Esto esta candela!!! Esperemos que esta vez, los malos no se salgan con la suya. Gracias por continuar leyendo, recuerden comentar, reseñar y dar like para mas.
Todo estaba en silencio y en penumbras, así que Giulia fue demasiado cuidadosa con cada paso que daba. Se tomó su tiempo para rodear la cama y acomodarse al otro lado de esta. Con paciencia, se metió bajo las sábanas y se ajustó perfectamente al ala de Ramsés.Con una sonrisa vencedora, alzó su mano a la altura de su pecho, pero, antes de que pudiera siquiera tocarlo, la mano de Ramsés la detuvo en el acto, sujetándola fuerte y casi dolorosamente por la muñeca.— ¿Qué diablos crees que haces? — le preguntó en tono ronco.Giulia ahogó un jadeo y abrió los ojos.— Ramsés…— ¿Crees que soy imbécil? O peor aún, ¿Crees que soy el mismo hombre que una vez manipulaste y usaste a tu antojo? Te equivocas grandemente, Giulia — y con gesto despectivo, la soltó y salió fuera de la cama para encender la luz —. ¡Vete de aquí!— ¡Pero Ramsés, yo…!— ¡Tú nada! ¡No tienes pudor! ¿Qué clases de mujer eres? — le preguntó con asco.Pero a ella no le importó, y salió fuera de las sábanas, desnuda.— Soy la
No se atrevió a firmar.Y durante los días siguientes, se sintió exactamente igual. Desconocía si Ramsés había firmado o no, pero lo cierto es que… ella no podía. No podía firmar su divorcio sin sentir que el mundo se le venía encima, pero tampoco podía olvidar y dejar de sentirse traicionada por el hombre que amaba.Estaba tan dividida, tan rota, y solo ese pequeño ser que vivía dentro de ella le daba aliento para continuar.Un viernes por la tarde, tenía programada, al fin, su primera consulta. Las emociones rebosaban sin poder evitarlo.Fue un día de muchos nervios, sobre todo porque en su interior, sabía que lo correcto era avisarle a Ramsés. Era el padre y de su bebé y siempre lo sería. Su buen corazón no le permitiría jamás separarlos, así que, con dedos temblorosos, envió aquel mensaje.Y por lo que fueron minutos, esperó, pegada al móvil, una respuesta.“Estaré allí”Su corazón vibró de sentimientos encontrados.Era la primera vez que lo vería después de casi dos semanas.Cuand
El corazón de Gala parecía una locomotora, y con cada segundo que pasaba, este amenazaba con salírsele del pecho.Cientos de escenarios pasaban por su cabeza, y en cada uno de ellos no sabía lo que era correcto.No fue hasta que su móvil sonó cuando salió de sus cavilaciones.Se trataba de Julián. La confesión de hace unos minutos la había dejado desarmada. Era un buen hombre. Pero ella… ella no podía corresponder a sus sentimientos.— Julián, yo… — intentó decir, pero apenas contestó, él no la dejó hablar.— Gala, escúchame, no te llamo para otra cosa que no sea sobre mi preocupación por ti. Sé que ahora mismo vas de camino a buscarle, pero la hacienda está a horas en taxi.— Lo sé, pero… tengo que alcanzarse.— Por eso te estoy llamando. Pídele al taxi que te lleve a la dirección que voy a enviarte.— Pero Julián…— Confía en mí, por favor.Gala miró al frente, y al recibir el mensaje con la dirección, respondió:— De acuerdo, confiaré en ti — entonces colgó.El destino sería otro.D
El muchacho le explicó todo desde lo que sabía.Al parecer, y sin saber bajo qué circunstancias, el señor Ramsés había entregado la hacienda a esa mujer, y aunque a todos les había conseguido techo y trabajo, ellos decidieron quedarse para tratar de salvaguardar lo que sabían era todo para Ramsés. Aquella hacienda era su vida.Gala no lo podía creer, pero rápido juntó todo en su cabeza.No, no puede ser cierto. ¿Él… hizo todo esto por… ella?Lágrimas se derramaron sin poder evitarlas.— ¿Dónde está? ¿Dónde está Ramsés?— Eso no lo sé, señora. Pero estoy seguro de que María sí. ¿Quiere que la lleve con ella?El muchacho la llevó a una hacienda vecina que se le hizo bastante familiar. Recordó rápido las fotografías y los recortes del periódico. Era la casa del incendio, solo que remodelada.— ¿Gala? — la voz de María la sacó de sus pensamientos luego de haber estado esperando.Gala alzó la vista.María sintió mucha nostalgia.— Muchacha, creí que… no te volvería a ver — se acercó a ella,
— Date prisa, por favor. Tenemos que llegar — rogó Gala a Julián. La angustia no entraba en su pecho. Era más grande que ella.Dios, es que si a Ramsés le pasaba algo... la sola idea la desarma desde lo más profundo.— Tranquila, llegaremos — le dijo el muchacho, transmitiéndole calma, mientras serpenteaba la ciudad y se saltaba varios semáforos.Al llegar a su destino, Gala fue la primera en bajar. Atravesó las puertas automáticas con el corazón desbocado, cada latido resonando en sus oídos como un tambor. Su respiración era superficial, y las lágrimas nublaban su vista mientras se acercaba al mostrador de recepción.— Ramsés Casablanca, por favor, señorita. ¿Puede darme noticias de él? — preguntó con voz temblorosa a la recepcionista, una joven de semblante amable que la miró con comprensión.La mujer consultó rápidamente en su computadora, pero, antes de dar información, se aseguró de preguntar:— ¿Es usted familiar del paciente?— Soy su esposa — respondió orgullosa, y la joven muj
Los días pasaban como un tormento eterno. La habitación de hospital, impregnada con el tenue olor a desinfectante, se había convertido en el hogar de Gala. Los médicos y enfermeras se maravillaban ante su persistencia; la joven nunca abandonaba el lado de Ramsés. Ni siquiera las súplicas de sus amigos y personas más queridas, habían conseguido alejarla.Desde el primer día, la rutina fue casi la misma. Gala se dedicaba a cuidarlo. Con toallas húmedas, limpiaba con delicadeza su rostro, sus manos, sus brazos. Le leía libros en voz baja, compartiendo fragmentos de historias de amor que les recordaban los momentos felices que habían vivido. A veces, se inclinaba hacia él y cantaba suavemente canciones que solían escuchar juntos, su voz impregnada de amor y nostalgia.Julián, siempre presente, se aseguraba de que Gala no tuviera que preocuparse por las empresas o por ningún asunto externo. Tomaba decisiones, manejaba reuniones, y cuando encontraba tiempo, se acercaba a la habitación para a
Ramsés fue dado de alta del hospital en la tarde de un lunes soleado. Aunque su cuerpo aún estaba débil y necesitaba tiempo para recuperarse por completo, la sensación de salir del hospital junto a Gala lo llenaba de una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Gala, siempre atenta, lo ayudó a caminar con cuidado hasta el automóvil que los esperaba. Ella lo trataba con una dulzura y paciencia infinitas, como si cada pequeño gesto fuera un recordatorio de cuánto lo amaba.El apartamento de Ramsés, ubicado en el corazón de la ciudad, era elegante y moderno, pero poco habitado. Al entrar, Gala se puso inmediatamente en acción, arreglando todo para que él estuviera cómodo. Acomodó almohadas en el sofá, preparó agua fresca y organizó su pequeño botiquín con los medicamentos que los médicos le habían recetado. Ramsés la observaba desde su lugar en el sillón, admirado por su dedicación y amor.— No tienes que hacer todo tú sola, Gala — dijo él con voz suave.—No es un esfuerzo, Ramsés — respondió
Días después…Gala no podía contener las lágrimas. El descubrimiento de que sus padres no eran las personas que ella siempre había creído la había destrozado por completo. Había pasado días en silencio, encerrada en sus pensamientos y recuerdos, tratando de encontrar algo, algún momento en el que pudiera haber sospechado. Pero no había nada. Ramsés, al verla tan vulnerable, se había convertido en su apoyo incondicional.Desde el instante en que ella se derrumbó en sus brazos, Ramsés tomó las riendas de todo. Gala lo había cuidado durante semanas después de su pre infarto, pero ahora los papeles se habían invertido. Él no la dejaba hacer nada, asegurándose de que descansara, comiera y se sintiera amada en todo momento. La mimaba de todas las maneras posibles, desde prepararle su desayuno favorito hasta masajearle los pies cuando veía que se sentía cansada.— Ramsés, no tienes que hacer todo esto — le dijo un día, mientras él le cepillaba el cabello con delicadeza.— Claro que sí, mi amo