede ser cierto. ¿Él… hizo todo esto por… ella?Lágrimas se derramaron sin poder evitarlas.— ¿Dónde está? ¿Dónde está Ramsés?— Eso no lo sé, señora. Pero estoy seguro de que María sí. ¿Quiere que la lleve con ella?El muchacho la llevó a una hacienda vecina que se le hizo bastante familiar. Recordó rápido las fotografías y los recortes del periódico. Era la casa del incendio, solo que remodelada.— ¿Gala? — la voz de María la sacó de sus pensamientos luego de haber estado esperando.Gala alzó la vista.María sintió mucha nostalgia.— Muchacha, creí que… no te volvería a ver — se acercó a ella,